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Una Luz En El Camino
Una Luz En El Camino
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Libro electrónico747 páginas9 horas

Una Luz En El Camino

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Tenemos realmente un destino escrito o elegimos cmo queremos vivir? Pregunta formulada por el hombre desde el principio de los tiempos.
Mara, Javier, Bryan, Stephania, Johan, Crystal, Katherine y Sebastin: ocho jvenes que viven sus vidas de acuerdo a las circunstancias que les han tocado. Ocho vidas reunidas por un plan mucho ms grande que las suyas y que se entrelazarn de manera casual para formar un club que los unir por siempre.
Esta es una historia conmovedora impregnada de dolor, tristeza y frustracin ante la existencia que a cada quien le correspondi llevar, pero tambin es una historia de esperanza, alegra, amor y reconciliacin, al encontrar en aquellos que llegan a sus vidas, el apoyo y la luz que necesitan para salir adelante.
Llega un punto en nuestras vidas donde nos damos cuenta de quien importa, quien no, y quien siempre ser importante.
Cuando los problemas amenazan la amistad, y la oscuridad nos hace perder de vista lo que realmente importa... sigue adelante, y hallars una luz en el camino.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento19 jul 2011
ISBN9781463302290
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    Una Luz En El Camino - Eloisa Monroy Guzmán

    Una Luz En

    El Camino

    Eloisa Monroy Guzmán

    Copyright © 2011 por Eloisa Monroy Guzmán.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2011929597

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

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    Bloomington, IN 47403

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    ventas@palibrio.com

    349716

    Contents

    El Plan

    El Peligro

    El Destino

    Una Nueva Ilusión

    El Accidente

    De Inútiles A Útiles

    La Llegada Del Amor

    La Muerte De Nicole

    Ante El Amor… ¿Qué Hacer?

    La Decepción

    Los Documentos

    La Sorpresa

    El Robo

    Un Pacto

    Valentia Y Honor

    La Lealtad

    Secretos Al Descubierto

    Un Nuevo Despertar

    Propositos De Año Nuevo

    El Dolor Y La Humillación

    La Venganza

    Un Pasado Tormentoso

    La Primera Vez

    El Aborto

    Reconciliacion Y Traicion

    El Milagro

    La Reflexión

    El Infierno

    Las Sorpresas

    Los Cambios

    El Amor Triunfa

    El Reencuentro

    El Plan

    Era 30 de abril de 1985 en México. Había un hermoso día soleado. Se celebraba el día del niño y en un orfanato de monjas los festejaban; a pesar de su condición de religiosas y de ser un sitio sólo para niñas, en días especiales invitaban a otros hogares infantiles sin importar que éstos fueran de niños. Llevaban payasos, hacían concursos de canto y algunos invitados distinguidos les regalaban juguetes.

    Las monjas elaboraban diferentes manualidades para vender y sostener con ello la casa hogar; ese día les daban a los asistentes un obsequio hecho por las niñas mayores, entre ellas estaba una llamada María Elisa. Era solitaria, casi nunca convivía con sus compañeritas, prefería permanecer ayudándoles a las monjas que jugar con las demás internas o simplemente pasar horas en soledad mientras contemplaba el cielo, como pareciendo encontrar respuesta a sus preguntas, dos de las que más se formulaba eran: ¿Por qué a las niñas grandes no las adoptaban? y ¿Por qué ellas no tenían papá y mamá como los demás niños? Debido a su inocencia no entendía realmente lo que es la vida y menos aún lo que los adultos necesitan. Cuando salía a pasear con las monjas, le gustaba ir a las tiendas lujosas para mirar a las señoras y a los maniquíes vestidos con ropa bonita y elegante.

    Ese día se acercó para observar el festival. Un niño estaba cantando, a ella le gustó tanto que permaneció allí hasta que terminó de hacerlo, éste ganó el concurso, por lo cual, al bajar del escenario le entregaron un reconocimiento.

    Al verlo Elisa se acercó para decirle:

    – Enséñame lo que te dieron.

    – ¡Mira! – Le contestó mientras la observaba fijamente y se lo mostraba.

    – Algún día cuando sea grande… voy a ser un artista muy importante y tendré mucho dinero. Me llamo Sebastián, ¿Y tú?

    – María Elisa.

    Caminaron hasta salirse de entre la gente, lo llevó a un árbol que había crecido con el tronco de lado permitiendo así que los niños subieran con facilidad en él.

    – Cuando sea grande, saldré de aquí, trabajaré, tendré mucho dinero y una oficina; iré de compras a esas tiendas lujosas para comprar en ellas ropa bonita.

    – ¿Cuánto tiempo llevas aquí? – Le pregunta Sebastián.

    – No lo sé, desde que recuerdo ¿Y tú?

    – Acabo de ingresar, vivía en la calle con mi hermano, pero un día nos dormimos y ya no despertó, quién sabe por qué. Desde entonces me quedé solo; hacía mandados o limpiaba parabrisas. Un día unos señores me recogieron y me llevaron a la casa hogar para estudiar y aprender un oficio, pero ya decidí que voy a ser un gran artista.

    En ese instante hicieron silencio, se miraron a los ojos reinando entre ellos la inocencia.

    – ¿Y tú Elisa qué vas a hacer?

    Ella, mirándolo muy sería le contesta:

    – ¿No te dije ya que una gran empresaria? Yo sí debo estudiar porque si no sé leer, hacer cuentas, ni escribir… ¡Imagínate! ¿Cómo voy a mandar a mis empleados?

    – Al terminar de decirlo se cruza de brazos.

    Sentados sobre el tronco del árbol, se quedaron contemplando el cielo.

    Pasaron los años, en cada festival anual se encontraban y aunque seguían siendo unos niños, tenían muy bien definido lo que quería ser cada uno de ellos cuando fuera grande. Y así, llegó la adolescencia…

    Cuando ella tenía catorce años y él dieciséis, sus planes se modificaron; eran ya unos jovencitos, sus cuerpos e ideas habían cambiado.

    Al encontrarse nuevamente en uno de los festivales anuales, entablan otra de sus acostumbradas conversaciones.

    – ¿Sabes Elisa? Unos valedores se fueron al otro lado y dicen que les está yendo muy bien, que se gana mucho dinero y que la neta hay muchas más oportunidades que aquí, tú ¿Cómo ves?

    – No lo sé, dicen que es peligroso, algunas chicas se han ido pero la verdad a mí me da miedo.

    – ¿Y si lo intentamos? Me puedo ir yo y luego regreso por ti.

    Elisa lo observó fijamente con esa mirada audaz que la caracterizaba.

    – ¡Ay no! ¿Y si te pasa algo o ya no regresas?

    – Claro que sí, mejor aún, cuando sea mayor de edad, voy a salir de la casa hogar, trabajaré muy duro para juntar dinero y cuando salgas tendremos todo planeado.

    Aunque ella dudaba, le gustó la idea.

    – Pero… ¿En qué voy a trabajar?

    – En lo mismo que aquí, sólo que allá vas a ganar más, eres muy inteligente, puedes estudiar, aprender a hablar inglés y viajar por todo el mundo.

    Elisa al escucharlo se entusiasma y aún con algunas dudas, sonríe.

    –Voy a pensarlo. – Le contesta.

    – Mientras tanto, seguiremos trabajando para ahorrar y tener algo, dicen que sale muy costoso el viaje y que entre más dinero lleves, más fácil es.

    – ¡Es verdad ! Pero no tardes mucho en pensarlo y decidirte, ya casi cumplo los diecisiete años.

    – Claro que no, pero tampoco me presiones, ahorraremos dinero y cuando cumpla los dieciocho nos iremos. Aún falta mucho tiempo para ello.

    Así fueron planeándolo cada año que se encontraban en el festival de los niños.

    Cuando Sebastián salió de la casa hogar, se convirtió en un hombre atractivo, con típicos rasgos mexicanos: grandes ojos negros, labios de forma y grosor regular; nariz alargada de tamaño medio, pelo lacio y dócil que se acomodaba bien de acuerdo a sus necesidades; era aún más atractivo cuando se dejaba la barba dos o tres días sin rasurar. Se dedicó a cantar en camiones, a llevar serenatas, también cantaba en fiestas particulares y con frecuencia era invitado para presentarse en eventos especiales y festivales musicales.

    Elisa, por su parte se había convertido en toda una señorita, había aprendido varias cosas, pues además de estudiar su bachillerato, sabía cocinar y hacer manualidades; aunque pusiera esmero y lo hiciera todo muy bien, continuaba con la idea fija de trabajar en una oficina. Le gustaba observar cuando de los edificios salían las personas que trabajaban ahí, mientras tanto pensaba: Algún día tendré un buen trabajo. Trataba de ahorrar lo más que podía; en ocasiones las monjas le permitían que saliera con Sebastián porque lo conocían desde niño y sabían que era su único amigo, además, ella siempre se portaba bien, era una jovencita tranquila y disciplinada.

    Cuando salían, caminaban planeando su futuro, compraban sus helados, él le platicaba sobre sus novias y aventuras fuera de la casa hogar mientras lo escuchaba riéndose de sus locuras. Y aunque le presentaba a sus amigos y algunos la pretendían, Elisa les decía que no debido a que era muy selectiva para aceptar a alguien.

    Una tarde, estando sentados en una banca del jardín ubicaba a una cuadra de la casa hogar, se encontraban platicando, Sebastián le pregunta:

    – ¿Por qué no tienes novio? Mi amigo es buena onda y te quiere bien.

    Elisa lo miró tranquila y le contestó con esa sonrisa pícara que la identificaba.

    – Lo sé, pero yo espero a alguien especial, tal vez como en los cuentos de hadas… espero a mi príncipe azul.

    – Déjate de tonterías, esos no existen más que en los cuentos.

    – Yo sé, pero es que no siento nada por los que me presentas, me son x, confío en que algún día llegará alguien que me haga sentir algo bonito, algo mágico.

    Al escucharla, Sebastián se carcajea y burlándose le contesta:

    – ¡Espero que sea pronto! No cuando estés viejita y no puedas ni caminar.

    – ¡No! Eso no va suceder te lo aseguro. – Le contesta riendo.

    Se mostraban alegres e ilusionados esperando el día de su salida de la casa hogar.

    Al fin ese día llegó. Tenían dinero ahorrado para emigrar a Estados Unidos, sabían que no sería fácil por los riesgos que correrían, pero eran valientes, estaban decididos y nada podía detenerlos.

    El día que Elisa salió de la casa hogar, Sebastián estaba esperándola; había preparado todo, entre otras cosas los pasajes y se había comunicado con el pollero que los recogería en una ciudad fronteriza. Iban llenos de ilusiones, de sueños hacia la central de camiones para abordar el autobús que los llevaría a su destino y aunque el trayecto era largo, no perdían las esperanzas de llegar bien, nada les importaba sólo lograr su sueño.

    En la central camionera, impacientes observaban el autobús que se formaba en el andén que le correspondía planeando lo que harían al llegar a su destino.

    – ¿Estás segura de querer hacer esto? – Le pregunta al observar su rostro atemorizado.

    – Sí ¿Y tú? – Le contesta pensando que él estaba inseguro de hacerlo.

    En Miami, en una prestigiada casa de modas se prepara todo para un gran desfile de temporada. Johann ayuda con los últimos detalles para el día siguiente; trae una resaca espantosa, llego tarde y lleva gafas oscuras para disimular el efecto de la parranda del día anterior; su jefe le llama la atención y sólo porque tiene gran talento le perdona todo.

    Esta vez Johann saldrá a la pasarela; no sólo es un genio como diseñador de modas, también es un excelente modelo: es alto, robusto y de raza negra. Por ahora sólo es asistente del dueño y diseñador del evento. Ahí conoce a Stephania, que se encuentra discutiendo con sus compañeras para definir quién sería la modelo principal, todas quieren las mejores prendas ¡ella no dejará que le quiten el lugar por el que ha luchado!

    El joven diseñador aboga por ella porque al verla le llama la atención y se da cuenta que aunque no tiene experiencia en comparación con las otras modelos, es poseedora de una belleza natural. Se acerca a ella, comienzan a platicar, le dice rápidos consejos para que pueda sacarle un mayor y mejor provecho a su belleza; ambos simpatizan y como la ve tan indefensa ante las otras que tienen más experiencia, decide apoyarla; naciendo entre ellos una gran amistad. Stephania se muestra agradecida, inclusive, insinuante y coqueta. Sin embargo, le aclara que se trata sólo de amistad.

    Al día siguiente antes del desfile, Johann y los estilistas preparan a las modelo; entre ellas se encontraba Stephania que estaba nerviosa. Su nuevo amigo la hace sentir segura y apoyada; mientras está sentada esperando a que le arreglen su cabello, él la toma de los hombros como para masajearla, viéndose por el espejo sonríen en una complicidad callada.

    – Tranquila, vas a estar bien. – La anima.

    Coloca su mano sobre la que le brinda él y con voz suave le contesta:

    – ¡Gracias por ayudarme!

    Con una mirada pícara le responde:

    – Lo mereces preciosa. – Mientras, se aleja a hacer lo suyo.

    Stephania sabe que no estará sola porque además de tener el apoyo de Johann contará con la presencia de su mejor amigo Javier, quien irá a verla. Reflexionando sobre ello se tranquiliza sabiendo que él ha estado con ella en las buenas y en las malas.

    Comienza el desfile entre luces y música; las modelos con movimientos sutiles y elegantes, caminan y posan sobre la pasarela con aire de triunfadoras, de intocables, de inalcanzables. Bajo la mirada atenta de los invitados, se mueven mostrando la ropa que cubre sus delicados cuerpos. La narradora de voz segura y fuerte describe cada una de las prendas.

    Javier llega al evento acompañado de un importante hombre de negocios con quien se había reunido en la mañana y con la hija de éste llamada Katherine. Una chica rubia, de ojos verdes, alta y de figura regular. Apenas si se conocen pues acababan de ser presentados; Javier les había comentado que asistiría a un desfile de modas y decidieron acompañarlo para salir de la rutina de los negocios.

    Don Salvador Mendoza es un importante hombre de negocios, de cuarenta y seis años; alto, robusto, tez blanca y ojos azules. Basado en su inteligencia y astucia logró a través de los años hacer crecer el imperio que heredó.

    Hombre de carácter fuerte, firme en sus decisiones además de intuitivo, sabe que la apariencia es importante, por lo que generalmente viste bien al igual que su familia. Es una persona muy segura de sí misma por lo que muchas veces cae en actitudes altaneras.

    Por lo general, prefiere que su hija se relacione con gente importante para que asista a buenos eventos; además, es también el padre de Katherine.

    En el evento, se sientan en los mejores lugares mientras observan entretenidos el ir y venir de las participantes con sus mejores poses moviéndose como las hojas de los árboles al compás del viento.

    Mientras tanto, en el autobús que los transportaba, Elisa y Sebastián aburridos y agotados por el largo viaje, sabiendo que están a punto de llegar, lo afrontan con emoción reflejada en el rostro que expresan a través de una sonrisa.

    – ¡Estoy feliz!, es la primera vez que viajo. – Comenta Elisa.

    – Espero que la próxima vez que lo hagas sea en avión. – Le contesta.

    Llenos de ilusiones, mutuamente se observan. A pesar de las horas que llevan en el trayecto a su destino, se muestran tranquilos; en ocasiones duermen, otras se levantan a caminar por el angosto pasillo que dejan los asientos ubicados en ambos lados del autobús, estiran el cuerpo para finalmente regresar a sus lugares.

    En el área de urgencias de un hospital general ubicado en el estado de Florida, una chica de aproximadamente veinte años es llevada por una persona del servicio doméstico de su casa debido a un intento de suicidio por ingesta de pastillas, encontrándose muy grave.

    El médico interno en turno se encarga de hacer el procedimiento requerido a la nueva paciente; es el mejor de todos y una vez más lo ha demostrado, su entrega y capacidad han sorprendido a los doctores. Se trata de Bryan, un joven que apenas comienza su carrera en la medicina y que lucha arduamente por la vida de sus pacientes. Sabe que en esta ocasión, la vida de la recién llegada está en sus manos y que puede lograr salvarla. Se encuentra ligeramente temeroso e inseguro pues pocos días antes tuvo un caso similar y desafortunadamente el paciente falleció. Pero esta vez será diferente, tiene valor suficiente y estará con ella hasta que la haga despertar.

    Se encuentra nervioso intentando mantener la calma, con sus ojos azules fijos sobre ella, apenas si respira permaneciendo quieto, la observa esperando que esté fuera de peligro. Sabe que ha hecho lo que estaba en sus manos… ¡ésta vez no fallará!

    Desde que la chica llegó al hospital, pasaron unas horas. Al fin comienza a moverse, levemente abre los ojos y al primero que ve es a Bryan que la contempla viendo con satisfacción como le ganó la lucha a la muerte. Observa los frutos de sus esfuerzos, respira, parece más tranquilo, se dibuja una sonrisa en sus labios delgados bien definidos pronunciando unas palabras de aliento para su paciente:

    – Tranquila estás bien, el peligro ya pasó ¿Cuál es tu nombre? Te dejaron sin dar informes sobre ti.

    – Mi nombre es Crystal. – Contesta la chica aún exhausta y pálida.

    Está espantada, siente miedo; sabe que lo que hizo no estuvo bien, permanece en silencio, con sus dedos se retira el cabello que cae sobre su frente blanca y amplia. Mientras murmura:

    – ¿Ahora cómo afrontaré el problema con mis padres?

    Bryan le aconseja:

    – Habla con ellos.

    Crystal avergonzada y con miedo sabe que no puede hacerlo, le ofrece su apoyo y le dice que de ser necesario la acompañara, ella se rehúsa a aceptarlo.

    Al cabo de unos días de viaje, Elisa y Sebastián por fin llegan a la ciudad fronteriza donde les aseguró el pollero que los esperaría, están con la fatiga reflejada en el rostro pero también con el brillo de la ilusión que en sus ojos muestra la inocencia de su primer viaje. Llegan a su encuentro, las pistas que les dio son precisas y por fin lo ven, ahí está. Es un hombre de estatura robusta, moreno, de no muy buen ver, en su mirada se percibe malicia que los hace dudar y temer.

    – ¡Ahí está, es él! – Le dice emocionado Sebastián a Elisa.

    – ¿Estás seguro? Sebastián.

    – ¡Sí, por supuesto!

    Cuando se acercan al sujeto miran a su alrededor dudando ambos; moviéndose entre la gente que busca la salida, el señor les da la mano para saludarlos, ellos titubean, se sienten inseguros, se miran uno al otro.

    – ¡Qué bueno que llegaron muchachos! – Los saluda.

    – Aquí yo soy el mejor, no se van a arrepentir, los llevaré al hotel donde pasarán algunas horas, luego partiremos.

    Elisa y Sebastián desconfiaban pero su amabilidad termina por convencerlos, caminan unas cuadras, toman un taxi que los lleva a un hotel de mala muerte localizado casi en la orilla de la ciudad. Ahí comparten la habitación con otras personas; debido al cansancio se ven obligados a acostarse en un viejo colchón que se encontraba sobre el piso. El pollero les dice que así debe ser para ahorrar dinero; Elisa observa con una mirada similar a la de un cachorro asustado cuando su madre no está y tomando del brazo a su amigo le dice:

    – ¡Tengo miedo Sebastián!

    – No lo tengas, siempre estaré contigo y te voy a cuidar.

    La chica revisando la habitación alarmada le comenta:

    – Sólo hay un baño y somos muchas personas.

    No quiere quedarse sola, está asustada, presiente el peligro, sin embargo es valiente y trata de mantener el control para no demostrar que sufre y aparenta que sabe lo que va a hacer.

    Por su parte, Sebastián mira alrededor como un animal que marca su territorio, sabe que el lugar en donde están es peligroso y que sólo los valientes saldrán bien librados; lo explora moviéndose de un lado a otro como fiera enjaulada; desesperado revisa punto por punto a su alrededor buscando alguna salida de emergencia. Minutos después llega el pollero con rollos de papel en la mano, algo así como unos planos del lugar y les comenta:

    – Algunos, los primeros que llegaron partirán esta noche, los demás lo harán la siguiente.

    Elisa y Sebastián cuando lo escuchan se resignan a esperar y dormir en ese lugar tan tenebroso y pestilente.

    Crystal es dada de alta del hospital y le pide a Bryan que la acompañe a su casa lo que acepta inmediatamente. Entre ellos ha nacido una amistad; el joven está consciente que como médico no tiene ninguna responsabilidad aunque sabe que en el estado en que se encuentra lo necesita y decide llevarla. La chica le platica la razón de por qué intentó suicidarse y aunque de ninguna forma la justifica, la comprende.

    –Es una tontería lo que acabas de hacer, aún peor… ¡Por algo que no vale la pena!

    Durante la plática, le dice quien es su padre y al escuchar de quién se trata, ve la oportunidad de conseguir algún beneficio y sabe que una amistad así le conviene en el futuro, por eso es que cuidará de su nueva paciente y la apoyará en lo que sea necesario. Minutos después, cuando la chica llega a su casa, les dice a sus padres una mentira para ocultar su falta.

    Todavía en la casa de modas, Stephania y Javier se ponen de acuerdo con Katherine y Johann para encontrarse en el restaurante de moda con el propósito de comer y conocerse mejor. En el trayecto rumbo a la cita programada, Stephania le comenta a Javier, mientras éste maneja:

    – Katherine es patética.

    – Sí, lo sé, es insoportable. Pero tengo que aguantarla porque es la hija de mi jefe.

    – ¿Sabes? Mientras yo tenga una buena relación con Johann, podré conseguir muchas cosas porque tiene un gran poder sobre las decisiones en la casa de modas.

    Y sonríen intercambiando miradas de complicidad. Stephania continúa comentando:

    – Ambos debemos cuidar nuestras relaciones públicas.

    Johann sabe que permaneciendo cerca de Javier y Katherine puede sacar algún beneficio y trabajara en ello. Por su parte, El padre de Katherine, le ordena a su hija poco antes que salga al restaurante:

    – Quiero que estés lo más cerca posible de Javier, hazte su amiga para poder tenerlo controlado. Ese chico representa una promesa en los negocios y no quiero que se me vaya de las manos.

    Además, Don Salvador sintió una enorme atracción por la joven Stephania y conserva la esperanza de volver a verla lo cual no le dice a su hija. Se trata de un viejo libidinoso pero no cínico y mucho menos tonto. Siempre es cuidadoso para guardar las apariencias y se mantiene al margen del escándalo.

    Cuando ambas parejas llegan al restaurante, los cuatro sienten que están preparados para llevar a cabo su propio plan en su beneficio; de ahí en adelante tratarán de sacar el mayor provecho que puedan sin que ninguno sospecha las secretas intenciones del otro.

    Con mucha incertidumbre Elisa y Sebastián pasan esa primera noche en el cuartucho compartiéndolo con diversos inmigrantes. Horas después llega la luz del nuevo día y con ello, una renovada esperanza que les daba saber que faltaban pocas horas para iniciar su tan esperado y anhelado primer propósito: cruzar la frontera. En medio de un calor infernal, muy propio de las ciudades fronterizas, lentamente transcurre el día, comienza a oscurecer nuevamente. El pollero está a punto de regresar a la habitación mal oliente y cruel en donde sólo se respira miedo y dolor; la espera durante el día se volvió insoportable; las personas que estaban ahí, permanecían observándose unos a otros, tal como se miran las fieras dispuestas a disputarse un trozo de carne impidiendo que se acerquen las aves de rapiña.

    Nuestros chicos se muestran fuertes, conscientes de lo que puede pasarles entre tanta gente de diferentes países, edades y necesidades, saben que deberán permanecer juntos. Se escuchan pasos que se aproximan al cuarto, el esperado pollero llega con buenas noticias; entra con dos personas detrás de él, mira a los ahí reunidos y prepotente les dice con voz firme:

    – Esta noche saldrán, nos entregarán la mitad de lo acordado y al llegar al otro lado el resto; no pueden llevar nada de maletas, absolutamente nada. Esperen aquí, regreso por ustedes en dos horas.

    En una residencia de Miami, Crystal regresó a su hogar. Sentados en la sala entre sillones de terciopelo café con bordados amarillos, como de costumbre sus padres discuten problemas maritales ocasionados por dinero. La ambición de su madre parece no conocer límites. Su hermano Paul de catorce años, un jovencito mal educado y caprichoso está pegado a la computadora haciendo quién sabe qué cosa y Christina de diecisiete, busca desesperadamente entre los objetos de su hermana mayor algo atractivo para robarlo y posteriormente acusarla de haberlo perdido para que la castiguen.

    Sus hermanos, son malos. La menor es envidiosa, mentirosa, ambiciosa, siempre busca la forma de aparentar ser superior a su hermana a la que ve como su rival porque físicamente no es tan agraciada como ella.

    Crystal está triste debido a la impotencia que siente de no poder cambiar los problemas que la rodean. Su madre constantemente le dice que de no haber quedado embarazada de ella no se habría casado con su padre lo que la lastima mucho, le cuesta superarlo y debido a lo mismo continuamente se deprime.

    En el hospital, Bryan recibe un reconocimiento por salvar la vida de una paciente. Su jefe inmediato al enterarse que había salido con Crystal, le aconseja:

    – Por tu bien, no te involucres con los pacientes.

    Es el mejor especialista del hospital. Se trata del Dr. Kenneth Fawcett, de aproximadamente cuarenta y cinco años, usa lentes sobre sus ojos azules, de boca delgada y bien definida, tiene un aspecto duro y tierno a la vez, su piel apiñonada lo hace atractivo y para su edad es bien parecido. A pesar del poco tiempo que tienen de conocerse, estima mucho a Bryan y a menudo lo apoya dándole consejos tanto profesionales como personales. Los pocos ratos libres que tienen en el hospital los comparten, conversan y trata de enseñarle lo más que puede; el joven médico por su parte lo admira y lo ve como a un maestro y ejemplo a seguir.

    El Dr. Kenneth por la edad de Bryan, lo considera el hijo que nunca pudo tener y él por su parte le corresponde al verlo como el padre que jamás conoció.

    En la casa de modas al terminar el desfile de las nuevas creaciones, entre felicitaciones y aplausos celebran un triunfo más. El mérito como casi siempre se lo lleva quien menos lo merece. Ahí mismo, sin tener el reconocimiento por su trabajo se encuentra Johann tras bambalinas en un rincón totalmente perdido en su mundo por su adicción a la cocaína. Mientras tanto el aparente triunfador Mr. Kapellini, un hombre de unos cincuenta años, moreno, gordo con bigote negro tupido perfectamente cortado se siente el mejor diseñador del mundo sin serlo. En su mirada se refleja lo que considera un triunfo sobre los demás; su cínica sonrisa lo disfraza todo cubriendo con ella una realidad que no le pertenece, lo sabe pero la tendrá mientras pueda seguir explotando a su empleado Johann.

    Crystal desesperada llama por teléfono a su mejor amiga Katherine. Se conocen desde niñas porque sus padres aparte de ser muy buenos amigos son socios.

    – Hola. – Saluda Crystal.

    –Amiga, ¿Cómo estás? – Contesta Katherine.

    – ¿Sabes lo que hice?… Intenté suicidarme.

    – ¿Qué dices? ¿Estás loca o qué te pasa?

    – Me sentía muy mal, estaba desesperada, tomé un frasco de pastillas y luego perdí el conocimiento, me llevaron al hospital y me salvaron la vida.

    – La verdad no sé qué decirte ¿Por qué no me llamaste?

    – No lo sé, lo único que deseaba en ese momento era desaparecer.

    Son amigas únicas una de la otra. Desesperadas por no poder cambiar las situaciones que las rodean, se consuelan llorando ante su soledad y temores.

    – ¡Tengo nuevos amigos! Un día te los voy a presentar. – Le dice Katherine.

    Aunque sabe que apenas los conoce, piensa que eso ayudará a su amiga a sentirse mejor porque siempre han estado solas.

    Crystal con voz entrecortada y aun limpiándose las lágrimas en sus mejillas, le contesta:

    – ¡Ah sí ! Yo también conocí a un muchacho, está guapísimo, es el médico que me atendió, se llama Bryan, pero preferiría hablarlo contigo personalmente.

    La madre de Crystal es una mujer alta, esbelta, piel blanca, cabello rojizo y una personalidad sofisticada y sensual. Inexplicablemente siente desprecio por su hija mayor. Se trata de una mujer sumamente ambiciosa y posesiva, no tolera tener que compartir nada con nadie, ni siquiera el amor de su marido hacia sus hijos. Tiene alrededor de cuarenta años, pero aparenta menos edad debido a que gasta una inmensa fortuna en arreglos y cuidados. Siempre está a la moda sin preocuparse ni ocuparse de sus hijas; por el varón daría su vida, es el consentido, su favorito, porque se parece a ella física y mentalmente, es su adoración, pero aún siéndolo tampoco le dedica tiempo.

    En el otro lado de la frontera, en México, Elisa y Sebastián fueron engañados. Ha pasado más del tiempo acordado, dejándolos encerrados en ese cuarto que ahora cuenta con olor a excremento, sudor y mugre; aunque ya pasó mucho tiempo todavía conservan la esperanza de que regresen por ellos. Tienen hambre y sed, los demás empiezan a desesperarse, platican sobre la situación y tristemente llegan a la conclusión de que los traicionaron y robaron.

    Sebastián comienza a planear lo qué harán y como lo deben hacer para salir de ahí, aunque sea para buscar algo de comer. Concluyen que es mejor esperar a que amanezca, para al día siguiente buscar el modo de salir adelante. Sebastián se acerca a Elisa y le dice:

    – Amiga, las cosas se salieron de nuestras manos ¿Qué vamos a hacer?

    – Tengo hambre y sed. hay que buscar el modo de salir de aquí.

    – No quiero dejarte sola, es peligroso debemos esperar a que amanezca, el cuarto está sin luz, así que tendremos que tranquilizarnos y buscar otra solución.

    Ambos deciden intentar dormir para así esperar a que amanezca; lo hacen abrazados uno al otro, tal y como lo hacen los cachorros que se cuidan entre ellos dándose valor y consuelo mientras su madre está ausente.

    Cuando amanece Sebastián al igual que los otros indocumentados, estudia la manera de salir. Desde que llegó, como si presintiera algo había recorrido el lugar examinándolo. Se percató de que había una ventana con barrotes similares a los de una prisión, pensó que podrían arrancarlos y escapar; con ayuda de los demás luchó para abrirla y poder salir, pero… ¿Cuál sería la sorpresa? Justo cuando se disponían a salir, se escucha una voz que grita detrás de la puerta:

    – ¡Si intentan escapar llamaré a la policía, porque no han pagado el hospedaje!

    – ¿Cómo vamos a pagar por un mal servicio? – Grita Elisa desesperada.

    – ¡Ábranos por favor!

    – El pollero no ha pagado desde hace tiempo, si no lo hacen ustedes antes de irse, los mandaré a la cárcel.

    – ¿Cuánto se le debe? – Pregunta un sudamericano.

    – ¡La suma es muy alta! – Contesta diciéndole una exorbitante cantidad.

    El total de lo que debían los dejaría sin comer, incluso pagándola entre todos, ya que algunos no tenían nada y otros muy poco dinero. La situación se tornaba cada vez más difícil y desesperados no sabían que hacer.

    – Espérenos un momento hasta que nos pongamos de acuerdo. – Le dice Sebastián a quien les había impedido salir.

    El hombre le contesta que estarían vigilándolos y que al mínimo intento de escapar los mandaría a la cárcel. El chico insiste en que les dé tiempo. Justo en ese momento se marcha dejándolos atónitos. Se miraban entre ellos, había incertidumbre, duda; eran alrededor de doce personas, la mayoría hombres y sólo tres mujeres de las cuales Elisa era la más joven, además de dos menores de edad.

    Sebastián, aparentemente tranquilo, planeaba la mejor forma de salir de esa situación. Hablando con sus compañeros, les daba ánimo diciéndoles que saldrían bien de esa, siempre y cuando permanecieran unidos. Los demás al verlo tan entusiasmado y seguro de sí mismo, se tranquilizaron, festejaron el momento y ya más serenos empezaron a pensar en la mejor forma de solucionar el nuevo problema que se les presentaba.

    En Florida, específicamente en Miami, las cosas para Johann no pintaban nada bien. Con una nueva resaca producto de otra tremenda borrachera y del consumo de drogas se sentía morir; estaba en su departamento al que no sabía ni cómo había llegado. El lugar era pequeño pero agradable, se lo rentaban amueblado lo cual para una sola persona, estaba perfecto.

    Apenas iba despertando cuando llaman a su puerta, era la arrendadora quien tocaba para recordarle sus deudas con ella; la mujer se caracterizaba por tener nobles sentimientos, era obesa, de estatura baja, con rasgos latinos, de aproximadamente cincuenta y cinco años de edad. La llamaban Magie, siempre estaba al pendiente de él y lo regañaba aunque Johann fuera déspota, grosero y no le hiciera caso por estar sumido en su soledad, en sus parrandas, en sus vicios, pues decía que para él eso era la vida. Ella, toda ternura le contestaba que no. Lamentablemente Johann no comprendía a la mujer y mucho menos sus palabras, no le interesaba hacerlo.

    Magie vivía con su marido pensionado. Sus hijos ya se habían casado y tenían su propia vida; por esta razón la señora sentía tanto cariño hacia su inquilino. De cierto modo pensaba que cualquiera de sus hijos pudo haber estado expuesto a algo similar, menos mal que sólo eran dos: uno de ellos, el menor, vivía en Philadelphia, mientras que la mayor permanecía en Europa, aún así y a pesar de la distancia siempre estaba al pendiente de ellos.

    Johann se levantó tambaleándose, con una mano se tocaba el abdomen, mientras que con la otra se palpaba la cabeza. Aún somnoliento, abre la puerta a la señora preguntándole:

    – ¿Qué hora es?

    – Es casi medio día, Johann.

    – En los siguientes días le daré lo que le debo.

    – Te traeré algo para que desayunes y te sientas mejor.

    La observó cuando se marchaba sin poder entender nada, resignado, da unos cuantos pasos hacia su recámara en donde se deja caer nuevamente sobre su cama dejando la puerta entre abierta, así si la señora regresaba, no le molestaría.

    Bryan platicaba con su madre acerca de lo que últimamente le había sucedido en el hospital ya que por falta de tiempo no había podido hablar con ella de lo ocurrido con Crystal y su familia, ni sobre el doctor que tanto le ayudaba, al cual ya consideraba su amigo. Su madre atenta a lo que le decía se sentía orgullosa de su hijo.

    – Ten cuidado con la familia de Crystal, no sabes qué tipo de personas sean.

    Nicole era de origen canadiense, no sabía hablar muy bien el español, le costaba trabajo pronunciarlo, aun así su conocimiento del idioma era muy bueno y entendía fácilmente todo lo que su hijo le decía. Era una mujer simpática, rubia, de rostro redondo, y una hermosa sonrisa; en ocasiones hacia sus pláticas en inglés y otras en francés, aunque a su hijo no le agradaba mucho el segundo idioma pues lo consideraba fuera de lugar en un país donde se habla inglés y en algunas zonas español, para ella era como recordar su pasado, sus raíces.

    Era una mujer inteligente, en la expresión de su mirada se notaba que había sufrido mucho y que se preocupaba por su hijo, eso no la dejaba vivir tranquila, tenía miedo de dejarlo solo algún día.

    – ¿Quelque chose ne va pas? (¿Pasa algo?) – Preguntó él.

    – Rien, mon cher fils, je suis content que tu sois ici. (Nada, mi querido hijo, me alegro de que estés aquí) – Contestó ella.

    En casa de Katherine, su madre abnegada sufre en silencio escuchando los maltratos de su marido que la humilla diciéndole:

    – ¡Eres una inútil, no me sirves para nada!

    Tal escena rápidamente provoca una discusión con Katherine, quién al escuchar la forma en que su padre se dirige a su progenitora intenta defenderla; pero él que es un hombre dominante termina por maltratar a ambas y amenaza a su hija diciéndole:

    – ¡Sí no haces lo que digo, la pasarás muy mal! Debes recordar que en ésta casa soy yo el que manda… ¡Yo sé lo que es bueno para ti! Por lo tanto ¡Tienes que hacer lo que yo diga!

    La toma de las mejillas y antes de retirarse le da un beso en la frente continuando con el regaño:

    – Te quiero mucho, pero no me hagas enojar metiéndote cuando discuto con tu madre.

    Al salir su padre de la casa, Katherine corre a abrazar a su madre quien se encuentra de pie junto a la puerta de la sala con los ojos llenos de lágrimas. La observa detenidamente y en forma de reclamo le pregunta:

    – ¿Por qué no haces nada por defenderte?

    – Porque le tengo miedo.

    La joven se siente frustrada, ambas se posan en el suelo a llorar mientras se consuelan.

    La madre de Katherine es una mujer de aproximadamente cuarenta años de edad, con tez apiñonada, bonita a pesar de su evidente descuido. Se muestra sumisa, inocente, cobarde, sigue profundamente enamorada de su marido; lo ama tanto que es incapaz de defender a su propia hija y cuando éste la ataca prefiere quedarse callada para que no se enoje con ella, su nombre es Helen.

    En casa de Crystal, ésta discute con Christina, su hermana, quien le tomó cosas del alhajero para usarlas porque va a salir con su novio quien es un poco mayor que ella. Su hermana es muy astuta, a pesar de haberle quitado sus prendas termina por hacerse la víctima logrando con ello hacerla sentir mal y aún así le dice:

    – ¡Eres una egoísta! Por eso nadie te quiere, dices cosas de mi novio porque me tienes envidia ya que a ti… ¡Nadie te hace caso!

    El escuchar esas palabras, inevitablemente provoca las lágrimas de Crystal. La hermana victoriosa como siempre, sale de la habitación sonriendo.

    Crystal sólo atina a gritarle:

    – ¿Por qué no me las pides prestadas?

    Christina medio voltea la cabeza y con sonrisa burlona dibujada en su rostro le contesta:

    – ¡Porque no me da la gana!

    Su madre quien escucha la discusión desde otra habitación interviene diciendo:

    – ¡Crystal, no te metas con tu hermana!

    Lo termina por ponerla aún peor provocando que se encierre a llorar en su cuarto.

    En el departamento de Javier, Stephania le platica:

    – Pasé la noche con un hombre que me recomendará en un casting para una película.

    – ¿No hay otro modo de conseguir las cosas? Ya sé que por más que te diga no vas a cambiar, porque según tú, esa es la forma de conseguir lo que quieres, tu ambición por llegar a ser estrella de cine es más grande que los buenos principios.

    A pesar de sus acciones, la mira cariñosamente diciéndole:

    – Ten mucho cuidado en lo que haces, porque te arriesgas demasiado y un día te va a ir mal.

    Stephania viéndolo a los ojos le contesta:

    – No te preocupes, soy muy lista, sé lo que hago.

    Javier no insiste, sabe que es caso perdido, se abrazan tiernamente pues se tienen el uno al otro, él está consciente de que a pesar de todo en el fondo es una buena mujer. La invita a comer y ella acepta, salen comentando sobre sus nuevos amigos Katherine y Johann.

    En la ciudad fronteriza, Elisa y Sebastián junto con los demás, se encontraban desesperados por seguir encerrados. Súbitamente y cuando ya casi habían perdido las esperanzas de huir porque era imposible reunir la cantidad que les habían solicitado a cambio de dejarlos libres, escuchan el sonido del motor de un vehículo que se alejaba del lugar; inmediatamente se asoman por la ventana que para ese entonces ya tenía los barrotes flojos producto del primer intento frustrado que hicieron por salir de ese infierno en el que estaban contra su voluntad y se dan cuenta que en un grave descuido de sus guardianes, sólo estaba un tipo de apariencia ruda, sentado bajo la sombra de un árbol y con una evidente borrachera casi a punto de quedarse dormido.

    Sin dudarlo más sigilosamente empiezan a retirar los barrotes de la ventana, uno tras otro, y cuando finalmente lograron quitarlos, se dieron cuenta que el guardián paulatinamente se había quedado completamente dormido y hasta roncaba; decidieron que el más delgado y ágil de todos saliera por la ventana para quitar el seguro externo de la puerta. El elegido fue precisamente Sebastián quien antes de salir y sin realmente pensarlo, le pidió al más gordo de los ahí presentes se quitara el cinturón y a otro una venda que llevaba en uno de sus brazos para cubrir una herida reciente.

    Ayudado por los demás y con sorprendente habilidad, Sebastián logra escabullirse hacia el exterior del cuarto, le hacen llegar la venda y el cinturón al mismo tiempo que él se despojaba del propio; los junta con la intención de hacer uno de mayor tamaño y cuando éste queda listo, se los cuelga en el hombro junto con la venda; sin perder tiempo, se dirige a donde se encontraba el guardián, toma una botella vacía de cerveza de las muchas que se encontraban alrededor y en un rápido movimiento, digno de un felino cuando atrapa a su presa, le da un certero golpe en la cabeza provocándole inmediatamente un desmayo. Le coloca el cinturón a la altura del pecho y rodeando el tronco del árbol lo sujeta firmemente, aprovechando que está inconsciente le coloca la venda en la boca. Finalmente se dirige a la puerta del cuarto en donde todos lo esperaban nerviosos e impacientes, quita el seguro de la misma y felizmente todos logran salir; sin pensarlo más y como previamente habían acordado corren en distintas direcciones para ponerse a salvo deseándose suerte.

    Una vez libres, los planes que tenían de cruzar la frontera sin mayores contratiempos, habían cambiado; dentro de lo malo que les sucedió mientras permanecieron encerrados, aún contaban con una pequeña cantidad de dinero que tenían para sus primeros días en E.U. además de la otra mitad que guardaban para pagarle al pollero cuando llegaran a su destino. Por lo que Sebastián le dice a Elisa:

    – ¡Tenemos que buscar un lugar para quedarnos!

    Elisa todavía asustada le responde:

    – Sí por favor, necesito que bañarme, estoy muy sucia y también tengo mucha hambre.

    Así que sin conocer la ciudad en la que se encontraban, caminaron sin rumbo específico buscando algún lugar en dónde quedarse. En el trayecto iban platicando, comentado sus temores y dudas respecto a lo que ahora tendrían que hacer; Sebastián al notar el desanimo de su entrañable amiga le daba ánimos constantemente diciéndole que todo estaría mejor cuando lograran cruzar la frontera, que si ya habían hecho el viaje no podía arrepentirse. Mientras caminaban, vieron varios hoteles de mediana calidad, eran buenas opciones para quedarse pero de acuerdo a sus limitadas posibilidades económicas y con la duda de lo que pasaría durante los siguientes días, prefirieron buscar un algún lugar más barato.

    Después de mucho caminar, al fin leyeron un anuncio que se encontraba en la fachada de una modesta casa en donde se ofrecía un cuarto. Tocaron la puerta, hablaron con los dueños, un matrimonio de avanzada edad cuya única fuente de ingresos eran las rentas de los cuatro cuartos que ahí tenían. Les dijeron que la renta se pagaba por adelantado y que mínimo era por una semana. Así que sin pensarlo más, agotados por el cansancio de la búsqueda, les entregaron la cantidad que solicitaban ¡Al fin tendrían un lugar en donde descansar después de varias noches!

    Así transcurrió la primera semana, con el poco dinero que les había quedado apenas tenían para comer y pensaban en cómo iban a solucionar el problema del hospedaje, de la renta. Prácticamente se habían quedado sin dinero y casi sin dónde vivir. Los dueños del cuarto al darse cuenta que no podían pagar la segunda semana les pusieron como plazo máximo dos días para abandonarlo y ése era el primero; sabían que no eran los únicos que tenían el problema puesto que los demás que ahí rentaban se encontraban en una situación muy similar; por su parte, ellos entendían que buscar trabajo para poder sobrevivir era lo inmediato. Lo único que él sabía hacer era cantar, a ella apenas le habían dado la preparatoria en el orfanato; tenían que hacer algo y pronto, no conocían la ciudad ni a nadie que pudiera ayudarlos. Decidieron salir a la calle, lo primero que hicieron fue ir a bares y restaurantes donde él pudiera cantar en las noches, no tuvo suerte; Elisa se ofrecía para lavar platos y tampoco tuvo éxito.

    Caminando por las calles completamente cansados y sin dinero compraron una torta para cada uno y una botella con agua para ambos; tenían que sobrevivir de algún modo. Al llegar la noche, algunos ya no regresaron al lugar y nadie supo de ellos por lo que quedaban menos. Elisa era la única mujer, estaban dos menores, otros tres hombres y Sebastián. Platicaban sobre lo que habían hecho durante el día contándose cómo les había ido, sus miserias, temores y angustias. Los menores habían decidido quedarse en la ciudad y buscar ayuda para regresar a su lugar de origen; los demás, al igual que ellos querían seguir adelante, cada quien por su propia cuenta porque sólo les quedaba esa noche para descansar. Al día siguiente tendrían que hacer algo, arriesgarse para buscar un pollero o cruzar la frontera por ellos mismos exponiendo sus vidas, ¡No tenían muchas alternativas!

    A solas, Elisa y Sebastián platicaban sobre lo sucedido y lo que iban a hacer; estaban preocupados y angustiados. Se veían solos ante la inmensidad del

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