Más fuerte que el temor
Por Grace Green
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Caprice estaba tan decidida como él a no enamorarse. Había ido al valle a descubrir la verdad acerca de su padre, pero también descubrió que Gabe y Willow, la hija de este, eran irresistibles. Ojalá pudiera convencer a Gabe de que debía confiar en el amor una vez más.
Grace Green
Grace was born in the Highlands of Scotland, and grew up on a farm in the Scottish northeast. As an eleven year old, she earned her very first paycheck by gathering potatoes during the school holidays - "tattie-howking" as it was locally known; back-breaking work as it was generally acknowledged! Then, earnings in hand, she cycled to Elgin, a nearby town, and with the precious pound bought a shiny black Waterman fountain pen. Grace had always loved writing, and with the treasured pen she continued to write...diaries, letters, and poetry...and fan mail to faraway movie stars living at, what seemed to be, a very romantic address: Culver City, California. Little did she dream that just over two decades later, she would move to North America with husband and children and eventually settle in Vancouver. It was there that she began to write novels...and all because of a newspaper article she read, about a popular Harlequin romance author. Until then, Grace had always believed writers to be extraordinary people, who lived in ivory towers, and she had considered it would be presumptuous for any ordinary person to aspire to become one. But the author in the article appeared much like herself... a housewife, a mother, and Scottish to boot. So should she give it a shot? Having always enjoyed writing and always enjoyed a challenge, Grace decided she would. And after a five-year period of hard work and several rejections - which she likes to think of as a five-year apprenticeship - she finally made the first of many sales. Since her childhood days, Grace has graduated from laboriously writing copperplate with her Waterman pen, to clattering the keys of an ancient Olivetti typewriter, to typing on a second-hand IBM Selectric, to using a computer, as she now does. But no matter the tool, her attention remains firmly focused on the writing itself, and the spinning of emotional, family-oriented love stories that come from her heart.
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Más fuerte que el temor - Grace Green
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2001 Grace Green
© 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Más fuerte que el temor, n.º 1610 - mayo 2020
Título original: Forever Wife and Mother
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1348-164-7
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Créditos
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
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Capítulo 1
POR QUÉ le había mentido?
De pie ante la ventana del estudio, Caprice Kincaid, con los ojos llenos de lágrimas, contemplaba las tres limusinas negras que se llevaban a un grupo de dolientes rezagados de Lockhart House. Nunca se había sentido tan sola, tan perdida, tan desconcertada. Toda su vida había confiado en su padre y le dolía en el alma saber que la había engañado.
Quería preguntarle desesperadamente por qué, pero era demasiado tarde. Se había ido para siempre. Y ella se quedaba allí sin saber cuál era el hondo secreto que había escondido durante todos esos años.
–Con permiso, Caprice.
Tras limpiarse las lágrimas, se volvió hacia el abogado de su padre, Michael Duggan, que la miraba desde la puerta.
–Michael –con una leve sonrisa indicó al fornido hombre con barba que se acercara al escritorio de su padre–. Gracias por esperar.
–Dijiste que querías enseñarme algo.
–Sí.
Caprice abrió un cajón del escritorio de palo de rosa con una diminuta llave que la noche anterior había encontrado en la cartera de su padre. Con dedos temblorosos sacó un folio amarillento y luego cerró el cajón. Michael habló:
–Como te dije el otro día, el testamento de tu padre es sencillo. Por ser el único familiar vivo, tú eres la heredera universal de todos sus bienes. Así que ahora te has convertido en una joven muy rica.
–Este es el certificado de nacimiento de mi padre –dijo Caprice al tiempo que le tendía el documento y se apartaba de la mejilla un mechón de pelo rubio ceniza–. Papá siempre me dejó creer que había nacido en Nueva York. ¿Por qué me mentiría?
El abogado frunció el ceño.
–Según este documento, nació en el estado de Washington. Menuda sorpresa… –murmuró tras examinar el documento.
–¿Para ti también?
–Sí. Tenía la impresión de que había nacido en Nueva York. Sé que allí conoció a tu madre y que se trasladaron aquí, a Chicago, antes de que nacieras. Pero de ese lugar en el estado de Washington, Hidden Valley, solo sabía que tu padre poseía allí una propiedad junto al río. Que ahora es tuya, naturalmente.
–¿Qué clase de propiedad?
–Una cabaña. Un sitio modesto, con unas pocas hectáreas de tierra.
–Pero tenía entendido que había invertido todo su capital en edificios de apartamentos, ¿no es así?
–Excepto Holly Cottage, la casa de campo de la que hablamos.
–¿Está alquilada?
–Actualmente, no; pero durante más de veinte años tu padre la cedió a una organización benéfica de Seattle llamada Break Away. Se utilizaba como lugar de retiro para mujeres de recursos modestos que, por alguna razón, necesitaban con urgencia un descanso. Mujeres que habían sufrido grandes problemas en la vida.
–No tenía ni idea…
–El pasado otoño, tras el segundo infarto, tu padre le comunicó a Break Away que Holly Cottage ya no estaría disponible. Pensaba vender todos sus bienes y, de hecho, se deshizo de todas las propiedades; sin embargo, nunca puso en venta la cabaña. Al parecer, algo se lo impedía. Pero no sé lo que era –declaró al tiempo que le devolvía el certificado.
–Me gustaría averiguarlo.
–Yo me encargaré de eso.
–Gracias, Michael, pero quiero hacerlo yo misma. El próximo lunes iré a la oficina para revisar los documentos de los que ya hemos hablado y el martes volaré a Seattle. He localizado Hidden Valley en el mapa. Se encuentra a un par de horas de la ciudad. Alquilaré un coche en el aeropuerto.
–¿Y te quedarás en Holly Cottage?
–¿Está habitable?
–Claro que sí. Un guarda mantiene la casa en condiciones.
–Entonces me quedaré allí.
–¿Por cuánto tiempo?
–Tanto como sea necesario –dijo con un suspiro tan hondo que la blusa de seda negra se le ciñó a las costillas–. ¿Puedes conseguirme la llave de la casa?
–Naturalmente. Bien pensado, no es una mala idea que te tomes unas vacaciones en el campo. Durante los últimos dos años has sufrido una gran tensión debido a la mala salud de tu padre –comentó el abogado antes de dirigirse hacia la puerta.
Caprice esperó a que Michael Duggan se marchara para abrir el cajón nuevamente y sacar el otro objeto que había encontrado allí: una fotografía.
La instantánea mostraba una modesta casa de madera de dos pisos, con una encantadora mujer morena que posaba ante la puerta principal.
En el reverso de la foto aparecía escrita una sola palabra, con los firmes trazos de la letra de su padre. Angela.
Caprice sintió que se le encogía el corazón. En vida, su madre se llamaba Kristin.
¿Quién era esa desconocida mujer morena que había compartido la vida de su padre en el pasado? ¿Por qué nunca había hablado de ella?
Era un misterio que Caprice estaba decidida a desentrañar.
–¡Will! Maldición, ¿dónde estará esa chica?
Willow Ryland se despertó sobresaltada al oír las voces. «Habrá un gran jaleo si papá me encuentra aquí», pensó mientras se levantaba de un salto de la mecedora donde se había dormido.
A toda velocidad, se quitó las joyas: la pulsera de plata, los pendientes azules, el collar de perlas rosa, el broche dorado que tenía grabado Angela y, rápidamente, las puso en el fondo del viejo baúl, bajo los vestidos de seda, los sombreros de paja, las sandalias de tacón alto y otras prendas. Luego cerró la tapa cuidadosamente.
–¡Will! ¿Dónde te has metido con ese condenado perro?
Cuando Fang oyó la palabra «perro» se despertó y se sacudió con un gruñido de protesta.
–¡Silencio! Tenemos que salir de aquí. Tú primero –susurró Willow al tiempo que abría la puerta del desván con todo sigilo.
Seguido de Willow, el perro, de raza indefinida y color blanco y negro, empezó a bajar con dificultad la estrecha escalerilla. Cuando llegaron a la segunda planta, la niña guardó la llave en la grieta de la estantería de madera donde la había encontrado el año anterior.
Se encontraba a medio camino del tramo de escalera que conducía a la primera planta cuando vio a su padre en el vestíbulo. En ese momento, este se pasaba con impaciencia una mano por el oscuro cabello ondulado.
–¡Will! –bramó.
–¡Hola, papá, estamos aquí!
El hombre alzó la cabeza con una mirada de alivio que, de inmediato, se transformó en irritación.
–¿Dónde demonios te habías metido? Te he buscado por todas partes.
–Papaíto, no está bien que digas «demonios»
Él torció la boca.
–De acuerdo. Lo siento, Will. No lo volveré a decir.
Willow se subió al pasamanos y se deslizó con la seguridad de que su padre la recogería en sus brazos. Como de hecho sucedió.
–¿Dónde estabas con ese estúpido perro tuyo? –preguntó al tiempo que la depositaba en el suelo.
–Por ahí, estábamos ocupados –respondió vagamente, con una mirada de adoración hacia su padre–. No te oí. ¿Para qué me querías?
–La cena está lista. Hamburguesas con tocino, tu plato preferido –dijo al tiempo que entraban en una agradable y pequeña cocina que era la habitación favorita de la niña, después del desván.
Y también abril era su mes favorito. La temporada de esquí había terminado y el verano aún no comenzaba. El personal del refugio estaba de vacaciones, así que disponía de su padre, el mejor papaíto del mundo, para ella sola. Las cosas serían muy diferentes dentro de dos semanas cuando el centro turístico se llenara de huéspedes. Entonces su padre se pasaría los días fuera, en medio de la naturaleza con un grupo de personas muy acomodadas a las que les gustaba el deporte al aire libre.
Se había comido dos hamburguesas con un gran vaso de leche, cuando se le heló la sangre al ver que había olvidado quitarse el anillo de boda, que brillaba en su dedo.
Mientras se lo sacaba furtivamente, con las manos bajo la mesa, se dio cuenta de que su padre ni siquiera la miraba.
Estaba perdido en sus pensamientos. La niña había aprendido a leer esa mirada de profunda soledad en sus ojos. Una mirada que expresaba sufrimiento por algo. Pero nunca había sabido cuál era la causa.
Su padre no tenía ni idea de que