2 de Julio - Una Historia de Libertad
Por César Costa
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Esta es una obra de ficción basada en los hechos que ocurrieron durante los innumerables eventos del movimiento de liberación en Bahía. Los personajes ficticios que aquí aparecen, mezclados con otras tantas figuras reales e importantes del proceso de independencia, representan a los millares de héroes y heroínas anónimos que fueron tan importantes y decisivos para la victoria brasileña, como aquellos que tuvieron sus nombres destacados y perpetuados en la bella historia de valentía y voluntad del pueblo bahiano por una nación mejor, soberana y libre.
Esta obra también es un homenaje a aquellos que renunciaron a su posición privilegiada en la sociedad colonial y a su relativa comodidad, para financiar y luchar por el bien común al lado de hombres considerados inferiores. Que cada lector comprenda que el proceso de liberación partió no sólo del grito soberano, sino de la sangre, sudor y lucha de muchos buenos ciudadanos brasileños repartidos no sólo en la provincia bahiana, sino por todo el territorio nacional; que los hombres que escribieron esta historia no fueron perfectos, mas prefirieron dejar de lado sus imperfecciones y deseos personales para que esta nación continental se fuera libre y hoy pudiera caminar bajo el lema: Orden y Progreso.
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2 de Julio - Una Historia de Libertad - César Costa
2 de Julio
Una historia de libertad
César Costa
1° edición
CopyRight © 2018 by César Costa
Todos los Derechos Reservados
http://www.cesarcosta.com.br
––––––––
Edición
César Costa
Tapa, Revisión y Diagramación
César Costa
Traducido del idioma Portugués
Adán Caballero
Dedicatoria
Para mi familia que es mi soporte y que me ayuda en todas las batallas.
─César Costa
Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Personajes reales y ficticios
Introducción
Esta es una obra de ficción basada en los hechos que ocurrieron durante los innumerables eventos del movimiento de liberación en Bahía. Los personajes ficticios que aquí aparecen, mezclados con otras tantas figuras reales e importantes del proceso de independencia, representan a los millares de héroes y heroínas anónimos que fueron tan importantes y decisivos para la victoria brasileña, como aquellos que tuvieron sus nombres destacados y perpetuados en la bella historia de valentía y voluntad del pueblo bahiano por una nación mejor, soberana y libre.
Esta obra también es un homenaje a aquellos que renunciaron a su posición privilegiada en la sociedad colonial y a su relativa comodidad, para financiar y luchar por el bien común al lado de hombres considerados inferiores. Que nuestra juventud pueda verse reflejada en tan bravos hombres y, así, pueda caminar al frente para reconstruir esta nación y elevarla al lugar de protagonismo al que tiene derecho en el mundo.
Que cada lector comprenda que el proceso de liberación partió no sólo del grito soberano, sino de la sangre, sudor y lucha de muchos buenos ciudadanos brasileños repartidos no sólo en la provincia bahiana, sino por todo el territorio nacional; que los hombres que escribieron esta historia no fueron perfectos, más prefirieron dejar de lado sus imperfecciones y deseos personales para que esta nación continental se fuera libre y hoy pudiera caminar bajo el lema: Orden y Progreso.
Capítulo 1
Mário Magalhães Sobreira, nacido en 1799 en la villa de Cachoeira en la provincia de Bahía, era un brasileño más entre tantos otros. Con sus padres, Manuel Filgueiras Sobreira y Anita Marcondes Ferrão Magalhães, se mudó para Salvador en 1813 en búsqueda de nuevas oportunidades en la capital. Desde temprana edad, se involucró en cuestiones políticas y sociales ligadas al imperio y se interesaba mucho por la causa nacional. Era un niño introvertido, a pesar de ser astuto y de provocar más de un enojo en sus padres. Sin embargo, su mayor característica era el espíritu nacionalista. Convencido de que estaría prestando un gran servicio a la patria, se unió al ejército brasileño en el año de 1820. Durante los primeros meses de entrenamiento pesado, se destacó por el uso de armas de fuego, en el enfrentamiento con bayoneta y en el combate cuerpo a cuerpo con el adversario.
A lo largo de su primer año de servicio en el ejército, Sobreira, o Maso
como era conocido por sus compañeros de igual rango, hizo una gran amistad con el portugués Joaquim Fernão Romão, el soldado Romão. Desde su incorporación al ejército, Sobreira fue auxiliado por su amigo lusitano en sus entrenamientos. Romão era un joven nascido en Algarve en 1797. De familia pobre, se ganaba la vida como carguero en ferias, además de hacer pequeñas estafas a los distraídos. Perseguido por un marido cornudo, no vio otra alternativa más que embarcarse clandestinamente en un barco que tenía a Brasil como destino. Así, llegó al país tres años antes de su incorporación al ejército, ya que, al ser descubierto, y a fin de escapar a una pena más severa, optó por servir al Ejército Real Brasileño.
A pesar de la rutina desgastante y de las estrictas reglas del ejército, ambos, brasileño y portugués, estaban satisfechos con su trabajo. Romão estaba feliz por ya no necesitar vivir de engaños y el brasileño por estar cerca de los hombres que comandaban la provincia. Muchas veces, Maso se aventuraba en largas conversaciones sobre el imperio y el futuro político de la nación, a lo que Romão siempre respondía con un Ya cállate, tonto
. Lo que el chico hallaba gracioso y hacía como si no le importara.
Más interesado en la situación política del país, Sobreira se emocionó al saber que el príncipe regente, Dom Pedro, se había reusado a acatar la orden de Portugal para que volviera a la sede del imperio el 9 de enero de 1822. Romão, como lusitano que era, hallo absurdo tal acto de rebeldía contra la Corona Real Portuguesa. Sin embargo, al no ser él ejemplo de buena conducta, no podía condenar del todo la actitud del monarca.
A mediados del mes de febrero de 1822, sucedió algo que cambiaría el destino no solo del bravo soldado Sobreira, sino también de toda la provincia bahiana. Una bella noche de luna llena, Maso estaba de servicio cuando el brigadier Manoel Pedro de Freitas Guimarães, gobernador de armas de Bahía, irrumpió furiosamente en su despacho, seguido por el mensajero que le trajo la nota de aviso.
— ¡Esto es un absurdo, una afrenta! — exclamó el Brigadier, arrojando la nota sobre su mesa —. ¿Qué espera la Corona Portuguesa con un acto tan fuera de lugar?
El mensajero miraba para el brigadier y permanecía en posición recta sin dirigirle la palabra. No sabía si el comandante realmente esperaba una respuesta o si la pregunta era meramente retórica. En duda, optó por permanecer callado hasta que su opinión fuera expresamente solicitada. Sobreira, que había estado en el patio unos minutos antes, se aproximó al despacho del brigadier y permaneció en posición de firmes junto a la puerta como si estuviera de guardia. Su intención real, sin embargo, era la de descubrir cuál era el motivo de la enorme furia del brigadier Manoel Pedro.
El comandante abrió un cajón de su escritorio, tomó una pluma y se puso a escribir una breve nota, la cual entregó al mensajero, dispensándolo y ordenando que la llevase al destinatario. El soldado salió con tanta prisa que ni si quiera reparó en Sobreira, quien permanecía de pie junto a la entrada de la habitación. Visiblemente consternado, el brigadier Manoel Pedro de Freitas Guimarães salió de su despacho, cerrando la puerta tras de sí. Sobreira saludó inmediatamente, pero fue ignorado por el comandante. El soldado permaneció en posición de firmes por unos instantes hasta que el Brigadier se alejó, relajando luego su cuerpo y caminando por el patio. Sobreira juraría haber luchado contra la curiosidad, pero viéndose solo y no resistiendo a la enorme tentación, se escabulló hasta el despacho del Gobernador y tomó el papel que había dejado sobre la mesa.
El soldado se tapó la boca con una de las manos para no hacer ruido, pues lo que había en aquel pedazo de papel lo dejó perplejo. La carta informativa que el brigadier Manoel Pedro de Freitas Guimarães debía ser sustituido por el brigadier portugués Inácio Luís Madeira de Melo como gobernador. La nota incluso decía que el cambio surtiría efecto inmediato a partir de su recibimiento. Dejando el papel minuciosamente en el mismo lugar de donde lo tomó, el soldado salió del despacho, asegurándose de que nadie lo viera y, dirigiéndose al patio, se colocó nuevamente en guardia, ansiando por el rayar del nuevo día.
El amanecer se presentó y Sobreira, siendo relevado en el servicio, se dirigió inmediatamente a los alojamientos donde encontraría a su amigo Joaquim Romão. Naturalmente, el soldado portugués ya no se encontraba ahí, al igual que el resto de la tropa. Sobreira, incontenible en su ansia por compartir con su compañero de armas la funesta novedad, se dirigió hasta los campos de entrenamiento donde ciertamente lo hallaría. Al encontrar a su amigo y contarle la noticia, Sobreira se irritó con la respuesta dada por Romão.
— ¡Finalmente la corona portuguesa tomó una decisión digna! Ya era tiempo de que tuviéramos un comandante que supiera lo que está haciendo — dijo el soldado portugués.
— ¿Cómo puedes decir una tontería así, Romão? Ciertamente los oficiales brasileños no aceptarán tal afrenta y se revelarán contra la corona.
— ¿Y acaso nos preocupa a nosotros portugueses la opinión de vuestra gente? Vosotros no sois más que un montón de orates que no saben nada sobre comandar un ejército ni de cómo organizar un verdadero gobierno. Todo lo que vuestros políticos hacen es imitar a los portugueses en el ejercicio de vuestras funciones — provocó el lusitano.
— ¿Acaso estás loco, Romão? La mayoría del ejército o está compuesta por brasileños o por personas que se consideran como tal. Ustedes deben preocuparse y mucho. Además de ser más, tenemos excelentes oficiales. Claro que aprendimos con los portugueses, pero creo que esta es una de esas situaciones donde el alumno ha superado al maestro — replicó Sobreira.
— Ya no me quedan dudas, estás delirando. ¿Quieres decir que habéis superado a los maestros? Los portugueses son soldados entrenados y mejor preparados que los brasileños. Vosotros no tenéis ni siquiera la centésima parte de la experiencia que poseemos en combate. — El soldado portugués sonaba insolente.
— ¿No ves que el hecho puede acarrear serios problemas políticos? ¡Ya se ha hablado mucho de independencia! Varios grupos se han reunido a oscuras para debatir un levantamiento contra el rey. ¡Tales hechos pueden fácilmente volverse el detonante de la revuelta! No es que yo no quiera la independencia, pero creo que todo debe ser realizado con orden. Escucha lo que digo, el gobernador jamás va a aceptar tal falta de respeto pacíficamente. — Sobreira asumió un tono serio.
— Ora, Maso, ¡deja de decir niñerías! Siempre sales con tu política ¡Eres apenas un soldado raso! ¡No entiendes nada! ¿Qué podrías saber tú de política y de lo que piensan los oficiales brasileños? ¿Piensas