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Planeta: Soldados Estelares
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Libro electrónico422 páginas5 horas

Planeta: Soldados Estelares

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Información de este libro electrónico

Soren es un chico supuestamente "normal", con el paso de tiempo descubrira que los vienes materiales y el despotismo seran sus menores procupaciones; se dara cuenta que hay cosas que el ser humano solamente habia hecho leyendas. El chico conocera lo que hay detras de los rostros de las persona, siendo l, una parte importante para la salvacion de la raza humana.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento15 oct 2010
ISBN9781617641312
Planeta: Soldados Estelares

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    Planeta - Iván de Jesús Mata Sánchez

    Planeta

    Soldados Estelares

    Iván de Jesús Mata Sánchez

    (I.J. Mata S.)

    Copyright © 2010 por Iván de Jesús Mata Sánchez.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso:    2010936026

    ISBN:                    Tapa Blanda                                  978-1-6176-4132-9

                                  Libro Electrónico                          978-1-6176-4131-2

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, acontecimientos, o lugares es pura coincidencia.

    Este Libro fue impreso en los Estados Unidos de América.

    Para ordenar copias adicionales de este libro, contactar:

    Palibrio

    1-877-407-5847

    www.Palibrio.com

    ordenes@palibrio.com

    207063

    Indice

    Prefacio

    Capitulo 1: Despertar

    Capitulo 2: Despedida

    Capitulo 3: Presentación

    Capitulo 4: Instruyendo la madures

    Capitulo 5: Todo lo nuevo por conocer

    Capitulo 6: Amigos, desconocidos y nuevos aprendizajes

    Capitulo 7: Azufre, memorias y la muerte

    Capitulo 8: Con vida, en cama y una inesperada visita

    Capitulo 9: Sombras en las penumbras

    Capitulo 10: De nuevo a la escuela y un extraño individuo

    Capitulo 11: Simples coincidencias o asares del destino

    Capitulo 12: Noticias desagradables y eventos sobre naturales

    Capitulo 13: El príncipe de la avaricia

    Capitulo 14: Memorias de un glaciar en descongelación

    Capitulo 15: La guerra comienza

    Capitulo 16: Caída libre

    Capitulo 17: Un corazón caritativo

    Capitulo 18: De regreso a la vida normal, o ¿no?

    Capitulo 19: Propuestas inesperadas

    Capitulo 20: La confrontación de Yamil

    Capitulo 21: Concejos de una experta en el amor

    Capitulo 22: El nuevo plan

    Capitulo 23: La primera cita

    Capitulo 24: En cosas de dos es mejor no intervenir ni decir palabra

    Capitulo 25: Preparando el evento social

    Capitulo 26: La gran presentación ante sociedad

    Capitulo 27: El señor de la soberbia

    Capitulo 28: El Fénix y su llama sagrada

    Capitulo 29: Respuestas del pasado

    Epilogo: Los Soldados Estelares

    Agradecimientos

    Dedicatorias

    A mi madre por el gran esfuerzo de

    educarme y a mi padre por su gran apoyo.

    A Marquito por su eterna alegría.

    A todos aquellos que me han dado

    su amor, su cariño y su Paciencia;

    esos a los que yo llamo

    amigos.

    Y al ser más grande del universo,

    Dios

    Prefacio

    Corría, corría por un miedo intenso a un ser que jamás me había imaginado que existía; sabia que el bien y el mal estaban conjugados en toda forma, pero eso ya había salido de mis cávales.

    Toda la maleza y las ramas de los arboles rasgaban mis ropas y mi piel al pasar, sentía esos arañazos pero no me dolían; tenía tanta adrenalina corriendo por mis venas que me impedía sentir algo fuera de mi cuerpo.

    Intente que mis pies respondieran mejor de lo que antes, pero temía por la vida de los seres que amaba, no quería dejarlos solos.

    ¿Quiénes eran esos soldados? ¿Que era la joya?, tantas preguntas inundaban mi cerebro y no tenia respuestas, ¡por favor dios!, ¡ayúdame!

    Capitulo 1

    Despertar

    Cuando creí que realmente todo se había acabado, que realmente las cosas irreverentes se habían hecho para mi, vino lo peor. Hace más de trece años, antes de mi nacimiento ( que la mayoría de las personas a quien conozco me lo cuentan), fui un feto algo difícil, la creencia de que podía salir del vientre de mi madre antes de tiempo, era más que certera; realmente a los que escucho, mi madre estuvo a punto de abortarme más de diez veces en el periodo de sesenta días de gestación; mi padre por su parte era un señor que, al laborar en una prestigiosa empresa de construcción de automóviles podía darle a ella y a su futuro primogénito una mejor vida, pero después de mí alumbramiento la vida cambio para ellos como si fuera yo una especie de talismán físico que ellos podían llevar y exhibir con mucho amor y alegría. Al final todo aquello fue totalmente inútil, ya que, al creer que todo iba bien, decidieron a mi corta edad de tres años, dejarme unos cuantos minutos con la vecina que cuidaba de mi de vez en cuando, simplemente para ir por los víveres necesarios para mi desarrollo; en ese corto periodo, fue culpa de un inconsciente automovilista que no vio el cambio de señales en el semáforo, y arranco de un tirón la vida de los seres que tanto he deseado conocer.

    Después del accidente catastrófico para mi (el cual mi memoria no tiene ningún recuerdo) fui llevado al orfanatorio local; realmente nunca había conocido el exterior, puesto que nunca fui llevado a una excursión, por parte del instituto.

    El pueblo se encuentra fueras de la ciudad, honestamente no tiene mucho, pero es hermoso por su número incontable de campos, arboles, flores silvestres y su variedad en animales, que puede dejar a cualquier turista con la boca abierta. La mayoría de veces en el año se encuentra el sol en su esplendor en los campos, era difícil adivinar si podría llover; nunca entendí por qué lo nombraron Ario de Rosales.

    Haciendo memoria de las veces que algunas parejas entraban a el colegio para niños sin padres para poder adoptar alguno de nosotros; nunca fui uno de los elegidos para ser un hijo adoptivo, eso ayudaba mucho a mis ánimos para desear quedarme un tiempo más, ya me había encariñado de las monjitas que siempre hicieron un trabajo increíble para poderme tener con vida.

    Me enseñe a hacer muchas cosas, ya que en el orfanatorio no teníamos nada más que hacer aparte de las clases impuestas por las madres para nuestro mejor conocimiento de la vida exterior; la cuestión era de que entre más pasaban los años tenía que hacer cosas más pesadas como ayudar con la preparación de los alimentos, ordeñar a las vacas, servir la choquia de los cerdos, arreglar el pajar para los borregos, y algunas otras maniobras. Mi corta edad no era que digamos un inconveniente, pero si lo eran los tumbes de las terneras que al querer juguetear conmigo se alocaban y su fuerza desmedida me daba en las vertebras de la columna, para ser honesto odiaba mas bañar a los cuinos que sin querer su peste era peor que su propia choquia.

    Una semana después de haber cumplido trece años, me encontraba alimentando a todo el establo, cuando se oyó un golpe fuerte en el portón de madera del convento, yo por mi parte seguí con el trabajo diario, recuerdo que en ese momento los animales estaban algo enérgicos, desesperados y tristes, los conocía bastante bien para reconocer que algo tenían, siempre he tenido una habilidad para reconocer lo que sienten los seres vivos.

    Minutos más tarde se abrió la puerta del establo y en medio del destello de luz de la entrada estaba la Madre Ana, cuando voltee a verla me di cuenta que había llorado, y que su semblante mostraba demasiada tristeza; la madre Ana es una personita regordeta, que al sonreír mostraba unos hoyuelos que le dan vida a su sonrisa, su color de piel es sumamente clara y su estatura era realmente la mía, sus ojos verdes mar me daban una confianza inexplicable, ella siempre se mostraba feliz, la considere una madre. Me miro fijamente, suspiro y lo único que pude entender entre dientes fue la Madre Superiora necesita verte de inmediato.

    a una orden de esas se podía hacer nada, la Madre Superiora o más bien dicho Sor Esperanza, era una de mis inquisidoras; ahora creo que realmente era simplemente una persona que le gustaba que las cosas se llevaran por buen camino. Baje el balde de alimentos para el ganado al piso y seguí a la Madre Ana hasta el despacho de Sor Esperanza, en el camino, trataba de hacer idea en que había hecho mal, tal vez se me paso un poco la mano en echarle cloro a los peces, pero, eso fue un accidente; estaba lavando la pecera, los metí en una cubeta y por accidente cayó en ella la botella destapada, por suerte tenía un balde con agua limpia y rápidamente los pase para que no se envenenaran, ¿se habrá muerto alguno? ¿No tuve tanta suerte como pensaba? ¡Rayos!, tal parece que todo lo que hago sale mal.

    Íbamos por el gran pasillo del comedor que lleva directamente al despacho, algunos compañeros se me quedaron viendo de modo asustado, honestamente, como si me llevaran a la orca; llegamos a la puerta, la Madre Ana levantó su mano temblorosa y con los nudillos sin fuerza retumbo el marco del lumbral inquisidor, el miedo me consumió de inmediato, me llevaban a sublevarme y de seguro que era con látigo de cuero muy fino, una veintena de nalgadas remarcadas en cada uno de mis glúteos seria eso mi castigo. Se escucho un delicado y nervioso adelante, se abrió el agujero de la perdición y entre con mi verdugo.

    El despacho de la monja era muy cálido a pesar de que, para cualquiera de los niños fuera un lugar de juicio, se respiraba el olor tan grato de madera vieja y bien conservada, libros antiguos y bien resguardados en cada una de las estanterías, Se reflejaban la luz que entraba desde el vitral en forma de Cristo que se encontraba en la cabecera del escritorio de la directora; la Superiora estaba sentada bajo los vidrios de color que, la luz hacia resplandecer su color pálido y su rostro afilado. Sus facciones se torcieron un poco al verme, sus ojos azules y su nariz aguileña se encontraron directamente con mi rostro, sus cejas se movieron con incredulidad al voltear e iso una mueca para que alguien se incorporara, antes de poder acercarme a la Madre Esperanza y sentarme en el asiento que tenia frente a ella descubrí que estaba una tercera persona en el cuarto, esa persona que Sor Esperanza señalo con la mirada se levanto del asiento rápidamente para verme.

    Era un tipo alto, podía estar arriba de metro setenta, su semblante quemado daba una increíble confianza; tenía el pelo color paja con ojos cafés claros, una nariz redonda y respingada le daban personalidad, de por si tenía ojos grandes pero al verme los abrió mas, casi como si se le fueran a salir de las cuencas y sonrió.

    -¿Es él?-volteó hacia Sor Esperanza mientras me señalaba.

    -sí, es él, es Soren – respondió la Monja, ni siquiera lo vio al contestar, posó su mirada en mi en forma de tratando de disculparse a ella misma.

    -creí, que estaba demasiado delgado-el tipo se acerco a mí, se arrodillo y me tomo por los hombros, mirándome detenidamente-en estos lugares uno no puede estar tan al corriente que alimenten a los niños lo bastante bien.

    ¿Qué se cree ese tipo? ¿Cómo puede insultarlas de esa manera? Sé que como demasiado y sobre todo los panques que hace la Madre Ana pero ¡no tiene derecho a juzgarlas!

    -para ser honestos, señor Villavicencio, Soren es un niño sumamente hábil e inteligente-habló Sor Esperanza levantándose de su asiento y caminando hacia nosotros-él se encarga de muchas cosas en el convento, ayuda a sus compañeros y a nosotros con los trabajos arduos y duros, ese trabajo trae las consecuencias de alimentarse bien, claro no está hecho un obeso pero le apuesto que es un niño muy fuerte y ágil—termino su oración solo dirigiéndose a mí y guiñándome un ojo de color del cielo sin nubes en plena tarde.

    -te hemos buscado hace mucho tiempo Soren—el joven se dirigió a mi sin prestar mucha atención al corto monologo de la madre superiora-pensamos que habías muerto con tus padres

    ¿Pensamos? ¿Quiénes? ¿De qué demonios se trataba esto? ¿Me están jugando una broma? Si me quieren adoptar que sea de inmediato y sin estupideces tardías, pero les va a costar trabajo, porque yo no voy a ningún lado, no pienso dejar nada de esto, me gusta vivir aquí, nunca he golpeado a alguien, es más, ni me gusta la violencia pero si tengo que vomitar en el smoking de este individuo que se cree la octava maravilla de mundo, lo hare.

    -disculpe, señor Villavicencio, creo que tenemos que explicarle a Soren antes de que decida llevar a cabo sus planes sobre . . . —interrumpió la Madre Superiora y el tipo volteó a mirarla, me quedé helado-Soren-se dirigió a mi Sor Esperanza—el joven aquí presente, es . . . bueno no sé como explicártelo, pero él es hermano de tu padre que en paz descanse.

    -¡sí Soren!-se animó el señor Villavicencio después de que Sor Esperanza le dirigiera la mirada para concederle la palabra-tu padre y yo somos hermanos . . . creo que nunca supiste de nosotros porque eras demasiado pequeño cuando tus padres fallecieron; es una suerte que no fueras adoptado, cuando me enteré que realmente estabas aquí, después de todas la investigaciones y las búsquedas que realicé—yo, no podía dejar de mirar el piso y de sentir que el mundo me tragaba, cuando él me tomo por los hombros y me abrazo—me alegra tanto que estés con vida y bien, estoy tan agradecido, tu abuela cuando le comunique que te había encontrado no paraba de llorar.

    Se separó de mí, tomó un respiro; notaba esa alegría en sus ojos cuando me miraba de arriba para abajo, como si su mirada tuviera rayos X e intentara descubrir algo en mí.

    -hay muchas cosas que me gustaría contarte, pero vamos a tener mucho tiempo de sobra para eso—termino de articular su sermón, que, pequeño, para mí era como un terremoto que había derrumbado parte de un castillo-ya conversé desde antes por teléfono con la Madre Superiora que vendría por ti, pero me comentó que simplemente le gustaría que me conocieras en persona, ya que no lo creerías.

    -la verdad, Soren—interrumpió Sor Esperanza-es que has hecho mucho aquí en el orfanato y desde que te trajeron, mostraste una luz enorme, sabia que pronto vendrían por ti, y pues bueno tardaron mucho, pero mi fe nunca se fue; ahora bien, no necesito ningún papeleo para que te lleven puesto que ellos son tus familiares, solo necesita llenar tu tío unos formatos y demostrar legalmente que es familiar tuyo, así que mientras puedes ir por tus cosas para prepararte, despedirte de tus compañeros y salir por fin de aquí como tanto habías pedido, no como excursión si no como la libertad que siempre has querido.

    No me pude mover, pensaba y trataba de darle vueltas a todo pero no lo comprendía; ya no era un huérfano, tenia familia y nunca lo supe.

    A la vez quería irme, ¿es que nunca pertenecí a ese lugar? Me sentía como si hubiera estado en un sueño, creo que simplemente un ángel había llegado y me había hecho sacar tantas emociones a la vez que no sabía cuál era la peor y cual la mejor, simplemente de un golpe me despertaron.

    Capitulo 2

    Despedida

    Seguí parado después de un rato de turbulencias mentales, las cuales habían llenado cada centímetro de mi cerebro haciéndolo trabajar a mas de mil por hora, con fantasías de mi nueva vida y del mundo que me esperaba fuera de un lugar que me había acogido con calidez y amor, no quería dejarlo; tenía amigos, mas de una madre que me había criado, alimentado, regañado, sonreído, abrazado, mimado, soportado mis travesuras y cuidado en mis enfermedades. Aun así, quería salir, irme, tener una familia de verdad ¿Cuál sería la condición a eso? ¿En verdad había estado durmiendo? ¿Qué habría más allá de lo que yo conocía?

    Una voz fuera de mis neuronas y que provenía de una parte de fuera de mis oídos me hiso regresar a la realidad.

    -¿¡Soren!?—el murmullo era más fuerte, la Madre Esperanza me llamaba—hijo, ¿pasa algo?

    Mi instinto me llevo a contestar lo que no había hecho en años.

    -¡no me quiero ir!-mis labios se movieron por arte de magia y la mire fijamente—¡NO ME QUIERO IR!-sentí un gran nudo en la garganta, pero me mantuve firme a mi renuencia-ustedes son para mí mi familia; han sido madre y padre, no conozco nada mas, tengo hermanos aquí, esta persona cree que tiene derecho sobre mi solo porque llevo su sangre pero no me conoce, no sabe como soy.

    Sus ojos se posaron en mi rostro, jamás había tenido agallas ni siquiera había sido tan rebelde y nunca me había opuesto a nada, pero en verdad, amaba ese lugar.

    El señor Villavicencio y Sor Esperanza intercambiaron miradas, él asintió a una mueca de ella, el tipo que en ese momento me di cuenta que nunca se puso de pie y que se había quedado mirándome todo el tiempo de cerca a unos cuantos centímetros de mi, se acerco más, bajo sus brazos y entrelazo sus manos con las mías; a pesar de estar en rodillas era mucho más alto que yo, encontró sus ojos con los míos, por fin comprendí que hablaba con sinceridad, el reflejo era igual de honesto que la madre Ana y el más amable que había conocido en toda mi corta vida.

    -Soren-contestó y ví que sus ojos color café claros se humedecían—si, sé que no te conozco y que no merecemos nadie de la familia algo que perdone nuestras formas de ser, pero esto lo hago por mi y por la abuela, los dos amábamos de verdad a tu padre, cuando él se fue nos dejo partidos en pedazos y nos sentimos muy mal por todos los problemas que le causamos, tal vez no quieras irte, pero estarás mejor con nosotros, la Madre Superiora lo sabe, es por eso que estoy aquí.

    -¡hijo!—dí un salto; la Madre Superiora caminó y se dirigió a ambos con paso firme y con lagrimas en sus ojos azules, el joven Villavicencio se levantó y se separó de mí para darle paso a Sor Esperanza, se agachó un poco, nunca me había dicho hijo, me abrazo fuertemente, le correspondí el abrazo y solloce por unos minutos en su hombro, nos separamos y se enderezo para mirarme.

    -tú eres un persona muy especial, como te dije, lo supuse el día que llegaste aquí—con gran júbilo y con los ojos vidriosos hablo, se veía orgullo en ella—pero es tiempo, tienes una familia que desea tenerte, es como ser adoptado, pero es con tu verdadera sangre, encontraras poco a poco tu camino pero necesitas irte ya de aquí, es lo que más deseamos todas nosotras y estoy segura que tus hermanos también, queremos tu felicidad, eso nos haría felices a todos los que te conocemos, ten confianza y fe.

    -pero . . . ustedes me necesitan

    -alguien más puede hacer tus labores

    -los pequeños necesitan alguien que los cuide

    -lo haremos todos juntos, de eso no te preocupes

    -pero . . .

    Me sello la boca con su dedo índice, sentí que había perdido la batalla y que tenía que irme de verdad, nada ya me ataba a ese lugar, me excluían de todo, aunque deseaba irme, era un vacio diferente el que sentía, como si en verdad me sintiera culpable de dejar todo aquello que por pocos años aprendí y conocí.

    -ve, arregla las pocas cosas que tienes, la Madre Ana te ayudara un poco—concluyo la mujer que fue un verdugo para mí, pero que aun así, fue un ángel.

    Me dirigí al roble de madera, lo entreabrí y salí arrastrando los pies de melancolía, me iba, nada lo podía evitar, al fin y al cabo nunca se le podía decir que no a la Madre Superiora.

    Camine en dirección opuesta a los dormitorios, quería ver a los animales del granero ya que me encariñe con todos ellos, pase por el comedor que empezaba a abarrotarse de todos los niños huérfanos del convento, no les preste atención, metí mis manos a los pantaloncillos cortos que llevaba color azul marino, mire el centro del convento que tenía una linda fuente de donde se despedía una sola línea de agua que salía por la flecha del arco del querubín en forma de Cupido y varios semi jardines que en su tiempo los regué hasta que crecieron un sinfín de flores que con anterioridad Sor Esperanza me hizo sembrar.

    Pase a la parte trasera del orfanato donde parte del terreno se encontraba bardeado y a las afueras del pueblo.

    Era inmenso y con varios árboles alrededor donde no podías ver los muros que separaban las afueras del lugar, al final de todo el jardín se encontraba un granero donde había dos vacas, un caballo, un cerdo, unas cuantas gallinas, cuatro borregos y dos terneras que pronto al igual que yo, cambiarían de hogar.

    Al entrar me encontré con Simón un niño que había sido como un tipo de dolor de muela para mí, lo salude con un movimiento de mi cabeza.

    -¿Qué haces aquí?-preguntó, no contesté y me acerqué a Troquel, el caballo color marrón y con una línea blanca en la frente, lo acaricié.

    -supongo que te vienes a despedir –sentí su mirada, pero no voltee a verlo-es lógico, ellos fueron tus mejores amigos aquí, se notan tristes; me mando la Madre Ana a cuidarlos en tu lugar; ¿sabes?, se nota que te van a extrañar, no quieren comer conmigo . . .

    -¿tú los vas a cuidar?-le cuestioné, volteé hacia el niño y dio un sí con la cabeza, mientras que yo regresaba la mirada y seguía acariciando a Troquel-merecen paciencia, estoy seguro que te vas a llevar bien con ellos si haces el intento.

    -si estoy seguro, pero lo voy a hacer mas porque te debo una, ¿recuerdas esa vez que te culpaste porque yo agarre una botella de cajeta recién hecha?—asentí sin mirarlo, me dirigí a la cubeta de los alimentos y empecé repartir a los que faltaban-pues bueno, te castigaron, estoy en deuda contigo; ¡no te preocupes!, los cuidare bien.

    Por un momento lo miré y él igual a mi, en ese pequeño lapso se vio honesto, me despedí con la mano en alto y salí del granero; jamás me habían gustado las despedidas ¿Por qué tendría que hacerlo ahora?, recorrí el mismo camino pero antes de llegar al despacho de la madre superiora tome un pasillo a la derecha que pasaba por los salones de música, pintura y biología; encontré las escaleras que llevaban a la segunda planta, y comencé a subir.

    cuando llegué al segundo piso me topé con unas niñas que siempre cuchicheaban; Laurita, Susana y Perla, seguí derecho sin hacer caso a sus miradas, antes de rebasarlas perla me volteo a ver.

    -¿es cierto que te vas? – oí la voz de Perla, su pregunta me hizo vacilar un poco, regrese la mirada hacia ella, y asentí con la cabeza—bueno espero que te vaya bien; Susana, Laura y yo lamentamos haber sido muy chismosas y ocasionarte muchos problemas pero, te queremos mucho, eres un buen hermano para todos-se acerco y me dio un abrazo, sentí ganas de llorar, pero contuve el sentimiento, nos separamos y continúe sin mirar atrás.

    Tan lento como pude, llegué al dormitorio de los niños donde se encontraban unas sesenta camas preparadas y hechas las cuales pertenecían a los niños varones del orfanato, me dirigí a la mía que se encontraba al final del cuarto, que en parte, era como un salón para fiestas pequeño.

    Debajo de la base de la cama se encontraba una maleta pequeña y vieja que se quedo conmigo desde el momento que me trajeron al convento y que me entregaron a las monjas para mi crianza de niño huérfano; la abrí por los seguros, del lado derecho de la cabecera había un pequeño buro viejo de madera donde mantenía seguros un yoyo, un trompo, dos rompecabezas usados y malgastados, tres camisas, cinco playeras viejas y percudidas, dos pares de calcetines demasiado usados y agujerados, tres pantalones de mezclilla rotos por la partes de las rodillas y una chamarra opaca y andrajosa; sobre el buro estaba, una lámpara vieja que había robado del desván, la cual, había reparado, a lo que decidí dejar para que la usaran los demás.

    Lo metí todo a la maleta de un solo golpe, no quería tardar más, si tenía que irme tenía que ser rápido así no tendría más temor, cerré el paquetero de un solo bajar de brazos, puse de nuevo los seguros, me retire de lo que antes había sido mi lugar de descanso y comencé a andar, al llegar al rellano del dormitorio di media vuelta, contemple con la mirada todo alrededor del cuarto, con tristeza y silencio, me despedí en silencio y cerré de un portazo.

    La vuelta al despacho fue como si fuera un pirata que lo iban a tirar por la borda, no recuerdo si alguien más me hablo o si se dirigían las miradas de los demás hacia mí.

    Con los nudillos toque una gran tabla de madera y se abrió sin dejarme pasar, el señor Villavicencio salió primero que Sor Esperanza.

    -creo que todo está listo—me miró sonriente y estiró la mano a la Madre Superiora para despedirse-tardaste un poco, pero no más del que pensaba.

    -los acompaño al portón—cortó Sor esperanza la conversación-creo que así me dará tiempo de decir algunas cosas, señor Villavicencio.

    -Claro, no hay cuidado Madre—respondió mi tío y echamos a andar los tres.

    En el pequeño parque que daba a la puerta principal del recinto se encontraban mis amigos-hermanos de infancia, la Madre Ana, el Padre Pablo, el jardinero Pedro y la cocinera Romilda; la ultima llevaba unos panques envueltos en servilleta y metidos dentro de una bolsa de plástico transparente, se notaba que se estaban mojando, eran panques rellenos de mermelada, mis favoritos.

    Todos los niños se acercaron a despedirse pero a cualquier intento de abrazo yo me separaba, no deseaba ningún tipo de muestra de cariño que me hiciera sentir mal, ninguna muestra de afecto.

    Por último los mayores, tomaron paso entre los niños para decirme cosas de aliento, la señora Romilda me ofreció los panques con una sonrisa en la cara, yo los tomé y di las gracias, al final la Madre Ana y Sor Esperanza se despidieron, la ultima se puso las manos detrás del cuello.

    -esto es un regalo para ti—se agachó un poco la Madre Superiora y me rodeo el cuello abrochándome un dije—me lo dieron mucho antes de ser monja, espero que te cuide siempre y que cuando te sientas solo simplemente míralo, sabrás que estaremos pidiendo eternamente por ti.

    Sujete el dije que colgaba de una cadena en mi cuello con mi mano, lo mire y me di cuenta que tenia la imagen de una jema roja en forma de un corazón con espinas de oro alrededor de él y la circunferencia que le daba era de un sol de oro macizo que resplandecía con la poca luz del real que entraba en el techo del jardín, parecía que se fundían los dos soles, el verdadero y el dorado que tenía en mi mano, el sol contaba con unos pocos rubíes, que pequeños, relucían en cada una de las partes de los rayos del sol dorado de mi palma.

    Para terminar, me dio una bendición y le agradecí con la mirada, con la poca fuerza que sentía levante el brazo y ondee la mano para despedirme de todos, se abrió el portal y fui al exterior, mi tío tomo la maleta pequeña y vieja de mis manos y se dirigió a un auto demasiado llamativo color blanco, era largo; di vuelta para volver a despedirme, escuche un portazo a mis espaldas, había metido mi equipaje en la cajuela del automóvil y sus pasos regresaron hacia donde se encontraban todos.

    -bueno, tenemos que despedirnos Soren—me tomo por el hombro derecho con su mano izquierda, mientras que con la mano derecha extendida, se despidió de Sor Esperanza y de los otros con un agitar de palma—gracias por haberlo cuidado, no sabemos cómo agradecerles.

    -no se preocupe, es un chico especial—comentó la Madre Ana-¡cuídenlo mucho!

    -eso haremos-respondió Villavicencio—¿Soren?—se dirigió a mí de inmediato-¿te gustaría decirles algo?

    Un nudo en la garganta me penetro el alma, no tenía mucho que decir, así que con mis gestos explique todo lo que era necesario.

    -conocemos a Soren, a él nunca le gusta despedirse o decir, él solo lo demuestra-Sor Esperanza me miraba sonriente y satisfecha.

    En ese momento, solo me deje llevar y la abrasé, algo salió de mis labios, algo parecido a un gracias y un hasta pronto, sentí sus brazos alrededor de mi, eran cálidos y llenos de amor, me separe y camine hacia el automóvil, abrí la puerta del copiloto y tome lugar, minutos después, se abrió la puerta del lado contrario, entro mi supuesto tío, la cerro pero no levante la vista para ver algo, puso la llave en la ranura del encendido del carro, y empezó el trayecto a lo desconocido.

    Capitulo 3

    Presentación

    Después de dos horas de camino estaba todavía anonadado, con ese nudo en la garganta que mataba mis entrañas y

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