Lágrimas y terciopelo carmesí.

Por A L Butcher

Madam Giry se ve envuelta en la tragedia desarrollándose en la Casa de la Ópera; misterio y asesinato acechan los corredores y, se dice, que un fantasma embruja el lugar. Giry sabe la verdad, pues recuerda al joven enjaulado que conoció tantos años atrás. Esta es su historia, la historia de ambos.

Cuando misterios y asesinatos comienzan a ocurrir en la Casa de la Ópera, una mujer sabe quién está detrás de todo, y lo que realmente hay detrás de la máscara. Secretos, mentiras y tragedia cantan una poderosa canción en esta reimaginación de la mítica historia.

Una corta y trágica historia basada en los personajes del Fantasma de La Ópera.

• Idioma: Español
• Editorial: BadPress
• Fecha de lanzamiento: 3 ago 2020
• ISBN: 9781071558133

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Capítulo 1 El Palais Garnier – 1890s

Ningún acto de bondad, sin importar cuán pequeño, será un desperdicio - Aesop.

Madame Lise Giry se desató sus desgastadas botas negras y estiró sus doloridos pies sobre un raído reposapiés. Su habitación era fría, las paredes de piedra absorbían el calor y los colgantes no compensaban mucho. Lise sentía el frío dentro –el frío de un conocimiento y una tristeza mortales. Devoraba el alma y el corazón, pero Lise permanecía dentro de esas paredes. Tenía el deber de hacerlo, pero no era tan simple. Tenía una promesa que cumplir.

La última ópera de la temporada siempre era la más agotadora; tantas expectativas, aprensiones y generalmente errores. Artistas ya consagrados estaban en su punto de quiebre. Ni siquiera los solistas estaban en plena forma, con Babette tropezándose durante su rutina de baile y su compañero lesionándose un musculo intentando compensar. Los cuerpos de ballet estaban muy nerviosos, y Lise no podía culparlos por ello. Los eventos recientes habían traído secuestro, asesinato y extorción. Lise pensaba que era como una novela gótica o una de las cada vez más populares novelas de ficción. Pero esta era aterradoramente real. Aterrorizante. Trágica. Sacudiendo su cabeza teñida de gris, Lise dejó que una lágrima se deslizara por su mejilla ahora que estaba sola. Esperaba que la temporada siguiente fuera más tranquila, al menos tanto como l podían ser las cosas en el volátil mundo del teatro, con sus chismes, romances, y su micro-mundo donde solo aquellos que pertenecían allí entendían. A veces consideraba retirarse y tener una vida normal –fuera lo que aquello fuera, pero en el fondo de su corazón Lise sabía que esta vida y aún más importante, ese lugar estaban en su sangre y en su alma. Y ahí estaba su caballero...

-Ciertamente ha sido una temporada más llena de acontecimientos de lo usual- murmuró al reflejo en el espejo de su habitación. Madame Giry no debería, quizás, haber tenido esa habitación  con su tumbona de madera de ébano y seda desgastada; las obras de arte, antiguas y desgastadas como lo estaban, y el espejo. ¡Sí, el espejo! Los rumores sobre los espejos encantados abundaban, y algunos decían que capturaban el alma. Lise podía creerlo por todo lo que había pasado los últimos meses. En los cargados pasillos de La Casa de la Ópera, se decía que el espejo de Christine candaba y que una vez desapareció a través de él para aparecer en un hermoso palacio subterráneo. Los bailarines y la gente del teatro tenía muchas supersticiones y extrañas creencias pero no todos eran cuentos idiotas. Incluso los mitos pueden estar basados en la realidad.

Lise restregó sus ojos. La tragedia caminaba por los pasillos y las escaleras de la Casa de La Opera. El Ángel de la muerte residía allí. Lise no era una mujer supersticiosa; había visto lo suficiente para admitir creer en fantasmas, ocurrencias extrañas y misterios, pero sabía que generalmente había una explicación racional. Generalmente pero no siempre. Fue criada como católica, pero esos días no recibía respuesta de arriba ni de su Biblia. Una vez le dijeron que no había redención. Su rosario ahora colgaba de un clavo en la pared detrás de una silla en su silla favorita, pero la fe es frecuentemente puesta a prueba. Lise había conocido a un ángel, estaba totalmente segura de esto. Eso había chocado golpeado en su fe más que nada. Los ángeles podían ser condenados, de eso estaba segura. Y su ángel tenía un nombre.

-Pobre Erik-. El sonido subió por su garganta antes de que pudiera siquiera darse cuenta. Pero