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FANTASMAGORIANA o Antología de historias sobre apariciones de espectros, espíritus, fantasmas, etc.
FANTASMAGORIANA o Antología de historias sobre apariciones de espectros, espíritus, fantasmas, etc.
FANTASMAGORIANA o Antología de historias sobre apariciones de espectros, espíritus, fantasmas, etc.
Libro electrónico253 páginas7 horas

FANTASMAGORIANA o Antología de historias sobre apariciones de espectros, espíritus, fantasmas, etc.

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Buena compañía, noches lo suficientemente lúgubres y un libro, este que se revela ante usted, probaron ser la fórmula perfecta para la creación de monstruos, hace ya más de doscientos años, cuando el posteriormente afamado grupo de Villa Diodati, una pequeña reunión de ávidos lectores y escritores, decidió extender más allá de las historias que encontraron en este libro el terror que lograron sembrar en ellos. “Cada uno escribirá una historia de terror”, fue el reto literario del que nacerían no uno sino varios monstruos, entre los que se destacan nada más y nada menos que la criatura de Frankenstein y el primer vampiro moderno.

Fantasmagoriana, esta antología traducida del alemán al francés para el grupo de Villa Diodati (y para nosotros por primera vez en dos siglos al español), es un fenómeno editorial que dio grandes saltos en sus primeros años, pero pronto fue olvidado en los estantes. Esta es una compilación de cuentos de terror capaz de inspirar las mentes de los más diversos públicos, de la que muchos saben pero que eludió incluso a la misma Mary Shelley tras esa primera importante lectura, como si de un fantasma se tratase. Fantasmagoriana, refugio de tantas rarezas... es un fantasma.

-

La lectura de esta antología de cuentos alemanes no solo entretuvo al pequeño grupo conformado por Byron, Claire Clairmont, Polidori y Mary Wollstonecraft Godwin (Luego Shelley) y Percy Bysshe Shelley durante el lluvioso verano de 1816 en Villa Diodati, en Cologny, sino que convirtió la velada del 16 de Junio De 1816 en un hito legendario en la historia de la literatura del gótico prerromántico y a la villa, ubicada sobre una colina que domina el lago Lemán a las afueras de Ginebra, en lugar de peregrinación de devotos lectores. Publicado en París en la imprente Le Normant en 1812, en dos pequeños tomos de 276 páginas el primero y de 34 el segundo con crédito del editor F. Schoell, Fantasmagoriana reúne ocho relatos traducidos del alemán al francés por Jean-Baptiste Benoît Eyriès, y ahora por primera vez al español por Mateo Cardona Vallejo.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento9 ago 2021
ISBN9789584933737
FANTASMAGORIANA o Antología de historias sobre apariciones de espectros, espíritus, fantasmas, etc.
Autor

Editorial Foco

Todo cambia ante la luz de una idea.Editorial independiente colombiana,en búsqueda de tinieblas literarias que disipar.Del rayo que inspiró a Víctor Frankenstein al fuego que despertó la conciencia de su criatura, la luz es símbolo de conocimiento. Protagoniza ese instante en el que no se puede dar vuelta atrás pues a partir de entonces se conocen las posibilidades.Como editorial independiente queremos ser esa luz que trae a la vida libros perdidos y necesarios. Queremos descubrir nuevas posibilidades para traerlas a ustedes, nuestros lectores.

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    FANTASMAGORIANA o Antología de historias sobre apariciones de espectros, espíritus, fantasmas, etc. - Editorial Foco

    EDITORIAL FOCO

    Título original:

    Fantasmagoriana ou recueil d’stories d’apparitions de spectres, revenans, fantômes, etc.

    Título del alemán del que se basó parcialmente la versión en francés:

    Das Gespensterbuch.

    Primera edición en Editorial Foco: Agosto 2020.

    Johann Karl August Musäus, Johann August Apel, Friedrich Laun, Heinrich Clauren.

    1812, Traducción al francés: Jean-Baptiste Benoît Eyries.

    © 2019, Traducción al español: Mateo Cardona Vallejo.

    ©Edición: Laura Carolina Castiblanco Arévalo.

    ©Diseño e ilustración: Paula Andrea Sandoval Mosbey.

    Todos los derechos reservados. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, su distribución en cualquier tipo de soporte o transmisión a través de cualquier medio sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual. Gracias por apoyar la cultura al comprar legalmente.

    ISBN: 978-958-49-3373-7

    Se digitalizó en 2021

    Jean-Baptiste Benoît Eyriès

    FANTASMAGORIANA

    o

    Antología de historias

    sobre apariciones de espectros,

    espíritus, fantasmas, etc.

    Traducción de

    Mateo Cardona Vallejo

    Por: Editorial Foco

    CONTENIDO

    NOTA DEL TRADUCTOR

    NOTA SOBRE LA EDICIÓN

    PREFACIO

    El amor mudo

    Retratos de familia

    La cabeza de muerto

    La novia muerta

    La hora fatal

    El espíritu del difunto

    La alcoba gris

    La alcoba negra

    NOTA DEL TRADUCTOR

    Cualquier seguidor medianamente apasionado de Mary Shelley ha oído hablar alguna vez de Fantasmagoriana, el libro de relatos de aparecidos que inspiró la redacción de Frankenstein o el moderno Prometeo (1818), del no tan célebre pero bastante controvertido relato de John William Polidori, El vampiro (1819), inicialmente atribuido a Lord Byron, y de una parte de Las peregrinaciones de Childe Harold byronianas. La lectura de esta antología de cuentos alemanes no solo entretuvo al pequeño grupo conformado por Byron, Claire Clairmont, Polidori, Mary Wollstonecraft Godwin (luego Shelley) y Percy Bysshe Shelley durante el lluvioso verano de 1816 en Villa Diodati, en Cologny, sino que convirtió la velada del 16 de junio de 1816 en un hito legendario en la historia de la literatura del gótico prerromántico y a la villa, ubicada sobre una colina que domina el lago Lemán a las afueras de Ginebra, en lugar de peregrinación de devotos lectores. Yo mismo me convertí en uno de ellos.

    Publicado en París en la imprenta Le Normant en 1812, en dos pequeños tomos de 276 páginas el primero y de 304 el segundo con crédito del editor F. Schoell, Fantasmagoriana, ou Recueil d’histoires d’apparitions de spectres, revenans, fantômes, etc., reúne ocho relatos traducidos del alemán al francés por Jean-Baptiste Benoît Eyriès, quien se califica a sí mismo en la portada del libro como «un amateur». El volumen que los lectores sostienen entre sus manos reúne por primera vez en nuestra lengua la totalidad de los cuentos de la edición original. Esta traducción al español de Colombia procede del ejemplar que reposa en la Biblioteca de la Región Sur de la Universidad de California (UCLA).

    Más que un simple aficionado, el geógrafo, lingüista y políglota francés (hablaba nueve idiomas), nacido en Marsella en 1767, también fue botánico y especialista en mineralogía. Posiblemente explorador frustrado, Eyriès fue un escritor al que obsesionaban los viajes y las tierras exóticas, y promotor de las sociedades científicas de su tiempo. Fue por iniciativa propia que Eyriès decidió reunir bajo el título de Fantasmagoriana los diversos cuentos, procedentes en su mayoría de Das Gespensterbuch, el «Libro de los fantasmas», y otros de las plumas de Johann Karl August Musäus y Heinrich Clauren. Al comienzo de cada relato encontrarán una nota al pie con la mención del texto original alemán traducido por Eyriès.

    La edición de 1812 presenta diversos rasgos peculiares que los lectores merecen conocer. En el plano léxico encontré algunas voces cuyo sentido se ha desplazado a lo largo de los dos siglos transcurridos, como «compagnie» y «société» por citar solamente dos, y ciertas fórmulas de trato y cortesía que sonaban demasiado verbosas en español. Naturalmente y como también ocurre en las letras colombianas de la misma época, la ortografía y puntuación presentaban a su vez grandes diferencias con las del francés actual. Procuré, sin embargo, preservar el estilo de Eyriès siempre que fuera posible sin entorpecer la lectura, así como el espíritu de su tiempo. Restituí a los personajes sus nombres originales alemanes, teniendo en cuenta que hoy en día no los «domesticamos». También advertí que en el tomo segundo Eyriès, tal vez fatigado o víctima de esa premura por entregar el trabajo a la que tan a menudo se ven sometidos tantos traductores, confundía en los diálogos los nombres de los personajes: le pasa hasta al más curtido. Como en la mayoría de las ocasiones tuve acceso a los textos originales en alemán, o en inglés en la versión parcial de Sarah Elizabeth Brown Utterson publicada en 1813 como Tales of the Dead, el cotejo me permitió resolver estas dudas sin dejar de ser fiel a la obra en su conjunto. La fina atención al detalle, así como la paciencia y el sabio criterio de mis editoras, especialmente de Laura Carolina Castiblanco, sirvieron para acabar de pulir los textos. A ellas infinitas gracias por permitir que los personajes de Fantasmagoriana se levanten de nuevo desde ultratumba para, ojalá, venir a perturbar los sueños de una nueva generación de lectores cuando corren tiempos en que la mayoría de la gente parece muerta en vida. Confío en que de algún modo oscuro y artificioso lograré mover los hilos en la utilería de sus pesadillas.

    Mateo Cardona Vallejo

    Bogotá, Cementerio Central, septiembre de 2019

    NOTA SOBRE LA EDICIÓN

    Fantasmagoriana, el libro que tiene ahora en sus manos, ha sido objeto de tan sorprendentes circunstancias que no es exagerado pensar como una más el hecho de que, a pesar de su relevancia y proliferación, consiguiera con tanta facilidad regresar a las sombras, a ser solo un rumor, una referencia jamás encontrada en español. Pero solo hasta ahora, cuando emprendemos nuestro camino como editorial independiente, con la osada tarea de regresarla desde los muertos.

    Esta antología de fantasmas ha corrido con la suerte de recibir fuerza vital de todos los que se han visto involucrados en esta, su primera edición en nuestro idioma. Tras más de doscientos años de su publicación, nosotros, un nuevo grupo reunido en torno a su lectura, hemos reencontrado esa fascinación que le permitió ser un fenómeno editorial desde que salió al público y como equipo, por primera vez bajo el nombre de Editorial Foco, nos esforzamos por cuidar de cerca el detalle, para que cada lector se sumerja en las maravillas y el misterio que se reúnen en sus páginas y la experiencia de su lectura sea tan memorable como lo fue para nosotros.

    Agradecemos a esos nuevos lectores cuya avidez y despierta curiosidad les trajeron hasta aquí, a ustedes que nos brindan su confianza al recorrer estas páginas y se unen a nosotros en una nueva reunión en torno al terror. Esperamos que la suma de nuestros esfuerzos logre también cautivar a quienes fueron atraídos hasta aquí por la necesidad de respuestas, a quienes buscan un eco de la inspiración de antaño o un fragmento fantasmal de literatura.

    Finalmente, les entregamos este libro con una última advertencia: este no solo es el libro de los fantasmas, es a su vez el libro de los monstruos; no porque los contenga, sino porque los crea. Puede que incluso no sea vana la esperanza de que sigan levantándose tras esta nueva aparición que llega hoy hasta ustedes. Atengámonos a las consecuencias.

    Laura Carolina Castiblanco Arévalo

    2020

    .

    FANTASMAGORIANA

    o

    Antología de historias

    sobre apariciones de espectros,

    espíritus, fantasmas, etc.

    Traducidas del alemán por un Aficionado.

    Falsis terroribus implet.

    Horacio.

    PREFACIO DEL TRADUCTOR

    ¹

    Se piensa con bastante frecuencia que ya nadie cree en aparecidos. Esta opinión no parece, sin embargo, del todo exacta, cuando se reflexiona en ella con un poco de madurez. En efecto, sin hablar de los menores de edad y de los montañeros, convencidos los unos de la existencia de espíritus o duendes, guardianes de los tesoros encerrados en el seno de la tierra y los otros de la verdad de las apariciones de fantasmas que anuncian noticias ya sea agradables, ya sea nefastas, ¿no cabe preguntarse por qué, entre nosotros, ciertos individuos se niegan a pasar por un cementerio una vez se ha desvanecido el día? ¿Por qué otros experimentan un escalofrío involuntario al entrar de noche a una iglesia, o a una edificación vasta y deshabitada? ¿Por qué, en fin, personas que gozan de una reputación merecida de buen sentido y de audacia no se atreven, en las tinieblas, a arriesgarse a visitar lugares donde están seguras de no tener nada que temer de los vivos? Se repite sin cesar que solo a estos hay que tenerles miedo y, no obstante, se le tiene pavor a la noche pues se cree, por tradición, que es el momento que prefieren los fantasmas para aparecérseles a los habitantes de la tierra.

    Admitiendo, por lo demás, como verdad demostrada que salvo pocas excepciones ya nadie cree en aparecidos, y que todos los tipos de espanto de que acabamos de hablar solo se deben a un horror a las tinieblas natural al hombre, horror del que no se puede dar razón, hay un hecho cierto y es este: agrada mucho escuchar las historias de aparecidos, de espectros, de fantasmas. Tenemos por lo maravilloso cierto gusto que nos hace prestar oído atento a todos los relatos cuyos sucesos se salgan de la esfera habitual de las cosas. Sin duda por eso en otros tiempos el estudio de las ciencias se salpicaba de prodigios; hoy en día se le ha reducido a la simple observación de los hechos. Esta revolución benéfica y adecuada para apresurar el progreso de la verdad disgustó, sin embargo, a algunas mentes: dijeron que se había despojado a las ciencias de uno de sus atractivos más vivos, y que el nuevo método marchitaba el alma y restaba encanto al estudio. No dejan pasar ninguna ocasión para que lo sobrenatural recupere un poco de ese imperio del que justamente se le privó y se jactan abiertamente de esos esfuerzos de los que, no obstante, no pueden alegrarse, pues los prodigios quedaron proscritos por siempre jamás de los tratados de física e historia natural.

    Pero aunque lo maravilloso y lo sobrenatural estén mal ubicados en esa clase de obras, lo están perfectamente en un libro del tipo de este que publicamos. Aquí no pueden acarrear ninguna consecuencia peligrosa para la mente; pues se espera, de acuerdo con el título, leer cosas extraordinarias a las que cada quien puede dar crédito según su grado de credulidad. Es bueno también que existan unas especies de repertorios donde se hallen algunas huellas de las excentricidades de la imaginación a las que por tanto tiempo se entregaron los hombres. Aunque hoy en día nos reímos de ellas, no es probable que los relatos donde los fantasmas son protagonistas dejen de circular entre nosotros. Mientras exista la especie humana se hablará de aparecidos y de espectros, habrá visionarios de buena fe.

    Se habría podido, en este prefacio, tratar de manera erudita y metódica la cuestión de las apariciones; pero solo se repetiría lo que don Calmet y el abad Lenglet-Dufresnoy dijeron ya sobre la materia. Prácticamente la agotaron, de suerte que sería muy difícil escribir después de ellos cualquier cosa que tuviera el mérito de la novedad. Las personas curiosas por conocer todo lo relativo a las apariciones consultarán con provecho las obras de estos dos escritores. Ellos ofrecen relatos al menos tan extraños como los que aparecen en nuestra antología. El abad Lenglet-Dufresnoy², aunque diga que realmente hay apariciones, no parece dar crédito a lo que refiere; pero don Calmet termina, como lo observa Voltaire, por dar la impresión de creer lo que cuenta y, sobre todo, las horripilantes historias de los vampiros. Nosotros agregaremos, para instrucción de las personas que estarían tentadas de profundizar el tema en cuestión, que el abad Lenglet-Dufresnoy dejó una lista de los principales autores que versaron sobre espíritus, demonios, apariciones, sueños, magias y espectros.

    Después de que el laborioso escritor publicó esa reseña, Swedenborg y Saint-Martin se hicieron conocer por sus obras; se publicaron también en Alemania libros donde se trata a fondo la cuestión de la aparición de espíritus. Los dos autores que la abarcaron de manera más detallada son Wagener y Jung. El primero, en su libro titulado: Los espectros³, intenta explicar las apariciones y vincularlas con causas naturales y ordinarias. El segundo, por el contrario, cree firmemente en los espíritus. Su teoría de la Fantasmatología⁴ presenta las pruebas menos dudosas de esta aserción. Ese libro, fruto de una imaginación ardiente y exaltada, es en cierta manera el manual de la doctrina de los «videntes» modernos, conocidos en Alemania bajo la denominación de Stillingianer. Deben ese nombre al de Stilling, bajo el cual Jung hizo publicar las Memorias de su vida, que forman una serie de diferentes obras.

    Esa secta, que existe realmente, se injerta en el Swedenborgianismo y en el Martinismo, y cuenta con numerosos adherentes, sobre todo en Suiza. Vemos también, en el número de diciembre de 1811 del Monthly Review, que M. Grant dio detalles bastante pormenorizados sobre apariciones de espíritus a los que los montañeros escoceses dan crédito implícito.

    Al seleccionar los cuentos traducidos del alemán que se ofrecen al público, no se descuidó nada para merecer la aprobación de las personas a quienes agrada este tipo de lecturas. Si esta antología cuenta con la fortuna de cosechar algún éxito, otra le seguirá donde se procurará asimismo excitar la curiosidad de los aficionados.

    En cuanto a las personas de gusto difícil, a quienes parecería extraño que pudiera haber el menor destello de verosimilitud en todos estos relatos, que recuerden las palabras de Voltaire al comienzo de su artículo Aparición, en el Diccionario filosófico: «No es raro en absoluto que una persona profundamente conmovida vea lo que no existe»

    EL AMOR MUDO

    Anécdota del siglo XVI

    Había en Bremen un rico negociante, de nombre Melchior. La gente había observado que siempre se frotaba la barbilla con satisfacción cada vez que el sermón hablaba sobre el rico del Evangelio que, comparado con él, no era más que un pequeño vendedor al detal. Este Melchior tenía tanta plata que había hecho recubrir con escudos el piso de su comedor. Semejante lujo escandalizaba a los conciudadanos y cofrades de Melchior. Lo atribuían a vana ostentación, sin desentrañar el verdadero motivo; pero servían a la perfección las intenciones de Melchior cuando reprochaban sin cesar aquella vanidad fastuosa: propagaban el rumor de la riqueza inmensa de su cofrade y aumentaban su crédito de manera singular, de modo que aquel capital muerto, públicamente exhibido, generaba unos intereses inmensos.

    Melchior murió de repente en un banquete comunitario; no tuvo, por consiguiente, tiempo de hacer sus disposiciones testamentarias y legó todos sus bienes a su único hijo, Franz, quien acababa de alcanzar la mayoría de edad. La naturaleza había favorecido a este joven de manera extraordinaria, ya fuera por los dones externos o por las cualidades de su corazón y espíritu; pero la herencia inmensa que recibió de su padre causó su ruina. Apenas probó el placer de verse dueño de una fortuna considerable, dispuso de ella como si hubiera sido una carga para él: incurrió en gastos extravagantes de toda clase y descuidó los negocios. Dos o tres años pasaron sin que sus disipaciones le hicieran darse cuenta de que sus ingresos bajaban; pero al cabo los cofres se vaciaron. Un día en que Franz presentó una asignación importante a su contador, este no pudo honrar su mandato y lo dejó hacer el protesto. El contratiempo entristeció profundamente a nuestro pródigo, pero solo arremetió contra el asistente reacio a sus determinaciones y no buscó la causa en su vida desordenada. Después de maldecir y tronar, dio a su ecónomo la orden firme y lacónica de buscar plata.

    Todos los agentes, cambistas y usureros se pusieron en acción. Las cajas vacías se llenaron a un enorme interés porque el piso del comedor constituía, en opinión de los prestamistas, una excelente fianza. El paliativo tuvo efecto por un tiempo; pero de golpe circuló el rumor por la ciudad de que el famoso piso de plata había sido discretamente removido. El asunto, por solicitud de los acreedores, se examinó y constató jurídicamente; entonces exigieron su pago; y como no pudo realizarse, hicieron embargar las propiedades inmuebles y muebles de Franz. Todo se subastó: no le quedó nada, a excepción de unas joyas que habían hecho parte de su herencia y que podían por poco tiempo mantenerlo a salvo de la necesidad.

    Se retiró a una callecita de un barrio alejado donde vivió con mucha estrechez. No obstante, se adoptó a las circunstancias. Pero el tedio lo devoraba: no encontró más recurso para ahuyentarlo que tocar el laúd. Cuando este ejercicio lo fatigaba, se asomaba a la ventana y tomaba nota del estado del tiempo. Su espíritu observador no tardó en hallar un objeto que lo ocupó íntegramente.

    Frente a sus ventanas residía una mujer respetable que hilaba de la mañana a la noche para ganarse el sustento y el de Meta, su hija, una joven llena de gracia y encanto. Había conocido tiempos más felices: el marido, propietario de un navío que cargaba por cuenta propia, viajaba cada año a Amberes pero en una tempestad el mar se lo había tragado con todo cuanto poseía. Su viuda soportó la doble pérdida con resignación y firmeza, y se propuso subsistir solamente con su trabajo para alimentarse ella y a la niña aún pequeña. Cedió a los acreedores de su marido la casa y el mobiliario, y se vino a vivir a la callecita donde, por su constancia, encontró los medios para no tener obligación con nadie. Educó a la hija en el trabajo y vivió con tanta economía que, con sus ahorros, pudo montar un pequeño negocio de lino.

    Mamá Brigitta —así se llamaba nuestra viuda— no pensaba terminar sus días en una situación tan lamentable. La esperanza de un mejor porvenir sostenía su ánimo. La belleza y grandes cualidades de su hija, a quien educaba de la mejor manera posible, le hacían pensar que se le presentaría un buen partido. Meta vivía tranquila y aislada con su madre; no se dejaba ver en ningún paseo público y solo salía para ir cada día a misa.

    Un día en que Franz, desde su ventana, hacía sus observaciones meteorológicas, divisó a la hermosa Meta que, bajo la mirada vigilante de su madre, regresaba de la iglesia. El corazón de Franz era nuevo aún: los ruidosos placeres de su vida pasada no le habían dado la ocasión de conocer el verdadero amor. En un momento en que todos sus sentidos estaban tranquilos, el vislumbre del rostro de mujer más encantador que jamás hubiera visto lo cautivó. Ya solo se entretuvo con el objeto adorable que sus ojos habían descubierto. Interrogó a su hospedador acerca de las dos mujeres que vivían en la casa de enfrente y se enteró de los detalles que acabamos de contar.

    Experimentó en aquel momento, por primera vez, un arrepentimiento muy profundo por las prodigalidades que lo habían arruinado; pero solo lamentó sus antiguas riquezas por la idea de no poder ofrecérselas a la encantadora Meta, único objeto de su cariño. Su alojamiento en esa calle angosta le pareció preferible a las casas más magníficas de Bremen. Se quedaba todo el día en la ventana para no perder la ocasión de ver a Meta: era su mayor dicha.

    Por desgracia, mamá Brigitta hizo observaciones por su cuenta. No tardó en sospechar el motivo que mantenía con tanta constancia a su vecino al acecho. Lo que sabía sobre la vida pasada de Franz le había dado de él la peor opinión; mantuvo las cortinas de su ventana rigurosa y continuamente cerradas, impuso a su hija la orden expresa de no dejarse ver, y cuando iban a la iglesia le ordenaba llevar velo y la hacía caminar delante de ella para que su rostro escapara a las miradas del centinela observador.

    Franz no gozaba de una gran reputación por su agudeza, pero el amor despierta todas las facultades del alma. Se dio cuenta de que, de tanto asomarse irreflexivamente a la ventana, se había puesto en evidencia. Abandonó, pues, su puesto y tomó la firme resolución de no volver a él bajo ningún pretexto. Pero ingenió el medio para continuar sus observaciones sin ser descubierto y la imaginación le resultó de gran ayuda.

    Alquiló el espejo más grande que pudo

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