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La Hermandad de la Serpiente, volumen 1 : La Invasión: La Hermandad de la Serpiente, #1
La Hermandad de la Serpiente, volumen 1 : La Invasión: La Hermandad de la Serpiente, #1
La Hermandad de la Serpiente, volumen 1 : La Invasión: La Hermandad de la Serpiente, #1
Libro electrónico402 páginas6 horas

La Hermandad de la Serpiente, volumen 1 : La Invasión: La Hermandad de la Serpiente, #1

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Información de este libro electrónico

Viviane Robert, una arqueóloga escéptica, se encuentra envuelta en una conspiración milenaria en la que se enfrentan unos seres con unas habilidades sobrenaturales : los Serkys y los Guardianes. Los primeros son unos seres medio humanos, medio reptiles que se emplean a fondo para someter a la humanidad y exprimir los recursos de la tierra. Los segundos son una élite humana con una serie de habilidades que lucha contra los Serkys para salvar a la humanidad. Sin saberlo, Viviane se convierte en la clave para salvar el mundo.
Una apasionante historia que nos hace viajar a la época de los sumerios y de los babilonios donde las tecnologías y los avances que conocemos se convierten en la perdición del ser humano. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia… ¡o no!

IdiomaEspañol
EditorialAnnie Lavigne
Fecha de lanzamiento18 sept 2019
ISBN9781071510179
La Hermandad de la Serpiente, volumen 1 : La Invasión: La Hermandad de la Serpiente, #1

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    La Hermandad de la Serpiente, volumen 1 - Annie Lavigne

    De la misma autora

    Viaje hacia el amor, volumen 1, Yo, tú... y él

    Viaje hacia el amor, volumen 2, Aduéñate de mi corazón

    Viaje hacia el amor, volumen 3, En camino a Hollywood

    María del mar, volumen 1, La primera vez

    María del mar, volumen 2, Juegos de seducción

    María del mar, volumen 3, Vuélveme

    Avana, volumen 1, La profecía del Druida

    Avana, volumen 2, La búsqueda de los Magos

    Avana, volumen 3, El despertar del Dragón Rojo

    La Hermandad de la Serpiente, volumen 1, La Invasión

    La Hermandad de la Serpiente, volumen 2, La Rebelión

    Capítulo 1

    La larga serpiente metálica avanzaba a toda velocidad a través del campo. Pocas horas antes, Viviane Robert había salido de Montreal rumbo a Boston. Su padre la había urgido que fuera a verle cuanto antes. Parecía preocupado pero no quiso darle detalles.

    A medida que la frontera se aproximaba, Viviane sentía que los nervios la invadían cada vez más. En los últimos años, viajar a Estados Unidos se había vuelto difícil, incluso peligroso. Antes de salir de la estación, había que someterse a una minuciosa inspección por parte del ejército. Aquella situación hacía que hasta el viajero más inocente se sintiera como un criminal.

    Aquella vigilancia militar formaba parte de las medidas instauradas para evitar atentados terroristas. Había soldados armados patrullando todos los espacios públicos, las calles estaban permanentemente vigiladas mediante sistemas por satélite y las viviendas estaban conectadas a centrales de seguridad. Pero todo aquello no apaciguaba el miedo de la población.

    Viviane palpó su bolso y sintió alivio: ahí seguía su Glock 26, una pistola semiautomática de 9 mm de la que nunca se separaba. Unos años atrás, los dirigentes de todos los países habían facilitado a la población el acceso a las armas de fuego.

    La ley marcial se había impuesto casi a nivel mundial y los ciudadanos tenían que respetar un toque de queda. Al caer la noche, la policía y el ejército salían con vehículos blindados para recorrer las calles desiertas en busca de infractores. No hacía falta ser acusado de ningún delito para ser arrestado o detenido.

    Pese a aquella represión, la violencia no había disminuido, sino todo lo contrario. En las grandes ciudades donde la presencia de la policía y del ejército era constante, los disturbios eran algo habitual y siempre eran sangrientos.

    Desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, los medios de comunicación no habían cejado en su empeño por fomentar el miedo. Los gobiernos habían dado más poder a sus organismos de inteligencia y a sus departamentos de seguridad. Con el pretexto de proteger a la población frente al terrorismo, se habían tomado varias medidas cuyo verdadero objetivo era que las autoridades tuvieran el control absoluto de la población.

    Desde la ventanilla del tren, Viviane observaba los grandes arces sin hojas. La luminosidad de aquel día le gustaba: soleado sin ser demasiado luminoso, relajante y reconfortante, preludio de la llegada del frío invierno que ella tanto anhelaba por haber crecido en una fría y nevada región llamada Quebec.

    Dejó de mirar el paisaje y empezó a hojear una revista científica que alguien había olvidado en el asiento de al lado. Se detuvo en un artículo en el que se afirmaba que en los meses siguientes, el planeta sufriría graves perturbaciones climáticas debido al deterioro ambiental.

    Deterioro ambiental, perturbaciones climáticas... Todo eso forma parte de nuestro día a día –pensó Viviane.

    Los límites ecológicos del planeta ya se habían sobrepasado. Como consecuencia del calentamiento global, las inundaciones eran cada vez más habituales, al igual que los periodos de sequía. Los tsunamis y los seísmos también se habían vuelto más frecuentes y virulentos. Los países menos afectados se habían convertido en tierras de acogida de miles de refugiados climáticos.

    Los científicos ya lo habían advertido. ¿Pero cómo invertir la tendencia?...

    Viviane cerró los ojos. Quería dejar de pensar en todo aquello. No soportaba oír aquellas predicciones apocalípticas. Era un tema candente que las cadenas televisivas no dejaban de exprimir para hinchar las cuotas de audiencia y alimentar el clima de terror en el que la población ya estaba sumida.

    Respiró hondo. Se sintió tranquilizada por la oscuridad en la que se había envuelto. Pero varias imágenes aparecieron de repente en su pantalla mental...

    Varias personas con togas negras hablaban al unísono en una lengua antigua. Frente a aquel grupo, una mujer con capa roja se mantenía de pie en un escenario. Una capucha enorme le cubría la cara. A medida que las voces se intensificaban, con la mano, fue apartando lentamente la tela roja que cayó a sus espaldas, desvelando sus rasgos: un rostro blanco y reluciente como la porcelana, un cabello rojo como la sangre y unos ojos tan oscuros como el infierno.

    La criatura abrió la boca y sonrió mostrando una fila de dientes afilados...

    Un grito de espanto resonó en el tren. Los pasajeros se giraron y se quedaron mirando fijamente a Viviane. ¿Estaba loca? ¿Tal vez se pondría en pie y dispararía a la muchedumbre?

    La miraron durante un breve momento, tras lo cual siguieron a lo suyo algo preocupados aunque no lo suficiente como para avisar al personal de seguridad. A nadie se le ocurrió preguntarle a aquella mujer aterrorizada si se encontraba bien.

    ¡Joder! Olvidé las medicinas.

    Cuando era niña, Viviane solía tener visiones, en ocasiones relacionadas con el pasado de la gente o de las cosas que tocaba, y a veces veía el futuro inmediato. También podía incrementar sus percepciones sensoriales siempre que lo deseaba –el oído, la vista– y era capaz de leer el pensamiento de los demás. Varios eran los especialistas que habían estudiado su caso específico: médicos, psicólogos, psiquiatras infantiles... Había sido sometida a todo tipo de pruebas pero no encontraron nada y concluyeron que las visiones se debían a que soñaba despierta en épocas de estrés.

    Fuera cual fuera el motivo, la pequeña Viviane aceptó someterse a un tratamiento para poner fin a aquellos molestos fenómenos. No quería ser distinta de los demás niños. No quería que nadie supiera su secreto.

    Estaré de vuelta antes de mañana por la noche. Creo que será suficiente...

    El tren entró en la estación y se detuvo en silencio. Viviane agarró su bolso, un estuche gris de nailon que se colgó en bandolera, y salió del tren. Tres agentes de policía con metralletas y chalecos antibalas ordenaban fríamente a los viajeros que se dirigieran sin demora al puesto de control. Parecían nerviosos, cosa que preocupaba a Viviane.

    ¿Habría llegado alguna alerta de bomba? Era algo habitual en los transportes públicos, ya que las explosiones eran algo prácticamente diario. Aquellos atentados eran reivindicados por grupos de diversa índole para reclamar aquello a lo que tenían derecho, para dar voz a su causa. Y es que había cientos de causas en el mundo, cientos de problemas por solucionar, cientos de situaciones insostenibles, cientos de injusticias sociales. Pero los gobiernos hacían oídos sordos y la gente empezaba incluso a desentenderse de la miseria humana. Dejar de pensar en los problemas del mundo era la única manera de parecer felices, aunque fuera una utopía.

    Viviane pasó por los arcos de seguridad y recogió su pasaporte sellado. Vio a su padre al otro extremo del andén y aceleró el paso, sonriente.

    Alto, delgado, siempre bien afeitado, con el pelo rubio peinado de lado, Laurent Robert siempre iba vestido a la última, con un estilo sobrio pero elegante. Aquel día, llevaba unos pantalones y un jersey de color negro que contrastaban con su palidez.

    El padre de Viviane era conocido por ser uno de los pocos eruditos capaces de descifrar la escritura cuneiforme de las tablillas de arcilla sumerias y babilonias descubiertas en el siglo XIX en Iraq, la antigua Mesopotamia.

    Cuando las fuerzas armadas americanas entraron en Iraq en 1991, una unidad especial saqueó el museo arqueológico de Bagdad y se llevó numerosas tablillas de arcilla. El mayor proyecto de Laurent Robert había sido la traducción de aquellos varios miles de pedazos de terracota, un tesoro que había sobrevivido al paso del tiempo para contar la historia de Sumer y Babilonia.

    Viviane, que siempre se había sentido muy orgullosa de su padre, había decidido seguir sus pasos. Acababa de finalizar un doctorado en arqueología y se había especializado en las civilizaciones mesopotámicas: sumerios, babilonios, acadios, asirios. Era capaz de descifrar la escritura cuneiforme, al igual que su padre adoptivo.

    Laurent no era su padre biológico. Después de la trágica muerte de sus padres en un accidente de coche, en la familia nadie quiso hacerse cargo de ella. Entonces apareció Laurent Robert, un completo desconocido, y decidió acogerla. ¿Cómo es posible que un hombre soltero adoptara a una niña? Viviane nunca quiso averiguarlo. Solo se sentía agradecida por haber conocido a aquel hombre y por haber tenido una infancia bastante feliz, lejos de las familias de acogida.

    Aquella pequeña huérfana de pelo muy corto que Laurent había adoptado con tan solo cuatro años ya se había convertido en una mujer. Habían pasado veinte años y ahora lucía el cabello largo y rubio. Vestía unos vaqueros negros y una blusa blanca bajo una chaqueta de piel, lo que le daba un aire roquero pero refinado a la vez.

    – ¡Viviane, has venido! –suspiró Laurent Robert dándole un fuerte abrazo, visiblemente aliviado de verla.

    Ella se preguntaba qué era aquello tan urgente que tenía que contarle. Tal vez había descubierto un importante hallazgo arqueológico que debía mantener en secreto...

    Capítulo 2

    La víspera, Viviane Robert había salido con unos amigos para celebrar que la habían contratado como asistente de investigación para un prestigioso arqueólogo francés que trabajaba en un yacimiento siromesopotámico, en Siria.

    Esta noche te lo vas a pasar bien –se dijo a sí misma mientras aplicaba una capa de maquillaje sobre sus largas y pobladas pestañas. La joven retrocedió un poco y se miró en el espejo, girándose ligeramente hacia la izquierda y hacia la derecha, haciendo ondear el dobladillo de su vestido negro justo por encima de la rodilla. Satisfecha con la imagen que el espejo le proyectaba, agarró su bolso y salió a toda prisa. Se le había hecho tarde, como siempre.

    Entró en un bar lounge del centro de Montreal y vio a su amiga Nellie. Esta la llevó directamente a la barra y pidió una margarita.

    – ¡Esta noche toca fiesta! –Exclamó su amiga– Porque ya sabes que allí...

    – Voy a tener que trabajar duro –apuntó Viviane– Mi jefe es un francés muy competente, pero también es un adicto al trabajo. No creo que me quede mucho tiempo para desfasar.

    Pero eso poco le importaba. El trabajo era lo primero para ella. Durante sus años de estudios de maestría y doctorado, había dedicado todo su tiempo a la investigación, lo cual le había valido el reconocimiento de muchos profesores y le había permitido ocupar aquel puesto tan codiciado.

    Sus amigos no se perdían la hora feliz de los jueves, aunque ella pocas veces solía acudir a aquella cita, ya que prefería disfrutar de una buena serie policíaca en la televisión en vez de hincar el codo. Pero aquella noche, habían conseguido sacarla de su cueva. No tenía excusas. Le quedaban cinco días para irse a Siria y no los volvería a ver en varios meses.

    Viviane pagó su copa y las dos se dirigieron a la mesa en la que se encontraban los demás.

    – Vincent me ha vuelto a hablar de ti –le susurró Nellie al oído– Mírale, se le nota en la mirada que le gustas.

    Viviane no contestó a su amiga. Le dio dos besos a cada uno y se sentó junto a Vincent.

    – ¡Hola, belleza! –le dijo este último.

    Nellie tiene razón, intenta ligar conmigo...

    Vincent Martin era un compañero de trabajo de Nellie que se había unido a su círculo de amigos hacía unos meses. Desde entonces, siempre procuraba sentarse junto a Viviane para darle conversación. A ella le resultaba un poco pesado, ya que siempre le hablaba de lo mismo: derrumbe del sistema financiero, conspiraciones y sociedades secretas. Vincent estaba convencido de que el mundo estaba controlado por potentes y complejas organizaciones y siempre aportaba alguna prueba sacada de Internet para alimentar sus retorcidas teorías de conspiración global.

    Pero es muy majo, es guapo y está claro que le gusto... Así que esta noche, dejaré que se acerque a mí. No era la primera vez que Viviane pensaba en ello. Esta noche, amiga mía, no volverás a casa sola –se decía a sí misma cada vez que salía de fiesta, pero siempre terminaba convirtiéndose en Doña Témpano de Hielo al final de la noche, haciendo que el atractivo Vincent perdiera cualquier esperanza de acompañarla a casa y de subir a tomar una última copa.

    Viviane tenía la mala costumbre de convertirse en Doña Témpano de Hielo cada vez que un hombre se acercaba a ella. Por culpa de aquella fría mujer de mirada gélida, no había tenido ninguna pareja en muchos años. Doña Témpano de Hielo había hecho que la vida sexual de Viviane fuera prácticamente inexistente pero a cambio, le prometía una trayectoria brillante.

    No. Hoy será distinto. Intentaba autoconvencerse pero en el fondo, sabía perfectamente cómo terminaría la noche: igual que siempre. No podía evitarlo. Por muchos ejecutivos y profesionales que le presentaran sus amigas, ninguno conseguía seducirla. Les faltaba esa chispa en el fondo de la mirada, así como esa masculinidad que tanto le gustaba en los hombres. ¿Qué culpa tenía ella de fantasear con los agentes del FBI o de los servicios secretos que protagonizaban las series y películas americanas que solía ver?

    Pero aquella noche tuvo que despedirse de sus fantasías y recibir una buena dosis de realidad. Quería darle una oportunidad a Vincent Martin, director de marketing de una empresa de cosmética.

    Puede que no sea tan masculino como Jack Bauer pero seguro que tiene la piel tersa...

    Estaba harta de estar sola. Quería conocer a un hombre con quien compartir su vida, sus alegrías y sus penas... Anhelaba encontrar a su alma gemela.

    – Estás encantadora hoy, Viviane –le susurró su pretendiente al oído cuando ella volvía con su segunda margarita, que le ayudaría sin duda a relajarse y disfrutar.

    Cuando abrió la boca para agradecer el cumplido, su móvil empezó a sonar. Se disculpó y se apartó de la mesa para contestar la llamada.

    – Viviane, soy Laurent.

    – Hola papá. Es muy tarde. ¿Estás bien?

    – Sí, estoy bien pero tengo que hablar contigo... ¡urgentemente!

    No le quedaba otra que salir hacia Boston al día siguiente a primera hora de la mañana. Tendría que dejar lo de la piel tersa para otra ocasión...

    Capítulo 3

    – Me alegro mucho de volver a verte, papá. ¿Estás bien?

    Laurent tranquilizó a su hija indicándole que se encontraba perfectamente, pero ella le notaba preocupado.

    – ¿Por qué querías verme con tanta urgencia?

    – ¡Aquí no! Vamos al coche.

    Se montaron en el BMW gris de Laurent y abandonaron el parking. El vehículo acababa de salir a la carretera cuando de repente, una fuerte explosión voló los cristales de la estación de tren.

    Viviane se giró con el corazón en un puño. Había gente cubierta de sangre que salía del edificio en llamas tambaleándose y pidiendo auxilio.

    – ¡Tenemos que ayudarles! –exclamó Viviane agarrándose al muslo de su padre, como si quisiera detener el coche con ese gesto.

    Lejos de parar, aceleró aún más.

    – No nos queda tiempo –replicó Laurent sin mirar atrás– Las ambulancias no tardarán en llegar.

    – Pero...

    Viviane dejó la frase a medias. Sabía perfectamente que su padre tenía razón: los servicios de emergencia llegarían enseguida. ¿Cómo podían ayudar unos simples civiles como ellos?

    Permanecieron en silencio durante un momento. ¿Qué hacer ante tanta violencia gratuita? ¿Hay que estremecerse o ser más duros? Viviane era capaz de ambas cosas.

    – ¿Me vas a decir qué es lo que pasa? ¿Por qué querías verme con tanta urgencia? –preguntó a su padre por segunda vez, mientras intentaba sacarse de la cabeza las imágenes del atentado.

    – Quiero darte algo...

    Laurent parecía muy nervioso: miraba repetidamente por el retrovisor.

    – Una tablilla de arcilla con escritura cuneiforme. Formaba parte de los tesoros sumerios y babilonios que fueron robados en Iraq. Su origen data de la época de Sumer.

    Acababa de despertar la curiosidad de su hija.

    – No se la he enseñado a nadie. Hace años que la tengo guardada.

    Aparcó el coche frente al edificio en el que se encontraba el departamento de arqueología de la Universidad de Boston y la urgió que saliera del vehículo. Ella quiso seguir con la conversación mientras caminaban pero él le hizo señal de callarse mientras seguía mirando a sus espaldas, visiblemente nervioso.

    Cuando llegaron al despacho, Laurent cerró la puerta con llave y bajó la persiana. Seguidamente, sacó una pequeña llave de su bolsillo y abrió el último cajón del escritorio para sacar la tablilla.

    Viviane se quedó observando la escritura cuneiforme. Una tablilla en perfecto estado, es algo tan raro... –se dijo a sí misma. De hecho, era tan poco común que dudó de su autenticidad.

    Viviane puso la yema de sus dedos sobre la terracota. En el momento en que su piel entró en contacto con la tablilla, una imagen de otra época apareció ante sus ojos: una mano que sujetaba un cálamo una caña hueca cortada oblicuamentegrababa en la arcilla una serie de caracteres con forma de cuña y clavo.

    – ¿Qué te pasa? –preguntó Laurent al ver que su hija se había quedado con el rostro paralizado y la mirada ausente.

    Al oír a su padre, Viviane volvió a su ser.

    – Olvidé las medicinas.

    – ¿Has tenido una visión?

    Viviane asintió con la cabeza, con la mirada clavada en el suelo como una niña avergonzada que confesaba una chiquillada.

    – ¿Qué has visto?

    – Poca cosa. Tan solo una mano que grababa estos símbolos.

    Laurent Robert siempre la había animado a tomar su medicación para controlar sus visiones que la marginaban cuando era niña y que, según él, solo le harían la vida más difícil. De hecho, Viviane nunca se había arrepentido de hacerle caso.

    – Volveré a casa mañana. Solo me habré saltado una dosis. No te preocupes. Pero dime, ¿qué dice esta tablilla?

    Laurent le hizo un resumen de lo que había descifrado:

    – Desde hace miles de años, unos seres de los que ignoramos la existencia libran una guerra secreta en nuestro planeta: los Serkys, miembros de la Hermandad de la Serpiente, y los Guardianes, una élite humana. Los Serkys quieren dominar la raza humana para controlar los recursos del planeta. Los Guardianes, por su lado, quieren librar a los humanos de esa amenaza.

    – Guardianes y Serkys..., repitió Viviane, escéptica.

    – La tablilla también habla de un planeta, Nibiru, que pasará cerca de la Tierra al final de una era. Los sumerios llamaron a ese fenómeno cómico el Gran Paso. Al parecer, gracias a ese paso, la humanidad podrá librarse de la Hermandad de la Serpiente y despertará de su letargo.

    – Papá, esa historia no tiene ni pies ni cabeza –interrumpió Viviane.

    Ella nunca había prestado atención a todas aquellas teorías de nueva era que profetizaban el retorno de la Luz a la Tierra y el despertar espiritual del ser humano. Estaba convencida de que era un fraude, un engaño que unos pocos iluminados se empeñaban en difundir y que solo servía para aletargar aún más a la gente diciéndole que todo iría bien, que la Luz llegaría para iluminar a la raza humana y convertir el planeta en un edén.

    No iría nada bien, pensaba Viviane. Pero algunos preferían creer en teorías de evolución espiritual en vez de enfrentarse a la realidad: la humanidad no estaba despertando. Se estaba hundiendo cada vez más en el materialismo. El mundo no mejoraba. Cada día que pasaba, estaba más enfermo y más agitado, ahogado por el propio humano y por su codicia.

    – ¡Déjame terminar, Viviane! –insistió Laurent con un tono tan grave que la dejó estupefacta.

    ¡Es increíble! Se cree realmente lo que está contando...

    – Al parecer, el Gran Paso está unido relacionado con un portal de energía que los Guardianes pueden activar. En la época del imperio sumerio, los Guardianes esperaban con impaciencia el regreso de Nibiru.

    – Una guerra entre Serkys y Guardianes, el paso del planeta Nibiru, un portal de energía... ¿No ves que son cuentos, papá? Esta tablilla no es auténtica.

    A Viviane le sorprendía la ingenuidad de su padre, que siempre había sido un hombre muy racional.

    Ha perdido el norte... Tal vez esté enfermo...

    Viviane siempre se había negado a creer en lo que no podía ver, en lo que no podía comprobar. No creía en la religión ni en la espiritualidad. Estaba segura de que solo el humano podía salvar al humano. Ningún ser de Luz, ningún maestro ascendido vendría para poner a la humanidad a salvo de las tinieblas en las que se había sumido. No se iba a abrir ningún portal de energía divina. Aquellas historias habían sido inventadas para embrutecer al pueblo.

    Desde los años 90, millones de personas se ponían en manos de gurús que prometían un mundo de Luz y mientras los espiritualistas se hinchaban a leer libros y asistían a innumerables conferencias, por su parte, los dirigentes ávidos de poder y dinero tenían vía libre para tomar el control del planeta y de sus habitantes. Eso es lo que Viviane Robert pensaba.

    Al oír un ruido de motor, Laurent se acercó a la ventana y bajó una lama de la persiana: un coche negro había aparcado junto al suyo. Las puertas se abrieron y dos hombres trajeados salieron del vehículo.

    – Ya están aquí, dijo el arqueólogo, alarmado.

    – ¿Quiénes?

    – Nunca quise hablar de mi hallazgo con nadie pero con el paso de los años, empezaron a surgir rumores. Hasta que un día, alguien me ofreció dinero. Mucho dinero...Esa gente es muy poderosa... Pero no acepté.

    El despacho solo tenía una salida. Laurent y su hija ya podían oír los pasos de aquellos hombres en el pasillo. Viviane sentía que el miedo se apoderaba de todo su ser. Laurent abrió la puerta del ropero y la apremió para que entrara, cosa que ella hizo sin dudar.

    – ¿Y tú? ¿Qué vas a hacer? –preguntó alarmada.

    – Si me escondo buscarán por todas partes hasta encontrarme y también te encontrarán a ti. Y te matarán. Siento mucho haberte metido en este lío.

    Llamaron a la puerta.

    – ¡Robert! ¡Abra ahora mismo!

    A Viviane se le hizo un nudo en el estómago.

    – ¡Tiene algo que no le pertenece! –dijo la voz del otro lado de la puerta. ¡Abra!

    Capítulo 4

    Antes de cerrar la puerta del ropero, Laurent añadió:

    – Hasta hace poco, no lo entendía. Pero ahora estoy seguro: tus visiones, cuando

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