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Cuervo. Naturaleza, historia y simbolismo
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Libro electrónico248 páginas2 horas

Cuervo. Naturaleza, historia y simbolismo

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«El libro de Sax recorre de forma amena la historia cultural y científica de la familia de los córvidos [...] y sigue la pista de las ambivalentes respuestas ante estas aves tan pícaras».The Guardian
El cuervo es una de las criaturas más inteligentes, elegantes y misteriosas de nuestro planeta. Portadoras de una carga simbólica y espiritual tan poderosa como variada, estas aves han desempeñado un papel primordial a lo largo de la historia en un amplio abanico de culturas: desde la china hasta la de los indios de las llanuras norteamericanas, los cuervos son mensajeros de profecías; en Grecia, por sus danzas de cortejo y sus uniones monógamas, eran invocados en las bodas como símbolo del amor conyugal, y en la cosmovisión vikinga se les asociaba con el dios supremo Odín.
Boria Sax estudia en este libro el papel preponderante del cuervo en los mitos, en el arte o en la literatura: desde el cuervo que envió Noé hasta las deidades córvidas de los esquimales, las leyendas taoístas, las novelas victorianas y los largometrajes contemporáneos. Una obra apasionante e imprescindible para todo aquel que alguna vez se haya sentido intrigado, perplejo, molesto o embelesado ante estas aves místicas y vivaces.
IdiomaEspañol
EditorialSiruela
Fecha de lanzamiento26 jun 2019
ISBN9788417860660
Cuervo. Naturaleza, historia y simbolismo
Autor

Boria Sax

Boria Sax (White Plains, Nueva York, 1949), escritor y profesor en el Mercy College, da clases en la prisión de Sing Sing, en el norte del estado de Nueva York, y en la Universidad de Illinois, en Spring­field. Es autor de numerosas obras, muchas de ellas centradas en la relación entre los seres humanos y los animales. Ha trabajado como consultor de derechos humanos en Amnistía Internacional, Helsinki Watch y Derechos Humanos en Internet.

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    Cuervo. Naturaleza, historia y simbolismo - Boria Sax

    Edición en formato digital: junio de 2019

    Título original: Crow

    En cubierta: ilustración de © iStock.com / Andrew Howe

    Diseño gráfico: Ediciones Siruela

    © Boria Sax, 2003 and 2017

    Crow by Boria Sax was first published by Reaktion Books,

    London, UK, 2003, replublished in 2017

    © De la traducción, Julio Hermoso

    © Ediciones Siruela, S. A., 2019

    Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Ediciones Siruela, S. A.

    c/ Almagro 25, ppal. dcha.

    www.siruela.com

    ISBN: 978-84-17860-66-0

    Conversión a formato digital: María Belloso

    Índice

    Prefacio

    Introducción

    UNO

    Mesopotamia

    DOS

    Egipto, Grecia y Roma

    TRES

    La Edad Media y el Renacimiento en Europa

    CUATRO

    Asia

    CINCO

    La cultura de los nativos americanos

    SEIS

    La época del Romanticismo

    SIETE

    El Señor de los Cuervos

    OCHO

    A partir del siglo XX

    Cronología del cuervo

    Bibliografía

    Agradecimientos

    Agradecimientos de las ilustraciones

    Prefacio

    Hace algunos años que el editor Jonathan Burt me pidió que escribiese el primer título de una nueva colección de la editorial Reaktion Books titulada «Animal» y me dijo que podía escoger la criatura que yo quisiera. Elegí el cuervo, un animal con tantas dimensiones que de ninguna manera podría reducirse a estereotipo alguno. Cuando empecé a escribir el presente libro, mi planteamiento fue el de dejar a un lado numerosos protocolos académicos y concentrarme, simplemente, en todo aquello que tenía de especial el tema que había elegido. En ocasiones, puedo haber llegado a ser tan idiosincrásico como los propios córvidos.

    Hay partes de Cuervo que, de forma inevitable, han quedado desfasadas. Esto concierne de manera especial al debate sobre los cuervos de la Torre de Londres, que yo mismo he demostrado que llevan allí más o menos desde 1883, y no, como dicen las guías turísticas, desde el reinado de Carlos II de Inglaterra o antes. Los cuervos se trajeron para ambientar la Torre de Londres cuando el edificio se mostraba a los turistas como un castillo gótico, con todos los cuentos de fantasmas, tiranos y damiselas en apuros que lo acompañaban. Después, durante la Segunda Guerra Mundial, los cuervos —con sus finos sentidos— se utilizaron de manera extraoficial para dar los primeros avisos de los aviones y las bombas enemigas que se aproximaban, una actividad de la que se supone que surgió esa «ancestral» leyenda de que Inglaterra caerá si los cuervos abandonan la Torre. Han pasado de ser la encarnación de la fatalidad a convertirse en mascota nacional, protectores del reino y —quizá lo más importante— símbolo de nuestro precario patrimonio medioambiental.

    En cuanto a las secciones más científicas del libro, ese tipo de información se queda obsoleta casi tan rápido como el software. Prácticamente cada mes se llevan a cabo nuevos descubrimientos que documentan la inteligencia de los cuervos. Un equipo de científicos bajo las órdenes de John Marzluff ha demostrado que dichas aves pueden reconocer las caras de los seres humanos y recordarlas durante años, y que se dan cuenta de quién se muestra amistoso con ellos o de quién trata de molestarlos, e incluso pueden transmitir dicho conocimiento a su descendencia.

    Todo ello confirma la tesis de esta obra, es decir, que es posible que los cuervos sean los únicos animales que no solo tienen un interés pragmático en el ser humano, sino también intelectual. Nos observan de forma constante sin un motivo que nos resulte demasiado obvio y se les da muy bien interpretar la comunicación no verbal del ser humano. A los chimpancés les resulta extremadamente difícil descubrir lo que queremos decir las personas cuando señalamos con un dedo, pero los perros y los cuervos lo comprenden sin que nadie se lo enseñe.

    Muchos animales tienen una relación con el ser humano que, si bien viene determinada por la costumbre y la utilidad, es tan específica como cualquier nicho ecológico. Entre estas criaturas se encuentran, por ejemplo, el perro, la oveja, el gato, el ciervo y la abeja. En todos los casos, la relación tradicional incluye derechos, deberes y expectativas mutuas. Sin embargo, la relación humana con los cuervos es única en su simetría y en su reciprocidad.

    Tanto el ser humano como el cuervo tienen el núcleo familiar como unidad básica de la sociedad, pero también entablan asociaciones de carácter más amplio. Tal vez nosotros estudiemos a los cuervos, pero se diría que ellos nos estudian aún más a nosotros. No se mezclan con nuestra sociedad, sino que permanecen como una tribu al margen. No obstante, quizá no haya otro animal —ni siquiera el perro o el gato— que entienda tan bien al ser humano. Los cuervos pueden ser nuestros interlocutores, y, en la medida en que entendamos a los cuervos, podemos aprender mucho sobre nosotros mismos.

    Un hechicero con una máscara

    de cuervo kwakiutl, ca. 1914.

    Introducción

    «Corvie es una chica alegre a pesar de su negra túnica».

    SEAN O’CASEY,

    The Green Crow

    Por comunes que sean en nuestras ciudades y en nuestros campos, los cuervos rara vez lanzan ni siquiera una mirada perdida hacia los seres humanos. Su reclamo no es para nosotros, sino para otros cuervos. Un día, sin embargo, me dirigía a mi casa de White Plains (Nueva York) cuando vi un cuervo pequeño y desaliñado dando saltitos por la acera delante de mí. Al tratar de verlo mejor, el pájaro no se mostró intrigado ni asustadizo. No obstante, a pesar de que estas aves no suelen hacerlo, a veces parecía como si me mirase a los ojos. Al principio pensé que el pájaro podría estar herido, por lo que se me ocurrió llamar a la protectora de animales o a un veterinario. El cuervo, sin embargo, no daba muestras de dolor, y parecía bastante menos preocupado que yo.

    Era una calle muy concurrida con tan solo unos cuantos metros cuadrados de hierba, pero bastaban para albergar varios árboles, incluido un pino alto. Al alzar la mirada, pude distinguir entre las ramas un nido muy cerca de la cima. El pájaro era un polluelo al que habían lanzado del nido para que aprendiese a volar. En aquella acera tan concurrida, casi todo el mundo que pasaba le echaba al menos una mirada a aquel cuervo. En ocasiones lo perseguía algún perro o algún niño, y otras personas se ponían a hablarle o trataban de darle de comer. Ni extasiado ni atribulado, el pájaro se alejaba cortés a saltitos, y así continuó durante varios días. Los saltitos se convirtieron en vuelos que, gradualmente, se fueron haciendo más largos. Más o menos una semana después, pasé por allí y me encontré con que el cuervo ya no estaba.

    Litografía francesa de 1907 con dos cornejas comunes. Muchos artistas representan la elegancia especial de los cuervos, aunque pocos espectadores saben apreciarla.

    La verdad es que no estará muy lejos, seguramente, pero preferirá mantener una moderada distancia respecto del ser humano. Aunque ya he dejado de distinguir este cuervo de los restantes del parque —que podrían ser sus padres o sus hijos—, prefiero imaginar que él podría estar observándome con discreción, quizá. Al reincorporarse al grupo de los cuervos tras una breve estadía en el mundo de los humanos, tal vez se llevase algún recuerdo feliz y lo compartiese con sus congéneres.

    En el plano superficial, la relación entre los cuervos y los seres humanos parece cortés pero distante, y, aun así, la importancia de estas aves en el folclore nos muestra que el cuervo genera una intensa —si bien sutil— fascinación en hombres y mujeres. Cuando uno observa otras aves del entorno urbano —como las palomas o los gorriones—, suelen dar la impresión de estar pasando el tiempo sin más, relajadas, picoteando trocitos de comida. En el caso de los cuervos, en cambio, siempre parece estar sucediéndoles algo importante, como si se estuviese desarrollando algún drama doméstico suyo. Pasan en un vuelo enérgico y se llaman los unos a los otros de un modo impredecible.

    ¿Y qué es un cuervo? No hay una imagen más simple de un animal, más icónica e inconfundible. Pensamos en la silueta de unas alas extendidas, la cabeza baja y una cola desplegada contra el fondo blanco de un cielo invernal. Esa es, al menos, la visión poética del cuervo. Sin embargo, la manera que tienen los científicos de ver dicho animal es mucho más complicada. Así, dicen que el cuervo es uno de los miembros de la familia de los córvidos, a la que también pertenecen las urracas, las charas y los arrendajos, las chovas, los cascanueces y otros pájaros.

    Estas aves pertenecen al orden de los paseriformes, popularmente conocidos como «aves canoras», aunque no todos sus miembros sean muy musicales. La familia de los córvidos se originó probablemente en Australia, en una era en la que dicho continente estaría relativamente aislado de Eurasia. Después de que los continentes se aproximasen en su deriva, hace entre veinte y treinta millones de años, estas aves cruzaron a Asia. Aquel movimiento migratorio vino seguido de un periodo de rápida diferenciación evolutiva, cuando estas aves se extendieron a Europa y América. Ahora nos encontramos con miembros de la familia de los córvidos por todo el mundo salvo en la punta del cono sur de Sudamérica y unas pocas áreas relativamente pequeñas próximas a los polos.

    El escudo de armas de la casa de Corbet,

    que presenta un cuervo de simpático

    aspecto humano.

    Ocasionalmente, el término «cuervo» se utiliza de forma general para todos los miembros de esta familia aviaria. De manera más restringida, se suele utilizar para los miembros del género Corvus, conocidos también como «verdaderos cuervos», entre los que se incluyen los cuervos grandes, las grajas y las grajillas. Por último, el término se puede llegar a utilizar —de un modo quizá poco científico— para referirse a los miembros del género Corvus que no tienen otro nombre común.

    Ilustración de un cuervo grande tomada de un libro de historia natural del siglo XIX. Es el córvido de mayor tamaño y el más imponente.

    En esta obra nos fijaremos en la relación entre el ser humano y el cuervo desde numerosas perspectivas, incluidas la de la poesía, la taxonomía, la conducta animal, el mito, las leyendas y las artes visuales. Si en ocasiones resulta difícil creer que los poetas y los científicos estén hablando de lo mismo, podemos pensar en esa famosa historia del Udana hindú conocida como «Los ciegos y el elefante»: un rajá les presentó un elefante a siete ciegos y les pidió que lo describiesen. Uno palpó la cabeza y dijo que el elefante era como un cesto, mientras que otro palpó un colmillo y pensó que la criatura se parecía a la reja de un arado. El que tocó la trompa pensó en un arado, mientras que el que abrazó el cuerpo pensó en un granero. Otros más, que palparon otras partes del cuerpo, dijeron que la criatura era como una columna, o que era de cemento, que era como la mano de un mortero o como un arbusto. Es una historia que se suele contar para ilustrar el modo en que los diferentes credos, por opuestos que puedan parecer los unos de los otros, podrían todos formar parte de una sola verdad.

    La chara azul, de J. J. Audubon.

    Tomado de un libro de historia natural del siglo XIX.

    Se trata de uno de los córvidos más comunes de Norteamérica, y su carácter juguetón lo convierte

    en un embaucador en las leyendas.

    Aquí, por supuesto, no estamos hablando de credos, sino de perspectivas culturales. Los «ciegos» son aquí ilustres poetas, científicos, sacerdotes, pintores... y no examinan un elefante, sino un cuervo. De todas formas, el mismo principio es aplicable. Al fin y al cabo, todas las diversas formas de actividad cultural forman parte de una sola tradición en última instancia, y juntas nos pueden ofrecer un cuadro mucho más completo que una de ellas por sí sola. En este libro, nos iremos desplazando entre la ciencia, la poesía, la leyenda y otras tradiciones al contar la historia de los cuervos y los seres humanos.

    Estas aves son principalmente negras, aunque hay algunas especies con zonas blancas, pardas, grises, azules, moradas o verdes. Este plumaje oscuro suele hacer que los cuervos destaquen de un modo espectacular, aunque también puede hacer que sea muy difícil distinguir a un pájaro concreto de otro.

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