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Torbellino de Terror
Torbellino de Terror
Torbellino de Terror
Libro electrónico250 páginas3 horas

Torbellino de Terror

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Información de este libro electrónico

Un thriller de suspenso que te atrapará en su ritmo ascendente hasta su vertiginoso final.

Una secta que usará los medios más letales para imponer el terror en el mundo.

Una pianista japonesa que al mudarse a Nueva York vive su dulce romance a la par que toma ciertas decisiones que gradualmente la introducirán en un mundo donde esas organizaciones terroristas orientales que usan métodos de destrucción masivos batallan con los servicios de inteligencia japoneses. Las apuestas son cada vez mayores y las armas más letales y el torbellino resultante conduce a un alucinante desenlace.

IdiomaEspañol
EditorialCedric Daurio
Fecha de lanzamiento23 jun 2020
ISBN9781393968160
Torbellino de Terror
Autor

Cèdric Daurio

Cedric Daurio es el seudónimo adoptado por un novelista argentino para cierto tipo de narrativa, en general thrillers paranormales y cuentos con contenidos esotéricos. El autor ha vivido en Nueva York durante años y ahora reside en Buenos Aires, su ciudad natal. Su estilo es despojado, claro y directo, y no vacila en abordar temas espinosos. Cedric Daurio is the pseudonym adopted by an Argentine novelist for a certain type of narrative, in general paranormal thrillers and stories with esoteric content. The author has lived in New York for years and now resides in Buenos Aires, his hometown. His style is stripped, clear and direct, and does not hesitate to address thorny issues.  

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    Vista previa del libro

    Torbellino de Terror - Cèdric Daurio

    Índice

    Dramatis personæ

    Glosario

    Prólogo

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Capítulo 13

    Capítulo 14

    Capítulo 15

    Capítulo 16

    Capítulo 17

    Capítulo 18

    Capítulo 19

    Capítulo 20

    Capítulo 21

    Capítulo 22

    Capítulo 23

    Capítulo 24

    Capítulo 25

    Capítulo 26

    Capítulo 27

    Capítulo 28

    Capítulo 29

    Capítulo 30

    Epílogo

    Del Autor

    Sobre el Autor

    Obras de C.Daurio

    Coordenadas del autor

    Sobre el Editor

    Dramatis personæ

    Aiko Teruya (en japonés Teruya Aiko): Pianista nacida en Japón y criada en Buenos Aires.

    Leandro Valsecchi: Joven argentino, recién graduado de ingeniero.

    Michiko Teruya (Teruya Michiko): Madre de Aiko.

    Shiro Teruya (Teruya Shiro): Padre de Aiko.

    Susana Teruya: Hermana de Aiko.

    Jorge Valsecchi: Padre de Leandro.

    Marta García de Valsecchi: Madre de Leandro.

    Gonzalo Valsecchi: Hermano de Leandro.

    Nakamura Natsuko y Nakamura Eiichi: Tíos de Aiko.

    Susan Nakamura: prima de Aiko, hija de Natsuko y Eiichi.

    Katsuo Matsumoto (Matsumoto Katsuo): Presidente de la Asociación Japonesa Monte Fuji.

    Harumi Yamaguchi (Yamaguchi Harumi): Secretaria de Matsumoto.

    Taro Suzuki  (Suzuki Taro): Gerente del restaurant japonés donde trabaja Aiko.

    Fumihiro Yoshida: Instructor de la Asociación Monte Fuji.

    Chizuo Matsumoto (alias Shoko Asahara): Fundador de la secta Aum Shinrikyo en Japón.

    Harada: Presunto miembro de una secta.

    Hisao Nakajima: Uno de los dueños de los restaurantes en que trabaja Aiko.

    Shinzo Watanabe: custodio de la Asociación Monte Fuji.

    Futoshi Kato: Técnico electrónico en la Fundación Fuji.

    Mingyu Kang: Miembro de organizaciones coreanas Zainichi.

    Hisakawa Taro: Almirante. Director general de la Agencia Nacional de Inteligencia (PSIA)

    Sasaki Akio: Agente especial de inteligencia del gobierno japonés.

    Tim Sullivan: Comisionado de Policía de la ciudad de Nueva York.

    Mike O`Leary, Latoya Washington, Tony Lorusso: Policías de Nueva York

    Glosario

    PSIA: Public Security Intelligence Agency (公安調査庁) Agencia Nacional de Inteligencia, dependiente del Ministerio de Justicia del Gobierno de Japón

    Gaijin: Extranjero. Término despectivo para referirse a quien no es japonés.

    Sensei: maestro, sabio o persona docta. Usado con frecuencia para designar a los instructores de artes marciales japonesas.

    Aum Shinrikyo: Secta sincretista  japonesa.

    Katana: Sable japonés de un sólo filo, usado por los samuráis y utilizado con frecuencia en ceremonias rituales.

    Sarin: Compuesto organofosforado, considerado una arma química muy potente. Es un agente nervioso prohibido por la Convención de Armas Químicas en 1993 y la ONU.

    Armas nucleares sucias: Así se denomina a los artefactos explosivos que difunden elementos radiactivos en la atmósfera.  Son también llamadas bombas radiactivas. Tras los atentados del 11-S ha crecido el temor a su utilización dado a que se trata de un arma relativamente barata para su elaboración y  que con facilidad puede caer en manos de grupos terroristas.

    Zainichi: Residentes en Japón de origen coreano, tanto los que conservan la nacionalidad de este último país como los que no. Mucho de ellos entraron en Japón en la Segunda Guerra Mundial.

    -Samurai: Guerrero del antiguo Japón. Miembro de una casta militar que gobernó al país durante siglos.

    IRS: Internal Revenue Service. Oficina fiscal del Gobierno de los Estados Unidos.

    Prólogo

    Cuando el avión comenzó a carretear cerró los ojos. Este era el primer vuelo del que podía tener memoria. Cuando habían llegado al país con su familia era muy pequeña y no tenía recuerdos. Había abrochado su cinturón de seguridad y seguido al pie de la letra todas las indicaciones de la azafata y por fin logró contener sus nervios cuando la aeronave despegó y ganó altura dejando atrás a Buenos Aires.

    No supo en qué momento quedó dormida, pero evidentemente ocurrió cuando al ceder la tensión nerviosa los músculos de su cuerpo se relajaron. Al despertar los pensamientos acudieron a su mente en tropel. En realidad no sólo era el primer viaje de su edad adulta sino también su primer viaje sola e iba a vivir en un país con una sociedad distinta y con pautas desconocidas; recién en ese momento se percató de que aunque no era su país natal, Argentina la había absorbido e incorporado a su cultura conflictiva pero fuerte y que salir de su medio era como abandonar una cama blanda.

    Pensó en su familia de quien se separaba por vez primera, en sus padres que disimulaban sus sentimientos al despedirla y en su hermana pequeña que no pudo contener el llanto en la enorme sala del aeropuerto de Ezeiza. Ellos habían prometido ir a verla en seis meses de modo que este pensamiento la consoló.

    Luego e involuntariamente su pensamiento se deslizó a Leandro. Cuando su mente evocó su figura alta y delgada, sus ojos grandes y claros y su sonrisa fácil su corazón se estrujó. Contaba con volver a ver a su familia en un tiempo no muy largo y en realidad iba a vivir con unos tíos que vivían en el extranjero de modo que ese lazo estaba asegurado. Pero... ¿Lo volvería a ver a él? ¿Todas las ilusiones que había tejido desde su primer encuentro las evaporaría el tiempo? ¿La esperaría? ¿La recordaría? Por su parte la joven sabía demasiado bien que ella jamás olvidaría la breve e intensa experiencia romántica que había vivido con él joven, en realidad la única vivencia de amor en su vida.

    Cuando la azafata vino a traerle la bandeja con el desayuno la sacó de su abstracción y recién noto que su boca tenía un resabio agridulce.

    En la pequeña pantalla situada en la parte posterior del asiento de adelante apareció la ruta del avión y allí visualizó el destino del vuelo.

    Nueva York la esperaba rodeada de incógnitas que sólo el tiempo podría develar.

    Capítulo 1

    Luego de subir las lujosas escaleras de mármol italiano hasta el entrepiso dejó su casaca en un perchero semioculto tras una de las robustas columnas del mismo material y se acercó a la baranda que dominaba la planta baja del hotel. De acuerdo con los cánones de comienzos del siglo XX en que había sido construido el entonces palacio de una de las familias tradicionales de Buenos Aires, la altura del entrepiso respecto a la planta baja era muy grande y Aiko tuvo que vencer una cierta sensación de vértigo al mirar hacia abajo.

    < Bueno muchacha, tendrás que acostumbrarte a la altura, pues aquí has de trabajar durante las mañanas de ahora en más.>

    Como todos sus pensamientos no expresados lo había formulado en japonés, lengua que aún hablaba en su casa con sus padres pero no con su hermana menor, que había nacido en Argentina y hasta parecía rechazar el idioma de la familia.

    Se acercó al piano y lo acarició, lo que le produjo una sensación de placer. Se trataba de una pieza alemana que sin duda databa de la misma época del palacio, ahora devenido en hotel, y quizás formara parte del inventario con que la cadena internacional lo había adquirido una década atrás. Levantó la tapa y retiró el paño protector. Luego acercó la banqueta y se sentó en ella, extendió las partituras de las melodías que pensaba interpretar esa mañana, acto por lo demás innecesario pues formaban parte de su repertorio y las conocía de memoria.

    Sus dedos tomaron contacto con el teclado y las notas de  Ballade pour Adeline llenaron el amplio espacio del vestíbulo del augusto palacio provocando un forzado silencio y una interrupción momentánea de las actividades del lobby, mientras todas las miradas se dirigían a la fuente de la melodía. Es que el piano había sido ubicado al lado de la baranda del entrepiso de modo de asegurarse que su sonido invadiera el sitio y la artista y su instrumento fueran al menos parcialmente visibles por los pasajeros logrando el efecto buscado por los dueños del hotel.

    Aiko sabía que ya había obtenido su propósito de llamar la atención sobre su presencia y decidió bajar el volumen del sonido con una adecuada selección de las piezas a interpretar, de modo que su música actuara como un telón de fondo de las actividades de los huéspedes y empleados del establecimiento pero sin resultar intrusiva.

    A continuación interpretó Para Elisa y fue desgranando un repertorio que rememoraba a Richard Clayderman, pensando luego proseguir con el de Yiruma, uno de sus predilectos, por su temperamento y quizás por el común origen asiático.

    Uno de los gerentes del hotel había ascendido al entrepiso y se hallaba observándola en silencio desde uno de los ángulos. Súbitamente Aiko se percató de que no estaba sola en el amplio sitio y tuvo un pequeño sobresalto que felizmente no repercutió en su interpretación. Al mirar al jefe vio en su rostro una amplia sonrisa, a la que el hombre agregó un significativo gesto con los pulgares de sus manos hacia arriba.

    -Gracias Sr. Leduc.- Dijo la muchacha en voz casi inaudible sin dejar de concentrarse en la melodía que estaba interpretando.

    Aiko había comenzado ese día con sus actuaciones en el prestigioso hotel porteño y hasta esa mañana sólo había tenido oportunidad de recorrer brevemente el sitio donde iba a realizarlas. El elevado entrepiso tenía una vista privilegiada sobre el amplio lobby del hotel y la acústica del sitio era bastante adecuada. El piano era una afamada marca y había sido afinado recientemente de modo que la joven acariciaba las teclas con deleite. La ubicación del lugar, donde solamente existía ese balcón y las puertas de los ascensores, aseguraba que ninguno de los turistas o empleados del hotel tuviera que realizar actividades en el piso, de modo que la muchacha permanecía prácticamente sola durante toda la mañana, lo cual le permitía una adecuada concentración en su labor y poder disfrutar de la tranquilidad en los descansos que realizaba con una cierta frecuencia.

    EL JOVEN ATENDÍA DILIGENTEMENTE el mostrador secundario que funcionaba en el lobby del hotel y que oficiaba de agencia de viajes para atender a los turistas deseosos de contratar City Tours por la ciudad de Buenos Aires o viajes a destinos alejados como las Cataratas del Iguazú, Bariloche u otros destinos  patagónicos o en la costa atlántica. El flujo de pedidos de informes era incesante y el tener que contestarlo en una variedad de idiomas le representaba una exigencia adicional. Esa mañana había ingresado un contingente numeroso de turistas brasileños que se mezclaban con las parejas americanas y europeas de modo que el puesto turístico había estado en medio de un bullicio permanente. En los breves instantes de descanso elevaba sus ojos hacia el entrepiso desde el que brotaban melodías que solo por momentos eran audibles. Leandro observaba con agrado la figura gentil de la muchacha japonesa que había llamado su atención cuando ella ingresó en el lobby del hotel. Aunque la había visto sólo fugazmente y desde una cierta distancia los rasgos perfectos de su rostro y su silueta esbelta habían atrapado su mirada, de modo que al verla un rato más tarde sentarse en el piano a interpretar su romántico repertorio en el entrepiso, casi en línea directa de su mostrador le había producido una cierta emoción, a pesar de que la distancia entre ambos era considerable. Como fue dicho el joven miraba hacia arriba para alternar su trabajo con algo gratificante y también para detectar si la muchacha le devolvía la mirada en algún momento, pero pronto se convenció de que el objeto de su interés no se había percatado de su existencia. Se equivocaba. 

    Cuando miró su diminuto reloj pulsera se asombró que ya había pasado un cuarto de hora del mediodía y su compromiso con el hotel ya estaba cumplido por esa jornada. Terminó la breve composición que estaba interpretando, cerró el piano y al incorporarse tomó su cartera del borde de la baranda. Descendió los numerosos peldaños y atravesó el lobby. Desde una distancia divisó al Sr.Leduc que le hizo una seña con la mano; Aiko pensó que era bueno que su jefe se hubiera percatado de que había excedido el tiempo de performance en su primer día. Mirando fijamente al frente salió a los jardines que bordeaban la entrada del palacio y caminó hacia la parada de ómnibus ubicada a un par de cuadras. Un vehículo estaba ya por salir y Aiko se introdujo en él justo a tiempo antes de que cerrara sus puertas.

    Luego de varias paradas se desocupó un asiento y un hombre se lo cedió. Sentada la muchacha comenzó un breve repaso de los acontecimientos de la mañana, como era un hábito involuntario al que su mente recurría con frecuencia. Aunque no era la primera vez que actuaba, el debut en el hotel había sido un éxito inesperado, sus dudas sobre si podrían tocar durante un período prolongado quedaron disipadas. Los rostros de los pasajeros del hotel contemplándola y oyendo su música durante instantes prologados habían quedado grabados en su memoria así como el cálido gesto del gerente, visiblemente complacido. Todo era un buen augurio en su primer trabajo fijo, en el cual debía desempeñarse de las ocho de la mañana hasta el mediodía, de lunes a viernes.

    Pero había habido otro acontecimiento de un tipo distinto, aunque Aiko trataba de arrinconarlo a un rincón lateral de su mente, ya que la naturaleza modesta y tímida de su psiquis formada en un medio oriental evitaba toda infatuación, toda vanidad. A pesar de esa lucha interna la joven no pudo evitar la imagen del joven alto y pecoso mirándola con insistencia en sus momentos libres. Muy a su pesar la muchacha había registrado los rasgos de su rostro, facciones correctas y ojos claros; Aiko no pudo evitar un suspiro y al ver que la anciana que estaba sentada en el asiento vecino del ómnibus la miraba sonriente sus mejillas se tiñeron de rubor. Al ver confirmada su presunción la mujer posó su mano sobre la de la joven. Este gesto de confianza excesiva de parte de una desconocida, que hubiera sido casi escandaloso en la austera cultura japonesa, fue sentido como un alivio por Aiko, quien a su vez colocó su mano derecha sobre la de la anciana. Así, la joven sumó otro acontecimiento inusual a su cofre de sensaciones del día, la de dos mujeres entendiéndose sólo por medio de la vista y el tacto.

    Aiko Teruya, o Teruya Aiko, había nacido veintitrés años antes en Osaka y al cumplir dos años de edad su padre, empleado de una firma industrial japonesa, había aceptado un trabajo en la remota Argentina y se había trasladado a Buenos Aires, ubicada más o menos en las antípodas de su sitio natal, llevando consigo a su mujer y su hija. La segunda hija, de nombre Susana, había nacido en el nuevo país. A pesar de las expectativas paternas de que al terminar la escuela secundaria Aiko entrara en la Facultad de Ingeniería, ella había mostrado tempranamente sensibilidad y una clara vocación por la música y luego de una discusión Michiko había convencido a su marido que la niña debía seguir su inclinación y que eso era lo que aseguraría su felicidad. Las dotes persuasivas de la mujer se impusieron una vez más y a niña ingresó en el Conservatorio Nacional de Música López Buchardo.

    Abstraída en sus pensamientos y recuerdos Aiko miró por la ventanilla y se dio cuenta que el ómnibus acababa de dejar atrás la parada donde debía bajarse. Se puso de pie en un instante y avanzó dificultosamente entre los pasajeros parados hasta llegar a la puerta trasera del vehículo y hacer sonar la campanilla.

    < Ahora por

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