Las has sorprendido en la cocina rondando la despensa y el fregadero, te has cruzado con ellas formando filas en el parque y en el monte más lejano, has tropezado con sus nidos en el campo y en la playa, las has visto en el pueblo de tus padres y en aquel viaje que hiciste a ese país tan exótico. Tanta ubicuidad no es extraña: estamos hablando de una de las especies más abundantes de la biosfera y también de las que mejor han sabido adaptarse a sus diferentes ecosistemas. Pero no de ahora, sino de los últimos 150 millones de años, que es el tiempo que llevan correteando sobre la Tierra y haciendo agujeros y túneles en ella. Cuando nació el primer reptil, allí ya había una hormiga para darle la bienvenida.
Nuestro androcentrismo nos lleva a pensar que somos la especie elegida. Sin embargo, si un extraterrestre nos visitara mañana y se preguntara cuál es el ser vivo que ha sabido sacar mayor provecho del planeta, no nos señalaría a los humanos, sino a esos diminutos insectos negros que aparecen en cualquier momento en el suelo. En realidad, la comparación de sus magnitudes con las nuestras nos aboca al sonrojo.
Se estima que ahora mismo hay 10 000 billones de hormigas haciendo de las suyas por todos los rincones del planeta