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Lágrimas Negras
Lágrimas Negras
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Libro electrónico233 páginas3 horas

Lágrimas Negras

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Lgrimas negras se desarrolla en Carolina del Norte, es una novela basada en algunos hechos reales y habla de las injusticias, la tortura, la ambicin y la desesperacin de miles de esclavos por escapar de los ltigos, los cepos y los perros de sus amos. Esta novela te llevar de un sentimiento a otro, conocers la verdadera amistad, la traicin de alguien de su misma raza y la entrega total y herosmo de algunas personas en pos de la libertad. No muchos saben que algunos latinoamericanos somos descendientes de africanos.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento29 may 2015
ISBN9781506505084
Lágrimas Negras
Autor

Nancy Gálvez Salas

Nací el mes de noviembre de 1964 en uno de los estados más ricos y más bellos de nuestro gran México; Chiapas, cuna de poetas. Mi madre Yalleth Salas amaba el arte y mi padre Gamaliel Gálvez con su gran voz inunda hasta el último rincón donde se pare, ambos influyeron en mí y agradezco esta pasión por escribir. Soy esposa y madre a tiempo completo y me enorgullezco de mis tres hijos; Alan, Giovany y Michelle y desde luego de mi esposo Edgar. Nadie dijo que era fácil escribir, “lágrimas negras” empezó siendo un cuento para niños en 1993 el cual titulé “libertad” lo escribí a lápiz y lo encuaderné para leerlo a mis pequeños hijos. En 2002 encontré unas hojas sueltas y lo retomé, esta vez investigando más a fondo sobre la esclavitud africana y así es como nace esta aventura.

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    Lágrimas Negras - Nancy Gálvez Salas

    Copyright © 2015 por Nancy Gálvez Salas.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:      2015908118

    ISBN:            Tapa Dura                      978-1-5065-0507-7

                          Tapa Blanda                  978-1-5065-0509-1

                          Libro Electrónico         978-1-5065-0508-4

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Fecha de revisión: 27/05/2015

    Palibrio

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    Gratis desde EE. UU. al 877.407.5847

    Gratis desde México al 01.800.288.2243

    Gratis desde España al 900.866.949

    Desde otro país al +1.812.671.9757

    Fax: 01.812.355.1576

    709344

    ÍNDICE

    Capitulo I SIN ESCAPATORIA

    Capitulo II GERALDINE

    Capitulo III LAS PLANTACIONES

    Capitulo IV LA MOISES DE LOS ESCLAVOS

    Capitulo V ÁNGELA Y GERALDINE

    Capitulo VI LA HISTORIA DE LA CHICA GOLPEADA

    Capitulo VII IGGI Y GODANA

    Capitulo VIII LA MADRE DE GERALDINE

    Capitulo IX HARRIET POR SIEMPRE

    Capitulo X ADELINE

    Capitulo XI KAMARIA Y GERALDINE

    Capitulo XII UN VIAJE A LA CIUDAD DE LAS LUCES

    Capitulo XIII IGGI Y GODANA

    Capitulo XIV UN HOMENAJE A ARAMINTA ROSS

    Capitulo I

    SIN ESCAPATORIA

    Corría el año de 1856 y el Princess navegaba sobre el Océano Atlántico con rumbo a Carolina del Norte; avanzaba lentamente, su carga era mercancía de valor incalculable ¡el mejor negocio del mundo!

    Esta práctica se llevaba a cabo desde el siglo XVI.

    La mercancía eran africanos: Hombres, mujeres y niños no menores de 10 años; todos ellos de diferentes etnias: Los orimundu de Angola, los Gbe y los de Mandí, Los Akan de Guínea y Costa de Marfil, Los Mbundu, los Bakongo del congo, los Igbo y los Yoruba de Nigeria, Los Woluf de Senegal, Los Chamba de Camerún y los Makua de Mozambique; a los cuales raptaban de sus tribus y a veces eran obligados a caminar varios días para llegar al puerto donde serían embarcados, en esta travesía los más débiles morían de cansancio, hambre y sed.

    Los niños tenían menor valor monetario y eran los más solicitados (ya que podían ser domesticados con facilidad) Los hombres más fuertes eran enviados a trabajar al lugar más caluroso del barco, las calderas; en donde algunos morían de deshidratación ya que no tenían derecho a subir a tomar aire, se mantenían con una comida miserable y un vaso con agua al día, que a veces tenían que beber a pequeños sorbos para conservarlo hasta donde fuera posible.

    Los hombres y mujeres que no eran tan fuertes o tan jóvenes eran hacinados en los barracones, en la parte más baja del barco; este hacinamiento durante la espera en otros puertos era una de las causas de muchas muertes.

    El alcohólico Marcus, un hombre grande, gordo de cara roja y sudorosa era el encargado de bajar hasta los barracones y las calderas para cerciorarse que nadie descansara y que no estuvieran enfermos; si esto último sucedía los apartaban a un cuarto cerca de las calderas sin agua ni comida para acelerar su muerte y deshacerse del cadáver en las profundas aguas del mar y en casos más extremos cuando había muchos moribundos también los arrojaban al mar para evitar la contaminación a los demás.

    Los niños limpiaban el barco sin descansar y las mujeres más jóvenes cocinaban y servían a los blancos; una de ellas llamada Gaambia recordaba tristemente el día que habían sido acorralados como animales y sacados de sus chozas por la fuerza, su esposo Zambo le pidió que se escondiera pero ella al ver la brutalidad con que era tratado quiso defenderlo pero también fue llevada a la fuerza a pesar de estar en el séptimo mes de embarazo de su primogénito (a nadie le importó) toda la ilusión que había sentido ahora se convertía en amargura y zozobra, no sabía lo que pasaría con su hijo cuando naciera sólo deseaba que la dejaran quedarse con él.

    Por las noches Gaambia burlaba de vez en cuando la vigilancia y bajaba a las calderas en donde se encontraba con su esposo, le llevaba comida entre sus ropas y agua; lo miraba con amor y se la entregaba. Él con gesto de preocupación le acariciaba el abultado vientre y ella correspondía con una sonrisa, le besaba las manos ensangrentadas y se iba tan sigilosamente como había llegado.

    Había transcurrido un mes y Gaambia seguía burlando la guardia. Pero esa noche se sorprendió al no encontrar a su esposo, le señalaron el cuarto de los enfermos y ella corrió a buscarlo. El cuarto estaba en penumbras y había un olor a muerte; lo encontró tirado en el piso totalmente pálido, los ojos y labios amarillos, tiritando de frío, estaba tan caliente que parecía la mismísima caldera; sufrió al verlo en ese estado y se acurrucó para darle agua e intentó darle la comida pero él la rechazó. De pronto se escucharon unos pasos que se acercaban y ella escondió todo bajo sus ropas y se tiró de prisa al suelo esperando que la confundieran con un enfermo.

    Se abrió la puerta de golpe y Marcus entró tambaleándose con una botella de licor en la mano, sacó un pañuelo y lo colocó sobre su boca y nariz y revisó a uno por uno; los movía con el pie y se acercaba un poco más para ver su respiración mientras mascullaba algo que Gaambia no entendía, pero por el tono de su voz parecía enojado, cuando se acercó a su esposo vio que Marcus movía la cabeza de forma negativa y susurró algo, por su expresión supo que tal vez Zambo no se salvaría; cuando le tocó el turno a ella sudaba y temblaba tanto que pensó que la descubriría; sintió un puntapié en las costillas pero no gimió, después con los ojos entrecerrados vio que acercaba su cara a la de ella y pudo sentir el aliento alcoholizado mas no se movió; él refunfuñó algo y se fue.

    Gaambia se levantó de inmediato y acercándose a su esposo le tomó las manos e hizo que tocara su vientre, Zambo lloraba en silencio, ella le secó las lágrimas y prometió volver al otro día; arrancó un trozo de tela de su vestido e hizo un pequeño bulto con la comida y lo colocó bajo la axila de su esposo y acomodó su brazo de tal forma que no se notara.

    Eran las seis de la mañana cuando sonó la sirena, Gaambia y todos los esclavos sabían que eso significaba ¡malas noticias! Su corazón latió fuertemente y salió corriendo de la cocina tomando una cubeta y una escoba para que no la regresaran, subió a cubierta y sintió que se desmayaba al ver cinco cadáveres que serían arrojados al mar, se acercó lo mas que pudo y al fijar la vista en el tercero se dio cuenta que era su esposo, no supo a qué horas había fallecido pero se veía rígido y todavía llevaba el brazo colocado como ella lo había dejado, no debía llorar y los ojos le ardían, la garganta se le secaba pero tenía que callar su dolor e hizo una oración a sus ancestros; cuando cargaron el cuerpo logró distinguir el pedazo de tela que colgaba del brazo de Zambo, temió que descubrieran el bulto de comida y supieran de dónde había llegado y con tal temor prefirió regresar a la cocina para refugiarse.

    La pobre Gaambia sintió que moriría de dolor, tuvo que sentarse en un pequeño banco para no desmayarse y con los ojos arrasados de llanto respiró hondo intentando controlarse. Se acercó a ella la única joven con quien había hecho amistad, una adolecente de su tribu llamada Kenia quien se quito el pañuelo de la cabeza y se lo dio, aunque no sabía con exactitud qué había sucedido, lo sospechaba y comprendía su dolor. Ese día transcurrió lento para Gaambia. Por fin llegó la hora de descansar un poco, los pies los tenía tan hinchados como sus ojos. Se retiró al cuarto que tenían asignado detrás de la cocina e inmediatamente se quedó dormida, sin embargo poco después despertó sobresaltada al escuchar unos gritos y a media luz vio a dos hombres blancos que se acercaban y les alumbraban la cara y el cuerpo a cada una, Gaambia reconoció a Marcus, sintió tanto miedo que se metió la falda entre sus piernas y cuando llegaron a ella, Marcus le acercó el pedazo de tela y jaló de entre sus piernas el vestido, esta vez no había escapatoria; bajó la vista y sintió cómo la sacaban a jalones de su pequeño espacio, le apretaban tan fuerte los brazos que la lastimaban, la llevaron al cuarto de los enfermos y ahí fue golpeada brutalmente, sufrió tanto que deseó morir en ese instante; sangraba por boca y nariz, no soportó más y se desmayó.

    No supo cuanto tiempo estuvo inconsciente pero la despertó un rayo de luz de una hermosa luna llena que se filtraba por la única claraboya que había, trató de pensar en cómo proteger a su bebé cuando naciera; oró profundamente pidiendo ayudar; estaba tan agotada y hambrienta y sus labios tan resecos que cerró los ojos e imaginó que estaba en su tierra natal con agua y comida abundantes, recordó el hermoso ritual que le hicieran los de su tribu Bakongo, imaginó a las ancianas bañándola y cubriéndola de flores y hermosos colores para la unión con su amado Zambo, un apuesto hombre negro, fuerte como un león, ágil como una gacela y tan alto como una jirafa, Gaambia sonreía al recordar la comparación que siempre le hacía y que a él le halagaba; todo habría sido tan diferente si los hombres blancos no hubieran llegado hasta su tribu – pensaba - lloró desconsolada hasta quedarse dormida.

    Anochecía nuevamente cuando un fuerte dolor en la cintura la despertó, pensó que era por la golpiza que había recibido, trató de incorporarse pero no pudo, recordó los consejos de las ancianas y supo que su hijo estaba por nacer sólo tenía que esperar. Los dolores fueron aumentando y eran más constantes y con gran esfuerzo se puso a gatas, recorrió cada uno de los cuerpos que estaban a su alrededor para percatarse si aun respiraban, recolectó la ropa de los cadáveres y se fue al rincón más oscuro y apartado para proteger a su hijo hasta donde fuera posible de esa rara enfermedad, se quitó el vestido y lo puso a un lado después colocó las otras prendas una sobre otra haciendo una cama con ellas para amortiguar la caída del bebé; se sentó un rato a descansar y esperó a que los dolores fueran más constantes y cuando no soportó más enrolló el pañuelo que cubría su cabeza y se lo puso entre los dientes, se colocó en cuclillas sobre la cama que había preparado, sosteniéndose de las rodillas fuertemente y esperó la siguiente contracción, sintió un liquido caliente y viscoso recorrer su entrepierna y supo que era el momento, hizo una pequeña oración; sintió un dolor aún más fuerte y pensó que moriría, mordió con fuerza el pañuelo y pujó. No era fácil; tuvo otra contracción y volvió a pujar, esta vez sintió que una pelota redondita salía, una contracción más y el bebé calló sobre la cama, ¡Por fin acababa el sufrimiento! Estaba tan agotada que se sentó y vio asustada a su hermoso bebé, aunque ensangrentado no dejaba de ser hermoso, no supo en qué momento había escupido el pañuelo pero lo recogió nuevamente, lo extendió y cubrió al pequeño, tomó una de las prendas y buscó la parte más limpia y con ella aseó a su hijo, primero la redonda cabecita después el frágil cuerpecito y cuando iba a limpiar las piernas ¡se dio cuenta que era una niña! Lloró de emoción y tristeza, pues su destino era incierto; la pequeña quiso llorar pero ella se la acercó al pecho e inmediatamente encontró como alimentarse. Gaambia sintió nuevamente las contracciones, ya estaba preparada para eso, cuando hubo terminado el proceso, limpió el lugar y arrojó los trapos sucios por la claraboya.

    No dejaba de admirar a su hija, tenía unos grandes y hermosos ojos, tan brillantes como dos luceros que la miraban constantemente, le recordaba a los ojos de Zambo…su amado Zambo.

    Había algo colgando del cuerpecito de su hija y recordó a los animales cuando se deshacían de esa cosa, Puso a la niña sobre los trapos más limpios, tomó nuevamente el pañuelo y arrancó una tira delgada pero resistente, después la amarró a la base del cordón umbilical tal como lo hacían las ancianas y apretó con tal fuerza que se puso morado, se agachó lo mordió y jaló con fuerza el sobrante del cordón umbilical hasta que se rompió, lo escupió y después se limpió la boca; lo tomó del suelo y como pudo se levantó y lo arrojó también por la claraboya. Se sentía agotada, se puso el vestido nuevamente y era tan grande ahora, que cabría perfectamente la pequeña dentro de él muy pegada a ella; rasgó un poco la parte de arriba del vestido a la altura de su pecho para poder sacar la cabecita de la niña con facilidad y meterla cuando fuera necesario. Se recostó de lado mirando la pared y amamantó a su hija, ambas se quedaron dormidas.

    Estaba amaneciendo y la despertó una sed espantosa, no se había dado cuenta que ya llevaba dos días en ese lugar. Tenía escalofríos y sudaba copiosamente; vio a la bebé profundamente dormida y besó su cabecita, la pequeña se quejó quedamente, se la acercó al pecho y volvió a alimentarla, esa sensación era hermosa, sólo deseaba estar saludable para que alguien pudiera comprarlas juntas, sin importar los sacrificios que tuviera que hacer pero poder estar siempre a su lado.

    La vio con ternura y dijo: -Te llamarás Kamaria que en nuestra lengua quiere decir bella como la luna, y lo único que deseo es verte crecer y poder contarte nuestra historia, sé que la vida será diferente para ti.

    Volvió a quedarse dormida no supo cuánto tiempo, pero al despertar se sintió muy enferma, su cuerpo ardía y tiritaba de frío, le dolía la cabeza y estaba deshidratada, se encogió lo mas que pudo para sentir el calorcito de la pequeña Kamaria. Escuchó unos pasos y supo que era Marcus, metió con cuidado a la pequeña bajo sus ropas esperando que no se despertara, seguía volteada a la pared, se acurrucó aún más y esperó. La puerta se abrió y Marcus apareció e hizo la rutina de siempre y cuando se acercó a ella le dio un puntapié con todas sus fuerzas, ella únicamente pujó, le acercó algo de luz a la cara y movió la cabeza negativamente y como siempre dijo algo que ella no entendió pero que le asustaba mucho, estaba tan ebrio que no se percató de lo que había sucedido, siguió haciendo su rutina y se fue.

    Gaambia tenía mucha fiebre y empezó a alucinar, se veía en medio de la selva rodeada de leones, tuvo tanto miedo que tomó a la pequeña con fuerza y se refugió en medio de un río, estaba viviendo realmente su alucinación que no se dio cuenta cuando alguien le levantó la cabeza y le dio agua, fue saliendo de su delirio poco a poco y logró reconocer a Kenia.

    - ¡Gaambia despierta! - le decía al oído la joven para que no la descubrieran

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