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Sus Lecciones Indecentes: La Serie Completa
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Sus Lecciones Indecentes: La Serie Completa
Libro electrónico222 páginas3 horas

Sus Lecciones Indecentes: La Serie Completa

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¡Sus Lecciones Indecentes están juntos finalmente en un set!

Cheyenne Grear estaba ansiosa por ir a la Universidad. Los chicos de secundaria eran aburridos e inmaduros. La universidad le proporcionaría un banquete de hombres sexis y educados, que estarían muriéndose por llamar su atención. Al menos, eso era lo que ella esperaba. Lo que realmente pasó estaba lejos de su realidad imaginaria.

Nunca imaginó enamorarse de alguien mucho mayor y completamente inaccesible.

Damien Reed es seguro de sí mismo, sexi y todo lo que un hombre debe ser. El único problema es que él ni siquiera parece saber que Cheyenne existe.

Cuando un truco de ladronismo cambia las cosas, Cheyenne es empujada a una vida de dicha sexual y angustia emocional. Desgarrada entre las dos cosas, ella debe decidir si seguir a Damien la llevará a la felicidad o la destrucción.

IdiomaEspañol
EditorialBabelcube
Fecha de lanzamiento24 dic 2020
ISBN9781071581322
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    Sus Lecciones Indecentes - Sky Corgan

    TODO POR TI

    El primer día de Universidad siempre pone los nervios de punta. Mientras que la mayoría de las personas se preocupan por llegar a tiempo y encontrar sus clases, mi mente estaba única y completamente consumida por los chicos. Esta sería una liga de chicos completamente nueva; una clase completamente nueva. Chicos universitarios. Ellos serían mayores y más maduros que los payasos que usualmente me persiguen. Al menos, espero que así sean.

    Jugaba con mi cereal, distraída, suspirando mientras una imagen del chico perfecto invadía mi cerebro. Él sería un poquito mayor, por un año o dos, con un pecho ancho y musculoso y un abdomen cincelado. Estaría bronceado como un surfeador, con cabello largo oscuro y ojos color avellana. O tal vez ojos azules... o verdes. ¿Quién estaría mirándole los ojos, de todos modos? Lo imaginaba usando pantalones cortos, saliendo del mar después de nadar por largo rato, mis ojos caminando hambrientos por su cuerpo y deteniéndose en su entrepierna. Debajo de esos pantalones cortos estaría una deliciosamente hermosa verga. No demasiado grande. No muy pequeña. Una cosa que yo no era es una reina del tamaño. Las vergas enormes eran agradables para mirar, pero me habían dicho que dolían. No que yo supiera.

    A los dieciocho, aún era virgen, pero por mucho, la virgen más atrevida que conocía. Al menos, dentro de mi mente. Mi mente estaba en el sexo veinticuatro siete. Por fuera, era la dama perfecta, bastante conservadora y definitivamente no promiscua, aunque tenía más que suficientes oportunidades de serlo.

    Les decía a todos que estaba esperando a mi único y verdadero amor, pero eso no era exactamente la verdad. Era más cómo que estaba esperando a alguien que realmente provocara una chispa. Ninguno de los chicos con los que había salido antes provocaban chispas, aunque muchos eran muy buenos chicos. A decir verdad, tal vez yo no sabía lo que quería realmente. Demasiadas películas románticas habían confundido mi cerebro con el amor a primera vista. Pensé que lo había experimentado unas cuantas veces. Ves a un chico guapo. Ambos parecen interesados el uno en el otro. Luego empiezan a hablar y te das cuenta de que o es arrogante o un idiota o demasiado tímido.

    Los chicos de universidad serían diferentes, sin embargo. Estaba segura de que encontraría a mi príncipe encantador. Mis padres se conocieron en la universidad. ¿Por qué yo no encontraría a mi pareja perfecta allí?

    El camino entero a la universidad se consumió con pensamientos de la variedad de hombres que conocería. Parecía como si estuviera a punto de entrar a un banquete de cuerpos candentes, hermosas sonrisas e inteligencias excitantes. Mi mente tomó posesión de mí, estimulando mi excitación al punto que deseaba haber soltado un poco de tensión antes de salir de la casa. Una buena metida de dedos me podría haber ayudado a enfocarme mejor en lo que realmente importaba—mi educación. Los chicos eran grandiosos y todo, pero no eran la verdadera razón por la que iba a ir a la universidad.

    El tiempo era corto, sin embargo, y para cuando llegué al parqueo del campus universitario, necesité hasta el último minuto para recoger mis cosas y apresurarme a la primera clase del día. Sin aliento, tomé mi puesto, dividiendo mi atención entre mi mochila y el resto de mis compañeros. Mis ojos corrieron por el salón, saltando de hombre en hombre como una abeja se mueve entre un campo de flores. Fiasco. Fiasco. Fiasco. Maldición. Tal vez en mi próxima clase haya algo mejor de dónde escoger.

    Decepcionada, fruncí el ceño, sacando mi libro de texto y poniendo atención a la pizarra, mis pensamientos alejándose de la fantasía excitante y cayendo de nuevo en la aburrida realidad.

    Mi siguiente clase no estuvo mucho mejor. Había un chico adorable aquí y allá, pero nadie que me dejara sin aliento, que causara algún tipo de chispa. Eres demasiado exigente, me dije a mí misma. Fijarse en el físico es superficial. Todo lo que debe importar es encontrar a un chico con un buen corazón.

    Ya conocía a un chico así. Chase Vogel. Habíamos sido amigos desde primer año de bachillerato. Él era bueno y dulce y amoroso, y un poco mi tipo. Durante la mayoría de la escuela secundaria, había estado enamorada de él. Sin embargo, uno de los dos siempre estaba saliendo con alguien más, y para cuando ambos estuvimos solteros al final del último año, él había caído en la zona de amistad. Antes de que me fuera a la universidad, él me había confesado su amor por mí. Las palabras sonaron extrañas viniendo de sus labios, cómo si escuchara a un pariente decirlas. Toda noción romántica de él estaba retorcida en mi mente. ¿Lo quería cómo un amigo? ¿o cómo algo más? Tal vez una parte de mí temía perderlo cómo amigo. Habíamos sido amigos tanto tiempo—cuatro años ya. Al final, lo abandoné de todas maneras... o algo así. En vez de ser valiente con mis emociones, lo evadí. No contesté sus llamadas, y la mayoría del tiempo, ni siquiera respondí sus mensajes de texto. Cuando se dio cuenta de que yo no quería una relación, trató de convertirlo en algo casual. Pero todo había cambiado cuando dijo las palabras. Nunca más podría verlo cómo un amigo de nuevo.

    Cheyenne Grear, dijo el catedrático, su voz profunda y ronca. Mis pensamientos estaban en otro lugar, sin embargo, mi lapicero ocupado haciendo garabatos en el papel mientras mi mente permanecía en Chase y el amor que perdimos. Cheyenne Grear, repitió. La segunda vez, lo escuché.

    Levanté la mano para decir, Aquí, y luego nuestros ojos se fijaron el uno en el otro. Se sintió como si alguien me hubiera golpeado en el estómago, y todo lo que veía eran estrellas. Sin embargo, no parecían muy interesadas en dar vueltas en mi cabeza por mucho tiempo y en vez de eso se fueron directamente a mi concha, causando una necesidad dolorosa. Chispas.

    Me dio una mirada de desaprobación, y se pasó al siguiente estudiante, el íntimo segundo entre nosotros desapareciendo rápidamente. Sus ojos eran casi tan oscuros cómo su cabello, debajo de unas cejas espesas. Parecía una estrella de Rock... o una estrella de cine... o un modelo... o demasiado perfecto para ser un... catedrático de universidad. ¿En serio? ¿Realmente era mi profesor?

    El hambre inundó mis partes bajas mientras lo miraba cómo un gato mira a su presa. Mientras que no era particularmente ancho, su camiseta se estiraba ajustada a través de su pecho, y yo podía ver definitivamente que estaba en buena forma debajo de ella. Un par de jeans abrazaba sus muslos y la curvatura de su trasero. Todo dentro de mí quería envolver mis manos alrededor de sus caderas y presionar su ingle entre el calor de mis piernas.

    Cálmate, Chey, me regañé a mí misma. Es demasiado viejo para ti, y probablemente casado, y es completamente en contra de las reglas acostarse con uno de los maestros. Ciertamente no se miraba viejo. Al final de los veinte. Al principio de los treinta, tal vez. Cualquiera que fuera su edad, ese cuerpo estaba muy bien. Y sus ojos eran tan poderosos. Destilaba confianza en sí mismo mientras caminaba y hablaba. Así es cómo un hombre de verdad debe ser. Suspiré, mirándolo descaradamente por un momento antes de mirar alrededor del salón.  Algunas de las chicas estaban dándole una apreciación similar. El guapísimo bastardo probablemente podía escoger a la que quisiera del salón.

    Estaba de pie frente a la pizarra, el marcador de pizarra un poco seco, rascando la superficie de la pizarra mientras escribía. Cuando terminó, se volvió hacia la clase, señalando sus palabras. Mi nombre es Damien Reed. Yo seré su catedrático de Apreciación al Arte este semestre. Por favor siéntanse libres de llamarme Damien. Que me llamen señor Reed me hace sentir viejo o casado, y no soy ninguna de las dos cosas.

    Interesante dato, señor Reed. Oh, oh, quiero decir Damien. Una sonrisa cruzó mis labios. Damien. Que nombre tan sexi. Un nombre sexi para un hombre deliciosamente sexi. Interesante cómo mencionó que no era casado. Me pregunto si fue a propósito.

    Después de su introducción, Damien se fue directo al trabajo, entregándole una pila de evaluaciones a una chica de la primera fila para que nos las repartiera. Me decepcioné terriblemente de que no los repartiera él mismo. Habría disfrutado mucho de verlo de cerca.

    Tomé la evaluación que me dieron, escribí mi nombre arriba y traté de reenfocar mi atención. Sin embargo, mi mente seguía desviándose al lado sucio del desagüe, y me encontré a mí misma levantando la mirada para ver a Damien mientras iba a sentarse a hacer lo que sea que estaba haciendo. Tatuajes, noté, tratando de controlar mi urgencia de babear. Eso era arte que podía apreciar. Un brazo estaba tatuado con una manga de flores y números. El otro brazo tenía un tatuaje tribal que llegaba hasta la mitad de su antebrazo. Ambos brazos estaban hechos completamente en tinta negra. Nunca había querido tatuajes en mi propio cuerpo, pero definitivamente pensaba que se veían sexis en otras personas.

    Concéntrate, Cheyenne. Lo último que quieres es que él piense que eres una completa idiota, me regañé, obligando a mis ojos a bajar hacia el papel. Aunque no estaba mirando a Damien, su imagen estaba grabada en mi mente, envenenando mi concentración.

    De alguna manera, logré sobrevivir la evaluación. Afortunadamente, no era muy difícil y sólo eran unas cuantas preguntas las que tuve que dejar en blanco.

    Cuando se terminó el tiempo, Damien nos hizo pasar las evaluaciones al frente, negándome, una vez más, la oportunidad de verlo de cerca. Tendré que sentarme más cerca mañana, decidí. Después de recolectar nuestros papeles, él se enfrascó en un discurso sobre lo que podíamos esperar del semestre. Todo sonaba muy aburrido, pero al menos tendría un caramelo para la vista que me ayudaría a soportarlo. Solo mirarlo hablar hacía que unos anhelos incontrolables me atravesaran, anhelos de los que tendría que ocuparme.

    Cuando nos dejaron libres para almorzar, fui directamente a mi carro. Esperar a que todos los demás se fueran del parqueo y me dieran espacio no era una opción. Puse mi carro en Drive y busqué un lugar más aislado para ocuparme. Una vez estuve parqueada, le di una inspección rápida al área a través del parabrisas. Aunque era el campus de una universidad comunitaria, no me parecería extraño que hubieran instalado cámaras en el parqueo. Pensar en ello me ponía paranoica, pero también un poco excitada. Podía imaginarme a un sexi guardia de seguridad sentado en una caseta en algún lugar viendo las pantallas. Probablemente encontraba su trabajo monótono día con día, pero yo estaba a punto de hacerlo mucho más interesante.

    Era demasiado tímida cómo para acariciarme los senos. Hacer cualquier cosa arriba del cincho era un gran no en público. No importa que tan valiente me sintiera, nunca era tan valiente. En vez de eso, me retorcí en el asiento un poco, sintiendo la tela de mi sujetador rozar mis pezones sensibles. Se sentía bien, pero ni cerca tan placentero cómo unos dedos gruesos sujetándolos y retorciéndolos. Mis dedos tenían otro propósito.

    Era un poco complicado abrir las piernas en el asiento delantero de mi Miata, pero hizo lo mejor que pude, arqueándolas lo suficiente para poder meter mi mano por el frente de mi falda y meterla en medio. Por supuesto, imaginarme que era mi propia mano no era divertido, así que imaginé a Damien presionándome contra su escritorio, tratando de alcanzar mi centro tibio. Cuando la punta de mi dedo alcanzó mi protuberancia, se prendieron fuegos artificiales dentro de mi cuerpo.

    Agresivamente, froté, haciendo círculos cerrados y rápidos. Me mordí el labio inferior, tratando de no gemir mientras imaginaba esos ojos marrones mirándome, haciéndome sentir que era mi dueño, como si yo le perteneciera, y él pudiera hacerme lo que quisiera. Él sería así, estaba segura. Dominante y confiado y maravilloso. No como los niños con los que salía en la secundaria.

    Pensar en ellos me estaba apagando, sin embargo, así que volví a enfocar mi atención. Su dedo jugando sin compasión con mi clítoris, deslizándose hacia debajo de vez en cuando para sentir la tibia humedad que forzaba a salir de mí.

    Todo por ti, susurré, y luego las olas me superaron, mandándome a un mar de éxtasis mientras las contracciones subían por mi estómago. Se sentía tan rico que casi babeo sobre mí misma. Cuando la marea bajó, el deseo seguía allí, pero la fantasía se había ido. Damien Reed no estaba a la vista. Era sólo yo y mi carro y el parqueo y un par de bragas húmedas.

    LA PLUMA ES MAS PODEROSA

    El resto de mis clases produjo resultados menos impresionantes en el departamento de chicos. No me malentiendan, había algunos chicos muy calientes. La universidad no podía ser un desierto de fiascos. Pero un Lamborghini se quedaba más tiempo en tu mente que un Porsche, y Damien Reed era definitivamente la crème de la crème.

    Casi me desconcertó saber que había encontrado a un catedrático más atractivo y seductor que cualquiera de mis compañeros. Típicamente, no era de las que van por tipos mucho mayores que yo, pero había algo de Damien Reed de lo que no podía alejar mi mente. Tal vez era el atractivo alto, oscuro y bien parecido. Definitivamente, tenía todo eso a su favor. Todo lo que yo sabía era que estaba caliente por mi profesor.

    Esa idea hizo que una sonrisa cruzara mis labios mientras caminaba hacia la cafetería a encontrarme con mi mejor amiga. Tanya también había tomado la clase de Apreciación del Arte, pero yo había registrado mis clases demasiado tarde como para tener el mismo horario que ella. Estaba interesada en saber que pensaba ella del señor Damien Reed.

    Uf, eso fue agotador, se quejó mientras sacábamos nuestros cafés a la terraza. No puedo creer que me dejaron tarea el primer día de clase. ¿No debería de haber una ley en contra de eso?

    Bueno, estamos en la universidad ahora, respondí, mis pensamientos sucios borrados temporalmente por la depresión de toda la tarea que tenía que hacer y todo lo que tenía que estudiar. Tal vez debí tomarme un año libre de estudios como había planeado originalmente. La idea de saltar de nuevo a las cosas tan rápido era abrumadora, pero ya era muy tarde para retractarse.

    Creo que hay dos clases en las que no me dejaron tarea.

    Igual yo. Apreciación del Arte y Orientación de Negocios.

    Las esquinas de la boca de Tanya se enrollaron en una sonrisa y supe exactamente lo que estaba pensando. A diferencia mía, su gusto en hombres era primordialmente por la variedad mayor. A veces hasta le gustaban hombres espeluznantemente mayores, hombres que podían ser sus abuelos. De momento, ya tenía un sugar daddy que había conseguido en nuestro último año de bachillerato. Eso no la detenía de mirar a otros, sin embargo.

    Damien Reed, dije, tratando de suprimir mi propia urgencia de sonreír como el gato Cheshire.

    Oh. Dios. Es un sueño, chilló ella.

    Sabía que pensarías eso.

    ¿Tú no?

    Bueno, sí. Mis mejillas se pusieron calientes al recordar mi tiempo de juego en el vehículo.

    Y no está casado. ¿Mencionó eso en tu clase también?

    Ajá. Tomé un trago de café.

    Eso tuvo que ser a propósito, cómo un mensaje a todas las chicas solteras. Nadie dice eso solo porque sí.

    Pensé lo mismo. Mi sonrisa decayó. Por alguna razón, la idea de otras mujeres tocándolo me hizo sentir celos instantáneamente. No era cómo que fuéramos íntimos, o si quiera que hubiera hablado con él personalmente. A veces odiaba a mi estúpido cerebro femenino.

    Había varios otros guapos en el campus ahora. Tenías razón, la universidad es como un banquete de hombres calientes. Tanya se retorció en su asiento mientras movía su café. La emoción en sus ojos era casi demasiado entusiasta.

    Gruñí como respuesta, y después escuché cómo hablaba y hablaba sobre este chico y este otro, y cómo había revisado dedos buscando anillos de boda. Todo ese rato, mi mente había estado atascada en Damien Reed y lo que había dicho acerca de no estar casado. Si había sido una invitación abierta, entonces tal vez tenía una oportunidad. Estúpida, estúpida niña, me regañé a mí misma. Si había sido una invitación, ciertamente no había sido una personal. Él era libre para todas, y eso significaba que

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