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Melina En Busca De Su Libertad
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Libro electrónico311 páginas5 horas

Melina En Busca De Su Libertad

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La autora, quiere llegar al lector con una historia conmovedora, que por 25 aos so escribir este libro. Melina, quien es la protagonista, es una nia rechazada por su madre y su padre desde su nacimiento. Busca la manera de escapar creyendo por mucho tiempo que encontrara su prncipe azul que la liberara de ese calvario que viva a diario en casa de su madre, donde el padrastro a su vez se deleitaba maltratndola.
Con esta obra quiere tambin llevar fe y esperanzas a todas aquellas personas que como ella, desde su niez fueron maltratadas fsicamente, verbalmente y rechazadas por sus familiares. En medio de una guerra civil en su pas natal, di a luz a sus hijos, para luego ser obligados a abandonar su pas de origen, en su caso, El Salvador.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento24 dic 2013
ISBN9781463373016
Melina En Busca De Su Libertad
Autor

Eliza del Castillo

Eliza del Castillo (San Salvador 1960) Es la cuarta miembro de una familia de siete hijos. Cinco del primer matrimonio de su madre y dos del segundo. Creció en un bello y próspero pueblo llamado Aguilares donde su madre tenía la panadería más grande de dicho pueblo. A Eliza, desde muy niña se le enseño el trabajo de panadera el cual nunca fue de su agrado. A sus 14 años empezó a aprender el arte de la costura haciendo de esta profesión sus ganancias para subsistir. Solo pudo terminar su sexto grado de primaria por circunstancias del destino no continuaría sus estudios hasta años más tarde que ayudada por el director del tercer ciclo de educación básica alcanzaría a terminar su noveno grado. Se casó a sus 22 años con un paisano de su pueblo y tubo tres lindos hijos de su primer matrimonio. Fue víctima de una guerra civil que exploto en El Salvador en el año 1977 donde dos de sus hermanos fuerón asesinados y sufrió la persecución durante 10 años. Su vida nunca fue color de rosas, no gozo de una familia unida, ni tampoco de haber conocido a su padre. Pero dentro de ella, siempre conservaba la esperanza que un día su vida cambiaria. Por 25 años soño con ser escritora. Y al mismo tiempo llevar esperanzas a todas las personas que como ella ha sufrido maltratos físicos, verbales y que les ha ocasionado mucha dificultad para encontrar un equilibrio emocional y que en muchas ocasiones los ha llevado a la depresión. Abandonando su país natal en el año 1986, llego a la ciudad de Montreal en la provincia de Quebec, Canadá el día primero de enero del año 1987 y desde entonces vive junto con sus hijos. Estos niños llegaron en baja edad a Montreal pero la autora sabía que ellos gozarían de un mejor futuro que tendrían mejores oportunidades y gracias a Dios y el Quebec esto ha sido posible para ellos cuatro. Desde sus quatorce años ha trabajado en la costura. Años mas tarde haria un certificado en auxiliar de enfermería y es hoy a sus 52 años que decide cambiar de profesión, y realizar su sueño de escritora. Ella ha hecho mucho trabajo personal para encontrar un camino espiritual que la ha llevado a comprender el porqué de cada situación que ella tuvo que atravesar. Desarrollarse espiritualmente implica mucha decisión, mucho deseo de un cambio de vida y solo con la fe y la perseverancia lo está logrando.

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    Vista previa del libro

    Melina En Busca De Su Libertad - Eliza del Castillo

    Copyright © 2013, 2014 por Eliza del Castillo.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.: 2013920377

    ISBN: Tapa Dura                  978-1-4633-7302-3

    ISBN: Tapa Blanda               978-1-4633-7303-0

    ISBN: Libro Electrónico       978-1-4633-7301-6

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Las opiniones expresadas en este trabajo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente las opiniones del editor. La editorial se exime de cualquier responsabilidad derivada de las mismas.

    Fecha de revisión: 12/02/2014

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    1663 Liberty Drive, Suite 200

    Bloomington, IN 47403

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    ventas@palibrio.com

    451474

    ÍNDICE

    Agradecimientos

    La familia

    Trabajo primero y escuela después

    Los sueños de Melina

    Salir del fuego para caer al brasero

    Ser mujer de hogar a los 13 años

    Engaño y huida

    Adalberto completa su destino

    El nacimiento de su bebe

    La captura de Álvaro y su segundo bebe

    Lo cruel de la guerra y la depresión

    Melina cumple lo que juro, pero pago con llanto

    La decisión

    La Pasada

    Agradecimientos

    Primero que todo, quiero dar gracias a Dios como yo lo concibo dentro de mi alma y de mi ser. Gracias a mi padre celestial que me ha salvado de muchos peligros, que me ha permitido vivir hasta hoy para realizar mi sueño de 25 años atrás y llegar a mis queridos lectores con una historia vivida, con un vocabulario simple para que sea del agrado de todos.

    También quiero dar un agradecimiento especial a mis hijos: Julissa Esther, mi primera hija quien fue mi fuerza de continuar a avanzar en mis años de juventud y pues aunque tenemos nuestras diferencias de caracteres, siempre me guardas amor y respeto. Roberto Alfredo, mi único hijo varón, quien siempre estás dispuesto a ayudarme y a apoyarme en todas mis aventuras especialmente deseo agradecerte el amor y la ternura que tienes conmigo y para tus hermanas. Siempre fuistes tu mi angel guardian. Un agradecimiento especial también para mi tercera hija Jennifer Celina, porque creíste en mí y con tu cariño y devoción has hecho posible la realización de este primer libro, pues sin tu ayuda incondicional esta historia probablemente no hubiera salido a la luz para deleitar a muchos lectores; mil gracias por las horas interminables en las que trabajamos juntas, y aunque sé que hubo momentos en los que nos dominaba el cansancio, en ningún instante flaqueaste; que Dios te guarde y te bendiga siempre y de igual manera a tus hermanos.

    Gracias infinitas a todas aquellas personas que han participado en la realización de este libro, entre ellas Silvia Pivaral, a nuestros especialistas en la corrección Arthur Shirley y al profesor David Moreno. ¡Que Dios les bendiga!

    La familia

    Es un día cualquiera, otro en la triste y desolada vida de la pequeña Melina, quien solo tiene nueve años de edad, cuando decide que no puede más con los maltratos de su padrastro, Mario Mercado; un hombre alcohólico de físico desagradable que se deleita haciéndole las noches infernales maltratando su pequeño cuerpo desde que tenía tres o cuatro años; a aquella edad cuando todo comenzó, ella no entendía lo que pasaba, pero era amenazada y chantajeaba por aquel miserable de no decir nada a nadie.

    Melina es la cuarta hija de la familia, nunca conoció a su padre, Norberto Gómez, pues tras su nacimiento, este abandonó su hogar dejando los cuatro niños a cargo de Doña Estela; sin embrago, un año después regresa y ella, quizás por amor, se entrega de nuevo a él, quedando embarazada de su quinto hijo; al enterarse, Norberto huye otra vez dejándolos solos para siempre. Tiempo después la madre decide rehacer su vida con el alcohólico Mario Mercado.

    Melina cree que su hermana mayor Nora vive la misma situación que ella, aunque por alguna razón que la niña desconoce, ninguna de las dos habla del tema; es consciente de que no le gusta lo que ese cobarde le hace, pero imagina que es normal. Su madre, Doña Estela María Villareal, es una mujer con poder en el pueblo de San Jerónimo, pues es la dueña de la más grande panadería de allí, El Triunfo. Ella no tiene ningún sentimiento de amor hacia sus hijas Nora y Melina a las cuales maltrata físicamente y verbalmente, golpeándolas así frecuentemente y quitándoles el derecho a hablar.

    Sin embrago, ese día que parece tan normal, Melina decide que es el momento de enfrentarla; están reunidos en el comedor los tres hijos hombres, que son el orgullo y los ojos de la señora, Adalberto, Álvaro y Ernesto Gómez Villareal, la madre y el padrastro; la niña con lágrimas en los ojos, con voz entrecortada y temblando de pies a cabeza, debido al miedo inmenso que siente, osa decir frente a todos cada una de las canalladas que su padrastro le hace.

    -Mamá, quiero que sepa todo lo que su marido hace conmigo, noche tras noche viene a la cama que comparto con mi hermana y abusa de mí, aunque a veces me acuesto en el suelo para que no me encuentre. Estoy cansada, no sé por qué lo hace, además me da dinero para que no diga nada, pero después se queja con usted de que yo le he robado, entonces usted me castiga; este señor me hace mucho mal.

    Tras escucharla, la señora mira de manera indiferente a su hija, luego voltea a ver a su marido diciendo:

    -Mario, ¿Qué es lo que está pasando?

    Entonces, el grotesco hombre lo niega todo e insinúa que es Melina quien lo provoca, la señora da crédito a sus palabras y no a las de su hija; sin embrago, entre creer y no creer decide al menos construir una división de madera entre el lado donde duermen ellos y el lado donde lo hacen las niñas. Los hermanos no dicen nada porque no quieren enojar a la madre y quizás tampoco creen lo que la pequeña cuenta; ese día, Melina se mostró valiente, desafiando a su madre, aunque no logró nada y como de costumbre fue castigada y enviada a trabajar a la panadería.

    Se considera que es necesario retroceder en el tiempo para observar un poco más de la historia de la familia Villareal. Doña Estela fue la segunda hija del matrimonio de Don Demetrio Villareal y Doña Catalina Solano de Villareal, una pareja poco común; el hombre, tenía piel blanca, fisonomía grande y era muy agradable, lo poco que Melina recuerda de él es que estuvo mucho tiempo postrado en la cama sin saber qué enfermedad padecía, también sus quejidos de dolor y la impotencia de ella sin saber qué hacer, pues apenas contaba con cinco años de edad cuando este murió. ¡Tal vez él habría podido ayudarla! Queda entonces la abuela viuda, ella es una mujer con rasgos indígenas, posee un carácter duro, no refleja sentimiento de amor o de compasión por nadie y al igual que su hija Estela tiene preferencia enfermiza por los hijos varones. De su unión con Don Demetrio, quedó también un hijo muy parecido a ella, con piel morena, cara redonda, pelo negro ondulado y rasgos indígenas, se llamaba Cesar Javier Villareal; en el pueblo se comentaba que el joven no era del difunto y aunque nunca se supo la verdad, él lo reconoció como suyo al darle el apellido, cabe recordar que entre 1925 y 1930 la religión católica excomulgaba a las mujeres por tener hijos ilegítimos; sabrán que en un país como El Salvador, considerado tercermundista, la religión de ese entonces, tenía mucho poder e importancia.

    La historia de los hijos ilegitimitos se repitió en las tres generaciones siguientes, con Estela y sus hijas Nora y Melina quienes tuvieron a su vez hijos sin padre. Pareciera que la vida en el cual las historias se repiten una y otra vez; generaciones de familias inculcando odio y desunión.

    Doña Catalina dio a luz a su segunda hija, Estela María Villareal, una preciosa criatura de piel blanca como la de su padre Demetrio, hombre de descendencia Española, de aquellos que llegaron a esas tierras luego de las conquistas a Centro América, por medio de las cuales los españoles se adueñaron de las tierras exterminando casi por completo a los indígenas Pipiles de El Salvador; los pocos que sobrevivieron como la abuela de Melina fueron obligados a ser sirvientes de los españoles y a convertirse al cristianismo; es por ello que en los recuerdos de Melina, su abuela va todos los días a las 5:00 am a la iglesia del pueblo, donde todos creen que es una ferviente devota incapaz de hacer mal a alguien.

    Aunque, cuanta equivocación tienen los habitantes de San Jerónimo, pueblo pintoresco en el que todos trabajaban duro para hacer de él uno de los más importantes de San Salvador; sin embargo, no siempre fue así, pues este fue destruido por una guerra que duró cerca de quince largos años convirtiéndolo en un lugar en el que corío sangre hasta más no poder.

    Pero volviendo al nacimiento de la bella Estela María, quien no tiene ningún parecido con su hermano Cesar Javier, por ser blanca, tener carita angelical, pelo café un poco ondulado, rasgos refinados y piel suave como de europea; rasgos que le imprimen absoluta belleza, la cual, a su vez, despierta en la madre celos y envidia malsana, al punto de hacerla incapaz de amar o de sentir instinto materno hacia su propia hija. Al ver eso, la familia de Demetrio decide quitarle a la pequeña para llevarla con ellos a la hacienda de los Villareal, donde fue criada con los mayores cuidados que un ser humano puede soñar; dicha hacienda pertenece a la abuela de Estela María, Doña Delfina viuda de Villareal, quien la hereda tras la muerte de su esposo Don Teófilo Villareal.

    Vivía en una inmensa hacienda en la que había cultivos, servidumbre, caballos y todo lo que un niño puede desear, Estela María comía bien, jugaba bastante, disfrutaba de todas las comodidades y del amor que la familia de su padre le daba; era una niña feliz, no se inquietaba por nada. A los nueve años comenzó a ir a la escuela, iba muy linda, con vestidos, zapatos y cuadernos nuevos, siempre estaba adecuadamente peinada y era llevada a caballo por uno de los sirvientes de la hacienda. Todo parecía bello, todo iba bien para aquella niña que llegaba a los doce años y que había completado su segundo grado, pero un día, sin previo aviso, su madre, doña Catalina, decide que la niña ya está grande y que puede ayudarle en casa con Cesar Javier y con sus otros dos hijos, Dionisio y Eloísa Villareal.

    En ese momento, la vida de Estela es transformada en una pesadilla; la niña llora, llora y suplica a su abuela Delfina que la deje continuar viviendo con ella en la hacienda, donde siempre se ha sentido seguridad, donde ha estado los doce años de su vida y donde es amada y protegida; sabe que su madre no la conoce mucho y no entiende porqué después de tantos años viene a hacer tal erupción en su vida.

    Pero no hay nada que hacer, la decisión está tomada, la abuela Delfina a pesar de querer tanto a su nieta no pudo hacer nada contra la autoridad de la madre y la niña regresa con Catalina quien no la quiere y la toma por la nueva sirvienta de la casa. Estela es despojada de sus bonitos vestidos y zapatos, sus costumbres son cambiadas, la obligan a cocinar, a lavar los platos, a planchar para toda la familia; su vida da una vuelta de 180 grados, ya nada tiene sentido, y es probablemente ese cambio el que hace que se llene de odio, de rencor, de resentimientos hacia su propia madre; su nueva vida se desarrolla en medio de malos tratos, golpizas y humillaciones de esta y de sus hermanos; deja de tener acceso a la escuela, carece de amigos y es sometida a toda clase de humillaciones.

    Nace entonces el deseo de vengarse de la vida de los seres que han hecho de ella un ser desgraciado, un ser amargado; aguanta y aguanta, aprende a hacer costura sobre medida para poco a poco ir mejorando su calidad de vida. El padre, Demetrio, hace todo lo posible por ayudar a su hija, pero la dureza de Catalina es más fuerte que él y por tal, Estela queda a la merced de su madre quien la castiga por todo y por nada, hasta hacerla sangrar y sentir que no tiene ningún valor para ella ni para nadie; ese mismo, sería el trato que años más tarde ella aplicaría con las dos hijas de su primer matrimonio. Ante tal situación, la joven toma la decisión de batirse por su vida y aguanta por muchos años el maltrato infligido por su madre, hasta que conoce al hombre que sería su primer esposo y del cual procrearía cinco hijos.

    Podríamos decir que la vida después de los doce años no le economizó ningún sufrimiento, dolor o pena pues al casarse con Norberto Gómez solo consigue un hombre extremadamente mujeriego, irresponsable y desenamorado de su esposa y de sus hijos; una vez más la historia se repite, pues su padre, Demetrio Villareal, un hombre con educación y con mucha elegancia, quien debido a sus estudios trabajó para la alcaldía municipal, fue casado con una indígena sin educación y con un corazón de piedra, la que años después, cuando él cae enfermo, le depara atención y cuidados casi inhumanos; momento que Estela aprovecha como oportunidad para salir del dominio de sus padres, pues cuenta ya con veinticinco años de edad. Hasta ese momento no había hecho gran cosa de su vida, solo se limitaba a realizar el oficio de la casa, a cuidar a los hermanos y a trabajar un poco la costura, labor en la que ayuda a su madre, pues también ella era costurera.

    Al fin se casa con Norberto, un hombre de poca educación y muy vulgar; Melina, que es quien relata la historia, no puede dar una descripción exacta de él, pues nunca lo vio y su madre jamás le monstro una foto suya ni de su matrimonió. Al casarse, Norberto se la lleva a vivir a otro pueblo llamado Cojutepeque, donde le enseña el oficio de la panadería.

    Imagínense solamente, una niña que fue criada con los mejores cuidados hasta los doce años por su abuela y que luego es transformada en sirvienta de su propia madre, dominio bajo el cual ha pasado trece años de su vida en una constante lucha por sobrevivir, guardando dentro de sí sus rasgos refinados de la familia a la cual pertenece, al menos en mitad. Estela a los veinticinco años era una bella mujer, alta, de apariencia elegante aunque sus manos y sus pies estuvieran maltratados por el duro trabajo de tantos años, sin embargo, más destrozados aún estaban sus sentimientos hacia la vida y hacia la familia; así que se casa, tal vez por amor, tal vez por escapar, tal vez porque así es la tradición, tal vez porque comienza a sentirse vieja y solterona; quien sabe la verdadera razón, pero se casa y comienza una nueva vida, mejor dicho un nuevo calvario, con más humillaciones y desprecios iguales o peores de los que le prodigaba su tirana madre.

    ¿Cuántos años duraría ese matrimonio? No serían más de ocho o nueve, pero en ese corto lapso de tiempo da a luz a cinco hijos, tres varones: Adalberto, Álvaro y Ernesto Gómez Villareal, sus dos hijas fueron asentadas en sus respectivas actas de nacimiento de diferente manera, especialmente Melina.

    Melina, quien es la cuarta hija del matrimonio, no es bienvenida, pues el señor Norberto había pedido a su esposa que no tuviera más hijos, sobre todo después del nacimiento de la tercera bebe, a la que tardó ocho días en conocer y en darse cuenta de que era hembra; cuando la sacan a su primer baño, este al verla grita con cólera:

    -¡Oh Dios mío, es hembra! Ya sabes que yo no quiero más yugos en la nuca.

    Por lo cual dice a su señora que él no va a joderse la vida criando mujercitas que no sirven para nada; podríamos pensar que tal mentalidad es de aquella época, pero desgraciadamente hoy mismo dicha forma de pensar existe, en menor proporción, tal vez, pero existe.

    Estela recibe de su marido la orden de acudir al hospital de maternidad situado en la capital, en San Salvador para que le practiquen una cirugía en la que le cortan las trompas de Falopio, quemándoselas para que no pueda tener más hijos, pero cuando va camino a la capital, sola y con el alma en la mano, se detiene a pensar:

    -Solo tengo treinta y un años, la vida que llevo con este hombre no me da ninguna garantía de que este matrimonio sea permanente; por lo tanto si me opero me será muy difícil encontrar a otro hombre con quien rehacer mi vida.

    Así iba, muy pensativa en el autobús que la conducía a la capital para ir al hospital, estaría en él cinco o seis días y todo se arreglaría con su esposo. ¿Qué se le abra atravesado en la cabeza? ¿Qué pasó por la mente de Estela que la hizo cambiar de idea y la hizo obtener el valor necesario para desobedecer la orden de su marido?

    Norberto había pasado meses y meses sin tocar a su mujer para evitar otro embarazo y trabajando extra con el fin de recolectar el dinero para la operación de esta, pero en un abrir y cerrar de ojos ella toma la decisión de no operarse, pues tiene miedo de hacerlo, piensa que a lo mejor por milagro no tendrá más bebes y que estará tranquila algunos años más con su marido y con sus tres hijos. Girando sobre sus talones da la vuelta y no se dirige al hospital de maternidad, sino que se va a buscar a unos familiares que viven en la capital, pasa algunos días con ellos y regresa a su pueblo, sin haberse practicado la operación, pero por supuesto, no le dice nada a su marido.

    El tiempo pasa, Norberto está confiado en que no hay riesgos con su mujer, además opina que tres hijos son más que suficiente, pues hay que trabajar duro para ellos, aunque eso nunca le impidió darse sus deslizadas con las demás mujeres que se pusieran en su camino. Cuentan que era un hombre mujeriego, que hacia su trabajo más o menos bien y que se irritaba con facilidad; pueden entonces imaginar su ira, su desacuerdo, su frustración cuando su esposa Estela le anuncia la llegada de un nuevo bebe; no solamente se molestó y entró en cólera por la desobediencia de ella, sino además por el dinero que había gastado, quién sabe en qué, esa fue la estocada final para destruir la poca esperanza que quedaba de conservar el hogar, un hogar que no representa nada para Don Norberto, quien solo está esperando el momento indicado para coger sus cosas e irse a vivir la vida de placeres que siempre ha deseado.

    Es así como a fines del mes de octubre, nace la cuarta miembro de la familia, Melina Gómez Villareal; habrán de imaginar la decepción tanto de la madre como del padre al saber que era una niña; desde ese día y a partir del momento justo de su nacimiento la criatura es rechazada por los padres.

    ¿Cuántos días después del parto permaneció Norberto en casa? No se sabe, pero lo que sí queda claro es que se marchó lo más lejos que pudo, al país vecino de Honduras, llevándose con él a su primer hijo Adalberto, aunque ocho días más tarde lo envió de regreso a El Salvador cual si fuera una encomienda; de milagro el niño de seis años llega sano y salvo a casa de su madre, quien para entonces ha regresado a su pueblo natal San Jerónimo con sus cuatro hijos y ayudada por su padre Demetrio.

    Tras el abandono de Norberto a su mujer e hijos, este nunca se interesa por sacar la partida de nacimiento de la recién nacida, Doña Estela espera pacientemente por tres meses a que su esposo vuelva para reconocer a su hija, pero eso jamás sucede, los días, las semanas y los meses pasan, Norberto no hace acto de presencia, por lo que el abuelo Demetrio, quien aún ostenta el puesto de secretario en la alcaldía municipal, dice a su hija Estela:

    -Mira hija, no puedes esperar eternamente a que ese malhechor regrese, hay que tomar una decisión, la niña ya tiene tres meses y no tiene nombre ni acta de nacimiento y lo que es peor, no está bautizada; parece que la criatura no existiera en la tierra ni en la sociedad, así que hay que arreglar esta situación cuanto antes.

    Don Demetrio toma las riendas del asunto y levanta el acta de nacimiento él mismo, pues gracias a su cargo, tiene acceso a todos los registros de la alcaldía; está muy enojado por la cobardía de su yerno tras por el abandono que ha hecho a su hija, por lo que considera una buena idea vengarse de él, así que decide ponerle los dos apellidos paternos a ambas niñas, quienes quedan con los nombres de Nora y Melina Gómez Medina respectivamente. Sin embargo, él no comprende en ese entonces, las consecuencias de tal acción, la cual años más tarde causaría una devastación en la personalidad de la pequeña Melina y más aún en la de Nora, quien estaba legalmente asentada como Nora Gómez Villareal y a los trece o catorce años pasa a ser Nora Gómez Medina.

    Las pequeñas perdieron, gracias a una mala decisión de su abuelo, el apellido Villareal, uno de los más prestigiosos y codiciados por los habitantes del pueblo; pues la gente hacia cualquier cosa solo por ser amiga de ellos o por trabajar en la panadería El Triunfó, ya que era importante tener la seguridad de hacerlo para la familia.

    Tras el nacimiento de Melina, Estela es obligada a regresar al nido materno, su padre, le asigna un pequeño cuarto, pues habían construido un mesón, o sea una gran casa con cuartos para alquilar y obtener dinero extra; los Villareal no son ricos, pero trabajan duro, el señor siempre en la alcaldía y la señora en costura con una máquina de coser a pedal. Estela debe tomar entonces una decisión, en qué va a trabajar para mantener a sus hijos; la costura es buena, pero la entrada de dinero es muy lenta, pues está a merced de que los clientes vayan a buscar la ropa.

    -Bueno, dice para sí misma, he aprendido más o menos bien el trabajo de panadería y creo que me puedo defender con eso.

    Así que pide ayuda a su padre para que le construya un pequeño horno de leña en un rincón del patio de la casa, se las arregla como puede y comienza a hacer pan dulce en las mañanas, el cual sale a vender por las tardes, tendrá que conseguir seguramente a alguien que le ayude con los niños; el trabajo es duro, pero no desmaya porque tiene una meta en mente, un día será rica y poderosa y le mostrará a su madre de qué es capaz, a su marido lo que ha abandonado, a sí misma cuan valiente es y cuánto es capaz de triunfar y sobre todo logrará que nada ni nadie vuelvan a humillarla.

    Creía, equivocadamente, que el dinero resolvería todos sus problemas, pero la vida le enseñaría que no es así; pasan los días, los meses, Estela no desmaya, continúa trabajando bastante para comprar su propia casa y montar su panadería; con su pequeño horno de leña, en poco meses consigue una o dos personas para que salgan a venderle el pan por el pueblo y las ganancias son fenomenales, se dice a sí misma que vale más la pena el trabajo de panadera que el de costurera, así que se dedica a descubrir nuevas recetas; le da trabajo a un aprendiz en el arte de hacer el pan y poco a poco va escalando la montaña hasta lograr comprar su primera casa, a la cual llamaron casa blanca, pues estaba completamente pintada de dicho color. Esta solo tenía un dormitorio, una pequeña cocina de leña, una pila de agua que servía como lavadero para los trastes, los platos y la ropa, un corredor de diez metros de largo por dos de ancho en el que se tendía la ropa para secarla y un escusado séptico de un metro y medio por un metro y medio, según el recuerdo de Melina, quien tendría tres años cuando la habitó, y quien al contarlo también recuerda que todo lo que rodeaba a dicha casa le daba un miedo horrible, al igual que el que siempre sintió en la casa de su abuela Catalina.

    Los días transcurren entre el trabajo, los hijos, los quehaceres de la casa, la compra de la misma, sus dos varones ya en la escuela, pero de repente ocurre una gran sorpresa, reaparece el esposo ausente

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