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Hay niños que no sueñan con una bicicleta, un perrito o con tener la última videoconsola del mercado. Hay niños que sueñan con matar a alguien. Y muchos de ellos llegan a ver cumplidos sus sueños.
Nathaniel tenía 11 años cuando le dijo a un amigo: «¿Recuerdas que te dije que tenía que matar a alguien? Pues ya lo he hecho». Dos días antes, Nathaniel apuntó con su rifle a Ronnie Greene, de 18 años, en la puerta de una tienda de artículos para fiestas. Nathaniel había recibido prácticas de tiro. Solo necesitó un disparo para acertar en la cabeza y acabar con su víctima. Durante la década de 1980 comenzaron a aumentar los delitos violentos a manos de menores en los Estados Unidos. En noviembre de 1999, cuando fue juzgado Nathaniel, se había desatado una serie de protestas que reclamaban más castigo para los menores: Adult crime, adult time («Crimen de adulto, condena de adulto»). Desde entonces seguimos con un debate que parece no tener solución. ¿Cómo debería tratar la ley a individuos como Nathaniel? ¿Qué prevalece: su condición de niño o la de criminal?
En abril de 1998 se celebraba una fiesta de cumpleaños en Greensboro, Carolina del Norte. Carlos G. festejaba su sexta vuelta al sol cuando uno de los invitados, de 4 años, se hizo con una pistola del 38 cargada y disparó. La bala atravesó el cuello de Carlos y el