REYES DE LA SABANA
Llevaba más de cinco años establecido a orillas del río Mara, una de las zonas salvajes más fascinantes del planeta. Por aquel entonces ya sabía lo que era escuchar de cerca el rugido de un gran macho y había contemplado numerosas peleas de leones y hienas. Había visto grandes reyes morir y cachorros casi recién nacidos perecer a manos de nuevos reyes, y también, en otras circunstancias más favorables, llegar a emanciparse. Creía que la sabana ya me había brindado todo lo que un naturalista puede soñar. Sin embargo, aún estaba por llegar el acontecimiento que cambiaría mi vida para siempre.
Fue una noche de luna llena, en pleno mes de junio. Como cada día, salí a tratar de encontrar a las leonas en la oscuridad. Cuando habían pasado unos quince minutos desde que partí del campamento, noté cómo una de las ruedas traseras de mi Land Rover se pinchaba. Bajé del coche, empecé a cambiarla y, de pronto, sucedió. En apenas unos segundos la manada de leonas comenzó a rodear mi coche, colocándose a escasos metros de donde yo me encontraba.
No sé si lo conseguí, pero me esforcé al máximo en no hacer ningún gesto que pudiera resultar amenazante para ellas. La respuesta de las leonas me dejó perplejo: lejos de atacarme –o de asustarse–, se tumbaron a descansar alrededor del coche con la
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