En construcción
Por Aria Cole
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#1 Novella de romance erótico mejor vendida de Aria Cole
Cuando Paige Brennan se muda a un nuevo apartamento, no espera tener que convivir con un vecino del infierno. Sus hábitos nocturnos la mantienen despierta hasta altas horas de la noche; cada embestida y golpe empeora la situación a través de la pared que divide sus habitaciones. Cuando Paige finalmente se encuentra con la ruidosa ave nocturna, está determinada a decirle lo que piensa, aunque sus anchos hombros y su sonrisa libertina la hagan enfurecer.
Stone Garrett está obsesionado con la belleza que vive en el apartamento de al lado. Su boca inteligente y sus curvas peligrosas le hacen perder el juicio. Ella está fuera de su alcance, pero él está resuelto a demostrarle que puede ser todo lo que ella necesita y más. Luego de un encuentro a medianoche que termina con la mano de Stone bajo los pantalones terriblemente cortos de la vecina, se desata la pasión. Pero, ¿existe el amor más allá de la pared que comparten? ¿O están destinados a compartir únicamente un inolvidable rollo de una noche?
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En construcción - Aria Cole
EN
CONSTRUCCIÓN
ARIA COLE
Uno
Paige
Un suave gemido sonó a través de la pared del apartamento de al lado.
Me apreté la almohada contra la cabeza, intentando bloquear desesperadamente los sonidos amortiguados del sexo que hacían eco a través de la pared.
Otro gemido suave.
—Cielos, tengo que mudarme —gruñí y rodé, tapándome la cabeza con la sábana. El constante ruido sordo del cabezal de la cama besando mi pared fue la única respuesta.
—Por favor, Dios, mátame de una vez —recé.
Los sonidos sexuales se fueron apaciguando, los gruñidos débiles se desvanecieron hasta que se hizo el silencio.
Gracias a Dios.
Suspiré, me quité la almohada de la cabeza y encontré mi cabello todo enmarañado alrededor de mis hombros. El reloj marcaba la una de la mañana.
Era la segunda vez en la semana que sucedía lo mismo. Cuando vi este apartamento hacía seis meses, la unidad de al lado estaba vacía. Ni siquiera se me había ocurrido pensar en cómo los sonidos atravesarían las paredes.
¿Cómo se me podría haber ocurrido?
Este era mi primer apartamento, la primera vez que vivía sola. Había vivido con mis hermanas de sororidad en la casa Kappa Alpha en el campus universitario. Pero esto... esto era totalmente distinto.
A pesar de toda la diversión que había tenido en mis años de universidad, yo era más bien una chica responsable y centrada. Me había mudado a los suburbios con la esperanza de conseguir algo de tranquilidad, el tiempo para concentrarme en mis casos y dormir y descansar toda la noche. Las seis y media de la mañana llegaban demasiado rápido.
Si esto continuaba así, tendría que mudarme. Pero, ¿podría cancelar el contrato de alquiler?
Oí los pasos en el otro apartamento, se desvanecieron durante unos minutos y luego regresaron al dormitorio. Luego se oyó el agua de la ducha y solté un suspiro de alivio, conociendo la rutina normal.
Era tan predecible.
Me envolví en la sábana, abracé la almohada y me pregunté nuevamente cómo luciría mi vecino. ¿Bajo? ¿Gordo? ¿Alto? ¿Cabello oscuro? ¿Rubio? Había tenido la esperanza verlo de lejos, pero en la corta semana que llevaba aquí, yo había trabajado hasta tarde y él aún más. No había oído los pasos en el pasillo que compartíamos hasta pasadas las once de la noche. Algunas noches, regresaba mucho después de que yo me hubiera puesto el pijama y estuviera con las gafas puestas y un libro en las manos.
La ducha se apagó unos minutos después y me regañé al instante por no haberme obligado a quedarme dormida antes de que volviera a salir. A veces, luego de bañarse, en vez de irse a dormir, él escuchaba el resumen de ESPN. A todo volumen. Él lo hacía todo a todo a volumen.
Recé porque esta noche no fuera así.
Al día siguiente tenía un caso importante, una cirugía era innovadora y de avanzada en un caniche. Estaba ansiosa de utilizar nuevos equipos en la veterinaria. Había pasado horas leyendo la última bibliografía escrita por otros veterinarios que estaban practicando esos métodos y tenía la vista borrosa.
Al día siguiente tenía que estar bien descansada y despierta.
Mientras mis ojos por fin se cerraban, me apresuré a tomar una decisión: si el señorito Máquina Sexual de al lado me mantenía despierta otra noche, le daría un poco de su propia medicina.
Claro que sería solo yo con mi viejo vibrador de confianza, pero le haría morder el polvo. En el peor de los casos, llegaría al orgasmo por venganza, y luego me quedaría plácidamente dormida. Tal y como hacía mi obsceno vecino.
Dos
Stone
—Mierda. —Gruñí mientras retorcía la llave del buzón en la condenada cerradura imposiblemente pequeña. Golpeé un nudillo contra la puertita metálica, esperando que un milagro moviera la llave hacia la posición indicada y lo abriera. Ese buzón me había dado problemas toda la semana. Tendría que llamar al administrador para que lo arreglara. No tenía tiempo para esa tontería. Ya de por sí, trabajaba mucho.
—Hijo de...
—Tan solo muévela —dijo una voz entretenida sobre mi hombro—. A ver, déjame a mí.
El largo cabello ondulado de color chocolate le caía sobre un hombro. Tenía los pómulos altos y un hermoso rostro con forma de corazón que me miraba de cerca. Y luego, mis ojos cayeron sobre sus labios. Eran tan suaves y llenos, que parecían algo hinchados, pero no al estilo exagerado de Hollywood. Ninguna