200 AÑOS SIN NAPOLEÓN
La frase que quizá mejor define a Napoleón Bonaparte la dijo José Ortega y Gasset en 1914, y no se refería al emperador francés sino al ser humano en general: “Yo soy yo y mi circunstancia”. Cuando se cumplen dos siglos de la muerte del hombre que tuvo a Europa en sus manos, un repaso a su vida deja claro hasta qué punto las circunstancias influyeron en su camino hacia la cumbre. Nacido en otro entorno y en otro momento, aunque sólo hubiera sido con escasos años de diferencia, no habría llegado a ser quien fue. Sabemos mucho de él, empezando por su nombre, que ya era poco común en su época y que casi nadie ha llevado desde entonces, pero ¿de dónde salió y cómo pudo acumular tal cantidad de poder antes de cumplir los 40 años?
Parte de la respuesta está en algunos rasgos de su personalidad. Era ambicioso, sin duda, aunque tardó años en perder los límites. También despiadado, si bien no mucho más que otros líderes de la época. Los cientos de miles de franceses muertos a sus órdenes no disminuyeron la fidelidad ciega de sus tropas. Nunca se le vio más a gusto que en el campo de batalla y sorprende el descaro con que muchos soldados se atrevían a dirigirse a él y las pullas con las que les contestaba, en contraste con su frialdad en los actos oficiales. Tenía una memoria prodigiosa y una capacidad de trabajo
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