Elemental, mi querida ciencia (forense): Todos los secretos para esclarecer crímenes científicamente
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La ciencia forense no es mágica y no siempre existe evidencia que conduzca directamente al culpable, pero sin duda sus aportes son fundamentales para esclarecer un delito. ¿Alcanza con un cabello para identificar a una persona? ¿Qué significa que "los cuerpos hablan" en la mesa de autopsias? ¿Con unas gotas de sangre es posible reconstruir un asesinato? ¿Es cierto que las moscas pueden decirnos cuánto tiempo lleva muerta una persona? ¿Cuánto hay de verdad y cuánto de mito en las exitosas series y películas en las que se investigan crímenes?
De la mano de Gastón Intelisano, especialista en criminalística, pericias forenses, autopsias (y como punto bonus, escritor de novelas policiales), este libro nos propone un esclarecedor recorrido por el complejo mundo de la ciencia del crimen, tan mostrado en la ficción como desconocido en la realidad. Como dice nuestro autor, el crimen perfecto no existe. Lo que hay son malas investigaciones.
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Elemental, mi querida ciencia (forense) - Gastón Intelisano
Índice
Cubierta
Índice
Portada
Copyright
Este libro (y esta colección)
Agradecimientos
Dedicatoria
Acerca del autor
Introducción
1. El llamado del deber
2. La escena del crimen
Preservar la escena del crimen
3. Huellas del pasado
Las huellas dactilares
Realidad y ficción
Huellas latentes
4. Ese misterioso líquido rojo
Las manchas de sangre cuentan una historia
Cuando la sangre habla: estudios biológicos
5. Los cuerpos hablan
La autopsia
El examen interno
6. ADN: largas cadenas
ADN: diversos tipos de muestras
Historia y ADN
7. Las armas las carga el diablo
Balística
8. El lenguaje de los huesos y las historias de los dientes
¿Humanos o animales?
La importancia de los dientes
9. El señor de las moscas
La granja de cadáveres
La entomología forense en la Argentina
10. El universo en un centímetro cuadrado
Hablemos de las fibras
El polen como evidencia
Palabras finales
Recomendaciones forenses
Series
Novelas
Películas
Glosario forense
Gastón Intelisano
ELEMENTAL, MI QUERIDA CIENCIA (FORENSE)
Todos los secretos para esclarecer crímenes científicamente
Intelisano, Gastón
Elemental, mi querida ciencia (forense) / Gastón Intelisano.- 1ª ed.- Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2021.
Libro digital, EPUB.- (Ciencia que ladra… serie Clásica / dirigida por Diego Golombek)
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-801-126-4
1. Procedimiento Policial . 2. Crímenes. 3. ADN. I. Título.
CDD 614.1
© 2021, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.
Diseño de cubierta: Departamento de Producción editorial de Siglo Veintiuno Editores Argentina
Ilustración de cubierta: Mariana Nemitz
Digitalización: Departamento de Producción Editorial de Siglo XXI Editores Argentina
Primera edición en formato digital: diciembre de 2021
Hecho el depósito que marca la ley 11.723
ISBN edición digital (ePub): 978-987-801-126-4
Este libro (y esta colección)
Me están siguiendo detectives;
Alguien me está cobrando un favor.
Fabiana Cantilo, Detectives
Es un error teorizar antes de poseer datos. Insensiblemente, uno comienza a deformar los hechos para hacerlos encajar en las teorías, en lugar de encajar las teorías en los hechos.
Arthur Conan Doyle, Escándalo en Bohemia
Pipa, lupa y un buen coñac. Esos debieran ser los elementos básicos de todo buen detective, ¿verdad? Pues no… falta uno, acaso el más importante: la ciencia.
La ficción nos ha dado un gran número de detectives científicos: allí están Auguste Dupin (¿el primero?), el querido Sherlock Holmes, Hercule Poirot, Miss Marple, el viejo inspector Maigret, el simpático padre Brown, el criminalista Santiago Soler[1] y el duro entre todos los duros, Philip Marlowe. Todos ellos fueron evolucionando en sus métodos, incorporando tecnologías novedosas como teléfonos, automóviles y luz eléctrica. Pero no solo de ficción vive la ciencia forense: la realidad se impone en las investigaciones, que permanentemente recurren a las huellas, los datos, los peritajes de armas… y hasta a los insectos, como mudos testigos de algún crimen.
Veamos, por ejemplo, las ya famosas huellas dactilares, cuyo análisis fue perfeccionado, a partir de los estudios de Francis Galton, por el investigador de la policía argentina Juan Vucetich en su texto Instrucciones generales para el sistema antropométrico e impresiones dactilares, de 1894. A primera vista se trata de una serie de líneas y dibujos que todos traemos de fábrica y nos identifican como individuos. Pero hay más en juego: junto con las huellas, dejamos proteínas y grasas (y, si buscamos con cuidado, hasta trazas de ADN), que pueden dar información sobre nuestra dieta, o sobre el uso de drogas, por la presencia de metabolitos. Sí, los dedos hablan, solo hay que saber escucharlos.
Y volviendo al ADN, también habla hasta por las letras… Sabemos qué genes son responsables del color de ojos o de pelo, cuáles nos pueden dar idea del color de piel, la altura o el peso, información que puede resultar muy valiosa para resolver un crimen. Si no basta con nuestro propio ADN, quizá hasta dejemos rastros de los otros organismos que habitan nuestro cuerpo: las bacterias, que generan ese microbioma tan único a cada individuo, y que en el futuro podrá orientar la búsqueda de algún sospechoso.
Y no olvidemos los algoritmos, capaces de rastrear hábitos en un mismo delito: si los alimentamos con el tipo de crimen cometido, el lugar donde ocurrió y la fecha exacta, comienzan a buscar patrones para predecir futuros problemas[2].Las computadoras, además, pueden ser más efectivas que los detectives más sagaces para determinar si una persona está mintiendo: sobre la base del tono de voz o los gestos, parecen acertar en más de un 75% en la búsqueda de los mentirosos (cuando los mejores interrogadores andan por el 65%).
Sin embargo, hay que estar con un ojo atento, ya que muchas de las técnicas de la ciencia forense tienen el riesgo de fallar en su primera palabra: ciencia
[3]. Lo de siempre: los datos son los datos y, si están bien tomados, no hay con que darles. Pero quienes analizamos e interpretamos los datos somos simples humanos con nuestras creencias, sesgos y gustos a cuestas. Para esto vienen en nuestra ayuda las máquinas, las extensas bases de datos, la inteligencia artificial (aun cuando sus algoritmos no son más que las opiniones y los deseos de sus programadores e instigadores, como se ha demostrado en diversos programas de prevención del delito).
Mundo complejo y desconocido el de la ciencia del crimen[4]. Difícil –y hasta riesgoso– aventurarnos solos por sus oscuros y misteriosos pasillos. ¿Qué mejor, entonces, que ir con linterna y acompañados por un especialista en criminalística, pericias forenses y autopsias y, como punto bonus, un gran escritor? Todo esto es Gastón Intelisano, nuestro Sherlock y nuestro Watson, que nos ayuda a entender que cuando hayamos descartado lo imposible, lo que quede, aunque sea improbable, debe ser… la ciencia.
Esta colección de divulgación científica está escrita por científicos que creen que ya es hora de asomar la cabeza por fuera del laboratorio y contar las maravillas, grandezas y miserias de la profesión. Porque de eso se trata: de contar, de compartir un saber que, si sigue encerrado, puede volverse inútil.
Ciencia que ladra… no muerde, solo da señales de que cabalga.
Diego Golombek
[1] Protagonista de una saga de novelas cuyo autor viene a ser el mismo que el de este libro.
[2] Uno de los más conocidos es PredPol, desarrollado en la Universidad de California, en Santa Bárbara. Este software recién está en sus comienzos, pero ya tiene numerosos detractores que no están convencidos de su utilidad.
[3] Al menos es lo que sostiene el Instituto Nacional de Justicia de los Estados Unidos en su informe sobre los alcances y las limitaciones de la ciencia y la investigación forenses: Forensic Science Research and Evaluation Workshop. A Discussion on the Fundamentals of Research Design and an Evaluation of Available Literature
, disponible en
[4] O, más bien, de la investigación detrás de los crímenes, definición de la criminalística.
Agradecimientos
Aunque el acto de escribir es solitario, fueron muchas las personas que me dieron su apoyo desde que el libro fue apenas una idea, y a ellas quiero agradecer.
En primer lugar, a mi amigo y excompañero de años de librería, Diego Colombi. Gracias por creer en el proyecto, por tus consejos y por ser mi puente con la editorial.
También a quienes me ayudaron con su tiempo, su opinión y su conocimiento.
A la licenciada Macarena Tallarico, amiga, colega criminalista y entusiasta estudiosa del ADN.
A Sergio Javier Girotti, perito en Necropapiloscopía y Rastros y licenciado en Seguridad Ciudadana.
A la doctora Lorena Madrid, cirujana plástica, médica legista, amiga y compañera.
Al capitán César Villagra, perito mecánico armero, amigo y compañero.
A mis padres, mi hermana y mis sobrinos.
A mis amigos y amigas. A mis colegas y alumnos.
A todos y cada uno de ustedes, gracias.
Para mi sobrino, Bruno, que llegó con este libro bajo el brazo.
Acerca del autor
Nació en San Martín, provincia de Buenos Aires, en 1978. En 1996 obtuvo una beca universitaria otorgada por el Congreso de la Nación con la que cursó sus estudios superiores. Es licenciado en Criminalística, radiólogo, técnico de Autopsias, docente en la Tecnicatura en Pericias Forenses y oficial del Poder Judicial. En 2011 publicó Modus Operandi, su primera novela policial y punto de partida para la saga protagonizada por el criminalista Santiago Soler (Epicrisis, Error de cálculo, Principio de intercambio, La navaja de Ockham). Desde entonces participó en festivales internacionales como BAN! Buenos Aires Negra, Córdoba Mata (Córdoba), Azabache (Mar del Plata), La Chicago Argentina (Rosario), y fue elegido para representar al país en Getafe Negro, el prestigioso festival de novela negra y policial de Madrid. Actualmente escribe la sexta novela de la serie.
Introducción
El tiempo que pasa es la verdad que huye.
Edmond Locard
Ha corrido mucha agua bajo el puente entre el nacimiento de la célebre frase Las armas las carga el diablo
y las reconstrucciones 3D de tiroteos que vemos en series como CSI (Crime Scene Investigation) o todas sus descendientes. Muchos siglos, entre el primer uso que les dieron los chinos a las huellas dactilares (en transacciones comerciales) y los modernos sistemas de comparación automática como el Sistema Automatizado de Identificación Dactilar (AFIS, por sus siglas en inglés). El crimen fue cambiando, creciendo, mutando. Y con esto, casi a la par (a veces, unos pasos más atrás), las técnicas de investigación.
La palabra forense
proviene del adjetivo latino forensis, que significa perteneciente o relativo al foro
, es decir, a la plaza pública en la que los letrados y oradores romanos presentaban sus argumentos ante los magistrados. La medicina forense es la medicina de los tribunales, pero no es la única disciplina forense que ayuda a la resolución de los crímenes. Tal vez sí sea la más conocida y con mejor fama. Pero existen muchas otras que aportan sus conocimientos y ayudan a entender distintas partes del rompecabezas en el que puede convertirse un hecho delictivo.
Desde aquellas novelas policiales emblemáticas de Agatha Christie y Arthur Conan Doyle, las tempranas ciencias forenses comenzaban a formar parte del imaginario popular como el medio para llegar a la resolución de un asesinato, una falsificación o cualquier otro misterio. Con técnicas rudimentarias y en algunos casos ineficaces y peligrosas, como la antropometría, trataban de acercarse a una verdad que antes de utilizar estos métodos parecía imposible. De a poco y a paso lento, los forenses empezaron a ganar lugar y prestigio