Quiénes son y qué sienten las plantas carnívoras
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«Da la impresión de que Alicia Schrödinger aborda una suerte de combinación de dos formas de reír —la que produce el repentino conocimiento y el también repentino descubrimiento de la ignorancia— y aplicarla a otros muchos asuntos que parecen ocupar su campo de interés [...]. ¿Nos enseña Alicia Schrödinger a ver el zen como lo haría un niño, o es preciso ser niño y reír como un niño para entender el zen? Es esta una colección de cuentos atmosféricos, en los que se agitan felizmente el pasado y el futuro, o en los que el futuro viene al rescate del pasado, y cuya clave humorística nos espera casi siempre al final, como conclusión de un misterio que en realidad nunca será resuelto. No podemos ni debemos desvelar aquí las múltiples sorpresas y electrizantes hallazgos que nos depara esta lectura».Del prólogo de MENCHU GUTIÉRREZ
Con humor infrarrojo, Alicia Schrödinger nos presenta en este brillante debut una certera y original colección de cuentos que abordan de manera insólita los temas más dispares: desde los sentimientos de las plantas carnívoras que dan título al propio volumen hasta el feminismo, el cambio climático, el mesmerismo, la vida monástica, la antropología o la música contemporánea.
Alicia Schrödinger
Alicia Schrödinger (Viena, 1957) es hija, sobrina y nieta de científicos y antropólogos. Su infancia transcurrió en diversos países de Europa y América Latina. Desde su graduación en Ciencias Físicas en la Universidad de Monterrey se ha dedicado a la enseñanza y a la investigación durante más de tres décadas. Trabajó dos años en el puntero proyecto del acelerador de partículas LGH. Quiénes son y qué sienten las plantas carnívoras es su primera obra literaria.
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Quiénes son y qué sienten las plantas carnívoras - Alicia Schrödinger
Edición en formato digital: septiembre de 2019
En cubierta: Nepenthes gymnamphora,
de Adolf Glitsch Chromolithograph a partir de una ilustración
de Ernst Haeckel de formas de arte en la naturaleza,
Kunstformen der Natur, Liepzig, Alemania, 1904
Diseño gráfico: Ediciones Siruela
© Alicia Schrödinger
Del prólogo, Menchu Gutiérrez
© Ediciones Siruela, S. A., 2020
Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
Ediciones Siruela, S. A.
c/ Almagro 25, ppal. dcha.
www.siruela.com
ISBN: 978-84-18245-71-8
Conversión a formato digital: María Belloso
Índice
Más allá del color, por Menchu Gutiérrez
QUIÉNES SON Y QUÉ SIENTEN
LAS PLANTAS CARNÍVORAS
La diana y yo
La importancia del tiempo
El robo más ruin
La historia de Lorenzo Chu
La aparición
El río de la pasión se desborda
Directo
Espíritu, soplo divino
Quiénes son y qué sienten las plantas carnívoras
Regalos inesperados de la vida
Decisión y valor
Discurso inaugural de las I Jornadas de Cooperación Fronteriza
Otro caso para la historia
reficuL
Cráneos de primera
Arenga por la dignidad
Las dos caras (Primera parte)
Las dos caras (Segunda parte)
Una pregunta o dos
Ejercicio de hendíadis, del latín hendiadys, y del griego ἓν διὰ δυοῖν1
XXXIII Congreso Internacional por el Consenso Cibernético
Cuatro momentos cruciales en la vida de una mujer, de La historia de Erika (I parte: Inaudible)
(II parte: Una buena escorpio)
(III parte: El cómo)
(IV parte: Un veredicto)
Haiku de otoño en Helsinki
Una tarde en la consulta de un analista (del diario de un analista)
La extraña carta
Viento y Cía
Una semana en la vida de un teléfono (del diario de un teléfono del siglo XX)
Nadie me cree
En honor a la verdad
Última confesión de Nikolai Andreiech Bursanov
Notas de cata (del diario del conde D.)
Ancas de rana primordiales
Sentida carta al compositor Karlheinz Stockhausen
Todo por la amistad
La cumbre inalcanzable
km 666
El cocinero y el azar
La unión
Epílogo-homenaje a Hildegarda Priscilla Schrödinger
Más allá del color
De Alicia Schrödinger apenas si sabemos que ha dedicado cerca de cuarenta años al estudio de la física de partículas y la termodinámica en distintas universidades europeas y americanas.
¿Por qué una persona que ha consagrado su vida a la ciencia escribe un libro como Quiénes son y qué sienten las plantas carnívoras?
Podríamos pensar que los grandes avances que se han llevado a cabo en la neurobiología contemporánea tendrían algo que ver con la elección de este título; sin embargo, desbaratando cualquier hipótesis sobre un potencial contenido científico del libro, y para orientar quizá al lector sobre lo que va a encontrar en su interior, la autora añade el subtítulo Cuentos de humor infrarrojo. Lo cierto es que el epígrafe resulta orientador y desorientador a un tiempo, y esto quizá suceda porque nos obliga a pensar en distintas direcciones.
Por una parte, el término «infrarrojo» nos devuelve al territorio de la ciencia; por otra, asociado al humor, nos lleva a una creatividad que roza lo poético.
Debido a ciertas convenciones sociales bastante establecidas, hemos asociado el humor con distintos colores e incluso sabores. Junto a una mezcla de escozor y escalofrío en la lengua, el humor ácido se clava en la piel como un alfiler. Resulta muy interesante también prestar atención a esos adjetivos que califican al humor como blanco, negro o verde. El humor tiene un reflejo corporal y los sentidos parecen prepararse para recibirlo. El humor verde, por ejemplo, nos devuelve a un paraíso vegetal en el que las desnudeces no se cubren y todo lo que tiene que ver con el cuerpo habla con un doble sentido. La principal seña de identidad del humor blanco es que en su ejercicio se descarta el dolor, quien lo practica huye de cualquier efecto desagradable o negativo; es un humor cercano al juego infantil que enciende la imaginación creadora. Por el contrario, el humor negro está relacionado con los aspectos más sombríos de la naturaleza humana, y, al tratar de la decadencia o la muerte, tiene una misión catártica. El humor blanco es juguetón, y el humor negro es engreído y burlesco; como si el primero conservara todo el candor e inocencia infantiles, y el segundo hiciera gala de su pérdida de fe.
Es muy probable que Alicia Schrödinger, quien aborda en estos cuentos algunos asuntos relacionados con el arte contemporáneo, conozca la teoría de los colores de Kandinski o de Goethe, y, juzgando insuficientes o poco fiables estas categorías, se haya decantado por ensayar una forma de clasificación más abierta.
Como es sabido, el infrarrojo no es un color; más bien está relacionado con su ausencia, con algo que podríamos llamar incluso un más allá del color. Cuando en 1800 el astrónomo inglés William Herschel alojó un termómetro de mercurio en el espectro arrojado por un prisma de cristal, con el objeto de medir el calor emitido por cada uno de los colores, descubrió que el calor era más intenso junto al rojo del espectro, precisamente allí donde no había luz. De esta forma demostró que el calor podía ser transmitido por una forma invisible de luz, que vino a llamarse radiación infrarroja. Un no color que estaría situado por debajo del rojo.
Los rayos infrarrojos, tan queridos por la investigación, se utilizan en la noche, o en lugares cerrados donde reina la oscuridad y la luz no permite ver los objetos. Queda, sin embargo, el calor, y un espacio hecho de luz y oscuridad en el que los colores más calientes serán los más luminosos.
Alicia Schrödinger califica el humor que practica en sus cuentos como infrarrojo. ¿Nos está invitando a ver en la oscuridad? ¿Nos está diciendo que en la oscuridad se descubren otras clases de partículas del humor? ¿Nos está invitando a reír con otros ojos?
Es posible imaginar cómo, una noche, a punto de arrojar el fracaso del día a la papelera, el científico —en este caso Alicia Schrödinger— se contiene, da marcha atrás y vuelve a estirar el papel arrugado con el que ya había formado una bola; lo mira con atención y encuentra una fértil sucesión de montes y valles: la papelera es en realidad un contenedor de tesoros. El desconocimiento se agranda hasta alcanzar proporciones que desbordan cualquier hoja de papel, pizarra o pantalla de ordenador y, acompañando el descubrimiento del descomunal desconocimiento, se escucha una risa profunda. El ejercicio científico produce muchas veces el efecto que nos causa ver a niños pequeños vestidos con la ropa de sus padres, o calzados con sus zapatos, ropa y zapatos de la talla desdibujada de los gigantes.
Entre la gran variedad de ensayos llevados a cabo por la inteligencia artificial, en 2007, el sistema STANDUP ideó un programa que creaba retruécanos y chistes originales. Según los analistas, el nivel de humor no era muy elevado, aunque los niños encontraban dichos chistes muy consistentes y cabe reflexionar sobre ese «nivel de humor», la creciente complejidad de los elementos humorísticos.
¿Puede la complejidad del humor encontrar un correlato matemático?
A veces, como sabemos, la dificultad radica en desaprender lo aprendido.
Aprender, desaprender para aprender, volver a desaprender y aprender de nuevo; recuperar algunos elementos de la infancia por medio de un desaprendizaje exhaustivo.
Un niño aburrido se cae de la silla siguiendo el vuelo de una mosca. Ahora, frente a la pizarra de fondo, en la que hay escrita una compleja fórmula matemática, Alicia Schrödinger se encuentra en el suelo tras haber seguido el vuelo de una mosca a punto de ser atrapada por una planta carnívora y, antes de que un hipotético observador se ría, la científica parece reírse de sí misma, e invitar a sus lectores a hacer lo mismo.
Junto al reconocimiento de la mayor ignorancia que produce una sonora carcajada, se encuentra también el descubrimiento de algo elemental que siempre ha estado ahí, pero ante cuya visión habríamos estado ciegos hasta entonces.
El sistema astronómico de Ptolomeo —en el cual la Tierra ocupaba el centro y la Luna, el Sol, los planetas y las estrellas orbitaban a su alrededor— era extraordinariamente complejo y fue indiscutido durante más de mil años. La exactitud de sus predicciones fue objeto de múltiples mejoras que fueron complicando cada vez más el modelo. Podemos imaginar la sorpresa de Copérnico al descubrir que el sistema