Mucho se ha escrito sobre una de las tragedias navales más sonadas de la historia. Películas, novelas, cómics, el Titanic sigue atrapando a los amantes de la historia y al público en general. Los recuerdos que quedaron del transatlántico, además de sus restos que descansan en el fondo del océano, se han ido acumulando a lo largo de los años gracias al testimonio de aquellos que tuvieron la suerte de vivir para contarlo. Violet Jessop escribió sus memorias en los años treinta, pero no fue hasta finales de siglo que salieron a la luz. En ellas, se descubrió a una mujer cuya suerte estuvo muy ligada a una profunda fe y una férrea fuerza de voluntad.
Su historia empieza en Argentina, el 2 de octubre de 1887. Sus padres eran dublineses que habían emigrado buscando una vida mejor. En Bahía Blanca, Violet y sus cinco hermanos vivieron en una humilde granja en la que criaban ovejas, donde se convirtió en la fiel ayudante de su madre, agotada por el trabajo, los partos y la crianza de tantos niños, la pérdida de algunos de los cuales tuvo que llorar demasiado pronto.
LA VIDA EN LA GRANJA
Violet recordaba con cariño la vida en la granja, ayudando a su padre en el campo y a su madre en la casa. «Seguía a mamá en