Cuentos de Erana mitos y leyendas

Por A L Butcher

En un mundo donde la magia es ilegal y los elfos son esclavos, ¿te atreverás a escuchar los cuentos de antaño? Cinco cuentos místicos, de magia y monstruos.

La luna sobre el agua: la historia de amor entre una diosa y un guerrero y la terrible maldición que trajo.

El cuento de Treyna, la amada: cuando dos dioses rivales ansían a la misma mortal, hasta los cielos se retuercen de magia.

El hijo de la tormenta: un solitario mago encuentra compañía en una criatura de la tormenta, pero la magia cuesta un precio, ¿cuál será?

El frasco azul: una lección que hay que escuchar atentamente porque, de lo contrario, se cometerá un error embarazoso.

La leyenda de Oeliana: la historia de una ninfa y un sapo, magia invocada por celos y deudas pagadas.

• Idioma: Español
• Editorial: BadPress
• Fecha de lanzamiento: 8 jul 2020
• ISBN: 9781071554906

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Introducción

Erana es un mundo de magia. Aunque está prohibida, la magia persiste, pues es salvaje y no cede ante la ley. Es un mundo gobernado por la opresión, pero la esperanza camina en la sombra, esperando siempre una oportunidad para resurgir. Es un mundo donde hay amor y desesperanza en igual medida. Estos son los cuentos y los mitos de ese mundo.

Las razas mortales de Erana son los elfos, los troles y los humanos y cada uno tiene su historia, sus tradiciones y, por supuesto, sus héroes. También hay otras criaturas mágicas y míticas, aquellas procedentes de tiempos antiguos y lugares secretos. Se trata de los dioses, los semidioses y las criaturas nacidas de la magia. Cuando estas criaturas caminan entre los que viven amores efímeros y guerras, abundan la esperanza y la desesperanza, la magia y el caos.

La plaga y la guerra son de sobra conocidas por los habitantes de Erana. Las luchas traen enfermedades, pero la plaga es mucho más que eso. Llevó a los elfos de Erana al borde de la destrucción y afectó a cada raza de un modo u otro. Se alimentaba de la magia, la ignorancia y el miedo, y moldeó el mundo. La plaga trajo consigo la Orden de Cazadores de Brujas y una ley marcial que se convirtió en tiranía. Algunas de estas historias pertenecen a un tiempo anterior a la plaga, a tiempos en los que Erana era un mundo joven y lleno de luz. Otras, no pertenecen a esos tiempos.

Cuentos de los troles

Los troles son los moradores de Erana y viven en lugares donde nadie más puede. Adoran al cielo, a la roca y al agua interminable que recorre su tierra. Normalmente, son un pueblo leal, pues muchos han visto a la diosa del cielo y sus diferentes formas. Saben que los dioses son reales, ya que a veces estos caminan entre ellos. Los troles son cambiaformas, adivinos y oráculos, pero lo que ven puede ser un futuro marcado con sangre. La guerra corre por sus venas, valoran las alianzas tanto como al oro que se oculta en las vetas de las minas. Son seres mágicos a los que la plaga toca por igual y la Orden de Cazadores de Brujas persigue del mismo modo. Así que permanecen en las montañas, vigilando y esperando a que llegue su hora.

La luna sobre el agua

Fluyendo por las acechantes estructuras de las Montañas Dentadas que cruzan la tierra de Erana, hay numerosas cascadas. La nieve dura mucho tiempo y la primavera tarda en llegar pero, cuando lo hace, las aguas corren rápidas y limpias, bramando un canto que resuena entre los picos de las montañas. Tal es la canción que una vez, cuando el mundo era joven, una diosa se detuvo para escucharla. Las sombras abundan entre las cumbres, pero aún más abundantes son las cuevas, y es en estos oscuros lugares donde los pozos de agua, fríos y serenos, reflejan la brillante oscuridad. La diosa ya vivía en las primeras noches del mundo y llegó a tocar la imagen de la luna sobre el agua, reflectada a través de una grieta entre las rocas.

Muchas criaturas nacieron cuando la magia era salvaje y libre. Estas criaturas se convirtieron en guardianes de los lugares silvestres y, cuando hubo mortales que creyeron en ellos, se transformaron en dioses y semidioses, pues aquellos cuyas vidas tienen final suelen buscar a quienes perduran. Acionna había nacido de la roca, el agua y la nieve. Era la hija del todo y la nada, hija de la magia pura de la tierra y las corrientes. Era el paso natural entre la roca y el agua, una verdadera diosa.

Su cabello del color de la nieve le caía como la espuma del agua y se le arremolinaba en la cara, de un tono tan oscuro como las rocas de las que nacen las montañas; negro azulado con pinceladas plateadas, como los destellos del sol de la mañana. Era la esencia de la montaña y del cielo de medianoche. Contemplaba el mundo con unos grandes ojos de ópalo y zafiro,