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La cama de hielo
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La cama de hielo
Libro electrónico41 páginas29 minutos

La cama de hielo

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Suzana se enamora de Tomás, un compañero de clase con una vida peculiar: sus padres trabajan en una funeraria. Al principio, Suzana y Tomás no se llevaban bien, porque él la molestaba y la provocaba por ser una niña, y aún así hablaban con detalles sobre lo que sus padres hacían para preparar un cuerpo.

Sin embargo, con el tiempo Suzana comenzó a ver a Tomás con otros ojos, y de una amistad nació un amor. Pero cuando su relación avanza, ella descubre un terrible secreto sobre él.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento14 jul 2021
ISBN9781071559222
La cama de hielo

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    La cama de hielo - Linda Cipriano

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    Hay un período en nuestras vidas en el que las chicas creemos que los chicos son seres repugnantes y abominables —  y fue eso lo que pensé de Tomás.

    Lo conocí en el primer grado. Tomás era un niño repugnante: se pasaba la mayor parte del tiempo hurgando en su nariz, siempre sudaba por correr y jugar. Su pelo era liso, castaño oscuro, siempre goteando y pegado a su frente sudorosa. Completamente asqueroso.

    Cuando nuestra profesora nos dividió en parejas para hacer un trabajo, me hizo trabajar con Tomás. Yo me moría de rabia, ya que él se metía el dedo en la nariz y cogía un lápiz con la misma mano; tosía sobre el papel; decía cosas desagradables todo el tiempo. Tomaba una oruga de algún lugar de salón y la arrojaba sobre mi bolígrafo, sobre mis bolígrafos de gel de color que mi padre había comprado en el centro comercial sólo para mí. Grité tan fuerte como el día en que vine al mundo y lo odié desde entonces.

    Incluso con él pidiéndome disculpas, obligado por la profesora Lúcia; ponía una seria advertencia en su cuaderno y que sus padres lo verían, firmarían y se pelearían con él; aun sabiendo que su trasero dormiría caliente esa noche de la paliza que su madre le habría reservado, no le perdoné. Pensé que tenía que tomar todas las hawaianas diferentes que existían en el mundo y un poco más; y tal vez los Ipanemas también.

    Otra cosa que aborrecía de Tomás era su negocio familiar: sus padres tenían una funeraria. Durante un tiempo, llevado por su humor agrio y morboso, Tomás hablaba de los cuerpos que llegaban en diferentes horarios del día: brazos con manos cortadas, cuerpos atravesados por balas, cortes que cruzaban toda su cara. Decía cómo su padre tapaba todos los agujeros, incluso los del ano, para que no salieran los intestinos del cadáver, y otro montón de asquerosidades.

    Tomás era el rey de los chicos por contar esas cosas. Cada vez que abría la boca, una chica se ahogaba y se tragaba un vómito. Yo misma me ahogué y me tragué un vómito.

    Sin embargo, dejó de decir las palabras ano e intestinos cuando su madre murió de un cáncer que la mató tan rápido como un disparo en la cabeza, justo cuando Tomás iba en el cuarto grado. La broma ya no era graciosa, no cuando era con su propia madre.

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