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Santa desobediencia: Jesuitas entre democracia y dictadura en Chile, 1962-1983
Santa desobediencia: Jesuitas entre democracia y dictadura en Chile, 1962-1983
Santa desobediencia: Jesuitas entre democracia y dictadura en Chile, 1962-1983
Libro electrónico691 páginas10 horas

Santa desobediencia: Jesuitas entre democracia y dictadura en Chile, 1962-1983

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Se muestra de manera convincente que la orientación y el alcance de la acción política de la Compañía de Jesús fue el resultado de un cambio ocurrido en la idea que los jesuitas tenían de la obediencia. Su estudio demuestra que la orden jesuita fue un factor importante en la determinación de la actitud política asumida por la Iglesia Católica, pero que los miembros e instituciones de la orden actuaban al mismo tiempo como fuerza política autónoma en su compromiso por la democracia y la justicia.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 ene 2019
ISBN9789563571769
Santa desobediencia: Jesuitas entre democracia y dictadura en Chile, 1962-1983

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    Santa desobediencia - Antje Schnoor

    SANTA DESOBEDIENCIA

    Jesuitas entre democracia y dictadura en Chile

    1962-1983

    © Antje Schnoor

    Traducción de Manuel Ossa Bezanilla

    Traducción auspiciada amablemente por el Cluster de Excelencia Religión y Política en las culturas de las épocas premoderna y moderna de la Universidad de Münster.

    Ediciones Universidad Alberto Hurtado

    Alameda 1869 · Santiago de Chile

    mgarciam@uahurtado.cl · 56-22-8897726

    www.uahurtado.cl

    Título original en alemán:

    Gehorchen und Gestalten. Jesuiten zwischen Demokratie und Diktatur in Chile

    (1962-1983) by Antje Schnoor

    © 2016 by Campus Verlag GmbH, Frankfurt

    "Rights negotiated through Ute Körner Literary Agent – www.uklitag.com"

    Registro propiedad intelectual Nº 298902

    ISBN libro impreso: 978-956-357-176-9

    ISBN libro digital: 978-956-357-177-6

    Coordinador Colección Biblioteca Jesuita: Claudio Rolle

    Dirección editorial:Alejandra Stevenson Valdés

    Editora ejecutiva:Beatriz García-Huidobro

    Diseño de la colección y diagramación interior:Alejandra Norambuena

    Imagen de portada:Fotografía de un grupo de jesuitas en Santiago de Chile durante una visita del Padre General Pedro Arrupe en agosto de 1973.

    Diagramación digital: ebooks Patagonia

    www.ebookspatagonia.com

    info@ebookspatagonia.com

    Con las debidas licencias. Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamos públicos.

    ÍNDICE GENERAL

    PRÓLOGO

    INTRODUCCIÓN

    CAPÍTULO I

    La autoimagen social-política de los jesuitas en Chile, América Latina y Roma

    CAPÍTULO II

    El concepto de obediencia en la Compañía de Jesús

    CAPÍTULO III

    El orden en la Compañía de Jesús

    CAPÍTULO IV

    El lugar de los jesuitas en la Iglesia

    CAPÍTULO V

    La elección de los demócratacristianos en 1964 o de cómo los jesuitas echan a andar una revolución

    CAPÍTULO VI

    Jesuitas eufóricos y tristes: el socialismo de la Unidad Popular

    CAPÍTULO VII

    Sacerdocio y política partidista: el conflicto en torno a los Cristianos por el Socialismo

    CAPÍTULO VIII

    Actitudes de los jesuitas frente al régimen de Pinochet y a las violaciones de los derechos humanos

    CAPÍTULO IX

    El rol de los jesuitas en el cambio de relaciones entre la Iglesia y el régimen militar

    CAPÍTULO X

    Crítica eclesiástica y reacciones estatales

    CONCLUSIÓN

    ÍNDICE DE IMÁGENES

    ABREVIATURAS

    FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

    DATOS SOBRE LA PROVINCIA JESUITA CHILENA

    GLOSARIO

    TABLA CRONOLÓGICA

    PRÓLOGO

    Era una noche de invierno en julio de 1974 cuando el jesuita José Aldunate esperaba, aterido de frío, en la esquina de la nunciatura en Santiago de Chile. Esperaba la llegada de 23 personas amenazadas de cárcel, tortura y muerte bajo el régimen militar de Augusto Pinochet. Querían refugiarse en el extranjero. Los perseguidos políticos llegaron en dos grandes vehículos entre ladridos de los perros del barrio. Salieron rápidamente y, ayudados por José Aldunate, escalaron el muro de la nunciatura. El objetivo era obtener que el embajador de la Santa Sede diera asilo político a esa gente y les ayudara a salir del país. En ese momento no era para nada claro que el propósito pudiera tener éxito.

    Algunos días antes, Aldunate había intentado convencer a la nunciatura que acogiera a los perseguidos políticos. En ausencia del nuncio Sótero Sanz, había tratado de hablar con su reemplazante, Piero Biggio, quien veinte años más tarde sería nuncio en Chile. Este se había negado a recibir a Aldunate. Por esto, asistido por otros dos clérigos, Aldunate había ayudado a los perseguidos a escalar el muro de la nunciatura. Apenas los fugitivos se hubieron escondido en el jardín, Aldunate entró a la embajada por el portón.

    Rápidamente se supo lo sucedido en la embajada. Biggio se negaba a prestar ayuda a los refugiados. Los teléfonos sonaron, algunos generales y la jerarquía eclesiástica fueron informados del asunto. Por último, Aldunate habló con el arzobispo de Santiago, el cardenal Raúl Silva Henríquez. ¡Qué tontería!, Aldunate oyó rezongar así al cardenal antes de que este colgara el teléfono y cortara la comunicación. Biggio hizo llamar a dos policías que patrullaban delante de la nunciatura para que detuvieran a los que buscaban asilo. Los refugiados se aterrorizaron en el jardín. Uno de ellos no pudo aguantarse y trepó el muro de vuelta hacia la calle. El sacerdote Joaquín Alliende que se encontraba en la nunciatura logró disuadir a Biggio de su propósito. Este explicó a los policías los había llamado por error y que todo estaba en orden. Una llamada telefónica de Juan Ochagavía, entonces provincial de los jesuitas, devolvió la esperanza a José Aldunate. Por último, con la ayuda de Ochagavía, Alliende y el recién llegado obispo auxiliar de Santiago Sergio Valech, la situación se calmó. Una llamada telefónica al general Sergio Arellano Stark consiguió que el régimen militar tolerara que la inmunidad de la nunciatura valiera provisoriamente también para una casa de la congregación de los Sagrados Corazones.

    Era ya la una de la madrugada cuando una extraña caravana de autos se alejó de la nunciatura. A la cabeza de ellos iba la citroneta del provincial de los jesuitas. Los perseguidos políticos fueron llevados en compañía de los policías a la casa de la mencionada congregación y debían abandonar el país el mismo día en un avión ya contratado. La idea del general Arellano Stark era que también Aldunate saliera de Chile. Pero el provincial de los jesuitas no lo admitió, agarró a Aldunate, lo metió en su citroneta y se alejó del lugar desafiando el toque de queda para llevarlo a la residencia jesuita en el centro de Santiago¹.


    ¹ La descripción de este hecho se basa en un relato del mismo José Aldunate. Cf. su autobiografía:

    Aldunate

    : Un peregrino, 119-121. Ver también

    Bolton

    : Muro Sagrado, 155-161.

    INTRODUCCIÓN

    La escena recién descrita en el prólogo da cuenta de algunos de los temas que van a tratarse en el presente estudio sobre las actitudes y acciones políticas de los jesuitas en Chile entre 1962 y 1983. Es claro que el jesuita José Aldunate actuó con independencia al tomar la decisión de participar en el operativo de rescate de los refugiados. Esto indica que, a pesar del voto de obediencia que había hecho como jesuita, gozaba de una cierta autonomía. Al ayudar a los refugiados a trepar la muralla de la embajada papal entró en conflicto con el nuncio o su representante, Piero Biggio, como también con el arzobispo de Santiago, el cardenal Raúl Silva Henríquez. Otros clérigos ofrecieron su mediación en el conflicto de la embajada del Vaticano, entre ellos el superior provincial de los jesuitas, Juan Ochagavía, quien apoyó la causa de su hermano de Orden religiosa y, con la ayuda y la intervención de otros clérigos, logró que se les diera asilo a los refugiados. En el Prólogo se mostró que había diversos actores en la Iglesia institucional¹; se entiende también que estos actores diversos podían ejercer su influencia en la acción política de la Iglesia como conjunto.

    La Compañía de Jesús no solo es la Orden más grande de la Iglesia Católica, sino que se la tiene por la más influyente en lo político. Desde su fundación en 1540, los jesuitas se han implicado en el acontecer político, primero en Europa, luego en distintas partes del orbe, y a lo largo de su historia han entrado en conflicto con las autoridades seculares y religiosas, pero jugando siempre un papel central dentro de la Iglesia. Quienes conocen bien los asuntos de la Iglesia Católica suelen estar de acuerdo en que basta con examinar cómo evoluciona la Orden para estimar en qué situación se halla la Iglesia y hacia donde se dirige, si es que va a alguna parte². En el siglo XX fue muy claro que la Iglesia estaba en movimiento. Se lo vio sobre todo en el II Concilio Vaticano (1962-1965), cuando la Iglesia procuró abrirse al mundo y echó a andar un buen número de procesos de reforma. Lo que para el conjunto de la Iglesia Católica significó el Concilio, fue para la Compañía de Jesús la Congregación General 31 (1965/66) que marcó el comienzo de un amplio cambio en la Orden.

    En los años después del Concilio y de la Congregación General 31, el cambio en la Iglesia y en la Compañía se manifestó en la toma de conciencia del rol social que debe cumplir la Iglesia en la sociedad. Este cambio se vivió con especial fuerza en América Latina, donde teólogas y teólogos, laicos, laicas³ y sacerdotes discutieron los resultados del Concilio, preguntándose cómo aplicarlos en el contexto específico latinoamericano, marcado profundamente por la pobreza masiva de vastos sectores de la población. Estos debates se condensaron en la segunda Conferencia Episcopal (1968) sostenida en Medellín, Colombia, que tuvo lugar luego después del II Concilio Vaticano. Ya en esta Conferencia Episcopal se estamparon algunos conceptos teológicos que más tarde se reunirían en el de opción por los pobres. Esta opción, estrechamente vinculada con la teología de la liberación, formulaba la tarea de la Iglesia frente a la miseria y marginación de vastos sectores del pueblo.

    La revolución cubana de 1959 tuvo un efecto no menor en relación con la pregunta por un orden social justo. Sobre el trasfondo de la Guerra Fría, sus partidarios la entendieron como un ejemplo esperanzador para los demás países latinoamericanos, mientras que sus adversarios deliraban ante el fantasma del marxismo que invadía el continente. Entre los adversarios estaba también la Iglesia Católica, aunque esta captó al mismo tiempo como un desafío la discusión sobre nuevos diseños de sociedad y la cuestión de la justicia social. Los jesuitas participaron de manera importante en la nueva formulación de la tarea social de la Iglesia, y ya habían comenzado a hacerlo al definir de nuevo su propio rol social. Ya en la década anterior, la Compañía de Jesús había fundado centros de investigación y acción social (CIAS) en varias partes del mundo, especialmente en América Latina, asignándoles la tarea de cambiar la mirada de la gente, como también las estructuras sociales, en el sentido de la justicia social.

    En Chile, el CIAS se configuró como Centro Bellarmino, juntándose con la revista jesuita Mensaje. El Centro se dio a conocer aun fuera de Chile por sus actividades de investigación, consejería y publicación. Objeto de este estudio es precisamente averiguar qué actitudes políticas tomaron los jesuitas en Chile, sobre todo los del Centro Bellarmino, entre el comienzo de los años 60 y el comienzo de los 80 y cómo trataron de actuar en lo social y lo político, tanto en la Compañía como en la Iglesia. El período aquí estudiado se extiende entre los gobiernos de los demócratacristianos con Eduardo Frei (1964-1970), de los socialistas con Salvador Allende (1970-1973) y la primera década (1973-1983) de la dictadura militar con Augusto Pinochet (1973-1990).

    Se examinarán las convicciones y actuaciones políticas de los jesuitas en Chile sobre el trasfondo del cambio religioso que se produjo en los años 60 y 70, y en concreto, se planteará la pregunta por el cambio o la transformación que tuvo lugar en el concepto de obediencia en la Compañía de Jesús. Se describirá la relación existente entre el cambio en las ideas de obediencia y autoridad y las posturas y acciones de los jesuitas, con el fin de corroborar la tesis central del presente estudio: que solo se puede entender la actuación de los jesuitas, si se la observa desde la perspectiva del cambio que se produjo en la idea de obediencia.

    ESTADO DE LA INVESTIGACIÓN

    Varias son las áreas de investigación relevantes para este estudio: primero, el área de la historia política de la Iglesia Católica en Chile; segundo, el de la actuación política de los jesuitas en América Latina en los años 60; y tercero, el del cambio de las ideas de autoridad y obediencia en la Compañía de Jesús después del II Concilio Vaticano y de la Congregación General 31.

    Observar las actuaciones de los jesuitas sirve, entre otras cosas, para adquirir y entregar nuevos conocimientos sobre la actitud política de la Iglesia Católica chilena en su conjunto. En este contexto hay que tomar en cuenta la investigación existente sobre la historia política reciente de la Iglesia en Chile. Además, en cuanto a la segunda área de investigación, este trabajo quisiera aportar algo respecto a la pregunta de cuál fue el rol social y político que la Compañía de Jesús desempeñó después del II Concilio Vaticano y de la Congregación General 31 de la Orden. En relación con la segunda área de investigación, el presente trabajo enfoca a Chile como un estudio de caso y con ello se agrega a otros trabajos que ya se han planteado la misma pregunta de manera semejante respecto a otros países de América Latina. La tercera área de investigación se refiere al cambio o la transformación de las ideas de autoridad y obediencia en la Compañía de Jesús desde los años 60, y al cambio de las relaciones entre superiores y súbditos dentro de la Orden, por un lado, y por otro, entre religiosos y obispos dentro de la Iglesia.

    La postura de la Iglesia Católica en Chile frente a las cuestiones sociales y políticas en los años 60 ha despertado el interés de los investigadores aún fuera de las fronteras del país. La Iglesia chilena se dedicó a la cuestión social antes y con más claridad que la Iglesia de otros países de América Latina. Mientras la Iglesia Católica era tenida por aliada de las élites conservadoras, la Iglesia en Chile de comienzos de los 60 se distanció claramente del partido conservador. En el quemante problema de la distribución desigual de la tierra —la propiedad agraria se concentraba y se sigue concentrando hoy en las manos de una pequeña oligarquía, al paso que la mayoría de los campesinos no tiene propiedad rural alguna— la Iglesia chilena tomó posición por una reforma agraria. La Conferencia Episcopal chilena apoyó al partido demócratacristiano antes de las elecciones de 1964, partido que llevaba en su plataforma una reforma agraria, junto con otras reformas sociales y económicas: un programa que le dio la victoria electoral. Los demócratacristianos sostenían posiciones fuertemente orientadas a las reformas, lo que los ponía a la izquierda de sus partidos hermanos en otros países.

    En algunos estudios sociológicos de la época que aquí se investigan, se le atribuye a la Iglesia chilena un papel de primera línea en el contexto latinoamericano por su orientación frente a las cuestiones sociales⁴. Se suele explicar el cambio de postura de la Iglesia atribuyéndolo sobre todo al cambio institucional de la Iglesia en Chile; en este contexto se pone de relieve también la importancia del Centro Bellarmino de los jesuitas⁵. Mientras en los años 60, la investigación sobre la Iglesia en Chile se centraba en el rol de los jesuitas y en el Centro Bellarmino, en el período siguiente la investigación se concentró en el episcopado o, esporádicamente, en movimientos cristianos que nacían fuera de la Iglesia institucional. Mientras en la investigación sobre la Iglesia de los años 60 se comenzaba a reconocer que la Iglesia institucional presentaba un cuadro complejo y que esta circunstancia era importante para su acción social y política, en cambio en la investigación de los años 70 y 80 sobre el rol de la Iglesia chilena apenas si se toma en cuenta esta circunstancia.

    Cuando en 1970 la coalición socialista de la Unidad Popular con Salvador Allende ganó las elecciones, algunos sectores de la Iglesia, entre ellos muchos obispos, se sintieron amenazados existencialmente. Socialismo y comunismo eran la figura por antonomasia del enemigo de la Iglesia Católica. Recién hacia fines de los años 60 se dio un acercamiento a nivel global entre cristianos y socialistas. El acercamiento tuvo su origen fundamentalmente en los jesuitas. Estos procesos se replicaron en Chile donde la revista jesuita Mensaje saludó la victoria electoral de Salvador Allende. Una serie de jesuitas esperaban que el gobierno socialista apresurara y profundizara las reformas comenzadas bajo Frei y con ello se crearan estructuras sociales más justas.

    Se ha trabajado poco el tema de las relaciones de la Iglesia Católica con el Estado durante el gobierno socialista de Salvador Allende. Los escasos estudios existentes sostienen que la Conferencia Episcopal se mantuvo neutral frente a la coalición gubernamental de la Unidad Popular⁶, una interpretación que se deriva, y no en último término, de la declaración del episcopado chileno cuando Allende asumió la presidencia. Las investigaciones adoptaron esta interpretación, sin tomarse el trabajo de ponerla en cuestión críticamente. Respecto al tiempo del gobierno de la Unidad Popular, algunos estudios se ocupan del movimiento Cristianos por el Socialismo, fundado en 1971, en el que sacerdotes, religiosos, laicos y laicas católicas se comprometieron activamente con el gobierno socialista⁷. Algunos jesuitas, sobre todo Gonzalo Arroyo, desempeñaron un rol importante en la fundación del movimiento que luego en los años siguientes se extendería internacionalmente.

    Después del golpe militar de 1973 y de la toma del poder por parte de una junta militar bajo la presidencia de Augusto Pinochet, miles de personas fueron perseguidas, torturadas y asesinadas o bien hechas desaparecer. Muchos partieron al exilio. En tales circunstancias, inmediatamente después del golpe se juntaron varios activistas católicos, evangélicos, protestantes y judíos para auxiliar a los perseguidos políticos. Así se originó el Comité Pro Paz (Copachi), que vio la luz pública gracias a un decreto arzobispal firmado por el cardenal de la Iglesia Católica y arzobispo de Santiago, monseñor Raúl Silva Henríquez, fechado el 9 de octubre de 1973. La tarea del comité consistía principalmente en prestar apoyo jurídico a los parientes de los desaparecidos, detenidos y asesinados. Las declaraciones de la Conferencia Episcopal en los primeros tiempos después del golpe entraron en contradicción con este compromiso por los derechos humanos, pues estas declaraciones eran muy reservadas y hasta podían aparecer como legitimando el golpe en contra del gobierno socialista. La revista jesuita Mensaje, censurada primero después del golpe, fue durante la dictadura militar uno de los pocos medios de comunicación críticos del régimen.

    Los estudios que investigan el rol de la Iglesia en tiempos de la dictadura militar plantean entre otras la pregunta por las razones de la postura opositora de la Conferencia Episcopal⁸. Pero sería cortedad de vista tratar de explicar esas razones considerando solo el período que comienza en 1973 con la dictadura militar. Entre los trabajos de investigación hay tentativas de explicación que toman en cuenta el desarrollo de la Iglesia chilena en el siglo XX, pero en estos estudios el punto de vista de la Conferencia Episcopal y de otros actores eclesiales no es objeto de investigación.

    Se ha investigado ampliamente hasta ahora el papel de la Iglesia como defensora de los derechos humanos. La mirada se fija entonces sobre todo en el ya mencionado Comité Pro Paz y en la Vicaría de la Solidaridad que se originó en el Comité Pro Paz a comienzos de 1976⁹. El trabajo de la Vicaría de la Solidaridad se caracterizó por realizarse con la legitimación del cardenal Raúl Silva Henríquez; pero hubo también grupos fundados por sacerdotes, religiosos y por mujeres y hombres del laicado que se comprometieron con los derechos humanos sin legitimación episcopal; estos grupos no han encontrado mucho eco hasta ahora en la literatura científica¹⁰. Otra línea de investigación sobre la Iglesia Católica es la del rol de la Iglesia en el proceso de democratización. Estos estudios se fijan, sobre todo, si no exclusivamente, en los años 80 y se preguntan por la influencia de la Conferencia Episcopal en el orden social y político¹¹.

    Resumiendo: dos tendencias se visibilizan en la investigación histórica de la época sobre el papel político de la Iglesia Católica: primero, la investigación se concentra en el papel de la Iglesia durante la dictadura (1973-1989) y, segundo, la mayoría de los estudios se enfocan a la Conferencia Episcopal y sus declaraciones oficiales. La Conferencia Episcopal sigue gravitando igualmente en los estudios que se ocupan de la Iglesia Católica durante el gobierno demócratacristiano de Eduardo Frei Montalva (1964-1970) y luego durante el gobierno socialista de Salvador Allende (1970-1973). La mayoría de los estudios se limita a uno de los períodos mencionados, o al del régimen militar. Una excepción importante es la disertación de Brian Smith que abarca el tiempo entre 1920 y 1980, aunque su centro de interés se sitúa en los años 60 y 70¹². Pese a haber sido publicado ya en 1982, el estudio de Smith sigue siendo uno de los trabajos más importantes sobre el rol político de la Iglesia en Chile, porque gracias al largo período escogido, logra mostrar los desarrollos políticos de la Iglesia a mediano y largo plazo, y no se limita a analizar los documentos oficiales, sino que se apoya en fuentes adicionales como entrevistas y medios de comunicación¹³.

    En lo que se refiere a los jesuitas, su rol social y político ha sido estudiado hasta ahora exclusivamente en relación con el período del gobierno demócratacristiano¹⁴. Es cierto que a los jesuitas se les atribuye una influencia esencial en los desarrollos tanto políticos como eclesiales desde los años 60, pero se explica solo parcialmente en qué consistió esa influencia. Además, la historia escrita hasta ahora casi no menciona la toma de posición de la Compañía de Jesús durante el gobierno socialista de Allende y durante la dictadura de Pinochet¹⁵. Para rellenar este vacío de investigación, el presente estudio va a auscultar los motivos y la amplitud del influjo político y eclesial de los jesuitas desde los años 60, y la evolución del rol social y político de los jesuitas bajo los gobiernos demócratacristiano, socialista y militar.

    En lo que se refiere a la mencionada segunda área de investigación sobre las posturas y acciones socio-políticas de los jesuitas en América Latina desde los años 60, la pregunta ha sido planteada pocas veces respecto al conjunto de los países, aunque algo más en este último tiempo respecto a algunos países latinoamericanos. Estos estudios han estado motivados por el rol protagónico que han desempeñado los jesuitas en varios países de América Latina en la lucha por una mayor justicia y por el respeto a los derechos humanos, sobre todo durante las dictaduras militares¹⁶. Por otra parte, hay que buscar la motivación de los estudios en el amplio cambio social y religioso de la Orden y en la pregunta asociada sobre el cambio de la identidad jesuita. La mirada se dirige aquí sobre todo a los centros de investigación y acción social (CIAS) en las naciones latinoamericanas y a las respectivas revistas de los jesuitas.

    Aquí hay que mencionar sobre todo la monografía de Francisco José Virtuoso que pone de relieve, con un enfoque de historia de las ideas, el concepto de justicia social de los jesuitas en Venezuela entre 1969 y 1992¹⁷. Virtuoso, jesuita y por varios años director del CIAS venezolano, el Centro Gumilla, analiza con este fin los artículos de la revista jesuita SIC editada por el mismo Centro Gumilla. Virtuoso deja en claro en su estudio que había un amplio acuerdo entre el pensamiento social y político de los jesuitas y el de la jerarquía de la Iglesia venezolana hasta fines de los años 60, pero que en los años siguientes aumentaron los conflictos entre los jesuitas y los obispos en razón de cuestiones políticas¹⁸.

    De manera semejante Grimaldo Zachariadhes se ocupa también de un CIAS jesuita, el de Bahía, nordeste de Brasil¹⁹. Con su obra sobre el apostolado social de los jesuitas en Bahía, Zachariadhes quiere hacer una aportación a la investigación del rol de la Iglesia Católica durante la dictadura militar de Brasil (1964-1985). Él ilustra entre otras cosas el diálogo entre jesuitas y marxistas e investiga además el conflicto que surgió entre el centro de investigación jesuita (CIAS) y la jerarquía eclesiástica brasileña, en concreto, el arzobispo de San Salvador, cardenal Avelar Brandâo Vilela. Zachariadhes se mantiene más bien en la descripción de los hechos. Es cierto que califica a los jesuitas de Bahía como bastante independientes y autónomos, pero no se preocupa de probar tal afirmación, ni entra a detallar las consecuencias eclesiásticas y políticas que tuvo esta independencia.

    Hay semejanzas entre los trabajos recién mencionados y el presente, sobre todo en las preguntas planteadas por ambos lados sobre el rol social de los jesuitas y en el método o vía de acceso escogido, esto es, el análisis de las correspondientes revistas jesuitas²⁰. En los estudios de Virtuoso y Zachariadhes se retoma, además, en esbozo, la pregunta por el rol de los jesuitas dentro de la Iglesia y por los conflictos entre los jesuitas y la jerarquía eclesiástica. Pero no se analiza la forma concreta como se configuraban las relaciones entre jesuitas y obispos, ni el rol que jugaba en estas relaciones la transformación en curso de los conceptos de autoridad y obediencia. En cambio, es justamente aquí donde se afinca y comienza el presente estudio, mostrando la importancia que tuvieron las estructuras de relaciones dentro de la Iglesia para el actuar político de los actores eclesiásticos, y mostrando también el papel que jugaban las relaciones internas dentro de la Iglesia para la relación entre la Iglesia y el Estado. Observar el sentir y el actuar político de la Orden jesuita sirve así también para ilustrar la complejidad de la Iglesia Católica como actor social y político y para llegar a conocer más en profundidad a este actor. El cientista político Daniel Levine, considerado uno de los investigadores de más autoridad en el tema de las conexiones internas entre política y religión en América Latina, aconseja que, cuando una se pregunta por la convicción política de la Iglesia, no deje de considerar la forma como la orientación política se enraíza en la fe religiosa²¹. Aun cuando las ideas de Levine tuvieron poco eco en la reciente historiografía política de la Iglesia en Chile, sin embargo, algunos autores, sobre todo Virtuoso, al hablar del rol político de los jesuitas en los países latinoamericanos empiezan a aceptar el fundamento religioso del actuar político de los jesuitas.

    En el contexto de fe religiosa y acción política, viene a articularse aquí la tercera área de investigación: el cambio de los conceptos de autoridad y obediencia que se advierte dentro de la Iglesia y en particular en el interior de la Orden jesuita tras el II Concilio Vaticano. El cambio en la forma de entender la obediencia fue parte de un amplio proceso de transformación religiosa que tuvo lugar entre los años 60 y 70, época que se percibe en su conjunto como una ruptura fundamental en la historia de la Iglesia y de la religión²². El cambio de los conceptos de autoridad y obediencia, conocido en general como crisis de autoridad y obediencia, es parte de la llamada crisis postconciliar que jugó un papel tanto en las relaciones entre los jesuitas y los obispos, como en las relaciones internas de la Orden. Las ideas y prácticas relacionadas con la autoridad y la obediencia determinaron siempre el campo de acción de los jesuitas, lo que debe tomarse en cuenta cada vez que se plantee la pregunta por el compromiso político.

    Entre los años 60 y 70 se publicó una serie de trabajos, desde un punto de vista eclesial y las más de las veces teológico, sobre la así llamada crisis de autoridad y obediencia en la Iglesia Católica; sin embargo, no se ha elaborado casi nada sobre ese tema desde una perspectiva histórica. El estudio de Joachim Schmiedl sobre el desarrollo de las congregaciones y órdenes religiosas después del Concilio es una de las pocas excepciones que se ocupa también, aunque no exclusivamente, del cambio en la manera de entender la autoridad y la obediencia²³. Schmiedl habla de una crisis global de identidad que tuvo lugar en toda la vida religiosa católica después del Concilio, crisis que provenía entre otras de la pérdida de la situación teológicamente privilegiada que tenían antes los religiosos y las religiosas, en la así llamada vida consagrada. La constitución dogmática Lumen Gentium del II Concilio Vaticano había traído consigo un cambio de paradigmas: todos los cristianos estaban llamados a la santidad; con ello, dejó de tener más valor la vida de acuerdo a los consejos evangélicos (celibato, pobreza y obediencia) que la vida matrimonial. La vida religiosa de órdenes y congregaciones dejó, pues, de ser la forma ideal de vida cristiana²⁴. Respecto a la obediencia, Schmiedl opina que hacia fines de los años 60, se la había exaltado espiritualmente, y que después del Concilio se había sentido la necesidad de recuperar una democratización de las órdenes y congregaciones religiosas. Schmiedl recoge el concepto de crisis que historiadores y teólogos mujeres y hombres utilizaron comúnmente después del Concilio dentro de la Iglesia. Por mucho que el concepto de crisis se refiera etimológicamente a un punto de inflexión o de división, sin embargo sigue resonando en él una connotación negativa, como algo problemático, peligroso, en retroceso o en estancamiento. El concepto de crisis encubre el hecho de que los procesos postconciliares consistieron también en discusiones constructivas y en una nueva definición de conceptos²⁵. Designar como crisis la situación postconciliar, puede entenderse como una acción guiada por intereses que a menudo apuntan a volver al statu quo ante, esto es, a los conceptos tradicionales eclesiásticos de autoridad y obediencia²⁶.

    En lo que se refiere concretamente a la obediencia de los jesuitas, ellos mismos publicaron una serie de trabajos desde los años 60²⁷. En la mayoría de ellos se advierte el esfuerzo de los miembros de la Orden por adaptar la obediencia ignaciana o el concepto de obediencia del fundador de la Orden, Ignacio de Loyola, a las condiciones sociales cambiantes²⁸. En muchos estudios el punto de partida son los estatutos de la Orden, llamados Constituciones, y las cartas de Ignacio. Estos estudios no discurrían sobre el cambio del concepto de obediencia, sino que lo realizaban. Aquí nos sirven entonces de fuentes que nos permiten describir el discurso interno de la Orden sobre la obediencia. Hasta ahora no existen estudios históricos de personas que, sin pertenecer a la Orden, se pregunten sobre el cambio del concepto de obediencia después del II Concilio Vaticano o de la Congregación General 31.

    Si los conceptos de autoridad y obediencia juegan un papel importante en las relaciones internas de la Iglesia o de la Orden, están directamente vinculados también con las ideas políticas que se tengan sobre el orden. Esta vinculación no había sido considerada para el estudio de la historia contemporánea relacionada con los jesuitas, pero había quedado parcialmente ilustrada respecto al Renacimiento. Así Harro Höpfl se interesa en la idea de orden político que tienen los jesuitas entre 1540 y 1630²⁹. Höpfl investiga las aportaciones de jesuitas ilustrados a las controversias y subraya la importancia de las jerarquías, del principio mandato y obediencia, para el pensamiento jesuita sobre el orden en el primer siglo después de la fundación de la Compañía de Jesús³⁰. Höpfl les asigna tal importancia política y religiosa a las ideas de superioridad y subordinación, esto es al principio de mandato y obediencia en el pensamiento jesuita, que en su opinión la estructura jerárquica se derivaría de ellas. Le contradice Markus Friedrich, criticando a Höpfl de confundir los fines con los medios³¹. Al contrario de Höpfl, Friedrich entiende la obediencia no como un fin en sí mismo, sino primariamente como un medio útil para la administración de la Orden y, por lo tanto, como un resultado más que un presupuesto de la existencia de una jerarquía. En su estudio publicado en 2011. Friedrich investiga la práctica gubernamental y el ejercicio del poder de mando en la Orden jesuita durante el Renacimiento. Según él, lo esencial para la Orden jesuita en ese tiempo era el objetivo de tener un gobierno eficiente, por lo que la estructura jerárquica y con ello la obediencia estaban al servicio de este objetivo.

    Resulta claro de los estudios de Höpfl y Friedrich que hay correspondencia entre lo que se piensa idealmente sobre el orden y la obediencia, y que es posible acceder a esta correspondencia de diferentes maneras. Así, el argumento de Friedrich pasa por alto los motivos religiosos de la acción, igual que deja de ver el valor religioso propio de la obediencia en el pensamiento cristiano, como también su relación estrecha con la fe. Höpfl concuerda con Friedrich al atribuir a la obediencia un papel importante en la búsqueda de una manera eficiente de gobernar, aunque explica enseguida que, independientemente de ello, la obediencia tenía para los jesuitas un alto significado. Así pues, Höpfl acentúa el valor en sí de la obediencia, pero no explica sino rudimentariamente la relación entre la obediencia y los principios de la fe. En el presente estudio se deberá mostrar, pues, esta relación para ilustrar en qué medida el cambio religioso después del Vaticano II —incluido el cambio de los conceptos religiosos sobre la obediencia— repercutió en el pensamiento político sobre el orden³².

    PREGUNTAS Y OBJETIVOS

    En el presente estudio se plantea la pregunta del posicionamiento político de los jesuitas frente al gobierno demócratacristiano de Eduardo Frei, al socialista de Salvador Allende y a la dictadura militar de Augusto Pinochet. ¿Qué expectativas abrigaban los jesuitas respecto a cada uno de esos gobiernos, cómo los juzgaban, y qué ideas políticas fundamentales sobre el orden se pueden reconocer allí? ¿Trataron los jesuitas de influir directamente en cada uno de esos gobiernos, y dado el caso, cómo lo hicieron?

    La opción de abarcar tres gobiernos seguidos en esta investigación se apoya, entre otras cosas, en el supuesto de que las continuidades y las fracturas de los procesos históricos, y en concreto aquí, las convicciones políticas de los jesuitas, solo se pueden captar si el lapso de tiempo que se investiga abarca las cesuras políticas en vez de dejarse delimitar por ellas. Sorprende comprobar que el estudio histórico y científico del posicionamiento de la Iglesia Católica haya enfocado preferentemente el tiempo de la dictadura militar, no solo porque la pregunta por la postura de la Iglesia frente al gobierno socialista sea igualmente significativa y sigue en buena parte inexplorada; sino también y más aun, porque al enfocar la dictadura, se está pasando por alto que no se puede entender la orientación de la Iglesia bajo el régimen militar sin echar una mirada a los años anteriores. Por ello en el presente estudio se investiga el papel de los jesuitas, sobre todo los del centro de investigación Bellarmino y de la redacción de la revista Mensaje, abarcando los cortes o cesuras políticas que se producen en el transcurso de tiempo escogido. Estas cesuras son las elecciones, el golpe militar y la promulgación de una nueva Constitución en 1980 durante la dictadura militar. Hay también otras cesuras de política eclesiástica que la investigación ha registrado, como la fundación del movimiento Cristianos por el Socialismo en 1971 y el cambio de actitud de la Iglesia Católica ante el régimen militar entre 1975/76. Se planteará aquí la pregunta de cómo definieron los jesuitas su rol social, qué ideas tenían sobre el orden social y si estas ideas sobre el orden eran constantes e independientes de los cambios de gobierno. Además, se mostrarán las redes que iban tejiendo los jesuitas en la política y la Iglesia, preguntándonos si trataban de influir en el acontecer político, y de qué manera. Para el tiempo de la dictadura militar se planteará además la pregunta de cómo reaccionaron los jesuitas frente a las violaciones de los derechos humanos cometidas por el régimen de Pinochet. Diecisiete años de dictadura militar han marcado duraderamente al país, y la sociedad chilena se encuentra aún en un proceso de elaboración de su historia reciente. La pregunta de cómo la Iglesia se ha posicionado en este tiempo es importante para el trabajo histórico, no solo por el peso moral de la Iglesia Católica, sino por el gran prestigio social de que goza en Chile. Mirando más lejos y en un contexto más amplio, se plantea la pregunta de cuáles serían las posibles formas de comportamiento de Iglesias cristianas que se encontraran en situación de dictadura³³.

    Las posturas políticas y las formas de proceder de los jesuitas chilenos deben verse en el contexto del apostolado social de la Orden después del Vaticano II. Por ello a manera de introducción, se va a averiguar cómo cambió la autoimagen socio-política de los jesuitas después del Concilio y de la Congregación General 31. Sobre todo, el decreto 4 de la Congregación General 32 de 1974/75 abrió nuevas perspectivas para el desarrollo del apostolado social, porque allí se definió que la tarea central de los jesuitas consistía en comprometerse por la justicia social y proclamar la fe. Allí se muestra que la difusión de la teología de la liberación en América Latina y el actuar de los jesuitas latinoamericanos influyeron en estos procesos. En todo esto se ve claro que las implicaciones internacionales tenían mucha importancia dentro de la Orden, y que los desarrollos en Chile y América Latina tuvieron su parte en las transformaciones del apostolado social de la Orden en su conjunto.

    Al ilustrar las actitudes y el comportamiento de los jesuitas en Chile, se contribuye también a entender de manera más amplia a la Iglesia institucional como actor político. El supuesto es que es imposible entender la postura política de la Iglesia Católica, pese a su estructura fuertemente jerárquica, si se la mira exclusivamente en su más alto nivel jerárquico, el episcopado. En la situación de 1974 descrita en el prólogo, la jerarquía católica procuró que los refugiados abandonaran el país. Pero en la realidad de los hechos, lo que puso en marcha esta medida de ayuda fue la intervención del jesuita José Aldunate, de su provincial Juan Ochagavía y de otros clérigos³⁴. Esto muestra que, para comprender a la Iglesia en su conjunto como actor político, hay que tomar en cuenta las redes de relaciones y los equilibrios de fuerzas entre los actores dentro de ella.

    Ya antes del Concilio se hicieron públicos en muchos países algunos conflictos de los jesuitas y los religiosos en general con los obispos locales. Muchos obispos y hasta el papa les reprochaba a los jesuitas una autonomía demasiado grande aparejada con desobediencia. El conflicto tenía a menudo su origen en el posicionamiento de los jesuitas, y sobre todo en las opiniones que defendían en sus revistas. Esto pasó también en Chile, donde a fines de los años 60 los conflictos entre los jesuitas y los obispos aumentaron hasta culminar en las discusiones en torno a los Cristianos por el Socialismo fundados en 1971. En muchos países ocurrían conflictos parecidos entre obispos y jesuitas, marcados por las discusiones en torno a las teologías de la liberación³⁵. Gianni La Bella describe gráficamente los reproches que se les hacía a los jesuitas:

    Se están amontonando quejas que llegan hasta el Secretariado de Estado […]. Se les reprocha a los jesuitas estar de acuerdo con el marxismo, apoyar la violencia, exigir la democratización de la Iglesia […], desobedecer al papa, reducir su misión al compromiso social³⁶.

    Se plantea aquí la pregunta ¿de cuál sea la significación o importancia que se le atribuye al actuar jesuita en el contexto eclesiástico? ¿En qué relación con la opinión de los jesuitas en Chile estaba el posicionamiento político de la Conferencia Episcopal? Para responder a estos interrogantes se van a examinar las opiniones expresadas por los jesuitas, comparándolas con los posicionamientos de los obispos chilenos y se esclarecerá la participación de los jesuitas en configurar la relación entre la Iglesia y el Estado. Al hecho de que al alero de la Iglesia se encuentra un gran número de instituciones y de actores autónomos, se le llama aquí la heterogeneidad institucional de la Iglesia Católica. Esta heterogeneidad institucional, según se lo explicará, pudo jugar un papel en los conflictos con el Estado.

    La perspectiva aquí adoptada para mirar a la Compañía de Jesús y la Iglesia no es hoy la más corriente en las ciencias. De diversos lados se ha exigido que se deje de mirar a la institución Iglesia para enfocar más bien la religión³⁷. Frente a ello, se sostiene aquí la opinión de que lo deseable no es abandonar paradigmas de investigación, sino usar varios abordajes a la vez. Los diversos diseños de investigación se contradicen a menudo mucho menos de lo que sostienen sus respectivos representantes, más aún, pueden complementarse. Un ejemplo puede ilustrarlo. Uta Andrea Balbier exige que se supere la perspectiva histórica institucional, para interrogar más bien la autoconciencia religiosa. Aquí se muestra que también es posible preguntarse por la autoconciencia de los actores en el interior de las instituciones, y esto puede entregar información tanto sobre ideas religiosas como sobre formas de funcionamiento institucional³⁸.

    Una característica de la organización de la Iglesia Católica son sus estructuras rigurosamente jerárquicas. Si nos preguntamos por las relaciones internas de la Iglesia, esta pregunta va junto con la de las normas de autoridad y obediencia en la Iglesia y, concretamente, en la Compañía de Jesús. Pero, más allá de la pregunta por las normas, esto es por las bases jurídicas, se plantea la pregunta por los conceptos de autoridad y obediencia que cambiaron de manera notable con el Vaticano II y que luego fueron solo parcialmente fijados jurídicamente. Para poder entender las posturas y acciones políticas de los jesuitas en Chile, hay que tomar en cuenta tanto los conceptos como las prácticas de obediencia —este es el supuesto o la hipótesis esencial del presente estudio—. Hay otro supuesto previo y más básico aún que el recién mencionado: que las ideas, como los conceptos de obediencia, pueden hacer que las personas y sus comportamientos cambien³⁹. La obediencia es uno de los elementos centrales de la construcción de identidad jesuita. Mientras en todas las órdenes religiosas en general se hacen los votos de pobreza, castidad y obediencia, los jesuitas han hecho y siguen haciendo un cuarto voto adicional que les obliga a obedecer al papa en relación con la misión apostólica.

    La relación existente entre la forma de pensar sobre la obediencia y la forma de actuar en lo político queda comprobada para varios niveles en el presente estudio: en primer lugar, respecto al margen de acción de que disponen los jesuitas; segundo, en cuanto a los objetivos de su acción; y tercero, en relación con las ideas que ellos tienen del orden. Primero se plantea, entonces, la pregunta por el margen político de libertad de que gozaba un jesuita. La capacidad que tengan los jesuitas, como individuos o como grupo, para articular e imponer sus propias ideas plantea la pregunta por las relaciones de poder dentro de la Iglesia. Estas relaciones de poder están inscritas, por una parte, en el derecho canónico de la misma Iglesia y en el derecho propio de los jesuitas, pero por otra parte pueden darse como expresión de constelaciones informales de poder, como cuando alguien reconoce que una persona es una autoridad y se la adjudica prescindiendo de otras normas estructurales o jerárquicas. Esta adjudicación de autoridad puede tener motivos religiosos. Sería ingenuo e insuficiente pensar que la cuestión del poder en la Iglesia se plantee solo en términos de las ideas religiosas sobre autoridad y obediencia. Pero sería igualmente miope considerar la cuestión del poder en la Iglesia como si no tuviera nada que ver con las ideas religiosas. Los jesuitas trataron de definir en el horizonte de su fe una nueva forma de entender la obediencia y la autoridad. Pero al mismo tiempo esta forma de entender emergía en el contexto de cuestionamientos concretos del poder en la Orden y en la Iglesia. Lo uno no excluía lo otro, sino que eran dos fenómenos entretejidos entre sí. El actuar de los religiosos no quedaría suficientemente explicado si su esfuerzo por definir de nuevo la obediencia y la autoridad se entendiera solo como medio para incrementar su propio poder. Es grande el peligro de interpretar la acción de actores eclesiásticos exclusivamente como si estuviera guiada por intereses. Por ello, el presente estudio se suma a la defensa de John Arnold, especialista en la Edad Media, quien sostiene que el actuar religioso no debe leerse automáticamente como signo de otra cosa⁴⁰. Las ideas sobre la obediencia fueron objeto central de convicciones religiosas, y estas pueden ser un motivo central en sí mismas, como lo constata Arnold. Por esto, aquí se comenzará investigando la dimensión religiosa del concepto de obediencia, aplicando la metodología de la historia de las ideas, antes de preguntarnos por las implicaciones políticas del mismo⁴¹.

    En razón de su dimensión religiosa, la idea de obediencia está asociada no solo con el margen de libertad de la acción, sino con los objetivos de la misma. Se trata aquí del segundo punto, el que vincula la acción política con el concepto de obediencia. En el pensamiento cristiano, la obediencia religiosa tiene como objetivo central el cumplimiento de la voluntad de Dios. En el presente estudio se demostrará que el desarrollo del apostolado social fue también resultado del cambio en el concepto de obediencia. En un primer paso se observa que la obediencia se fue entendiendo cada vez más como servicio al derecho a la vida de los seres humanos, evolución que fue efecto de la discusión ética que se sostuvo en torno a ella⁴². El presente estudio se apoya en esta manera de entender la obediencia para afirmar que el compromiso por la justicia social, que los jesuitas declararon como su tarea central junto con el anuncio de la fe en la Congregación General 32 de 1974/75, es la nueva forma de obediencia religiosa.

    Como se lo pudo ver en la discusión entre Höpfle y Friedrich, las concepciones que se tengan de la obediencia están también en una estrecha relación con las diversas formas de concebir el orden. Este es el tercero y último punto de la relación existente entre actitudes y comportamientos políticos, por un lado, y modos de concebir la obediencia, por otro. Según Max Weber, cada forma de sometimiento a un orden, es una forma de obediencia⁴³. Respecto a las ideas sobre el orden, cabe señalar una aparente contradicción entre la dedicación y el compromiso por la democratización de lo público que practicaron los jesuitas en diversas partes del mundo durante la segunda mitad del siglo XX, por un lado, y el hecho de que ellos mismos pertenecen a una Orden que, junto con algunos elementos de señorío aristocrático, estaba y sigue estando estructurada en forma principalmente monárquica. Desde que la Iglesia Católica reconoció a la democracia en el II Concilio Vaticano, en toda la Iglesia se advierte la existencia de una discrepancia entre las ideas de orden hacia adentro o hacia afuera⁴⁴. En cuanto a los jesuitas, si bien es cierto que el desarrollo de las ideas de orden ha sido claramente diferente según se trate de las que se refieren al orden interno o de las relacionadas con el orden externo, sin embargo se plantea la pregunta sobre la relación vigente entre ambas. Por ello se van a comparar aquí las ideas de orden que los jesuitas tenían para la cosa pública, con las que tenían para su propia vida comunitaria, preguntándonos si se advierten interacciones entre ambas. En esta línea se mostrará que, aunque desde la Congregación General 31 hubo signos de intentos normativos de democratización, en el sentido de una mayor participación de los individuos y de una composición más representativa de las mismas Congregaciones Generales, sin embargo persistió la idea de que democratizar las estructuras jerárquicas de decisión dentro de la Orden sería incompatible con las ideas de autoridad y obediencia.

    La cuestión de las formas de organización, del orden y de las estructuras jerárquicas es importante para cualquier ámbito de la sociedad. Es cierto que, aunque palabras como autoridad, y más aún obediencia, son hoy día más bien tabú, sin embargo siguen existiendo estructuras jerárquicas⁴⁵. Hay el peligro de que precisamente por no nombrar las relaciones jerárquicas, se esté facilitando el abuso de ciertas constelaciones de poder. Acorde con el entendimiento de nuestra época en occidente, nos incomodan las estructuras jerárquicas, lo que se expresa entre otras en el hecho de que se postulen jerarquías planas, sin que siempre sea claro lo que por ello se entiende. Se puede definir las jerarquías planas como estructuras de organización en las que el gobierno no viene solo desde arriba, sino que refuerzan más bien la iniciativa y la responsabilidad de los individuos⁴⁶. Mirándolo bien, en realidad muchos jesuitas estaban tratando de imponer precisamente estas estructuras desde los años 60. Entender cómo lo hicieron, con qué problemas se toparon y cómo trataron de resolverlos, es algo que puede ayudar a configurar en la práctica las actuales estructuras organizacionales.

    Los votos de obediencia de los religiosos católicos producen extrañeza si se los mira desde una perspectiva externa a la Iglesia. Acentuar la obediencia en relación con las estructuras jerárquicas características de la Iglesia Católica, es algo que puede prestarse a suponer demasiado rápidamente que la acción de los religiosos católicos, en particular, de los jesuitas, está esencialmente determinada a practicarse como cumplimiento de órdenes. Sin embargo, José Aldunate fue autónomo en su decisión de prestar ayuda a los refugiados, como se lo puede deducir de la descripción que se hace de su acción en el Prólogo de este libro. Cuando se le preguntó en una entrevista qué significaba para él ser jesuita, contestó sin dudarlo: Transparencia y obediencia⁴⁷. De hecho muchos jesuitas y otros religiosos dan muestra de poseer un pensamiento independiente y crítico. Pero este tipo de pensamiento parece a primera vista incompatible con la tan alabada obediencia. El punto de partida metodológico de esta investigación fue la extrañeza recién descrita, porque señalaba que la forma como la autora de este estudio entendía la obediencia era esencialmente diferente de la de los jesuitas. Se entiende aquí que la incompatibilidad de las propias estructuras de significado con las de los actores que se estudian sirve de base para la adquisición de nuevos conocimientos y de estímulo para entender un sentido ajeno que debe descubrirse a partir de las diversas fuentes, y no imponerse⁴⁸.

    Los jesuitas tropezaron con su propio constructo de obediencia, sobre todo a partir de los años 60. Significativo de este tropiezo es la pregunta que formulara el jesuita Wolfgang Seibel, de cómo se pueda compatibilizar el que los jesuitas tengan que ser obedientes, con que por otro lado deban utilizar su entendimiento⁴⁹. En el presente estudio no se entiende a la obediencia jesuita como una actitud ahistórica e inmutable que perteneciera a una eventual identidad jesuita, sino al contrario como una construcción vinculada con el tiempo y que debe ser descifrada como tal⁵⁰. La Compañía de Jesús no es estática y las normas y valores de los jesuitas no son necesariamente constantes. Debido a la estrecha relación que hay, por una parte, entre obediencia y poder, y por otra, entre obediencia y fe cristiana, la obediencia es un concepto clave para entender la actitud y las acciones de los jesuitas. Se mostrará cómo desde los años 60 se entremezclaron la discusión sobre convicciones políticas y los conflictos religiosos en torno a la fe. En los años 60 se trató conflictiva e intensamente de la forma de entender la autoridad y la obediencia dentro de la Iglesia y de la Compañía, pero el tema de la obediencia se puso nuevamente de actualidad en los últimos tiempos. Recuérdese solo el Llamado a la desobediencia del 19 de julio 2011 de la iniciativa de párrocos de Austria que se declara en favor de reformas en la Iglesia⁵¹. La desobediencia les sirve a los párrocos miembros de esa iniciativa para configurar de nuevo el presente de la Iglesia en sus respectivas parroquias, por ejemplo ignorando la prohibición de predicar que

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