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Historias Hilvanadas
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Libro electrónico189 páginas2 horas

Historias Hilvanadas

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Historias hilvanadas es un compendio de sentimientos, de sensaciones, de emotividad que lleva al lector a un lugar fuera de este universo. Lo lleva al propio cosmos de las letras bien "hilvanadas"; de las letras que se enlazan en palabras sublimes, en frases únicas. Y así se conjugan estos cuentos que Silvana Petrinovic, emprendedora de letras, dilapida con la maestría de los que saben.
Algunos cuentos del libro abren puertas a imágenes que identificarán al lector con sus propias vivencias; otros, le mostrarán mundos impensados.
Historias hilvanadas será la lectura imprescindible para cada momento en que el alma busque refugio de tanta realidad.

Viviana Álvarez
Poeta
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento19 jul 2021
ISBN9789878713687
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    Historias Hilvanadas - Silvana Petrinovic

    Petrinovic, Silvana

    Historias hilvanadas / Silvana Petrinovic. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2021.

    150 p. ; 20 x 14 cm.

    ISBN 978-987-87-1352-6

    1. Narrativa. I. Título.

    CDD A863

    EDITORIAL AUTORES DE ARGENTINA

    www.autoresdeargentina.com

    info@autoresdeargentina.com

    Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

    Impreso en Argentina – Printed in Argentina

    Dedico estas historias a los personajes que las habitan.

    A Norberto que las llora con diluvios de amor infinito.

    A Rodrigo que sostiene mis hombros cuando están por rendirse.

    Y a los seres que han desnudado sus verdades para que yo las hilvane con hilos de sal y pimienta.

    Prefacio

     Introducción a la obra literaria

    Guardo las narraciones de vida que, por alguna cuestión del destino, las personas comparten conmigo. Registro las caras, los movimientos, las angustias y felicidades de cada una. Hago un bosquejo con oraciones cortas, que dejo reposar, como si fuera una masa para leudar. Una vez que los bosquejos se transforman en montones, me dedico a buscar los nombres propios de cada personaje.

    Resuelto el nombre del sujeto de la historia, comienzo a darle vida según el bosquejo primigenio. Así, vivo con cada personaje, viajo, lloro y muero con ellos.

    Cuando creo que la trama y su costura están a punto, corrijo cada narración miles de veces. Si la cuenta me parece un delirio y las anotaciones en rojo, que guardan mis borradores, emprenden la retirada de cada escrito, ha llegado el momento en el que el cuento, narración o historia están a punto de nacer. El parto nunca es fácil.

    Cuando la editorial me manda la prueba de galera, y tengo el primer ejemplar para revisar, sé que mi nuevo hijo ha nacido.

    Será libre y andará de mano en mano, gustará poco o mucho, se enamorarán de él o lo dejarán olvidado, pero hijo será para siempre.

    Prólogo

     Introducción a la historia literaria

    Noches de insomnio, cientos de anotaciones en servilletitas, marcadores, agendas electrónicas y blocs de notas fueron mis compañeros. Entendí que el conductor que uniría las historias debería ser un hilo.

    Me gusta tejer y bordar. Eso me llevó a buscar dentro de mis cajas de manualidades los ovillos más bonitos, allí encontré emociones y sentimientos con sus colores estridentes.

    Leí filosofía; me atraganté con buenos libros de todos los tiempos.

    Comencé a bordarle a mis historias el marco en punto vainilla que me enseñó mi madre, fue así como surgieron los interiores de cada una de ellas.

    Tropecé con emociones y sentimientos positivos, negativos, ambivalentes y tantos más.

    Las Historias han sido hilvanadas con el hilo de mi pluma. Bordadas por esas musas ancestrales que habitan dentro de mí desde hace siglos. Urdí cada uno de los catorce capítulos con puntadas que mantienen a nuestros niños interiores presentes.

    No escribo para niños, no escribo para mayores. Escribo para ser espejo de los lectores.

    Amor, deseo, queja, orden, agradecimiento, promesas, salud, descanso, abuso, risa, aceptación, perdón, miedo y respeto son las Historias hilvanadas con el ciclo maravilloso de la vida y de la muerte.

    Las emociones son reacciones afectivas ante determinados estímulos, que pueden ser externos –algo que vemos o vivimos– o internos –como un pensamiento o un recuerdo– Desatan un conjunto de respuestas que nos activan a una acción inmediata.

    Los sentimientos generan las mismas respuestas que las emociones, pero tienen incorporada una valoración consciente de la emoción que estamos viviendo.

    Silvana Petrinovic

    Capítulo 1

    El amor

    El amor sólo da de sí y nada recibe sino de sí mismo.

    El amor no posee, y no quiere ser poseído.

    Porque al amor le basta con el amor.

    —Khalil Gibran (1883-1931)

    Ensayista, novelista y poeta libanés.

    Como cuidar con amor

    a tu niño interior

    El mejor medio para hacer buenos a los niños

    es hacerlos felices.

    —Oscar Wilde

    El artículo que leí hablaba de que convertirnos en adultos no es solo acumular años y arrugas. Crecer es madurar, cosa que no es fácil y no siempre nos trae felicidad. Nuestro adulto se siente muchas veces frustrado, conflictuado, angustiado, así nos transformamos en criaturas taciturnas y tristes. Nuestro niño interior muchas veces no es comprendido. Al hablar de él, algunas personas se ríen y no entienden su significado. Es un error considerar la infancia como un periodo de ciega inocencia. Los niños son más sabios y libres de lo que pensamos los adultos.

    El niño interior demanda aspectos que no siempre sabemos escuchar, como el de no darle tanta importancia a los problemas diarios, a sonreír y cambiar la cara de pocos amigos, a pasear en libertad.

    El niño que llevamos dentro nos demanda dar y obtener amor. Te clama que no pierdas la ilusión por la vida, por las cosas simples y por ser feliz.

    Los humanos que nos dedicamos a crear somos adultos que llevamos en los brazos al niño interior. Muchas veces la sociedad nos cataloga como locos o delirantes, pero que, al estar unidos a ese niño, nos es más fácil curar las heridas emocionales; de esta manera las emociones necesarias fluirán…

    Después de haberlo entendido y de ejercitar mis hábitos dañinos, le escribí, con tinta del alma, a la mujer heroica que habita en mí.

    A través de espacios de tiempos nacidos y muertos, veo la partida de la mujer que cría, protege, trabaja para traer el pan a casa y los ve dormir al caer la noche.

    La mujer heroica de noches en vela, de sopas y dulces, de mimos y límites.

    La que busca, indómita, la herramienta para tutelar la vida que crece, para que los vientos no la tuerzan o desgajen. La veo marcharse con la cabeza en alto, el paso seguro del guerrero, que sabe que ha defendido la muralla de las vidas que el destino le otorgó en custodia. La espalda erguida a pesar de las cicatrices, que duelen los días de lluvia, cuando llueve el alma… El cabello libre, errante en la brisa que levanta el sonido de su tarareo, de cantos de cuna guardados en los pentagramas de todos los tiempos.

    La dejo partir…

    Ella me devuelve, al verme tan mustia, una chiquilina de melena corta, vestida de niña como niña que es. Sus ojos curiosos desafían el ojo de la cámara que atesora el hueco de aquella ventana, que nació con la justeza de servir de nido, para que mi niña se estire y divague en la galería fresca y familiar que nos une a todas mientras transitamos la línea delgada de la vida corta.

    Lejos quedó el artículo leído; cerca, mi niña rodeada por todos los niños que he atesorado con las alas de mi alma…

    Ojeras de rímel y carbón

    El camino henchido de curvas los empujaba. En aquellos días, transitaron el lento precipicio que conducía al amor. Sus historias más íntimas se fundían en cada vuelta del volante, mientras se observaban ciegos de ardor impaciente.

    Las distancias entre un lugar y otro los obligaron a hacer una parada fuera del recorrido prefijado. La noche, conmovida por la luna, los invitaba a fusionar sus deseos de amarse. Un paraje fascinante del valle los albergó.

    El auto se detuvo bajo un techo de coníferas. Envueltos en aromas veraniegos, caminaron juntos con rumbo al paraíso de la entrega. Los corazones palpitaron con la aceleración que nos da el calor de amar.

    El amor no tiene límites, solo la mente perturba y clasifica.

    El amor no juzga, ni tiene fecha de caducidad.

    Un aire fresco invadió la espesura del abrazo y los arrastró dentro del espiral del deseo. Sucumbieron de placentero dolor en el núcleo de la tormenta perfecta, que solo el amor puede gestar.

    Así, el alba los sorprendió ocupados en destilar piel, sudor, ensoñación y libertad para demostrarles la llegada implacable del nuevo día. Amanecer engrasado de sospechosa calma...

    El coche los condujo por la ruta que habían dejado atrás. Los alejó del valle, de la luna y las coníferas. Las máquinas obedecen, las almas son libres.

    Aquel espiral, que los llenó de magia, se disolvía entre los kilómetros de ruta. Quedó en el cosmos de los sueños juveniles, escondido en la memoria del pasado.

    El amor se hizo canción, que suena en las voces de los que saben cantarla.

    Lejos quedaron el maquillaje, la ropa interior elegida irrespetuosamente, las flores de jazmines en el pelo. Y en la lejanía que provoca el haber vivido, la vida misma las ha convertido en fabulosas e inolvidables ojeras de rímel y carbón.

    N. del A.: Esta historia surge del análisis de la canción Catalina bahía, de Miguel Cantilo.

    [] Cuando se hacen las dos de la mañana

    cuando se hacen las cuatro del amor

    sus pupilas se hamacan porcelana

    en ojeras de rímel y carbón […]

    El foco del barrio Minetti

    Los clientes entraban uno tras otro y las piernas, a la altura de las rodillas, comenzaban a jugarle una mala pasada, pero logró someterlas a su antojo y siguió de pie. Ahí estaba mi hermana, con la atención puesta en las ventas y nada más.

    Yo no sabía bien cuál era mi rol en la tienda de ropa. Para ella, mi presencia no era más que una visita que asomaba intermitente entre los percheros cargados de ropa y accesorios de moda. Al menos, esa era mi sensación.

    Aturdida y con desánimo encontré un lugar entre las cajas repletas de mercadería que yacían en el suelo, acomodadas con el claro propósito de atrapar la mirada de las clientas, que parecían hambrientas de más y más prendas.

    Esperé mi momento sin muchas pretensiones y dispuesta a poner un límite a mi paciencia.

    Después del torbellino de compradoras, que dejó saldo positivo en la caja registradora, ella se acordó de mí, me dio una palmada en el hombro diciéndome:

    —¡Qué bien nos vendría un café a las dos…!

    No habíamos terminado con la colación, cuando un llamado telefónico la sobresaltó. Sin mirarme siquiera, dejó el aparato y anotó algo en un papel. Acto seguido, clavó la vista en la pantalla de la computadora y casi frenéticamente comenzó una sinfonía de clics que causó en mí verdadera inquietud. A sabiendas de que tal vez no compartiera conmigo la preocupación que se había apoderado de ella, me puse de pie para observar qué buscaba con tanto hermetismo.

    Un estremecimiento recorrió mi columna cuando leí en la pantalla el nombre del lugar donde nos habíamos criado: el barrio Minetti. El barrio, conformado por un caserío que adornaba las sierras, custodiaba las espaldas de la fábrica de cemento; cada casa y chalé que lo formaban, fueron nuestros hogares.

    ¡Volver no es fácil!

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