La frase “la película está bien, pero es mejor el libro” se ha convertido en tópica y, en este caso, la crítica considera que la versión cinematográfica de Blade Runner, de Ridley Scott (1947), constituye una excepción al ofrecer una dimensión más amplia que la novela en la que se inspira: ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick (1928-1982). Sin embargo, en el relato original se conjugan elementos todavía mucho más desestabilizadores, y que están ausentes en su versión para la gran pantalla. Y es que el genio de Philip K. Dick pretendía, a través de su novela, ofrecer respuesta a algunas de los eternos interrogantes que nos angustian desde nuestra existencia: ¿tenemos alma?; ¿qué hay detrás de la religión?; ¿podemos escapar a la muerte?
¿CÓMO SABER SI TIENES ALMA?
Una de las ideas más originales de la novela de Philip K. Dick es la inclusión de un test de empatía orientado a provocar respuestas emocionales que permitan discriminar si alguien es una persona real o, por el contrario, un androide (léase “replicante”) carente de alma. Se trata del test Voight-Kampff, cuyo ficticio diseño se atribuye al Instituto Pavlov de la Unión Soviética –en clara referencia al célebre fisiólogo ruso que describió el condicionamiento clásico, base sobre la que se sustenta la Psicología conductista (MÁS ALLÁ, 392).
Sin embargo, la escala de empatía establecida por el test Voight-Kampff presenta un problema: existe un reducido porcentaje de seres humanos (como algunos enfermos mentales) que es incapaz de superar dicho examen,