SERIAL NACIONAL
El término ‘asesino en serie’ fue acuñado por el estadounidense Robert Ressler en la década de los 70 para definir a un tipo muy específico de criminal: aquel que asesina a tres o más personas en un lapso de 30 días o más, con un periodo de pausa entre cada asesinato, y cuya motivación se basa en la gratificación no tangible que le proporciona dicho crimen.
Este personaje se convirtió durante las últimas décadas del siglo XX en una figura de la cultura estadounidense de primer orden y, debido a asesinos como Ted Bundy o John Wayne Gacy–cuyos arrestos y juicios los convirtieron en estrellas mediáticas–, fue considerado por mucho tiempo un producto típicamente de ese país. El serial killer se volvió parte de la cultura pop; algo que representaba el lado oscuro del american way of life.
Sin embargo, investigaciones en todo el mundo develaron que este tipo de criminal ha estado presente en todas las culturas, y más aún, desde épocas muy remotas. Aun en periodos históricos caracterizados por su crueldad, personajes como Gilles de Rais, Erzébeth Báthory o Vlad Tepes han sobresalido por su amor a la sangre. México no es la excepción, pues desde tiempos anteriores a la Conquista se han tenido noticias de mujeres y hombres que harían palidecer de envidia al mismo mariscal de Francia o al príncipe rumano; personajes que, de tan sanguinarios, ya cabalgan con un pie en la historia y el otro en la leyenda.
Estos son los más sobresalientes asesinos en serie de México:
EN EL PRINCIPIO FUE LA MUJER
Es notable que en una sociedad como la mesoamericana, acostumbrada a los sacrificios y a la guerra, destacara la figura de la princesa Chalchiunenetl, la cual puede ser considerada la primera asesina en serie en la historia de México.
En la cosmovisión de los pueblos de la región la crueldad era un elemento necesario, e incluso obligatorio, para asegurar el funcionamiento del todo. La sangre era el alimento de los dioses y sin ella éstos morirían y las potencias oscuras dominarían el cosmos y devorarían a los hombres. Las acciones de la princesa tenochca, en contraste, no tenían ninguna utilidad cosmogónica, sino que las efectuaba sólo para su deleite personal. Por ello, curiosamente, la dama del pezón de jade fue un monstruo en una sociedad acostumbrada a lo terrible.
A finales del siglo XV, en lo que ahora es la Ciudad de México, existía la confederación conocida históricamente como Excan Tlahtoloyan o Triple Alianza, conformada por México-Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan. Dichas ciudades, a pesar de las alianzas que las unían, eran muy distintas entre sí. Las tensiones entre ellas eran constantes; pero a pesar de sus diferencias, la confederación pudo sobrevivir hasta la llegada de los españoles en 1519. Durante ese periodo fueron contadas las ocasiones en las que la alianza estuvo en peligro de disolverse; una ocurrió cuando, en 1498, fue enjuiciada y sentenciada a muerte la princesa Chalchiunenetl, o Chalchiuhnenetzin (la terminación tzin, en náhuatl, es al mismo tiempo diminutivo y reverencial), por el cargo de adulterio y asesinato.
Nezahualpilli la recibió de parte de sus aliados tenochcas en 1481, a la edad de seis años,
