Nunca fallan a la cita. En primavera, llegan del norte por las aguas del Estrecho. Y cada año, justo a finales de abril, renuevan con los pescadores el pacto. Aparecen con las aletas dorsales, espectrales, silenciosas cual bosquimanos tras su presa… Y aunque este pacto (tácito, improbable, y escrito aquí siempre en cursiva) sea antiguo, aunque la ciencia haya tardado en poder explicar qué ocurre allí abajo, los pescadores seguro que lo intuyen por esa sabiduría inefable que otorga la mar. Saben que en las costas de Cádiz, bajo burbujas de sangre, en la lucha por la vida y la muerte, hay algo misterioso. Es el encuentro entre dos culturas animales. Es la mano izquierda de la evolución haciendo su abracadabra...
El pacto (que nunca fue dicho, jamás firmado) es tan antiguo que aparece en las pinturas rupestres. Está en la llamada Cueva de las Orcas, en la sierra de Tarifa. Allí unos humanos primitivos ya contaron el hecho como si fuera un calendario solar, indicando la llegada de los cetáceos y el significado cultural: la abundancia de la pesca del atún.
ALLÍ YA ESTABA UNA CULTURA AVANZADA Y ACUMULATIVA DE UNOS PRIMATES MUY ESPECIALES. Estos, milenios atrás, observaron a las orcas arrinconar a los atunes en esa costa, hacia aguas poco profundas. Empezaron así a tejer la idea (cultural) de unas redes fijas que fueran como muros, trampas, laberintos (lo llamaron con el tiempo, y el préstamo del árabe, la almadraba). Allí estaba también señalada la cultura de unos fabulosos mamíferos marinos. Poderosos depredadores parientes de los delfines. Animales inteligentes, extremadamente sociales y de organización compleja. Cetáceos que en grupos pequeños, bandadas familiares, dirigidos por las matriarcas de mayor experiencia, también han aprendido socialmente y transmitido a sus hijos el conocimiento de la caza del atún.
Pescadores y orcas tenían y siguen teniendo por tanto un objetivo común más allá del Cabo de Trafalgar (la migración del atún hacia el Mediterráneo para desovar en verano). Ambos utilizan comportamientos culturales y una fuerte identificación grupal para conseguirlo. Ambos están especializados (estas orcas ibéricas solo comen atún y son expertas en su captura). Ambos cooperan entre los miembros de su misma especie para atrapar, un todos ganan.
