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Perfil de un asesino: Basado en un hecho  verídico
Perfil de un asesino: Basado en un hecho  verídico
Perfil de un asesino: Basado en un hecho  verídico
Libro electrónico225 páginas3 horas

Perfil de un asesino: Basado en un hecho verídico

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El hecho de que un niño o un adolescente maltrate a un perro o a otro animal no siempre debe considerarse como una simple travesura, sin más trascendencia. El 46% de los asesinos en serie fueron maltratadores de animales durante su adolescencia, según un estudio del cuerpo de investigación policial norteamericano, el FBI. "El maltrato a los animales está vinculado a conductas violentas que tienen importantes repercusiones" . Los programas de educación humanitaria para escolares pueden resultar muy útiles como apoyo, junto con programas específicos destinados a menores maltratadores de animales. Hay muchas formas de maltratar a un animal. Además de infligir dolor físico, el hecho de no cuidarle o no cubrir sus necesidades básicas puede causar en el perro secuelas que acaben con su vida tras un terrible sufrimiento. Un significativo porcentaje de los homicidas y asesinos en serie de personas fueron torturadores de animales durante su infancia o adolescencia. Según los resultados de un estudio elaborado por el FBI (cuerpo norteamericano de investigación policial) sobre asesinos en serie, el 46% de ellos maltrataba animales durante la adolescencia.
IdiomaEspañol
EditorialSelect
Fecha de lanzamiento30 ago 2021
ISBN9791220840972
Perfil de un asesino: Basado en un hecho  verídico

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    Perfil de un asesino - Teflón Junk

    Capítulo I. Un primer acercamiento conceptual. PÁG. 3

    Capítulo II. La biología humana y la conducta criminal. PÁG. 66

    Capítulo III. Genoma humano. PÁG. 108

    Capítulo IV. La evidencia conductual y su relevancia en la investigación policial. PÁG. 166

    Capítulo V. La taxonomía cromática de la criminología. Violencia intrafamiliar. PÁG. 180

    Capítulo VI. Razones por las que se debe despertar el interés en el estudio e investigación de las psicopatía. PÁG. 196

    Capítulo VII. La fealdad del delito: distanciamiento emocional. PÁG. 231

    Capítulo VIII. El caso Wagner. PÁG.239

    Capítulo IX. Investigación Criminal. PÁG. 257

    Capítulo I. Un primer acercamiento conceptual

    Los móviles de la conducta criminal han sido estudiados por psicólogos e investigadores especializados, pero pocas veces en los anales de la historia criminal encontraremos un caso tan particular como el de Ernst Wagner, que a diferencia de otros delincuentes él no buscaba dinero, la venganza, el poder o cualquiera de aquellos impulsos que hacen zozobrar la moral y la ética humana en un mar de pasiones ingobernables.

    Si fuera un artista famoso podríamos entender que sus fans quisieran conseguir de él un preciado mechón de pelo auténtico, camisetas, canciones ofrecidas por Internet, pero a este artista que vamos a describir en el libro , se le conoce por otras artes que no son precisamente las escénicas.

    El Manual de Clasificación de la Delincuencia (MCD) fue un esfuerzo para articular la investigación empírica y la amplia experiencia de perfiladores investigadores del FBI, agentes de la ley, personal penitenciario, supervisores de libertad condicional y profesionales de la salud mental que tuvo mucho éxito.

    El propósito del MCD es la de estandarizar la terminología adaptándola al campo de la justicia penal, facilitar la comunicación entre ésta y la salud mental (en sus respectivos ámbitos); enseñando al orden de lo penal y al público los tipos de crímenes que se cometen y las diversas características relacionadas con las víctimas, los delincuentes y las escenas del crimen, y desarrollar una base de datos de búsqueda para la investigación. Se trata de un enfoque de amplio alcance para clasificar a la delincuencia. Los delincuentes violentos diagnosticados como psicópatas, no se rehabilitan con éxito, pero sí que saben cómo manipular a los sistemas penal y penitenciario. Los agresores en serie han corroborado ampliamente que están más allá de dichos esfuerzos de rehabilitación. Existen muchas personas que han consumado hechos que se califican, que se describen, como encarnaciones del mal. Por la seguridad de la sociedad merecen ser encarcelados de por vida.

    Después de tomar conciencia de los actos de un asesino , la mayoría nos preguntamos ¿cómo es posible? ¿Qué tiene que ocurrir en la mente de un ser humano para que sea capaz de asesinar a otro semejante? ¿Qué motivaciones son las que mueven a una persona a decidir llegar a asesinar fría, consciente y premeditadamente?

    La cuestión es que no valen las respuestas únicas, ni las simples; se trata, sin ninguna duda, de un amplio abanico de teorías explicativas que se ofrecen desde diferentes paradigmas y ciencias diferentes, así que no sólo es la Psicología la que tiene argumentos que dar, sino que la Biología, la Medicina, la Sociología, la propia Criminología entre otras tienen mucho que decir.

    Por suerte, la única relación que tienen la mayor parte de las personas con este tipo de individuos se realiza a través del cine y en otras ocasiones por los medios de comunicación cuando se conoce la captura de uno de esto sujetos por parte de la policía, por lo que también en muchas ocasiones, manejamos una imagen equivocada o, al menos, distorsionada de esta serie de individuos, así que podríamos ver primero de qué estamos hablando desde un punto de vista conceptual.

    ¿A quién debemos considerar víctima? La victima es una persona física que haya sufrido un perjuicio, en especial lesiones físicas o mentales, daños emocionales o un perjuicio económico, directamente causado por un acto u omisión que infrinja la legislación penal de un Estado .

    No se trata de relativizar la conducta criminal. Uno es o no es delincuente. Y es seguro que caben otras formas imperfectas de serlo, quizás un poco más acordes con las estructuras básicas de sociabilidad innata que tiene el ser humano que vive en armonía con el grupo de iguales; pero, es aquí, cuando uno se plantea si todo está perfectamente tasado, si todo está previamente definido. Si, efectivamente, hay personas que son desviadas y su comportamiento se explica por un marcado relativismo cultural. ¿Es buena su conducta? ¿Es mala? O si, por el contrario, adquiere la condición de delincuente porque, aparte de ser desviado, infringe una norma social. Con lo cual, ya tiene los dos conceptos que definen en sociología al delincuente. El delincuente es siempre un desviado.

    Bueno pues, hasta aquí, todo perfecto. Esta aproximación sociológica pone cada cosa en su sitio y, en principio, no habría que tener dudas a la hora de distinguir lo que es un comportamiento delincuencial del que solamente se queda en desviado.

    Por otro lado, es obligado referirnos a la víctima. Estamos en un momento de la historia en la que se está redescubriendo su papel en el hacer criminal y eso le confiere un protagonismo especial dentro del proceso, realzando su figura hasta igualarlo, si cabe, con el todopoderoso centralismo del victimario. Hemos dejado atrás los albores de su historia en el que fue protagonista absoluta con la venganza privada de ella o su familia.

    En esta génesis, también fue superada su neutralización en el momento que entró en escena el Estado de Derecho y su ius puniendi. Con este afán igualitario –y con el propósito de establecer su sitio en la naturaleza delictiva– se definen comportamientos que, por ejemplo, puede desplegar en el justo momento de producirse el hecho criminal.

    Así, pasa por ser víctima por indefensión física, mayor vulnerabilidad, facilitadora, social, situacional... en fin, tantas como hechos distintos se puedan dar.

    Poco a poco venimos desgranando los ingredientes que unidos en una compacta argamasa configuran el fenómeno criminal.

    Tenemos al desviado, delincuente o su representante legal y tenemos a la víctima.

    Nos falta una situación ideal que tenga cabida en un precepto penal que justifique, al menos en lo principal, la acción reprobable del victimario.

    El ciudadano de bien –menganito de tal– que camina por un afamado parque de una ciudad en dirección al centro donde ha quedado con su novia.

    Todo perfecto. Un buen plan, una tarde de domingo para disfrutar. Pero hete aquí que el ciudadano equis es interrumpido por otro que, acercándose por un costado, le requiere con intimidación para que le dé toda la pasta que lleva en los bolsillos. Todo ello mientras blande en su mano derecha un bardeo con hoja de unos diez centímetros de longitud que ahora mismo ya tiene el ciudadano ejemplar en la zona abdominal, oprimiéndole ligeramente los intestinos.

    Parece que la tarde perfecta no lo va a ser tanto. Y comienza el espectáculo.

    – Pero hombre, un poco de decoro... - comenta el ciudadano ejemplar-. Por alusiones, ¿cómo comprendes que te voy a dar las quinientas pesetas que llevo, si es lo único que tengo para pasar la tarde con mi novia?

    – ¡No me jodas y dámelo todo! -contesta el otro-.

    Al tiempo, se reafirma en su intimidación con un marcado golpe de muñeca que oprime la piel otro par de milímetros.

    Por si la cosa no estuviese clara.

    – No hombre no, esto hay que hablarlo.

    Todo es negociable. Si quieres... te doy una parte, ¿pero todo? No, hombre, no...

    – ¡Me estás chinando tío! - espeta el otro entre balbuceos-.

    El prenda, desencajado por la situación, bracea gesticulante intentando argumentar sus razones. En plan yo soy el atraca; me estás desvirtuando mi rol y eso no puede ser; tu obligación es entregarme todo y asustarte mucho. Pero, lejos de causar la reacción esperada en su víctima –cumpliendo con su papel en estos casos– se encuentra con una que aborda la situación desde dentro y trata de desdibujarla con un argumento a medio camino entre lo comprensivo y lo reprobable. Pura y dura política criminal ad hoc. En este contexto, el final de la historia se lo pueden imaginar.

    Sería bueno que para todo hubiese un término medio. Y éste que se plantea es un ejemplo claro de cómo quien es requerido entiende la victimización en sus dos variantes, la suya y la del sirlero incapaz de completar su papel por la presencia de un argumento demoledor. En plan oye tío, yo puedo entender que tu situación sea la consecuencia de unos cuantos eslabones rotos en el proceso de socialización, factores primarios y secundarios tocados de muerte, marginalidad, drogodependencia y todo lo que tú quieras, pero entiéndeme también a mi.

    Esta difuminada realidad criminal que introduce una variante extraña, le da al acto y a sus circunstancias un halo de romanticismo; una esperanza, si cabe. Ya que la delincuencia es consustancial a la sociedad en la que vivimos, podría plantearse así, en plan solidario y en términos de camaradería.

    Desgraciadamente la realidad es bien distinta y el evento sui géneris que aquí se plantea es quimérico. En el mundo real hablamos de violencia extrema y gratuita, de bandas organizadas, de delitos tecnológicos, de malversación, de tráfico de estupefacientes, y toda una panoplia de habilidades criminales imparables y establecidas en nuestra vida diaria, yendo más allá de ese dialogo tenso que destila cierta armonía en las formas y comprensión a uno y otro lado. Eso no quiere decir que estas rarezas y otras similares no tengan su cabida dentro del mundo criminal y que, todas ellas tratadas en su conjunto por lo insólitas, no le den al hecho una nueva dimensión más esperanzadora. Algo así como querer recuperar la delincuencia tradicional , caracterizada por el modus hábilis, tan bonachona, tan elegante, tan respetuosa con el medio y con tanto arte.

    Aún así, lo extraordinario del suceso no deja impávido a quien tiene el monopolio sancionador. Poniendo en marcha la maquinaria estatal tratará de ubicar la paradójica acción criminal en su lugar exacto. Que si atenuantes analógicas, que si eximentes incompletas..., en fin, lo que se quiera. Pero, ¿qué hay de ese entendimiento? ¿Qué sustrato queda del comportamiento de esa víctima, que acata la situación y resuelve plantarle cara sin negar las razones de quien le acomete, sin olvidar tampoco las suyas? Queda utopía.

    El ser humano es un ente complejo en su dualidad sustancial. La conducta que muestra en diferentes contextos da muestra de la gran variedad de estados mentales en los que se puede involucrar, lo que en ocasiones requiere de un análisis y tratamiento especializado mediante la aplicación del conocimiento científico según cada caso en particular.

    Desde edades tempranas, el ser humano puede mostrar rasgos de problemas de conducta, pues se sabe que desde la edad de dos años está dotado de una carga considerable de agresividad, a la cual se debe prestar especial atención, ya que, si es ignorada, existe la posibilidad de que dicha agresividad se fije de manera importante en la personalidad del niño –en desarrollo– lo que podría involucionar en actos de violencia.

    En el momento en que los niños entran a la edad adolescente, sus cuerpos manifiestan cambios importantes a nivel orgánico (en el sistema endocrino y sistema nervioso por lo que toca a la conducta), lo que hace que en su gran mayoría se muestren con problemas de conducta. Aunado a esto, el alcohol y las drogas llegan a convertirse en parte de la vida que empiezan a descubrir por la falta de comprensión de la que son objeto.

    Es así como, en este periodo de la vida, los adolescentes pueden empezar a tener problemas, violentando las leyes penales primordialmente con la ejecución de delitos de homicidio, lesiones, robo, portación y posesión de armas de fuego, además de que son susceptibles a formar parte de la delincuencia en cualquiera de sus formas.

    La conducta sociopática puede analizarse no sólo como un síndrome psicopatológico inherente a la personalidad de determinados individuos, sino como una inmanencia potencial de la especie humana que puede despertar en determinadas circunstancias bajo el elenco de un variado número de causas.

    No hace falta explicar la importancia de los factores individuales y educativos en la emergencia de tales conductas (la eterna discusión entre herencia y ambiente).

    Es posible que las escenas de sexo, desnudos y violencia en los medios o la publicidad ayudan a incrementar los instintos en los agresores .

    La violencia en los medios (especialmente la que va unida al sexo) no es buena para nadie. La pornografía violenta impregna nuestra cultura, influenciando la mente de los niños pequeños que crecen pensando que no se puede tener sexo sin violencia. Pero se necesita mucho más que la exposición mediática a la violencia sexual para crear un monstruo. En realidad, los asesinos en serie disfrutan viendo esta violencia, sobre todo cuando no pueden practicarla; sin embargo, en este caso sus preferencias a la hora de mirar son el efecto, no la causa, de su propensión a la violencia.

    Es como a las personas a las que les gusta cazar y pescar y leen revistas como Jara y sedal que tratan de lo que les interesa. Su elección de revistas es más el resultado de su interés por esta materia que la causa de ella.

    No se puede negar que la ciencia tiene una evolución adecuada, es capaz de identificar problemas, estudiarlos y manipularlos, pero en la actualidad, en lo referente a la Seguridad Pública, el Derecho Penal está en total crisis, las Políticas y las Leyes aplicables al ámbito no han dado los resultados que la sociedad reclama; en respuesta a ésto, se realizan marchas innecesarias, persecuciones, secuestros, ajustes de cuentas (asesinatos); se hace uso de la milicia, entre otras cosas, en los intentos desesperados por controlar la criminalidad.

    La disminución de la criminalidad no la vamos a deber al aumento de penas ni a la cadena perpetua. El concepto puro de Política es el análisis de las circunstancias de una situación en sociedad como de dicho estudio se pueden aplicar recursos o soluciones a un hecho, anexando el concepto de criminológica, se hace referencia al estudio de las causas y factores criminógenos y la aplicación de soluciones en base a la identificación de éstos, la Política Criminológica debe comenzar en la educación, en la familia, en la sociedad y, cuando la criminalidad ya se ha desarrollado, se extiende al tratamiento penitenciario y pospenitenciario.

    No es apropiado la intimidación con anuncios televisivos de dichos castigos, ya que los criminales no cesarán su actividad delictiva. La posible solución radica en una adecuada educación desde años primeros de la infancia, pues como decía Charles Darwin: inculca una enseñanza a edad donde el cerebro es más sensible y con el tiempo crearás un hábito; así, la prevención de conductas antisociales puede partir de la educación que se imparta en las escuelas y que ésta se vea reforzada en la familia, pues es ésta la primera y más fuerte educación y formación de hábitos que los seres humanos desarrollamos.

    Otra opción preventiva es el espacio en donde nos desenvolvemos, Laccassagne opinaba que la sociedad tiene los criminales que merece; es decir, retomando el concepto de anomia de Durkheim, la sociedad orilla a las personas a cometer cierto tipo de conductas cuando encuentran determinadas carencias en su entorno, por ello, el Estado –al tomar la tutela de la sociedad– debe proporcionar a todos lo que permita llevar un adecuado desarrollo físico, mental y social.

    En el caso de que la criminalidad ya se haya desarrollado como la situación que tenemos actualmente, es hacer un adecuado estudio de la personalidad de los delincuentes, hacer la descomposición analítica para posterior dar lugar a la recomposición sintética; es decir, como señala Mario Bunge, hay que dividir al fenómeno en partes, estudiar cada una de ellas y luego hacer la reconstrucción.

    El delincuente es un ser que su personalidad ha sido fragmentada en ciertas etapas de su desarrollo, por ello es necesario el estudio interdisciplinario hecho por diversas ciencias para conocer la génesis de factores causales de la criminalidad y la dinámica de éstos. De dicho análisis habrá que hacer todo lo posible para reconstruir su personalidad en los casos que así lo permitan, pues no se puede negar que hay personalidades irreparables.

    Influyen los medios, los padres, la escuela en la génesis del delito, se puede decir de un modo muy importante, que los gustos, actitudes y valores dependen de los referentes personales y simbólicos a los que tenemos acceso. Ahora bien, hay personas más proclives a dejarse influir por los mensajes y ejemplos negativos. Es el peso de nuestra biología. Hay un ejemplo fácil: elige tres tipos de tierras diversas y trata de plantar una misma semilla. La planta

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