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Entre Garua y odio
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Entre Garua y odio
Libro electrónico244 páginas3 horas

Entre Garua y odio

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LA MARATÓN DEL AMOR es una Trilogía formada por los libros: Entre Garúa y Odio, Menkori y De Sol y de Luna. La primera parte "Entre garua y odio", presenta la historia de Malú. La protagonista no es una mujer convencional, que se acomode a respuestas habituales y a las expectativas comunes de otras mujeres. Violada a temprana edad eso marcara el resto de su vida. La historia de Malu es de sufrimiento y superación. El libro que corresponde a la primera protagonista incluye siete temas originales de diversos géneros: folk, jazz, baladas y trance lounge, que pueden ser oidos con hyper vinculos a Soundcloud.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 dic 2013
ISBN9786120014387
Entre Garua y odio
Autor

Nuria Garcia Arteaga

Defines herself as a mix of cultures and races.Award-winning Author/Novelist, scriptwriter, playwright; music composer, producer and singer, speaks 6 languages. Born in Peru, her father was African American, her mother Peruvian. While working at United Nations she met her husband, a Dutch diplomat. She graduated as Psychologist at the Catholic University in Santiago, Chile; pursued MA studies on international politics at Universidad de Chile. She moved to the Netherlands in 1982 and followed PhD studies on Pedagogy at Leiden University. Mother of 4 sons, she has travelled for her work in Latin America and Europe. Currently living in the Netherlands.

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    Vista previa del libro

    Entre Garua y odio - Nuria Garcia Arteaga

    A las/os lectoras/es

    La Trilogía La maratón del Amor esta formada por tres libros, que corresponden a cada uno de los personajes.

    En este libro se relata la vida de la primera protagonista. Su vida esta marcada por la amistad profunda con sus dos compañeras del internado donde creció.

    La vida de los otros dos personajes podrán leerla en los libros: Menkori y De sol y de Luna.

    Al final del libro se incluye el Índice de la novela completa con los títulos de los cuentos que componen los otros dos libros así como las canciones que forman el fondo musical de los relatos.

    Aunque las protagonistas se encuentran y comparten momentos y lugares, cada libro incluye solo las experiencias de cada una de las tres mujeres. En este sentido los cuentos no se repiten.

    Espero que este libro sea la primera etapa de la lectura de la Trilogía La Maratón del amor.

    En http://www.nuriagarciaarteaga.com hallaran un foro donde podrán dejar sus comentarios e ideas sobre la situación de las mujeres en este siglo XXI. Espero que eso sea el inicio de un dialogo masivo entre mujeres que necesitan reforzar su posición en una sociedad globalizada que nos ha subyugado por demasiado tiempo.

    Nuria

    Índice

    A las/os lectoras/es

    I PARTE

    CAPÍTULO I

    Cuaderno 1. La Victoria y Miseria

    Tema I-1. Malú

    CAPÍTULO II

    Cuaderno 4. El convento del Jirón Junín

    Tema II-4. El convento y Peru

    Cuaderno 5. Villa Ridosa

    Cuaderno 6. De Lima a La Haya

    CAPÍTULO III

    Cuaderno 8. Del closet a la dictadura

    Tema III-8. Malú

    CAPÍTULO IV

    Cuaderno 14. Misoginia en el 222

    CAPÍTULO V

    Cuaderno 17. Fronteras ilimitadas

    Tema V-17. Malucha

    II PARTE

    CAPÍTULO VI

    Cuaderno 20. S-M-L-XL = SX

    CAPÍTULO VII

    Cuaderno 23. Costa Azul

    Tema VII-23. Malucha

    Cuaderno 24. Avenida El Golf

    CAPÍTULO VIII

    Cuaderno 26. Entre halcones y palomas

    Cuaderno 28. Eros sin fin

    Tema VIII-28. Malucha

    CAPÍTULO IX

    Cuaderno 29. Adiós en el Mar del Norte

    Cuaderno 31. Ecos de Nueva York

    Tema IX-31. Malucha-Magno-Maniro

    Agradecimientos

    Índice de la Trilogía

    Mensaje de la Autora

    Capítulo I

    Cuaderno 1. La Victoria y Miseria

    Quiero escribir, pero me sale espuma…

    Cesar Vallejo

    El placer de sufrir, de odiar, me tiñe

    el alma, cada hueso, esta pluma.

    La primavera de Septiembre de 1941 se dibuja apenas en los botones de amancáes (1) en las afueras de Lima. En la Prolongación Iquitos, Manuel Candamo y José Gálvez la mala yerba que cubre la tierra es arrancada, mojada con baldes de agua y luego apisonada para permitir a los jaraneros (2) armar una de rompe y raja porque es casi noche de sábado. En La Victoria, el Charleston que baila la gente gaga o el sinuoso danzón de Cuba, que oyen las alegres prostitutas en las chinganas de mala muerte, no han conquistado al pueblo que se estremece a los acordes de El Plebeyo. Era el año de la escasez, de las colas y en el que Prado había hecho huir a los Apristas a Chile.

    Gabriela, prométeme que me vengarás.

    Si mamá, te lo prometo.

    Su madre ya no puede oírla. Gabriela la besa, abraza y se aferra a ella queriendo borrar las imágenes de Doña Gladys lavando durante el día y cocinando en la madrugada cuando su padre aparecía con sus compadres gritando que quería aguadito (3) y chicha de jora (4) para seguir la borrachera. Su mamá había muerto de las palizas que Don Carlos le daba cuando sus camisas no quedaban perfectamente almidonadas.

    Luisa llegó rogándole que la ayudara porque no tenía donde vivir con sus tres hijos. Su madre, buena y generosa, no sólo le dio un cuarto sino también de comer. Jamás imagino que unas semanas mas tarde la encontraría en su cama con Don Carlos. Cría cuervos y te sacarán los ojos les había dicho doña Pepita.

    Luisa se llevó a su padre, quien regresaba para llevarse la ropa que necesitaba para sus jolgorios o venía a media noche; luego de encerrarse con su mamá partía en menos de una hora dejándola llena de moretones y casi sin poder caminar.

    Ella ya no cantaba en los cumpleaños acompañándose con las cucharas, silenciosa los abrazaba, mirándolos desde sus grandes ojeras para luego encorvada ir al patio a seguir lavando y planchando para las familias de los ricos.

    - Papá, no está bien, hay que llamar un médico.

    - ¿Médico? ¡Mejor llama a la funeraria para que se la lleven!.

    Gabriela siente un liquido frío que le corre entre los huesos y la piel. Su hermana con apenas catorce años siempre fue más valiente que ella. Fue Nelly la que puso harina en lugar de chuño (5) en las camisas y calzoncillos del viejo. Casi se atragantó de la risa cuando a las tres de la madrugada lo vieron regresar cargado por sus compadres porque las escaldaduras no lo dejaban andar. La piel enrojecida y abierta le dolía tanto que no pudo levantarse a darles una tanda (6) como esas que recibía su madre. Doña Pepita las escondió cinco días y amenazó con denunciarlo a la policía porque ella sabía las cochinadas que le había hecho a sus hijas. Cobarde como era, Carlos desapareció por una semana.

    Su madre ya estaba amortajada cuando Nelly llegó con José, su marido. Su padre con cara compungida, recibió el pésame del chino que le doblaba la edad a su hija y que se la había llevado con él hacia casi un año.

    Las dos mujeres caminan hacia el patio, ven los baldes con hollín donde Doña Gladys hervía la ropa blanca y la tabla donde refregaba con un cepillo la ropa de color. Nelly toca cada utensilio que su madre, en vida, utilizó para darles de comer. Cuando Gabriela le cuenta la promesa que le había hecho, las dos hermanas lloran abrazadas .

    Dos sombras se acercan sigilosamente por el descampado, atrás han dejado las casonas y callejones donde a esta hora, los que pueden, duermen la siesta. Se aproximan a la casa de adobes, tres chiquillos están jugando al trompo. Nelly saca de su bolsillo unas monedas.

    - Vayan donde el chino de la esquina y cómprense unos tofis. Los chicos desaparecen como por encanto. –Nelly les sonríe mientras les alcanza las monedas-.

    Acercándose de puntillas, su hermana empuja el portón y lo atranca con la madera que a duras penas logra levantar. Las dos mujeres caminan en total silencio hacia la cocina y deslizan el enorme cerrojo. Volviendo a la sala abren cuidadosamente la puerta de un cuarto casi a oscuras donde Luisa yace completamente dormida. Rizos casi húmedos rodean su cara acentuando los rasgos de mestiza, haciéndola aún mas diferente a su madre de piel color café con leche, altos pómulos, ojos almendrados y largo cabello liso que le llegaba hasta la cintura.

    Nelly sujeta el palo de la escoba que su madre hasta poco usaba para remover la ropa blanca que hervía hasta quedar como exigían las viejas ricas de San Isidro. Algo frío la recorre desde la nuca hasta las pies. Mira a Gabriela tan parecida a su mamá y nota su miedo. Ella ya no le teme a nada. Su padre tiene la culpa de la muerte de su madre y de lo que ella perdió apenas con trece años. Esa madrugada huyó, en el mercado central se encontró con el Chino José quien era su casero cada vez que iba a comprar jabón y lejía para su mamá. El siempre le regalaba algo y le decía lo linda que era.

    No tuvo que decirle nada. El Chino, quince años mayor que ella, la llevó a una casa donde la instaló y desde entonces no le había faltado nada. Pero él no podía devolverle la inocencia perdida durante la borrachera de su padre y tampoco podía resucitar a su madre.

    - ¡Luisa!

    La mujer se incorpora intentando despertar, el miedo se refleja en sus ojos.

    - ¿Qué hacen aquí? ¿Qué quieren?- ¡No te hagas la cojuda, mi madre no esta enterrada todavía, venimos a cumplir una promesa! -Nelly grita mirándola con ojos enfurecidos, Luisa mira a Gabriela y ve en ella el mismo odio de su hermana-.

    - ¡Tócame y vas a ver lo que te hace tu padre! -dice la mujer mientras se levanta. Como impulsada por un rayo, Nelly toma a Luisa por los cabellos y la empuja hacia la cama, Gabriela sale de la pieza porque sabe como se pone su hermana menor cuando esta enfurecida-.

    - ¡Puta! Mi madre te recogió con esos bastardos de distinto padre. ¡Jijuna desgraciada!

    - ¡Suéltame, concha de tu madre, suéltame!

    - Eso quería oír, por la que me parió te voy a sacar la mierda, jijuna gran puta. ¡¡Ella era demasiado buena y no te sacó la chucha como merecías, puta, roba maridos!!!

    Luisa como puede se ha soltado e intenta correr hacia la sala, al llegar a la puerta dos manos la sujetan con fuerza y de un empujón la tiran al suelo.

    - ¡No me pegues, yo no quería, era tu papá el que siempre me rogaba. ¡Suéltame! Los gritos se mezclan con el llanto, Gabriela le tapa la boca y la sujeta por los cabellos.

    - ¡Puta mal nacida, asesina, maldita! ¡Tu mataste a mi madre que te recogió de la calle! -Nelly sentada sobre la mujer, la araña y la golpea con los puños.

    - ¡Ten piedad, no me pegues! -El llanto de Luisa no se oye por los gritos de la jovencita-.

    - ¡Vámonos, Nelly, vámonos!

    Gabriela compadecida se para y se dirige a la puerta. Nelly la mira y lentamente se pone de pie.

    - ¡¡Vas a ver puta de mierda, voy a hacer que tu padre te descuartice!! -Luisa se ha levantado y por la puerta intenta salir a la calle. Nelly como impulsada por un huracán corre, la alcanza de un salto mientras Luisa grita desesperada-.

    - ¡Auxilio vecinos, auxilio! -No hay respuesta-.

    Gabriela la inmoviliza sujetándole los brazos por la espalda, mientras Nelly con la escoba que era de su madre la golpea muchas veces. La sangre corre por la cara de Luisa, deslizándole por el busto, bajando entre sus piernas hasta llegar al suelo, su cuerpo cuelga apoyado en el de Gabriela.

    - ¡¡Vámonos, me oyes? vámonos !! -Gabriela deja caer el cuerpo de Luisa. Con fuerza le quita a su hermana el palo lleno de sangre. La sujeta con fuerza y casi arrastrándola la conduce hacia la calle donde algunos vecinos en silencio las miran. Han oído todo, conocen al padre de las chicas.

    Su hermana Nelly desapareció rumbo a Tumbes con el Chino José, sin decir a donde iba por temor a que su padre la siguiera. Esta vez doña Pepita si llamó a la policía, -el panaero no’e nomal seño... a lo’angelito lo cuelga del techo, le pega con chicote’e caballo, paque’ta la lei si no’e pa' defende a lo’pobre?- La morena había sido compañera de lavado y planchado de doña Gladys y también su mejor amiga. Don Carlos pasó algunos días en cana luego de que intentó matar a su hija mayor. Ella no se atrevió a presentar la denuncia, el dijo que estaba borracho y no se acordaba de nada. Gabriela se fue con sus dos hermanos a vivir con doña Pepita.

    En la pegajosa garúa de la madrugada la matrona camina por el pasaje San Roberto. Al abrirse la puerta del dieciocho ingresa con rapidez atravesando el cuarto que hace de sala-comedor. La tenue luz del amanecer apenas le deja ver a la mujer que yace en la cama ubicada en una esquina del espacio que debe ser el dormitorio. No hay ventanas, solo la puerta que da a lo que imagina es la cocina por el batán (7) que está al lado de un Primus (8). Se acerca a la parturienta quien, inconsciente, apenas respira. A pesar de la penumbra y su gran palidez la obstetríz nota los hermosos rasgos de la mujer.

    - Una de las vecinas vino con mi nieto a avisarme. Armando, mi nietecito, se ha quedado con mi marido. Vine lo mas rápido que pude, quise llevarla a la maternidad pero no quiso. Dijo que si se moría sería la culpa de mi hijo y de sus amigos borrachientos. Usted sabe como son los hombres, ella se resiente por todo. Desde las dos de la mañana se aguantó los dolores y se quedó así; no contesta, no me oye.

    - Ponga a calentar agua en el balde, llene de agua fría ese lavatorio grande y tráigame el cepillo de lavar ropa. ¡Apúrese! ¡Esta mujer se esta muriendo, y por el bebe no creo que pueda hacer nada!

    - Gabriela, despiértate hija, piensa en el bebe. ¿Gabriela me oyes?

    - ¡¡ Señora, despiértese !!!

    La partera la sacude mientras le echa agua fría en la cara pero los ojos de Gabriela apenas se abren. Dos sonoras cachetadas hacen que la mujer finalmente abra los ojos, gruesas lagrimas corren por sus mejillas. Murmura algo casi inaudible.

    - Déjeme dormir... déjeme... -La partera le responde a gritos mientras la samaquea (9).

    - ¿Le gusto hacer el bebe no? ¡Pues ahora sea mujer y de a luz a esta criatura inocente!

    La matrona la sujeta mientras Gabriela puja varias veces. La cabeza del bebe, de oscuros cabellos, se asoma entre sus piernas. Sigue pujando hasta que un pequeño cuerpo, casi morado, se desliza y queda inmóvil sobre la cama.

    La partera lo mete primero en el agua humeante del balde y luego en el lavatorio; lo coloca en la cama y lo refriega con el cepillo de ropa hasta que su piel queda marcada por líneas enrojecidas. Repite la rutina varias veces hasta que se oye un ligero gemido. Gabriela se desmaya. La matrona mira con sorpresa al bebe que apenas llora y respira. Con gestos decididos y manos algo temblorosas lo viste y arropa antes de entregárselo a la abuela.

    - Esto es un milagro.

    Desde la puerta se oyen pasos lentos que avanzan hacia el dormitorio. La matrona no puede evitar la expresión de disgusto al enfrentarse al hombre quien la mira y luego se dirige a su madre.

    - ¿Qué ha pasado mamá?... ¿Ya nació?... Déjame ver-.

    A la partera le resulta claro que está ebrio.

    - Raymundo, hijito…ya sabes lo terca que es, no quiso ir a la maternidad porque no estabas y tuve que llamar a la matrona.

    - ¿Dónde estaba usted? Su esposa tiene que ir de inmediato a la maternidad. Haga que revisen al bebe, el parto ha sido complicado.

    - No, no sabía... decían que era para dentro de unas semanas… -Raymundo contesta balbuceante-.

    - Haga de inmediato lo que le digo. No pensé que salvaría al bebe y su esposa corre el riesgo de una infección. Si cree en Dios, agradézcale que las dos estén vivas. Buenos días.

    Han pasado casi cuatro años desde esa noche. Gabriela escondida detrás del sofá cubierto de plástico abraza a Malucha mientras trata de no hacer ruido. A su alrededor, los artefactos eléctricos de la tienda donde su hermano trabaja vendiendo muebles a plazos a los vecinos de Lince, forman sombras que ella espera le den cobijo para que su marido no la descubra.

    - ¡Sal carajo! ¡Yo sé que estás allí! ….

    - No hay nadie en la tienda señor, todos se fueron ayer noche.

    - Es que tiene que estar metida por….

    - Es domingo. ¿No ve que no hay nadie?...No siga gritando, ¡Váyase o llamamos a la policía!. -El vecino lo mira ahora irritado-.

    La mujer sigue estrechando a la niña quien tiembla porque desde su nacimiento ha oído los gritos y lisuras cada madrugada. Gabriela recuerda que algunas veces era tal la borrachera que, mientras la bofeteaba, los ojos de Raymundo se cerraban. Ya sin fuerza para pegarle, caminaba tambaleante hacia la sala donde se sentaba para quedarse dormido. La esposa de su hermano le traía dos veces por semana carne y verduras para que pudiera prepararle algo de comer a sus hijos. Otras veces las vecinas, que habían oído el escándalo de la noche anterior, venían a preguntarle cómo estaba y le aplicaban trozos delgados de papa cortada sobre los moretones. Cuando podían le daban algo de pan y te para que tomara algo caliente con sus hijos.

    Apenas con tercero de primaria leía pero con dificultad. No era muy buena para sumar y restar, por eso cada vez que había buscado trabajo en tiendas o bazares no la habían aceptado.

    Gabriela nunca olvidará cuando Raymundo la dejó en ese cuarto, donde había una cama y un lavatorio con agua, mientras se iba a conversar con la mujer mayor de piel blanca, cabellos castaños y que hablaba como extranjera. Asustada, porque oía mujeres riendo y hombres gritando todo tipo de lisuras, salió de puntillas al pasillo. Al ver a las mujeres desnudas que caminaban por el pasillo y oír los gemidos que salían de los cuartos se dio cuenta que estaba en un prostíbulo. Buscó en vano una puerta de salida, al no encontrarla se subió por la única ventana que daba a la calle, se arañó rodillas y brazos con los vidrios pegados al cemento del dintel, muerta de miedo saltó los casi dos metros hacia la vereda.

    Cojeando corrió tan rápido como pudo por las calles desiertas hasta que a lo lejos vio las luces de un patrullero. Llorando y gritando se aventó frente al auto, los policías la llevaron a la comisaría donde pasó la noche. Al día siguiente vio a Raymundo llegar flanqueado por dos policías quienes a empujones lo sentaron en una silla.

    - ¡¡Así que a ti te gusta hacer de cabrón!! -El uniformado de canoso cabello lo mira con sorna.

    - No jefe, quien le ha….

    - ¡¡Cállate carajo!! Ahora el policía hace un gesto como para darle una bofetada.

    - Encontramos a tu esposa. ¡¡ A tu esposa!!... fugándose de la casa de citas que está en la Avenida Manco Cápac. ¡¡No te hagas el huevón!!

    - Pero…. no es verdad…-Raymundo sigue negando-.

    - ¿Ah no? ¿Así que no conoces a la Ivette, la madame francesa?

    - Jefe….yo no sé …

    - ¿Tu eres el ‘Ronco’, no? el que explota mujeres … -el policía mas joven grita mirándolo a la cara mientras su maceteado (10) cuerpo casi roza el de Raymundo-.

    - ¡¡Y no contento con que putéen y te den la plata encima les pegas!!. -El policía mayor lo sujeta por el cuello de la camisa-

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