Criminología y Big data
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Javier Figueroa Castellanos explica por qué el futuro de la criminología es
Javier Figueroa Castellanos
Licenciado en Psicología por la Universidad Regional del Sureste (URSE). Especialista en Sistema Penitenciario y Reinserción Social por el Instituto Nacional de Ciencias Penales (INACIPE). Maestro en Criminología y Política Criminal por el INACIPE. Profesor de las materias de Criminología, Victimología y Política Criminal en el INACIPE. Cuenta con la participación en los libros: directrices criminológicas y jurídicas para el tratamiento de la delincuencia organizada transnacional en el continente americano y Modelo de los Centros de Justicia para las Mujeres: guía metodológica. Tiene participación en diversos proyectos de investigación para la prevención del delito y participación ciudadana así como también es profesor investigador del Instituto Nacional de Ciencias Penales.
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Criminología y Big data - Javier Figueroa Castellanos
Javier Figueroa Castellanos
Licenciado en Psicología por la Universidad Regional del Sureste (urse). Especialista en Sistema Penitenciario y Reinserción Social por el Instituto Nacional de Ciencias Penales (inacipe). Maestro en Criminología y Política Criminal por el inacipe. Profesor de las materias de Criminología, Victimología y Política Criminal en el inacipe.
Cuenta con la participación en los libros: directrices criminológicas y jurídicas para el tratamiento de la delincuencia organizada transnacional en el continente americano y Modelo de los Centros de Justicia para las Mujeres: guía metodológica. Tiene participación en diversos proyectos de investigación para la prevención del delito y participación ciudadana así como también es profesor investigador del Instituto Nacional de Ciencias Penales.
COLECCIÓN INVESTIGACIÓN
DIRECTORIO
Alejandro Gertz Manero
Fiscal General de la República
y Presidente de la H. Junta de Gobierno del INACIPE
Gerardo Laveaga
Director General del
Instituto Nacional de Ciencias Penales
Rafael Ruiz Mena
Secretario General Académico
Gabriela Alejandra Rosales Hernández
Secretaria General de Extensión
Alejandra Silva Carreras
Directora de Publicaciones y Biblioteca
PortadillaLegalIntroducción
Aspectos éticos y criminológicos de la aplicación de tecnologías del big data
Las contribuciones se centran en tres áreas importantes de aplicación del big data: ciencia, salud y mercados financieros (Dekas, 2015). El objetivo no consiste en presentar soluciones a problemas éticos —que hoy en día enfrenta la criminología— por el uso las nuevas tecnologías de la información, sino identificar, en primer lugar, aquellos aspectos de la aplicación de tecnologías de la era del big data a las reflexiones éticas. Se plantean preguntas y se establece el marco para la reflexión y evaluación ética y teórico-científica.
Con respecto al campo de aplicación de la ciencia, es de gran interés si los datos masificados —como suele ser el caso— pueden desencadenar un cambio de paradigma, y reconocer qué poder explicativo y confiabilidad práctica pueden atribuirse a los resultados obtenidos a través de procesos que están en camino, como la extracción de datos (data mining) y el aprendizaje automático (machine learning).
Las tecnologías del big data en la criminología y la práctica de la política criminológica refuerzan el conflicto entre seguridad y desempoderamiento. El diseño de la interacción hombre-máquina se convierte en una tarea central. Si se pasa por alto el carácter de herramienta de las tecnologías, nos vemos forzados a las limitaciones de un poder que desindividualiza al ciudadano y cuestiona la interacción humana en la práctica criminológica.
Big data en la criminología: ética y evaluación tecnológica
Actualmente, el concepto del big data es una de las palabras de moda más destacadas en el campo de las tecnologías de la información y sus aplicaciones. El desarrollo de nuevas tecnologías suele ir acompañado de intenciones de marketing, que se expresan en visiones y promesas, a veces, exuberantes: el concepto de big data se anuncia como una forma de resolver problemas informáticos que podrían abordarse de manera rápida o con poco gasto económico. El big data permite nuevas aplicaciones y modelos de negocios; promete un aumento de la productividad y eficiencia en la industria y la economía; un nuevo paradigma de método en las ciencias y un mejor control (incluso, optimización) en asuntos privados y sociales. Al mismo tiempo, sigue siendo notoriamente diverso y difuso lo que se entiende por big data: el término parece fluctuar entre el uso como un concepto de tecnología de la información y un vocablo de moda del marketing (Jagadish, 2015).
Por otro lado, las promesas de progreso tecnológico generalmente provocan reacciones críticas —en parte, distópicas— que se dirigen a un público más amplio, en artículos destacados y libros de ciencia popular: vigilancia generalizada de corporaciones y estados, manipulación de consumidores, usuarios y ciudadanos, la pérdida de privacidad y libertad, etc. Una vez más, no está claro qué se entiende por big data. En particular, sigue siendo dudoso si, tanto para quienes hacen esas advertencias como para sus destinatarios, la comprensión de las tecnologías amenazantes, en realidad, es suficiente para emitir juicios racionales.
Se vuelve necesaria la reflexión racional, pues la evaluación del uso de las tecnologías es, sin la apreciación ideológica, tecnológicamente pesimista y anticipa el resultado; como si las consideraciones tuvieran lugar en una incomprensión (en gran medida) de las tecnologías analizadas. La reflexión abierta debe realizarse con suficiente conocimiento sobre las tecnologías que evalúe, para no perderse en especulaciones eufemísticas o distópicas que no tienen nada que ver con una evaluación científica racional de la tecnología, lo que a su vez no significa que las visiones subyacentes en el desarrollo técnico (sin el cual esta técnica no se entiende) puedan ser desestimadas.
Una visión general de las numerosas representaciones y esfuerzos técnicos da la impresión de que, con el big data, casi todo es nuevo en el área de las tecnologías informáticas de la segunda década del siglo xxi. En el sentido del hardware se tienen procesadores más rápidos, mayores capacidades de almacenamiento, sensores mejorados, mayor ancho de banda, rendimientos en transmisión de datos, entre otros avances; así como en el sentido del software se tienen nuevas arquitecturas, métodos, algoritmos, etc. Todo esto, a menudo, se resume en las definiciones comúnmente conocidas como las cinco, seis o siete V
: volumen, velocidad, variedad, veracidad, validez, valor, visibilidad, etc. (Lyria, 2015). Las características V
sugieren un carácter específico; pero, en su mayor parte, son igual de aplicables a las bases de datos relacionales; por supuesto, el volumen, la velocidad, la variedad o la validez desempeñan un papel central. En su lugar, se podría hablar (y no menos informativamente) de más grande, mejor, más rápido, más diverso y con mayor fuerza de explicación. Si no en contextos científicos en particular, sería apropiado un principio de escepticismo hacia la práctica.
El uso actual del concepto de big data es tan ambiguo —incluso en la literatura científica— que apenas puede servir de base para su comprensión. El concepto se hace necesario como una noción de integración en la medida en que permite discutir temas de configuraciones informáticas avanzadas —desde una perspectiva de nivel superior— en el análisis de grandes cantidades de datos. El uso metafórico del término debe aumentar su poder integrador. Como reflexión, cabe decir que se usa para determinar una relación que tomamos con un objeto-dominio: no se hace referencia a objetos, sino que captamos una relación entre tecnología y producción de conocimientos.
Una definición de big data, para fines de evaluación de tecnología, no tiene que referirse a tecnologías específicas. Fuera de contextos específicos de la asignatura, parece que se habla no de las tecnologías como tales, sino en su uso para relacionarse con la información. La evaluación de la tecnología como un examen científico-racional de tales problemas debe, por supuesto, en primer lugar, asegurarse de que el fenómeno en cuestión permanezca intacto. Este es, sin duda, el caso aquí presentado: la tendencia a aumentar y disminuir la adquisición y el procesamiento de datos en la sociedad, la vida cotidiana, la economía, la administración, etc., ha sido claramente visible durante los últimos años. Lo que se pretende expresar en este contexto no es solo lo concerniente al uso cada vez mayor de computadoras, dispositivos inteligentes y de la red en todas las áreas de la vida, sino también el hecho de que cada vez más datos cualitativamente diversos se capturan, procesan sin latencia e implementan en las reacciones y controles de los sistemas sociales. Asimismo, algunas áreas de la vida se miden y evalúan cada vez con mayor frecuencia en tiempo real: perfiles de movimiento, tráfico de automóviles, flujos de mercancías, procesamiento de datos, datos sobre seguridad, etc. Desde luego, el fenómeno no es nada nuevo, pero desde la década de 1970 (si es que no antes) ha penetrado en todas las áreas de la vida privada y social. Sin embargo, la conversación sobre big data señala acertadamente que en la actualidad existe un nuevo nivel de penetración social de la tecnología de la información dominado por las tecnologías y aplicaciones en cuestión.
La mayoría de las amenazas para este desarrollo son el monitoreo y la manipulación y el uso indebido de datos personales individuales; en otras palabras, amenazas a los valores de privacidad, libertad y seguridad. No obstante, el enfoque en estos temas —sin duda, relevantes— fácilmente pasa por alto los peligros de las tecnologías del siglo xxi, no solo en su abuso, sino también en su empleo intencional para la supresión de información, o en intenciones ocultas o contrarias a los intereses de los usuarios por parte de los desarrolladores, empresas o de los propios Estados. Más bien, el enfoque radica en el problema de los efectos no deseados del uso de la tecnología.
La implementación generalizada de las tecnologías informáticas tiene efectos prácticos que ni los desarrolladores ni los usuarios prevén o esperan, pues no son intencionados y no necesariamente son malos en sí mismos. De este modo, la mirada no solo se dirige a las tecnologías como tales, sino sobre todo al proceso de su implementación. Este tiene lugar en una combinación de la sociedad y la aplicación de la tecnología, por lo que tiene consecuencias en ambos elementos de esta interacción. Ninguna aplicación de informática moderna se crea simplemente en el departamento de desarrollo y luego se distribuye, sino que son puestas a prueba virtualmente, a la vez que se encuentran en uso para reconocer sus respuestas, es decir, en una fase beta.
Para referirnos a dichos procesos de transformación en un sentido conceptual, debemos tener