El Nido del Águila- Comunidad Bluthund 3: Bluthund-Comunidad Virtual, #3
Por Cèdric Daurio
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Una extraña serie de asesinatos rituales en diversas partes del mundo alarma al gobierno de los Estados Unidos debido a su potencial desestabilizador en zonas álgidas del mundo. Por las características de los sucesos las autoridades se ponen en contacto con la Comunidad Bluthund, una organización privada constituida por expertos en disciplinas no convencionales.
Ciertas claves en común de los crímenes conducen a los investigadores a la pista de la Secta de los Nizaríes, creada en la Edad Media en Persia por un misterioso "Viejo de la Montaña" de la que dan cuenta testimonios de viajeros como Marco Polo y relatos de la época de las Cruzadas. Los asesinos que la integraban tenían aterrorizados a los reinos del Medioevo del Cercano y Medio Oriente.
Un grupo de investigadores de Bluthund se dirige a las ruinas del misterioso Castillo de Alamut, situado en el actual Irán. Allí comprueban con asombro que la secta sigue en actividad y deben enfrentarse con los temibles asesinos que vigilan su sitio sagrado.
Una novela de suspenso histórico que mantendrá al lector en vilo desde el comienzo hasta el inesperado final.
Cèdric Daurio
Cedric Daurio es el seudónimo adoptado por un novelista argentino para cierto tipo de narrativa, en general thrillers paranormales y cuentos con contenidos esotéricos. El autor ha vivido en Nueva York durante años y ahora reside en Buenos Aires, su ciudad natal. Su estilo es despojado, claro y directo, y no vacila en abordar temas espinosos. Cedric Daurio is the pseudonym adopted by an Argentine novelist for a certain type of narrative, in general paranormal thrillers and stories with esoteric content. The author has lived in New York for years and now resides in Buenos Aires, his hometown. His style is stripped, clear and direct, and does not hesitate to address thorny issues.
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El Nido del Águila- Comunidad Bluthund 3 - Cèdric Daurio
Cedric Daurio
Copyright © 2019 por Oscar Luis Rigiroli. Todos los derechos reservados. Ni este libro ni ninguna parte del mismo pueden ser reproducidos o usados en forma alguna sin el permiso expreso por escrito del editor excepto por el uso de breves citas en una reseña del libro.
Publicado en 2019 en los Estados Unidos de América
Se trata de una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, lugares, eventos e incidentes son o bien los productos de la imaginación del autor o se utilizan de una manera ficticia. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, o eventos reales es pura coincidencia.
Este libro es parte de la serie
Bluthund- Comunidad Virtual.
Los títulos en esa serie son:
Runas de Sangre
La Estrella de Agartha
El Nido del Águila
Índice
Dramatis personæ
Glosario
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Epílogo
Del Autor
Sobre el Autor
Obras de Cedric Daurio
Coordenadas de Cedric Daurio
Sobre el Editor
Dramatis personæ
Hasan i Sabbah: Fundador de la secta de los nizaríes.
Rashid al-Din Sinan: El primer Viejo de la Montaña
.
Hassan Jur Sha: Único sobreviviente de la secta de los Nizaríes.
Hulagu Kan: Nieto de Gengis Kan, destructor de Alamut y de la secta de los Nizaríes.
Hassan Alí Sha: Conocido como Aga Khan.
Coronel William Blake Parker: Comandante de un regimiento de Lanceros de Bengala en la India colonial.
Basil Hawthorne: Presunto viajero, periodista y autor inglés.
Jack Berglund: Miembro de la Comunidad Bluthund, especialista en alfabetos antiguos.
Lakshmi Dhawan: Mujer nacida en India, miembro del FBI.
Anila Ragnarsson: hija de Lakshmi e Ingo Ragnarsson, académico islandés.
Keneisha Sullivan: directiva del FBI, jefa de Lakshmi.
Kadar Al ash Sheik: líder religioso wahabita, nacido en Arabia Saudita. Descendiente de Muhammad ibn al Wahhab, fundador de la secta Wahabita.
Paddy O´Keefe: Capitán del Departamento de Policía de Nueva York.
Rory Flanagan: Comisionado de Policía de Nueva York.
Jefferson Clark: Director de División del FBI.
Almirante B.C.Donnelly: Asesor del Departamento de Estado.
Dr.W. Richardson: Maestre de la Comunidad Bluthund en Nueva York.
Jerome Watkins: Maestro de ceremonias en los eventos de Bluthund.
Madame Nadia Swarowska: Miembro del Comité de Dirección de Bluthund
Suzuki Taro: Miembro del Comité de Dirección de Bluthund.
Corrado Gherardi, ex sacerdote jesuita especialista en historia de las religiones.
Dr. Tarek al Khatib, especialista libanés en sectas.
Bill Finch: Oficial del portaaviones Eisenhower.
Matsuko: Joven guerrera Ninja.
Zev: Informante a dos puntas en la franja de Gaza.
Farhad Akbari: Dr. en Física iraní.
Ali: Comerciante iraní, dueño de un negocio en el Gran Bazar de Teherán.
Mahmud: Conductor y guía en el segundo viaje a Alamut.
Glosario
Nizaríes: Rama de la secta ismaelita del islamismo chiita que se desarrolló entre los siglos X y XIII
Hashashin: miembro de la secta de los asesinos, consumidores de hachís.
Shamshir: Sable curvo persa, muy filoso.
Katana: Sable japonés ligeramente curvado, con filo de un solo lado, arma tradicional de los samuráis.
Sharia: Ley islámica basada en el Corán.
Ayatolá: Es el segundo escalafón en el clero Chiita, solo superado por el Gran Ayatolá.
Son considerados autoridades en ciencias islámicas, en particular teología, filosofía, jurisprudencia y moral.
Hojatoleslam: Tercer escalafón en el clero chiita, por debajo de los ayatolás.
Sensei: en las artes marciales japonesas: maestro. Literalmente: el que ha recorrido el camino.
Huríes: en el Islam, las bailarinas vírgenes, dotadas de encantos y eternamente jóvenes que esperan a sus prometidos para tener relaciones sexuales con ellos.
Prólogo
Oriente de Persia- 1256 d.C.
I
Corría desesperadamente por las laderas de los cerros, lastimando sus piernas con las filosas aristas de las rocas que se proyectaban en el angosto camino de cornisa que el destino había puesto delante de él para escapar de sus perseguidores. Después de la sangrienta emboscada que habían tendido a los mongoles, estos se habían reagrupado y embestido contra ellos en un combate breve pero extremadamente violento en el que los invasores de Oriente terminaron imponiendo su número sobre los seguidores del Profeta. El campo de batalla era testigo de una verdadera carnicería donde pocos quedaban vivos.
Una vez que se hizo evidente que no tenía forma de derrotar a los bárbaros hizo girar a su caballo rumbo a la única salida que lucía practicable en dirección al angosto valle. Una flecha mongol puso fin a la carrera del corcel y se vio arrojado con violencia al suelo de roca dura. Al mirar fugazmente hacia atrás vio que cuatro tártaros seguían sus huellas de cerca y se encomendó a Alá, resuelto a vender cara su vida. Trepó por la escarpada ladera del valle hasta una especie de angosto sendero tallado por los elementos del que no tenía idea hacia donde conducía, pero lo cierto era que si los mongoles lo perseguían por la senda, deberían hacerlo también a pie, perdiendo la ventaja que tenían al ir montados. Cuando ya llegaba a la cima de la ladera y al sendero una nueva flecha atravesó su pantalón mordiéndole la carne de la pierna. Nuevamente giró su cabeza y constató que los seguidores también dejaban sus cabalgaduras y emprendían el ascenso de la barranca. La lucha final sería entonces en un medio muy difícil pero la superioridad de los mongoles como jinetes al menos desaparecía de la escena, aunque seguían siendo uno contra cuatro. Al ascender a la montaña comenzaron a aparecer nubes bajas que obstaculizaban la visión, de modo que el perseguido debía extremar las precauciones para no rodar por el barranco hacia el insondable abismo que se hacía progresivamente más profundo, pero al mismo tiempo debía apresurarse para que la distancia que lo separaba de sus obstinados perseguidores no disminuyera. En un momento llegó a un recodo donde el sendero giraba en torno a la ladera no permitiéndole ver lo que había del otro lado a la vez que se angostaba aún más. Colocó un pie en el lado opuesto oculto y se preparó para lanzar su cuerpo sobre el vacío para girar en torno al recodo. En ese momento una certera flecha mongola acertó en rozar su hombro derecho desgarrando la carne. Aunque la herida no era mortal el impacto y el dolor le hicieron perder el equilibrio en el delicado trance y sus manos dejaron de aferrar la pared de roca. Hassan Jur Sha se precipitó al abismo sin fin y en sus últimos momentos de lucidez solamente vio la continua pared de roca por la que se desplomaba.
II
Las bellas huríes danzaban en torno a él deslizando sus voluptuosos cuerpos al compás de la melodía, apenas rozándolo con sus velos de fina seda de la China. Hassan sentía el deseo irrefrenable e intentó alcanzar con sus manos a una de las mujeres y arrancarle el velo. Un grito de dolor surgió de su boca mientras sus manos arañaban el espacio vacío. Lentamente la conciencia retornó a él luchando con sus deseos de permanecer en el Jardín del Edén donde había sido feliz una única vez en su vida gracias a una concesión del Viejo, y que había dejado en su memoria una impronta tan vívida que su solo objetivo en la vida era retornar a ese sitio aunque fuera en forma efímera.
La realidad se impuso a pesar de sus esfuerzos y pronto reconoció que no se hallaba en un jardín sino en un angosto rellano en la abrupta ladera de la montaña, que providencialmente había detenido su caída y salvado su vida, al menos por esos momentos. El sitio era pequeño y estaba parcialmente ocupado por unos huevos grandes de aves de gran tamaño, que reposaban sobre paja, sin duda traída por los progenitores. Al mirar hacia el vacío venciendo su vértigo vio que unas grandes aves rondaban el sitio buscando sin duda expulsar al intruso.
Muy apropiadamente, un nido de águilas
pensó.
Observó su cuerpo magullado e intentó moverse pero el dolor se lo impidió Deslizó su mirada hacia arriba buscando si había alguna forma practicable de salir del rellano salvador que se había convertido en una trampa. Finalmente sus ojos ubicaron una serie de salientes de la roca que conducían hacia arriba, en dirección al sendero desde donde había caído, pero no tenía forma de saber si llegaba al mismo; de todas maneras era su única opción y sabía que debía intentar el ascenso. Sin embargo en ese momento no se podía mover debido a los dolores, y se dispuso a esperar. Tocó el suelo bajo de su cuerpo y vio que su cimitarra había milagrosamente caído debajo de él y la empuñó; si efectivamente conseguía subir la iba a necesitar.
Su mente se perdió en un estado de duermevela, en el que se cruzaban las reminiscencias de las huríes con tristes recuerdos. Sus pensamientos recorrieron los últimos acontecimientos desde la caída de la fortaleza de Alamut, el cautiverio de los últimos sobrevivientes de la secta que se hallaban allí, su calamitosa marcha hacia Mongolia comandados por el patriarca Jur Sha, su abuelo, la masacre de toda la familia a manos de los captores que se solazaban en atormentarlos, y la fuga de él, Hassan, tras rebanarles el cuello a los dos mongoles borrachos que venía a matarlo usando el sable de uno de ellos. El joven reflexionó que era el último descendiente vivo de Rashid al-Din Sinan, el legendario Viejo que había aterrorizado a los sultanes y emires desde Siria hasta Persia. ¡No! Hassan Jur Sha no acabaría sus días en un nido de águilas en una ladera perdida.
III
Cuando por fin trepó al sendero se tiró exhausto sobre el suelo del mismo, luego de confirmar que los mongoles no se hallaban en los alrededores. Luego de descansar un rato se puso de pie, tratando de evitar la perturbadora vista al vacío, tomó su cimitarra del piso y trató de orientarse. Allá lejos, caminando por el sendero pero varios recodos más adelante, sus ojos divisaron a los mongoles que lo perseguían, que seguramente no habían notado su caída al abismo ya habían continuado su tozuda persecución, sin duda acicateados por alguna recompensa ofrecida por sus jefes por matar al último remanente de la familia. Los hombres habían seguido de largo y Hassan veía sus espaldas. Su primera reacción fue retornar sobre sus pasos en el sendero que lo había llevado hasta allí y poner distancia con los mongoles escabulléndose luego por algún sendero secundario escondido por matorrales, pero algo lo detuvo. Si los mongoles volvían con las manos vacías darían parte de su supervivencia a sus jefes y la persecución continuaría en forma interminable y al fin de cuentas darían con él en algún paraje del dilatado imperio mongol. ¡No! Para su vida futura y el resurgimiento de su causa debía ser dado por muerto. Para ello los cuatro tártaros que lo perseguían debían perecer y con ellos todo recuerdo de su presencia en la Tierra. Hassan giró sobre sus talones y se encaminó tras los hombres que querían matarlo blandiendo su cimitarra. La lucha seguía siendo cuatro a uno, pero ahora él iba detrás y se había convertido en el perseguidor. Caería sobre sus espaldas por sorpresa y los arrojaría al precipicio.
IV
India- Primavera de 1848
Al obligar a arrodillarse a su camello y apearse de él emitió un gesto de alivio A los cuarenta años las caderas le dolían después de esfuerzos prolongados y a pesar de su pasada juventud aguerrida los años ya le pesaban.
Luego de recibir el título de Aga Khan del Sha de Irán, Fath Ali, había conocido cierta comodidades que en su vida anterior le habían faltado y se había habituado a ellas.
Hassan Alí Sha, descendiente directo de Jur Sha por medio de su antepasado Hassan, único de los miembros de la familia del Viejo sobreviviente de la masacre efectuada por los mongoles en Alamut y las otras ciudades persas, había por fin llegado a la India. Su misión histórica sería reunir a Khodjas, descendientes de la diáspora nizarí y bastante numerosos en ese país, pero para eso debía negociar con los ingleses, sus verdaderos dueños. Hassan Alí ostentaba para ello su título de Aga Khan, y además la jerarquía religiosa que le otorgaba el ser el cuadragésimo sexto imán nizarí y por lo tanto jefe espiritual de todos los miembros de esa secta ismaelita.
El jefe de la guarnición inglesa, Coronel William Blake Parker, salió del edificio de la comandancia para dar una seca bienvenida al recién llegado, venciendo sus prejuicios raciales. Estaba magníficamente ataviado con su impecable chaqueta roja, sus botas relucientes y sus condecoraciones de cien batallas al mando de sus Lanceros de Bengala, el regimiento a su mando. Lo acompañaban varios de sus oficiales británicos y Hassan pudo también observar a un civil, ataviado con una chaqueta color beige y un casco de corcho que le hacía parecer más un explorador en África que un representante de Su Majestad en India.
Hassan y tres acompañantes fueron conducidos a una casa de huéspedes importantes para poder sacarse el polvo del desierto, lavarse y cambiarse. El almuerzo sería servido en dos horas, de modo que también podrían descansar un poco.
La mesa era sumamente larga y a ella se sentaban los oficiales ingleses del regimiento. Hassan tenía reservada una silla frente a la del Coronel Parker y notó que a su lado se sentaba el civil, mientras que los dos acompañantes eran llevados a almorzar con la tropa. La comida estuvo exquisita y a Hassan le costaba recordar cuándo había sido agasajado en esa manera; como los ingleses no dan puntadas sin nudo adivinó que las expectativas puestas en él eran altas.
Los sirvientes indios ataviados coloridamente y con guantes blanquísimos sirvieron los platos y el postre. Quizás por ser aún el mediodía y tener un invitado musulmán no fueron servidas bebidas alcohólicas ni durante ni después del almuerzo.
En un momento determinado los oficiales se retiraron y dejaron solos al Coronel Parker, a Hassan y al civil, que recién entonces fue presentado como Basil Hawthorne, de profesión periodista y escritor.
Parker abrió la conversación con su estilo seco, austero en palabras pero preciso y claro. Luego de su estadía en la sede del regimiento Hassan sería conducido, felizmente en un carruaje, a Bombay donde se entrevistaría con lo más granado de las autoridades inglesas en la India, Tendría a su cargo la reorganización de la comunidad ismaelita en el subcontinente, un grado que ni sus antepasados habían tenido. Hassan estaba esperando