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La Caja Del Agua
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Libro electrónico184 páginas2 horas

La Caja Del Agua

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Resumen
Los misterios que el silencio revelo a una familia en la Caja el agua de la poblacin
De Paicol en el departamento del Huila.
Una historia que narra el pasado y el futuro del matrimonio Ospina Duran cuya travesa por el Rio
Magdalena los condujo a cumplir sus sueos.
La Caja del agua narra las tradiciones y leyendas de una de las regiones ms hermosas de Colombia
Cuyas poblaciones fueron testigos de la importancia de la navegacin fluvial en otras pocas.
El camino recorrido por Adolfo Ospina un msico vendedor y peluquero que lucho por el amor
De su amada convertida en la mujer misterio es la historia y las memorias que a atreves de conversaciones informales con los miembros de la familia llevaron a la autora a escribir esta obra con el fin de animar a los hijos y los nietos a conocer sobre su origen.
Aura maria Gavilan Nacio en Bogota Colombia, estudio en la Escuela Superior Inpahu
Y es periodista independiente para radio y televisin en Carolina del Norte.
IdiomaEspañol
EditorialXlibris US
Fecha de lanzamiento7 jul 2014
ISBN9781499042368
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    La Caja Del Agua - Aura Maria Gavilan

    CAPÍTULO 1

    El camino polvoriento a Paicol

    E ntre el polvo que dejaban los coches empujados por los caballos y las mulas, una figura inconfundible venia por el camino de piedra. Adolfo Ospina, el vendedor de cuadros, el peluquero y músico, de gran estatura, llegaba cargado de dos grandes bolsas de cuero y un tiple terciado al hombro a Paicol municipio del Huila

    Era el anuncio del día del mercado en la pequeña población localizada al sur de Colombia fundada en el año 1701 por Don Juan de Vargas y Sotomayor.

    La plaza del mercado se convirtió en el lugar de encuentro de campesinos y familias que llegaban al lugar para comprar ropa alimentos y venerar a la virgen de la Amparo, la misma Santa Rosa de Lima que por razones de un destino no escrito en la historia, llegó a la región.

    Para Adolfo la llegada a Paicol era igual a la de tantas provincias que solía recorrer desde que abandono su ciudad natal Aguadas localizada en la zona cafetera.

    Conocía de memoria el trayecto desde la calle principal hasta el pequeño hotel donde descargaba las maletas con la mercancía

    Su paso era lento y por su altura le había salido una pequeña joroba que se le había formado de tanto inclinarse para saludar a quienes querían hablarle y conocer de los últimos acontecimientos de provincias cercanas.

    Adolfo era como el periódico viviente con las últimas noticias y sabia que cuando caminaba por las calles de las poblaciones huilenses la gente se ocultaba tímidamente detrás de las ventanas y ninguno le hablaría hasta el domingo en la plaza.

    Recorrió la entrada principal hasta llegar a la capilla de la iglesia de Santa Rosa y miró hacia arriba encontrándose con las dos torres de estilo romano que desde 1808 sostenían las campanas de la iglesia y dejaban entrever el sol en medio de la construcción, exactamente cuando eran las doce del día.

    Había llegado a tiempo para descargar su equipaje y tenía el dinero exacto para pagar tres días de estadía y la comida, pero tendría que darse prisa para comenzar a ordenar su mercancía y ganar el dinero suficiente para comer y seguir su camino hacia la Plata donde el mercado era más grande

    Fabricaba floreros enmarcaba cuadros, era barbero y cantaba en las fiestas

    Cuando no era domingo, Paicol parecía un caserío olvidado entre las montañas donde en tiempos precolombinos habitaron los Incas, indígenas cuyo territorio alcanzaba las tierras de Bolivia Perú y Ecuador

    Era una población donde el silencio se interrumpía de vez en cuando por los cascos de los caballos que golpeaban la vía de piedra o por algún perro que ladraba detrás de los portones y que sentía la presencia de uno que otro transeúnte.

    Su nombre en lengua quechua significaba, puerta del viento.

    Adolfo podía sentir una ráfaga del aire cada jueves y la brisa proveniente del sur lo refrescaba, mientras el calor ponía de color rojo su blanca piel, resaltando sus ojos profundamente azules.

    Por fin llegó al hotel y pidió como de costumbre la habitación que daba al tejado.

    Antes de ir a su cuarto entro al comedor y habló con la propietaria, una mujer muy amable de cabelló canoso.

    - Quiere un poco de agua, Don Adolfo - preguntó la dueña alcanzándole una vasija de barro

    -Gracias - contesto Adolfo y como de costumbre inició la conversación con las preguntas básicas para enterase de lo nuevo.

    -Pues de nuevo… nada, solo que este domingo el sacerdote va a colocar la imagen del señor de los milagros para venerarlo cada catorce del mes en la iglesia

    -Que bueno Doña así no será únicamente la Virgen del Amparo o Santa Rosa los únicos santos del pueblo.

    -Pues espero que usted tenga buena venta este domingo Don Adolfo.

    -Gracias a la virgen y los santos espero que Si Doña- Que tenga buena noche

    Y se alejó con una sonrisa iluminando su rostro como cuando la gente expresa su felicidad al recibir una buena noticia

    Tomó las maletas y acomodó el tiple terciado en su espalda para ir directo al final del corredor y descansar en un cuarto de grandes ventanas que abrió para dar paso al atardecer de este remanso de paz donde a lo lejos se escuchaba el pasar del Rio Páez.

    Qué buena noticia le había dado la Doña. Cuadros con imágenes de santos era lo que vendía cada semana y seguramente que no había en casa de los feligreses uno con el nuevo patrón del pueblo.

    Mentalmente trataba de hacer inventario de su mercancía mientras se quitaba sus gigantescos zapatos hechos a la medida.

    Eran tan grandes sus pies que cuando caminaba por la calle empedrada sus pasos producían un eco especial que la gente reconocía de inmediato.

    Es Jueves – ya viene Adolfo – Este domingo le preguntaremos sobre las nuevas modas que vienen de Europa o a lo mejor nos cuenta a quien eligieron de alcalde en el otro pueblo, decían al escuchar sus pasos.

    Se quitó los zapatos y la ropa para guardarlos en un viejo armario. Se dio un buen baño y comenzó a sacar de sus maletas de cuero racimos de flores hechas de tela y vasijas de barro y cientos de trozos de madera finamente tallada así como el vidrio cortado y cinta adhesiva para fabricar los cuadros.

    Finalmente sacó las imágenes cuidadosamente enrolladas mientras cantaba en voz baja las nuevas melodías para tocarlas en su tiple

    -El que vive cantando no morirá de viejo pensaba mientras se inventaba las letras.

    El cuarto del hotel tenía un perchero para colgar los sacos.

    Adolfo sacó los tres que llevaba para los días anteriores al mercado así como sus camisas y las fue colocando con mucho cuidado dejando uno de los ganchos para su carriel donde guardaba todo el equipo de barbería y otro para su tiple.

    Según el curso del viento el clima sería favorable para un buen día de mercado y Don Adolfo tenía el presentimiento de que este viaje sería diferente.

    No se tiene historia de como Don Adolfo aprendió a tocar el tiple pero es fácil imaginar que sería en Aguadas conocida como la Capital del Pasillo, un género musical que según la historia llego al virreinato de la Nueva Granada con los españoles, pero era una modificacion del Vals austriaco que se adopto en Colombia Ecuador Panamá Venezuela y varios países centroamericanos.

    Las serenatas que en tiempo de Mozart se interpretaban en las tardes del siglo dieciséis se convirtieron en Hispanoamérica en el medio de expresión romántica de los enamorados después de la media noche cuando los novios contrataban a los músicos para interpretar canciones frente a la ventana de su enamorada.

    Pero no eran las sonatas ni los minuetos de las fiestas cortesanas europeas las que se interpretaban bajo los balcones de la amada.

    Las serenatas eran las canciones de amor al ritmo de valses ecuatorianos y rondallas con influencia española inspirada en las tunas sevillanas, formadas por grupos de estudiantes vestidos con capas negras que adornabas de cintas de colores.

    Cuando la mujer aceptaba la serenata solía prender la luz a la tercera canción y de esa manera se confirmaba el noviazgo o había reconciliación

    Don Adolfo aprendió al oído las melodías de Pedro Morales Pino compositor que interpretaba varios instrumentos en un conjunto llamado la Lira Colombiana y pudo escucharlo en persona en el Valle del Cauca durante una gira hacia Quito y Lima

    El grupo había incluido las voces y la música del maestro Alejandro Wills que más tarde conformo uno de los duetos más famosos de la historia musical con Alberto Escobar y colocarón al tiple en escenarios internacionales con canciones como el Cuchipe, el Guatecano y joropos como el Galerón llanero.

    La sonoridad del instrumento y la belleza de las canciones de Wills probablemente inspiraron a Adolfo que tenia la vena de músico en su sangre y se dedico a sacarle música a esta caja de madera hasta que sus manos convirtieron los rudós rasguños de las cuerdas en caricias suaves que dejaban en al aire la armonía de una canción.

    Don Adolfo transformó este instrumento de doce cuerdas metálicas en su compañero de viaje, en el cómplice de sus andanzas amorosas y las de sus clientes que lo contrataban para que cantara frente al hogar de sus enamoradas

    Lo contrataban en la celebración de bautizos y cumpleaños y también en la casa de algún novio despechado para curar las penas de amor.

    Mientras acomodaba sus pantalones y camisas Adolfo solía reírse solo de los días en que esas serenatas le habían dado un mal rato.

    -Ese Fidel debió estar loco enamorando a la hija del carnicero, pensaba. Que suegro tan agresivo. No terminamos la primera canción cuando salió con dos cuchillos en mano persiguiendo al novio por todo el pueblo y tuve que esconderme entre los arboles hasta que amaneció.

    -Lo mismo cuando vestí por primera vez este pantalón; pensaba mientras lo colgaba en la percha.

    La madre de la novia me tiró dos baldes de agua de un olor nauseabundo que se podía percibir a la distancia y tuve que lavarlo varias veces con una mezcla de vinagre bicarbonato y limón.

    Dejó el tiple colgado lejos de la pared para que la madera no absorbiera la humedad se colocó el sombrero y bajó al pequeño comedor donde la Doña le sirvió un buen caldo de gallina con papa.

    Mientras la mujer colocaba los platos sobre la pequeña mesa cubierta con un mantel, Adolfo la seguía con la mirada preguntándole por los habitantes del pueblo.

    -    Todo lo mismo por estos lugares – La venta del ganado como usted sabe es riqueza para los más ricos pero también un alivio para los pobres.

    -    A propósito de ricos –comentó Don Adolfo- recuérdeme usted el nombre de los propietarios de la casa grande del frente.

    -    Los Durán, Don Adolfo- Solo se ven juntos cuando van el domingo a la iglesia con la Bella Doña Micaela y Don Florentino un caballero siempre tan elegante y amable.

    -    No recuerdo haberlos visto en el mercado

    -    Pues no Don Adolfo –usted sabe que esas gentes traen la mercancía de la capital y la costurera les toma las medidas para sus vestidos en su casa. Cuando necesitan algo del mercado envían a sus sirvientes y se enteran por ellos quienes visitan el pueblo.

    -    Aunque ahora que lo menciona -fíjese que desde hace tiempo una de las hijas no sale ni a la misa. Solo la señorita Felisa la Señorita Susana y La niña Neftalí acompañan a la señora Micaela

    -    Adolfo miró desde la puerta de la pensión hacia la casa sin ponerle mucha atención al comentario y dijo

    -    Con tal de que les guste lo que traigo con tres de ellas que ordenen mis cuadros o manden comprar mis floreros yo estaré contento

    -    Así será Don Adolfo .También yo le quiero comprar dos floreros y los dos cuadros para colocar a la entrada de la pensión al Señor Milagroso para a ver si tenemos más clientes.

    -    Los tendrá Doña… póngale fe.

    -    Le pagó la cuenta y regresó a su cuarto teniendo cuidado de no golpear su cabeza con el marco de la puerta construida a lo mejor por un carpintero que nunca conoció gente tan alta como el. Entró al cuarto y tomo su tiple rasgando suavemente las cuerdas para no molestar a los vecinos y se arrulló con los acordes mientras miraba por la ventana caer la noche y cantar acompañándose del murmullo de las cigarras y el ruido de las ranas.

    El viaje había sido largo y estaba muy cansado.

    Se acostó en la cama y cerró los ojos mientras su mente divagaba entre el largo camino que había recorrido para llegar allí y el tratar de recordar si conocía a las hijas de Florentino Durán Pero su mente se confundía también con la preocupación de levantarse temprano a trabajar y de pronto se dió cuenta que sus piernas eran más largas que la cama y la sabana era más corta que sus pies.

    Se acostó de medio lado como duermen los niños en el vientre de su madre y después de una larga lucha con la colcha para que le arropara todo el cuerpo le ganó el cansancio y se quedo profundamente dormido hasta el amanecer.

    CAPITULO 2

    Fabricando floreros y marcos

    A dolfo se levantó con el cantar de los gallos .Era ya viernes y en dos días debía tener todo listo para el mercado.

    La Doña sabía que su cuarto debía tener una mesa larga para que pudiera colocar ordenadamente los elementos necesarios para iniciar el trabajo del enmarcado de imágenes de santos

    Allí colocaba las molduras, los cristales una cartulina, un martillo pequeño un lápiz una cinta de goma para enmarcar el cortador, varios pinceles y preparaba la goma una mezcla de almidón que ponía con agua caliente y cuyo olor indicaba que el Don Adolfo estaba trabajando.

    Media cuidadosamente las imágenes y buscaba las molduras en forma de escuadra que colgaba en la pared para mirarlas mejor de lejos y elegir los tamaños.

    Cuando encontraba el tamaño adecuado las colocaba sobre la mesa ponía la imagen sobre la cartulina así como el cristal y presionando con la regla utilizaba el cortador para hacer el cuadro.

    Luego utilizaba el pegante, lo apretaba para que las piezas de madera encajaran perfectamente y las

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