Fuera de los Muros
Por A L Butcher y Diana L Wicker
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Cuando la guerra llegue a sus puertas, ¿quiénes sucumbirán ante la catástrofe? Una historia corta sobre la determinación de una mujer durante tiempos de guerra
Ganadora del premio “Chill with a Book” otorgado por Chill Awards.
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Fuera de los Muros - A L Butcher
La duquesa Eleanor Reslin estaba parada en la cima del torreón de la ciudad, observando los rayos ámbar del sol naciente sobre las cristalinas aguas azules del lago. La vista era impresionante en su total majestuosidad, y ella inhaló el aire frio, fresco, pensando que seguía siendo tan gloriosa como cuando la había visto por primera vez. Cuanto la había extrañado en los últimos meses.
Aquellos que una vez huyeron el descontento y la agitación de las tierras orientales lo llamaron la Luz de la Esperanza
en el lenguaje suave y melodioso de aquellos que primero cruzaron las rocas escarpadas y las arrasadoras tormentas de nieve para encontrar esta tierra. Ahora eran tan solo la llamaban Aguas Doradas, probablemente más por el oro traído a la ciudad que por la belleza del amanecer. A esta hora de la mañana, el sol emanaba en la reflexión de las aguas, y Eleanor solo podía sonreír ante su magnificencia. No había habido muchas razones de qué sonreír últimamente, pero esta vista llenó su alma de alegría. Pase lo que pase, sin importar lo que la vida traiga el siguiente día, el sol saldría y emitiría su luz sobre el lago para crear la misma vista esplendorosa. Eleanor tenía que recordar eso.
El descontento en las tierras más allá del valle del que habían huido los antepasados de estas personas parecía, por fin, haberlos alcanzado. La guerra los había alcanzado, y con ella vino la enfermedad, la pobreza, el miedo y la inquietud. Todo esto y más se postraba ahora ante sus puertas.
La madrugada tenía el frío de la primavera y la fresca brisa azotaba el manto de lana sobre sus hombros. El aire helado pellizcaba la punta de sus dedos, pero este era el mejor lugar de observación en toda la ciudad, por lo que se quedó firme, frotándose las manos y deseando haberse acordado de traer guantes. La mañana después de su regreso, ella había estado ansiosa por mirar la ciudad y el hermoso amanecer del que casi se había olvidado.
Cuando la oscura sombra nocturna de la ciudad se disipó, algunas de las áreas parecían más sucias de lo habitual. Había una sombra sobre los muelles, una sensación de hacinamiento que no recordaba haber visto antes. Incluso las casuchas parecían más oscuras, más deprimentes, aunque a esta distancia no era fácil decirlo con total seguridad. Un movimiento inesperado le llamó la atención, y se volvió hacia el sur. Se inclinó sobre las almenas y entrecerró los ojos ante lo que parecía ser un aleteo de telas coloridas a la merced de la brisa. A medida que la luz continuaba disipando el panorama, sus ojos se estrecharon y su mandíbula se apretó. No eran simplemente telas, sino tiendas de campaña, cobertizos, carros y personas acurrucadas contra la muralla de la ciudad. ¿Quizás más refugiados de la guerra? Habían recibido muchos refugiados durante estos tiempos difíciles, pero Eleanor no se había dado cuenta de que las cosas estaban tan mal. Quizás el Consejo no había sido tan honesto con ella como lo pensaba.
El invierno había sido largo y arduo en el alto valle, como si las montañas se le uniesen a ella en su pesar al no haber recibido noticia alguna del campo de batalla antes de que cayera la nieve. La temporada del hielo