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Ciencia y secretos para acabar con el crimen violento
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Libro electrónico863 páginas9 horas

Ciencia y secretos para acabar con el crimen violento

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Información de este libro electrónico

Irvin Waller explica en este libro las causas del crimen violento y perfila algunas respuestas para reducirlo. Sostiene que una intervención eficaz, desde el plano de la prevención, es más exitosa que cualquier modelo represor. Además, añade, es más barato: equivale al 10% de lo que un Estado comúnmente destina a policía, tribunales y cárceles. Cie
IdiomaEspañol
EditorialINACIPE
Fecha de lanzamiento1 sept 2021
ISBN9786075600857
Ciencia y secretos para acabar con el crimen violento
Autor

Irvin Waller

IRVIN WALLER Es doctor en Derecho por la Universidad de Cambridge. Durante cuatro décadas ha sido profesor universitario, conferencista y colaborador de dependencias gubernamentales y organismos internacionales. Es presidente de la Organización Internacional para la Asistencia a Víctimas, con sede en Estados Unidos. Fue reelegido seis veces consecutivas para la dirección de la Sociedad Mundial de Victimología. Es director ejecutivo fundador del Centro Internacional para la Prevención del Delito, afiliado a las Naciones Unidas. Ha recibido numerosas distinciones internacionales, incluyendo un reconocimiento por promover la Declaración sobre los Principios Fundamentales de Justicia para las Víctimas de Delitos y del Abuso de Poder. Sus numerosas publicaciones están dirigidas a proporcionar ―tanto a las víctimas potenciales como a los contribuyentes y a los legisladores― argumentos científicos y prototipos de prácticas para que los gobiernos tomen medidas diferentes que logren equilibrar la justicia dando prioridad a las víctimas y a la prevención del delito en las políticas judiciales del siglo XXI. Sus libros: Menos represión. Más seguridad: Verdades y mentiras acerca de la lucha contra la delincuencia; Derechos para las víctimas del Delito y Control Inteligente del Delito, han sido publicados por INACIPE y el ILANUD.

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    Ciencia y secretos para acabar con el crimen violento - Irvin Waller

    CRIMEN-VIOLENTO.pngIrvin

    Irvin Waller

    Es doctor en Derecho por la Universidad de Cambridge. Durante cuatro décadas ha sido profesor universitario, conferencista y colaborador de dependencias gubernamentales y organismos internacionales. Es presidente de la Organización Internacional para la Asistencia a Víctimas, con sede en Estados Unidos. Fue reelegido seis veces consecutivas para la dirección de la Sociedad Mundial de Victimología. Es director ejecutivo fundador del Centro Internacional para la Prevención del Delito, afiliado a las Naciones Unidas.

    Ha recibido numerosas distinciones internacionales, incluyendo un reconocimiento por promover la Declaración sobre los Principios Fundamentales de Justicia para las Víctimas de Delitos y del Abuso de Poder.

    Sus numerosas publicaciones están dirigidas a proporcionar ―tanto a las víctimas potenciales como a los contribuyentes y a los legisladores― argumentos científicos y prototipos de prácticas para que los gobiernos tomen medidas diferentes que logren equilibrar la justicia dando prioridad a las víctimas y a la prevención del delito en las políticas judiciales del siglo

    xxi

    . Su libros Menos represión. Más seguridad: Verdades y mentiras acerca de la lucha contra la delincuencia; Derechos para las víctimas del Delito y Control Inteligente del Delito han sido publicados por

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    ilanud

    .

    CRIMINOLOGÍA

    DIRECTORIO

    Alejandro Gertz Manero

    Fiscal General de la República

    y Presidente de la H. Junta de Gobierno del

    inacipe

    Gerardo Laveaga

    Director General del

    Instituto Nacional de Ciencias Penales

    inacipe

    Rafael Ruiz Mena

    Secretario General Académico

    Gabriela Alejandra Rosales Hernández

    Secretaria General de Extensión

    Alejandra Silva Carreras

    Directora de Publicaciones y Biblioteca

    Portadilla

    Ciencia y secretos para acabar con el crimen violento

    © Irvin Waller

    © Instituto Nacional de Ciencias Penales (inacipe)

    Instituto Nacional de Ciencias Penales,

    Magisterio Nacional núm. 113, Col. Tlalpan,

    Alcaldía Tlalpan, C.P. 14000, Ciudad de México.

    Primera edición en inglés, 2019

    Primera edición en español, 2020

    ISBN libro electrónico: 978-607-560-085-7

    Titulo original en inglés: Science and secrets of ending violent crime

    Traductor: Juan Carlos Emmanuel Tarriba Enciso

    Se prohíbe la reproducción parcial o total, sin importar el medio, de cualquier capítulo o información de esta obra, sin previa y expresa autorización del Instituto Nacional de Ciencias Penales, titular de todos los derechos.

    Esta obra es producto del esfuerzo de investigadores, profesores y especialistas en la materia, cuyos textos están dirigidos a estudiantes, expertos y público en general. Considere que fotocopiarla es una falta de respeto a los participantes en la misma y una violación a sus derechos.

    Las opiniones expresadas en esta obra son responsabilidad exclusiva del autor y no necesariamente reflejan la postura del Instituto Nacional de Ciencias Penales.

    AGRADECIMIENTOS

    Este libro trata sobre cómo salvar de la violencia a miles de niñas, niños, mujeres y hombres, y cómo hacer frente a la realidad de que se pierden más vidas de jóvenes por estar tras las rejas, que por la violencia en sí. Por ello, dedico este libro a todas y todos los que trabajan diaria y efectivamente para detener esa violencia, en particular a aquellos profesionales en las generaciones que siguen a la mía, que continúan reavivando el fuego de la antorcha para iluminar un camino más inteligente, al tiempo que persuaden a los políticos a reinvertir estratégicamente en el derecho número uno de toda persona y de cada uno de los votantes: vivir en comunidades libres de violencia.

    Este libro condensa mis cincuenta años laborando alrededor del mundo, con el objetivo de prevenir la delincuencia violenta y promover e implementar los derechos de las víctimas de delitos, una honrosa misión que me ha llevado a recorrer más de cincuenta países: a veces para asesorar a un líder político; en otras ocasiones, para presentar un discurso de apertura; con frecuencia, como parte de una fuerza especial de trabajo o para una entrevista con los medios. O bien, para hacer todas o varias de esas cosas a la vez. Desde Buenos Aires hasta Beijing, de Ciudad del Cabo hasta Londres, desde Chicago hasta Ottawa y muchos lugares intermedios. Ha sido un viaje emocionante.

    Durante muchos años —y muchos kilómetros— he tenido el privilegio de trabajar con una infinidad de personas maravillosas que comparten mi visión y misión. Algunos colegas lo hacen desde los gobiernos o son académicos, periodistas, defensores de derechos humanos, estudiantes o miembros de la sociedad civil. Por cada encuentro, por cada relación, estoy humildemente agradecido. No solo me dieron la bienvenida a sus comunidades, sino que también me trataron como un leal compañero de viaje, me brindaron su confianza y se han convertido en mis amigas y amigos. De cada uno he aprendido innovadoras prácticas y convincentes argumentos sobre cómo el mundo puede ser mejor. Sus ideas y pasiones nutren estas páginas. Desearía poder mencionar a cada uno por su nombre sin dejar a nadie fuera. Sus invitaciones, en todo el mundo, realmente enriquecieron mi vida, y yo espero haber enriquecido la suya y la de su país o ciudad.

    Además de querer agradecer a muchas y muchos colegas y amigos cuyo trabajo y pasión son paralelos a los míos, también debo reconocer a los titanes que fueron pioneros en la ciencia de la prevención de la violencia, término que adopté de John Carnochan que, junto con Karyn McCluskey en Glasgow, inspiraron al mundo con el uso incesante de este nuevo saber. En mis libros anteriores —Menos represión. Más seguridad; Derechos para las víctimas del delito. Equilibrar la justicia; y Control inteligente del delito— reconocí a esos grandes científicos por sus notables contribuciones en la generación de invaluable conocimiento. Sus rigurosos estudios y publicaciones en revistas de primera línea y libros eruditos han dado solidez a la ciencia de la prevención y proporcionado tantísimas notas al pie para respaldar la efectividad de las soluciones que se proponen.

    Del mismo modo, deben ser distinguidos los incesantes esfuerzos de quienes se desempeñan en organizaciones que ponen dicha ciencia al alcance del público y sin costo alguno. Felicitaciones especiales para el Instituto Nacional de Justicia del Departamento de Justicia de los ee.uu., el Washington State Institute for Public Policy, el College of Policing de Inglaterra y Gales, la Organización Mundial de la Salud, y el nuevo portal Public Safety de Canadá.

    Sin embargo, tener la ciencia y hacerla accesible no es suficiente. El desafío actual es cómo implementar soluciones efectivas para poner fin a los delitos violentos. Con este fin quiero llevar la atención a los acuerdos de alto nivel asumidos por los gobiernos del orbe en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, particularmente, el consenso notable respecto a la necesidad urgente de prevenir la victimización y otorgar justicia para las víctimas de delitos, como fue la Carta Magna para las Víctimas de 1985. Treinta años después, los gobiernos acordaron la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, siendo que un buen número de las metas de sus diecisiete objetivos exigen directamente la reducción de los delitos violentos. Dichas decisiones trascendentales de la Asamblea General de la onu, se apoyan en importantes resoluciones del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, de la Organización Mundial de la Salud y del Programa onu-Hábitat. La mayoría de las mentes brillantes de hombres y mujeres detrás de dichas resoluciones tienen la satisfacción de la aprobación de las mismas por los gobiernos; no lo han hecho por la publicación de sus nombres.

    Si bien es cierto que en el concierto internacional, hoy, existe un acuerdo en lo fundamental sobre los elementos esenciales para alcanzar el éxito, ello no ha sido suficiente para instrumentar soluciones efectivas. Entonces, ¿qué debemos hacer para inclinar la balanza a favor de las víctimas, poner fin a la victimización y alcanzar un equilibrio mínimo entre la prevención y el castigo? ¡Mi empeño, con este libro, es presentar un argumento convincente para invertir en las personas, para hacer que las personas estén más seguras! No soy el único que piensa que esta es la fórmula idónea para terminar con los delitos violentos. La Marcha por Nuestras Vidas (March for Our Lives), del 24 de marzo de 2018, es solo uno de los eventos que confirma que muchas mujeres y hombres —los votantes— piensan lo mismo, incluso si los políticos y funcionarios encargados de hacer cumplir la ley no lo creen así. Este clamor popular confirma que estamos en un momento decisivo. Parafraseando a Víctor Hugo, seguiré insistiendo en que más grande que la fuerza de los ejércitos es una idea cuyo momento ha llegado. El desafío ahora es llevar a más y más líderes, en la toma de decisiones, hacia la luz y hacia la acción.

    Por esto, quiero extender un cordial agradecimiento a quienes teniendo algún cargo público han comenzado a usar frases como inteligencia ante el delito, control inteligente de la violencia y el delito o prevención inteligente, expresiones que examino a fondo en mis libros "Menos represión. Más seguridad y Control inteligente del delito". Estos individuos progresistas están marcando un camino diferente ante el fracaso de la guerra contra las drogas, el enfoque reactivo y punitivo y el encarcelamiento masivo; admiten que no se puede terminar con los delitos solo a través de arrestos y detenciones y comprenden el valor de balancear la prevención social efectiva con la aplicación inteligente de la ley. Animo a estos pioneros adoptantes de la prevención inteligente a ser valientes y seguir avanzando.

    Pero no puedo abstenerme de dar nombres. Mi misión personal de contribuir a un mejor mundo se ha beneficiado de colegas y cómplices muy cercanos, siempre solidarios, siempre creyendo que podemos marcar la diferencia. En orden alfabético por apellido, son: Jack Calhoun en Washington, dc; Arturo Cervantes Trejo en la Ciudad de México; Elizabeth Johnston en París; Lucie Léonard en Ottawa; Erich Marks en Heidelberg; Felix Munger en Waterloo, Canadá; Claudio Stampalija en Buenos Aires; Jan van Dijk en Amsterdam; Claude Vezina en Montreal; Elmar Weitekamp en Tubinga; Nigel Whiskin en Bath, Inglaterra; Marlene Young en Newberg, Oregón; y Sheri Young en Wilsonville, Oregón. Por último, pero no menos importante, le debo un especial «gracias» a Verónica Martínez-Solares y Oscar Aguilar, en la Ciudad de México, porque somos un gran equipo.

    Luego está la pandilla de mentes brillantes y escrupulosos investigadores que conforman el pequeño grupo de estudiantes graduados que hicieron que mi vida en la Universidad de Ottawa fuera tan gratificante. Jeff Bradley, Samantha Cima, Paula Hirschmann y Audrey Monette, en particular, han contribuido directa e indirectamente a este libro. Muchas de las ideas y fuentes bibliográficas se desarrollaron conjuntamente, de manera especial en el contexto de los esfuerzos para lograr que los municipios canadienses aprovechen la evidencia para prevenir el delito. En cuanto a la edición en inglés, el libro se favoreció de las habilidades editoriales y el apoyo de Ruthie Matinko-Wald; las figuras y tablas fueron realizadas por Machele Brass.

    De corazón, espero que los frutos del llamado de este texto a poner fin a los delitos violentos mediante el uso de los elementos esenciales y secretos de la ciencia de la prevención, justifiquen los sacrificios y el tiempo de convivencia privado a mis seres queridos, en particular los de mi paciente y visionaria esposa y compañera, Susan Tanner.

    Irvin Waller

    PRÓLOGO A LA VERSIÓN EN CASTELLANO

    La situación de la violencia en América Latina es grave, lo cual se constata partiendo del hecho de que, excluyendo otras respecto de las cuales no se cuenta con datos estadísticos completos, esta es la subregión con las tasas de homicidio más altas del planeta.¹

    Esa circunstancia se completa, desafortunadamente, con el hecho de que hay en Latinoamérica países con tasas tan altas que, incluso, han llegado a superar los 60 homicidios por cada 100.000 habitantes.²

    El problema, como podemos ver, tiene dimensiones descomunales y, necesariamente, consecuencias brutales en el plano humanoque necesariamente se deben responder.

    Es por ello que es tan importante la publicación, en español, de esta obra que, desde la perspectiva del Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para la Prevención del Delito y el Tratamiento del Delincuente (ilanud), consideramos fundamental en la búsqueda de las respuestas a las que aludíamos en el párrafo precedente.

    El libro tiene, por supuesto, vocación y aplicabilidad globales, mas, partiendo de lo referido supra en el sentido de que América Latina presenta las más altas tasas de homicidio, que son a su vez el indicador más fehaciente sobre violencia,³ resulta esta obra de gran interés para la subregión.

    Se trata de un libro extremadamente completo, pues aborda de manera exhaustiva todos los aspectos que es menester tener presentes cuando se analizan el problema de la violencia y las posibles soluciones a tal flagelo.

    Primero, Irvin Waller provee información suficiente sobre el problema que mencionábamos de manera sucinta en las líneas precedentes, lo cual sirve para justificar, la necesidad de poner en marcha una visión sobre prevención que tenga fundamento empírico y que se base en ciencia, la cual desarrolla con maestría en el curso de la propuesta que ahora nos presenta.

    El texto del profesor Waller resulta en extremo interesante para América Latina, donde, con tanta frecuencia, se reacciona al fenómeno de la criminalidad, sin antes pensar en prevenirla.

    En relación con el problemático enfoque de reaccionar y no prevenir, el autor, se refiere precisamente a respuestas que en la subregión han sido completamente contraproducentes, a saber, las que tienen que ver con visiones del control centradas únicamente en que haya más policía y más encierro; sobre este punto, la referencia de Waller al fracaso del encarcelamiento masivo es esclarecedora para Latinoamérica, cuya tendencia a la sanción privativa de libertad y al uso de medidas cautelares, también, privativas de libertad, ha generado, igualmente, niveles de sobrepoblación carcelaria crecientes⁴ y, por tanto, ampliamente violatorios de los derechos fundamentales.⁵

    A partir de tales reflexiones, el profesor Waller propone todo un sistema que permitiría enfrentar la situación de una manera distinta, y que implicaría varios puntos centrales. Uno de los más importantes es tener siempre presentes a las víctimas; sin embargo, esta postura, explícita en el autor, encuentra su anclaje no en una visión vindicativa, sino en una profundamente humana, la cual se refleja claramente cuando señala que la víctima tiene un derecho subjetivo a que exista una efectiva prevención de la violencia. El humanismo de esa perspectiva lo vemos plasmado, también, en la mención expresa de lo inútil del encarcelamiento como herramienta para prevenir la criminalidad, en la de lo sombrío que resultan las elevadas cantidades de jóvenes que, en lo que debería ser la plenitud de sus vidas, pasan tras las rejas, y en la de las consecuencias, desde el punto de vista humanitario, de la privación de libertad, que la mayoría de las veces se da, según señala Waller y lo ha comprobado la criminología más de avanzada, solo respecto de ciertos grupos. Este abordaje sesgado de los ilegalismos, por parte de los aparatos del control social, tanto formal como difuso, caracteriza, como bien lo sabemos, a los sistemas penales en América Latina.

    Pero, aparte de ese enfoque, que está marcado por un profundo sentido ético, nos brinda también esta obra una visión muy concreta del costo económico de una reacción social basada solo en lo represivo, el que es confrontado con el hecho de lo improductivo y estéril de una forma tal de conducirse en materia de criminalidad.

    En efecto, con base en datos concretos nos son expuestos los costos de la reacción puramente represiva, los que son contrastados con una verdad que, desde hace tiempos la criminología viene señalando, es decir, que prevenir no cuesta más que castigar,⁶ además de que, como bien lo recalca el Dr. Waller, es mucho más eficiente.

    Por otro lado, esta obra es útil también porque arroja luz respecto del hecho de que no solo es más efectivo prevenir que castigar, sino también respecto de que, consecuentemente, los recursos económicos que se dejarían de gastar en el sistema de justicia penal podrían ser dirigidos a acciones tales como la generación de empleos, el apoyo a las familias, el financiamiento de escuelas, etc.

    Llama la atención, igualmente, que las propuestas que de este verdadero programa de prevención que nos ofrece el profesor Waller, se asientan en gran medida en el acervo de conocimiento que sobre estos temas se deriva de los diversos instrumentos internacionales que emanan del sistema de Naciones Unidas, lo que lo ubica, felizmente, en un contexto de total sintonía con los objetivos de desarrollo sostenible contenidos en la Agenda 2030.

    Desde la referencia temprana a la Declaración sobre los principios fundamentales de justicia para las víctimas de delitos y del abuso de poder, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 40/34 de 29 de noviembre de 1985, como Magna Carta de las víctimas, y como punto de inflexión en el estudio de los derechos de las personas victimizadas por el delito, vemos ese interés del autor por una amplia serie de instrumentos y productos de las diversas agencias del sistema de Naciones Unidas, lo que habla de su vocación por el multilateralismo y por el consenso de las naciones en la búsqueda de soluciones, en una época en la que vemos con perplejidad la tendencia, a veces, de algunos al aislamiento e incluso a posturas de total rechazo hacia la apertura y el diálogo globales, que nutren en gran medida al análisis comparado, tan útil para el avance en el campo científico.

    La mirada del Dr. Waller, amplia como lo es, abarca temas tan importantes como la violencia contra las mujeres y las niñas, ello con una gran claridad al señalar cuáles podrían ser las estrategias inteligentes para mejorar la seguridad de ellas, por ejemplo, entre varias otras, el cambio en las normas —lato sensu— y la educación temprana para una mejor masculinidad, por encima, incluso, de lo que, con base en evidencia científica señala como ineficaz: el énfasis en la reacción policial como supuesto mecanismo para reducir la violencia contra mujeres y niñas.

    Precisamente, el sustentar todas sus propuestas en el conocimiento científico es uno de los valores añadidos de la obra, que, de hecho, llama la atención de manera explícita respecto de la importancia de contar con información confiable para la toma de decisiones y para la evaluación. Una afirmación tal es especialmente relevante para Latinoamérica, donde, si bien se han hecho grandes avances en el tema, hay aún brechas que sería menester reducir; a ese respecto, hay que señalar que hay en la subregión países donde los datos cuantitativos no son, todavía, buenos.

    Celebramos que el libro del Dr. Waller haga énfasis en una visión de la prevención de la violencia y la criminalidad que vaya más allá de las estrategias meramente policiales o sancionatorias, centrándose en un enfoque que, partiendo de factores estructurales como la inequidad en la distribución de la riqueza,⁸ entre otros, proponga soluciones desde la perspectiva de la prevención social, enfoque que desde hace tiempo ha sido de gran interés para el ilanud, donde seguimos desarrollando investigación y llevando a cabo acciones en ese sentido, por ejemplo, en el ámbito de lo territorial, entre muchos otros.

    Esta obra se inscribe en la línea de pensamiento esclarecedora, balanceada y bien fundamentada a la que nos tiene acostumbrados el profesor Waller, por ejemplo, con su anterior obra Menos represión. Más seguridad, que hace algunos años se publicó en español en el contexto de un esfuerzo común entre el Instituto Nacional de Ciencias Penales (inacipe) de México y el ilanud, lo que nos motiva, desde ya, a comprometemos a contribuir con su más amplia difusión en Latinoamérica, tan necesitada de enfoques como este, rico en conocimientos y en aportes útiles para el fortalecimiento y la promoción de los derechos humanos en la subregión.

    Douglas Durán Chavarría

    Director

    Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para la Prevención del Delito y el Tratamiento del Delincuente

    ¹

    unodc

    : Global Study on Homicide 2019. Homicide: extent, patterns, trends and criminal justice response, Viena, 2019, p. 11.

    ² Ibidem: p. 16.

    ³ Según MALBY, en HARRENDORF et al.: International Statistics on Crime and Justice, HEUNI /

    unodc

    , Helsinki, 2010, p.7 [excepto, según STUNTZ, en el caso de los Estados Unidos; véase al respecto R. PERRY: William Stuntz, The Collapse of American Criminal Justice, in Punishment & Society, 2015, Vol. 17(5), pp. 624-627].

    ⁴ Sobre el tema, ver H.-J. ALBRECHT: Prison Overcrowding – Finding Effective Solutions, Max-Planck-Institut für ausländisches und internationales Strafrecht, Friburgo en Brisgovia, 2012, p. 16.

    ⁵ Para acceder a información cuantitativa actualizada sobre hacinamiento penitenciario en América Latina, ver CARRANZA y CHAVES, citados por DURÁN CHAVARRÍA: El sistema penitenciario ante la encrucijada producto de la crisis provocada por el covid-19, ILANUD, San José, 2020, p. 7 (https://www.ilanud.or.cr/wp-content/uploads/2020/04/ILANUD-COVID-19.pdf).

    ⁶ Ver al respecto, M. JENDLY: Prévenir la criminalité: oui… mais comment ? Les Éditions de l’Hèbe, Charmey, 2013, p. 90.

    unodc

    , Global Study on Homicide, p. 15.

    ⁸ Véase el capítulo 2.

    NOTA A LA EDICIÓN EN ESPAÑOL

    Tras la primera edición en español de mi libro Menos represión. Más seguridad. Verdades y mentiras acerca de la lucha contra la delincuencia, en 2007, muchas cosas han cambiado en el mundo. Y no me referiré solo a la tecnología, que asombrosamente ha conectado a todos los rincones del planeta en diálogos múltiples para promover comunidades y ciudades más seguras, sino también al conocimiento y a los saberes que se han desarrollado.

    Un tema contemporáneo, y cada vez más dominante, son las críticas de diversas áreas del conocimiento a las fallas del sistema de seguridad y de justicia penal. Los datos de cualquier país indican serias desigualdades en el acceso a la justicia, además de una sobre representación de grupos étnicos y económicamente desfavorecidos en los registros policiales y en las cifras de encarcelamiento. Los fracasos y las injusticias son particularmente visibles en el uso excesivo de las prisiones en los Estados Unidos, los resultados desastrosos del hacinamiento carcelario en Canadá y los impactos negativos del modelo reactivo y punitivo para las personas, sus familias y comunidades, en ambos países. Este fenómeno igualmente es evidente en América Latina, con imágenes incluso más desgarradoras.

    A lo largo de mi carrera como profesor titular en el Departamento de Criminología de la Universidad de Ottawa, no solo he estado de acuerdo con dichas críticas, sino que he elegido el camino de proponer soluciones prácticas. Siempre he preferido drenar el pantano que luchar contra los cocodrilos… Y en esta tarea, la ciencia y la evidencia han sido mis mejores herramientas y recursos en más de cincuenta años de compromiso con el derecho fundamental de todas las personas a la prevención y a no ser víctimas de la violencia. De eso doy cuenta en este libro.

    La buena noticia es que la tecnología ha colocado al alcance de los seres humanos el conocimiento sobre la ciencia de la prevención. A un clic de distancia. Aunque, muchas veces, y no me cansaré de decirlo, esto no es suficiente. Sin la voluntad de las personas para usarlo, el conocimiento puede convertirse en excelente material para una conferencia pero no modificar la vida de la gente.

    Y, de hecho, sí es posible lograr cambios: una conferencia me llevó al Instituto Nacional de Ciencias Penales en México y otras tantas me han permitido conocer las realidades de las personas en Guatemala, Honduras, El Salvador, Costa Rica, Colombia, Argentina, Chile, Uruguay y otros países de la región, así como dialogar con actores académicos y políticos, donde he podido contribuir aplicando la ciencia y las ideas en acciones y hechos concretos.

    Igualmente, en cada ocasión he conversado con miles de jóvenes profesionales, hombres y mujeres comprometidos con transformar positivamente sus comunidades y países, en la que ahora es señalada como la región más insegura y letal del orbe. Y, en cada nación, he encontrado y documentado ejemplos extraordinarios de que, aún en el escenario aparentemente más adverso y oscuro, la luz del conocimiento y del trabajo de algunos puede iluminar el futuro de todos los demás.

    Lo que el mundo ha aprendido de América Latina abarca los trabajos pioneros en Colombia, con Bogotá, Cali, Medellín y ahora Palmira, con su aproximación epidemiológica, de cultura de la legalidad, de trabajo comunitario y de coordinación multinivel, sin olvidar las buenas prácticas que han surgido en Brasil, Chile, Centroamérica y recientemente en Córdoba, Argentina, entre muchos otros ejemplos. Con México me une, entre varios motivos, haber formado parte del equipo que propuso la creación del Centro Nacional de Prevención del Delito y Participación Ciudadana dentro del Sistema Nacional de Seguridad Pública y la Ley General para la Prevención Social de la Violencia y la Delincuencia, ambos esfuerzos fundadores en la región, sin duda alguna. Mi anhelo es que los objetivos de esas iniciativas pasen de ser los sueños que muchos hemos tenido, a una realidad que materialmente signifique seguridad, paz y justicia para el país.

    Y en cada viaje, una nueva experiencia. Y, también, nuevos colegas y amigos.

    En la edición en inglés de este libro doy cuenta de quienes, a lo largo de mi vida profesional, me han acompañado a mostrar la grandeza de la prevención para salvar vidas y forjar mejores proyectos de nación. Les estoy, nuevamente, reconocido por su amistad incondicional. Igualmente, nunca me cansaré de agradecer, en todos los idiomas posibles, a mi paciente, visionaria y amorosa compañera y esposa, Susan Tanner.

    Esta edición en español, también tiene dedicatoria y agradecimientos especiales.

    La dedico a todos esos jóvenes latinoamericanos, mujeres y hombres que día a día toman sus comunidades y sus países en sus manos para transformarlos, y deciden usar el conocimiento y la evidencia para construir un futuro sin violencia, sin delitos y sin víctimas. Aquí tienen lo que yo he aprendido al respecto. Úsenlo. Confío en ustedes.

    Por lo que hace a la presente publicación, mi gratitud es para Óscar Aguilar y Héctor Zayas, por su trabajo diligente en la revisión y contextualización de la traducción de Juan Carlos Tarriba; igualmente, para Carlos Mendoza y Jazmín Mejía, que contribuyeron revisando y actualizando los datos y fuentes. En la Fundación para el Estudio de la Seguridad y Gobernanza, con Mayolo Medina y todos quienes ahí participan, hemos conjuntado un entusiasta equipo que, regionalmente, ha venido impulsando los propósitos fundamentales que informan a este libro. Con Verónica Martínez, continuaremos siendo mosqueteros de la prevención y de los derechos de las víctimas. ¡Sí que nos hemos aventurado tratando de cambiar el mundo!

    Del mismo modo, al Instituto Latinoamericano de la Naciones Unidas para la Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente, que precisamente cumple cuarenta y cinco años bregando permanentemente por la búsqueda y la garantía de la justicia, la equidad y el logro y la defensa de los Derechos Humanos, y solidariamente se ha sumado a ésta y otras de mis publicaciones; a su director Douglas Durán —que hace la presentación de este libro—, así como a Óscar Arce y todo el equipo de ilanud.

    Finalmente, y no por ello menos importante sino al contrario, expreso mi mayor agradecimiento al Instituto Nacional de Ciencias Penales, por ser mi casa académica en México desde hace quince años y editora en español de mis tres obras anteriores: Menos represión. Más seguridad; Derechos para las víctimas del delito; y, Control inteligente del delito; a su director general, mi amigo Gerardo Laveaga, por su confianza en mi producción profesional, la cual refrenda con esta nueva edición, y a su directora de Publicaciones y Biblioteca, Alejandra Silva Carreras, por sus atenciones.

    Irvin Waller

    Verano 2020

    INTRODUCCIÓN

    Soluciones efectivas para acabar los delitos con violencia

    La negación no solo es un río en Egipto

    Anónimo

    Todos los días vemos y leemos noticias sobre otro delito con violencia sin solución de continuidad. Tantas tragedias. Tantas vidas perdidas o arruinadas. Tantas mujeres agraviadas. Tantas familias destruidas. Tantas comunidades desintegradas. Y tantas víctimas…

    Y nuestro sistema de justicia penal no puede poner fin a dichas tragedias, en una parte, por sus propias debilidades institucionales que le impiden alcanzar buenos resultados y generan impunidad, pero, en otra parte —la mayor quizás—, porque ni los fines de prevención general del castigo penal ni de prevención específica del encarcelamiento se dirigen a combatir las profundas y diversas causas sociales, psicosociales, comunitarias y situacionales que hacen que algunos seres humanos opten por el camino de la violencia y el crimen.

    Sin embargo, ya tenemos una ciencia sólida para la prevención integral, cuya implementación podría reducir y mitigar la violencia. Los gobiernos, incluso, han llegado a un consenso sobre cómo aplicar esa ciencia en distintos países y ciudades. Pero, en todas partes, muchos políticos siguen rechazando el problema y las soluciones en detrimento de la seguridad y el bienestar de las personas.

    ¡Es hora de actuar!

    En los Estados Unidos, Edna Chávez experimentó una tragedia y actuó. La joven de 17 años, del sur de Los Ángeles, era una líder juvenil sobreviviente de la violencia. En la Marcha por nuestras vidas [March for Our Lives] en Washington D. C, en 2018, Edna compartió su historia y sus reclamos:

    He perdido a muchos seres queridos por la violencia armada… Aprendí a esquivar las balas antes de aprender a leer. Mi hermano estaba en la escuela secundaria cuando falleció. Fue un día como cualquier otro día. El sol poniéndose en South Central. Escuchas estallidos y piensas que son fuegos artificiales. No fueron cohetes. Ves que la melanina en la piel de tu hermano se vuelve gris. Se llamaba Ricardo. Perdí más que a mi hermano ese día. Perdí a mi héroe, también perdí a mi madre, a mi hermana y a mí misma por ese trauma y esa ansiedad. Si la bala no me mató, esa ansiedad y ese trauma lo harán…

    Es normal ver flores que honran a los jóvenes negros y latinos que han perdido la vida por una bala. ¿Cómo podemos lidiar con eso si nuestro distrito escolar tiene su propio departamento de policía? En lugar de hacer que los estudiantes negros y latinos se sientan seguros, continúan haciendo perfiles raciales y criminalizándonos. Más bien, deberíamos tener un departamento especializado en justicia restaurativa. Necesitamos abordar las causas profundas de los problemas que enfrentamos y comprender cómo resolverlos…

    ¡Políticos, escuchen!... Den financiamiento para programas de tutorías, recursos de salud mental, pasantías remuneradas y oportunidades de trabajo… ¡Debemos enfocarnos en cambiar las condiciones que fomentan la violencia y el trauma!¹

    En Inglaterra y Gales, la joven Temi Mwale también experimentó una tragedia, al despertarse una mañana con su BlackBerry zumbando con la noticia del acribillamiento y asesinato sin sentido de su amigo Marvin Henry. En lugar de paralizarse por el dolor, Temi decidió actuar y, a partir de los 16 años, ha hecho que el cambio social sea la tarea de su vida. Su empresa social dirigida por jóvenes, 4Front Project (http://4frontproject.org/), se esfuerza en reducir la violencia juvenil y las condiciones sistémicas que la causan al empoderar a los jóvenes y a las comunidades para que mejoren sus vidas.

    En su charla en la plataforma tedx, Temi reflexiona sobre el impacto de la violencia y los posibles remedios:

    La gente muere todos los días, pero las personas no son asesinadas todos los días… Cada asesinato es una tragedia, y lo que hace es dejar un vacío en la vida de la comunidad de ese joven: sus amigos y su familia... Nada podría haberme preparado para la mañana en que me desperté y recogí el periódico y la cara de mi amigo estaba en la portada. Porque el dolor y la pena que sentí no se pueden traducir a través de los medios.

    Realmente tenemos que preguntarnos qué sucede en los primeros trece años de la vida de una persona joven para hacerle sentir que tiene que armarse todos los días antes de salir de la casa… ¿Qué sucedería si fuéramos capaces de diseñar intervenciones holísticas a largo plazo que funcionen con los jóvenes para reconstruir su sentido de seguridad, protección y aumentar su confianza?²

    A un océano de distancia de Temi, Audette Shephard experimentó una tragedia en Toronto, y ella también actuó. Audette perdió a su único hijo, Justin Garth Shephard, asesinado a tiros a la edad de 19 años. Justin había sido uno de los jóvenes jugadores de baloncesto más prometedores de Canadá y soñaba con unirse a su medio hermano en la nba. Audette compartió su dolor cuando dijo: Él era una parte de mí, una parte de mí que aprecio tanto. Y ahora que murió, hay una gran parte de mí que está muerta… No quiero ver a otra madre pasar por algo como esto.³

    De esa gran pena surgió una gran resolución: Audette comenzó a trabajar para ayudar a los jóvenes y encontrar soluciones para terminar con la violencia juvenil. Se ha convertido en una conocida activista contra las armas y cofundadora de umove (United Mothers Opposing Violence Everywhere), un grupo de apoyo compuesto por madres que han perdido a sus hijos por actos de violencia sin sentido. Los miembros de umove promueven alternativas a la violencia, enseñan habilidades para resolver problemas y apoyan a las madres que han perdido a sus hijos en el derramamiento de sangre en la calle. También, ofrecen el motivador ejemplo de un esfuerzo comunitario de base que involucra a los políticos locales en toda la ciudad a través del Día umove de No Violencia⁴ (Consúltese su página de Facebook en: https://www.facebook.com/umoveto/).

    Asimismo, en México, Javier Sicilia experimentó una tragedia y actuó: en marzo de 2011, el mundo de Javier fue destrozado por el asesinato de su hijo Juan Francisco, un estudiante universitario de 24 años, que fue un espectador inocente durante un ataque de narcotraficantes en la ciudad de Cuernavaca. Fue encontrado atado y baleado junto con seis amigos.

    Devastado, el poeta Javier Sicilia se despidió de la poesía para siempre, leyendo en público su último poema, dedicado a su hijo asesinado:

    El mundo ya no es digno de la palabra

    Nos la ahogaron adentro

    Como te (asfixiaron),

    Como te desgarraron a ti los pulmones

    Y el dolor no se me aparta

    sólo queda un mundo

    Por el silencio de los justos

    Sólo por tu silencio y por mi silencio, Juanelo.

    El mundo ya no es digno de la palabra, es mi último poema, no puedo escribir más poesía... ya no existe en mí.

    La muerte sin sentido de Juan Francisco conmovió a su nación, un país tambaleante por la violencia de los cárteles de la droga, que dejó casi 40 000 muertos en solo cuatro años.⁶ Motivado para hacer algo proactivo en respuesta al asesinato de su hijo, Javier tomó la decisión de renunciar a la poesía para dedicarse a dar voz a los que no tienen voz, para que la política que rige la lucha contra la delincuencia pudiera cambiarse...

    Desde entonces ha liderado marchas con el lema ¡Estamos hasta la madre! Él y sus partidarios han pedido respeto por la Constitución mexicana, el fin de la guerra contra las drogas, la retirada de las fuerzas militares de las calles, la legalización de las drogas y la renuncia de funcionarios responsables de las instituciones de seguridad pública. Más de 200 000 personas participaron en una de las marchas en la Ciudad de México. Marchas similares se llevaron a cabo en otras 31 ciudades mexicanas y 17 ciudades de todo el mundo como parte del movimiento Estamos hasta la madre.

    En respuesta a la atención y al activismo que desencadenó la muerte de su hijo, Javier Sicilia señaló, conmovedoramente:

    Lo que hizo mi hijo fue dar nombre y cara a los 40 000 muertos. Mi dolor puso cara al dolor de otras familias. Creo que un país es como una casa y la destrucción de alguien es la destrucción de nuestras familias.

    Demasiadas tragedias

    Estas escenas señalan la tragedia de los delitos con violencia. De manera igualmente importante, muestran cómo un evento terrible puede motivar a los sobrevivientes a actuar para hacer una diferencia en sus comunidades. En particular, la prioridad de Edna Chávez, Temi Mwale, Audette Shepherd y Javier Sicilia no fue ni el castigo ni la venganza. Más bien, cada sobreviviente buscó formas de evitar que la violencia volviera a ocurrir. Las soluciones que pedían eran locales y de bajo costo.

    Más importante aún, las soluciones que ellos solicitaron probablemente serían muy efectivas de acuerdo con nuestra sólida y acumulada ciencia de prevención de la violencia.

    Precisamente, en este libro se plantea compartir información sobre la ciencia de la prevención de la violencia, la cual nos brinda soluciones efectivas que podrían terminar con gran parte de los delitos violentos. Es una ciencia que convierte las tragedias en estadísticas útiles; al comprender las estadísticas, podemos comprender mejor el panorama y tener más éxito en la lucha contra la delincuencia.

    Antes de profundizar en los detalles, revisemos rápidamente los números relacionados con los países de nuestros sobrevivientes en las situaciones mencionadas (Véase también la Figura 1.1 en el Capítulo 1).

    En los Estados Unidos, para empezar, la tragedia del hermano de Edna se repite a un ritmo escandaloso. Las familias estadounidenses están perdiendo a un ser querido por homicidio a razón de 5 por cada 100 000 ciudadanos en un año.⁸ Eso se traduce en 17 000 familias afectadas tan solo en 2017. El homicidio es la tercera causa principal de pérdida de vidas de jóvenes entre las edades de 15 y 24 años, y es la principal causa de muerte de afroamericanos en ese rango de edad. La tasa de homicidio para los hombres afroamericanos es de 48 por cada 100 000; una tasa cuatro veces mayor que aquella que la Organización Mundial de la Salud (oms) califica de epidemia y 24 veces mayor que la de hombres blancos.

    Con respecto a esa disparidad, Edna Chávez dio en el clavo, pero no solo sobre el uso de armas de fuego en los Estados Unidos, donde ocurre el 82% de todos los homicidios con armas de fuego en el mundo.

    Del trágico número de hombres negros en Estados Unidos que son asesinados, el 86% encuentra la muerte por armas de fuego.¹⁰ Además, Wisconsin, el Estado de EE. UU. con la mayor disparidad entre las tasas de homicidios de armas de fuego entre blancos y negros, tiene la segunda brecha más alta entre las tasas de desempleo de blancos y negros de cualquier Estado¹¹ —como veremos en el Capítulo 3, las tasas de encarcelamiento tienden a seguir las tasas de delitos con violencia, por lo que Wisconsin también tiene la segunda brecha más alta con tasas mucho más elevadas de encarcelamiento para negros que para blancos—.¹²

    La tragedia del amigo de Temi Mwale, Marvin, es un suceso más inusual en Inglaterra y Gales que en Estados Unidos. Además, Inglaterra y Gales no registran la raza de las víctimas en sus estadísticas nacionales. No obstante, un análisis de los asesinatos en Londres desde mayo de 2017 hasta mayo de 2018 muestra un aumento gradual en el número de hombres jóvenes asesinados con cuchillos y armas de fuego.¹³ Muchos de estos hombres son negros.

    En general, la tasa en que las familias en Inglaterra y Gales perderán a un ser querido por homicidio es ahora ligeramente superior a 1 por cada 100 000 ciudadanos. Esto se traduce en 700 homicidios en un año. La ciudad de Londres tiene una tasa de homicidios más baja —con 1.6 por 100 000— que la ciudad de Nueva York —con 3.4— y, de hecho, que todas las principales ciudades de los Estados Unidos.¹⁴

    La tragedia del hijo de Audette también es un evento más inusual en Canadá que en los Estados Unidos. Hay unos 650 asesinatos en Canadá cada año en una población de 36 millones. En comparación, existen

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