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Los Reinos Ocultos
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Los Reinos Ocultos
Libro electrónico311 páginas4 horas

Los Reinos Ocultos

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Información de este libro electrónico

El destino de cada persona es siempre vivir su propia y única aventura.
Melissa Grace aprende de primera mano lo que es "tener cuidado con lo que deseas". Ella es atraída por una luz magnética hacia un mundo repleto de toda la magia que siempre deseó tener, y de las criaturas que nunca creyó conocer.
Cuando ella y su mejor amigo James han de encarar una profecía y la pérdida del objeto más valioso del reino de Percabis, se da cuenta de lo peligroso que es desear algo con tanto fervor.
Con la paz en la cuerda floja, cargando siglos de resentimientos y dos reinos enemistados, ¿podrán regresar a salvo a sus hogares al finalizar el tiempo?

IdiomaEspañol
EditorialPamela Isla
Fecha de lanzamiento21 nov 2020
ISBN9781005118778
Los Reinos Ocultos
Autor

Pamela Isla

Pamela Isla (Lima, Peru. 21st of December, 1998) is a young fantasy and romance author. Her love for creative writing began since her childhood and grew as she learned more and more. Pamela is a fan of Greek and Egyptian mythology, as well as the classic books of Narnia, Percy Jackson, Shadowhunters, Pride & Prejudice, The Alchemist, and many more, all of which have nurtured her imagination. Every time she traveled to other places, she continued to write. The Chronicles of the Ring: The Hidden Kingdoms was her debut novel.

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    Los Reinos Ocultos - Pamela Isla

    LOS REINOS OCULTOS

    Las crónicas del anillo

    Libro 1

    Pamela Isla

    I

    Las Crónicas del Anillo: Los Reinos Ocultos

    Copyright © 2020 Pamela Isla

    Reservados todos los derechos. Ninguna parte de este libro puede ser usada o reproducida por cualquier medio o procedimiento sin el permiso escrito a excepción de cortas citaciones en artículos críticos o reseñas.

    Este libro es una obra de ficción. Nombres, personajes, negocios, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficcional. Cualquier semejanza con personas, vivas o muertas, eventos o lugares reales es pura coincidencia.

    readpamelaisla

    Para todos aquellos que creemos en la magia.

    I

    Crecí rodeada de magia.

    Toda mi vida escuché historias sobre ella, acerca de cómo un niño con una cicatriz salvó al mundo, como un león les devolvió la esperanza a cuatro hermanos, como un mago salvó a un reino mítico; historias sobre sirenas, centauros, dragones y unicornios, sobre animales fantásticos y criaturas inimaginables, sobre aventuras y héroes. Siempre me pregunté si algún día algo genial me pasaría a mí, si alguna vez alguien me cambiaría la vida. Déjenme darles un consejo: cuidado con lo que desean.

    Mi vida no era nada del otro mundo, hacía lo mismo prácticamente todos los días, incluso sacaba a pasear a mi perro. No, mentira. Nunca lo sacaba a pasear, porque no tenía uno. Conocí a mis amigas cuando estábamos en el nido. Mi yo de 4 años se había molestado por alguna estupidez y la única solución que se me había ocurrido fue atacarlas con proyectiles de gelatina roja. Digamos que inicié una guerra de comida durante el almuerzo, pues los otros niños se unieron al ver que lanzar comida parecía una actividad realmente divertida. En una esquina del salón, bajo una mesa, una niña rubia de colitas se escondía, protegiendo a su conejo de peluche de cualquier proyectil que se desviaba. Fue mientras perseguía a Jaz, tirándole pedazos de chocolate y exigiendo una disculpa, que uno le cayó a Piper en el ojo y otro a su conejo. La leyenda cuenta que se transformó en un demonio que me persiguió por el patio. Para cuando nuestra profesora llegó con sus refuerzos, todos los niños terminamos castigados tres días sin recesos. Además de quedarnos después de clases a hacer tarea extra, que consistía en cortar, pegar y hacer otras cosas que a esa edad la mayoría encontrábamos tediosas. Durante esos tres días de infierno fue que las tres nos volvimos inseparables

    Esta historia comenzó con mis padres, Paul y Abigail Grace, quienes normalmente no eran quienes daban sorpresas. Especialmente él, pues era un terrible mentiroso. Sin embargo, no fue una noticia como ¡tendremos otro hijo!, ni tampoco, ¡adoptaremos el perro que tanto quieres, a ver si así dejas de insistir! Fue más de la clase que hace que tu mundo se derrumbe. Claro que en ese entonces pensé que lo peor que me podía pasar se limitaba a cambiar de estado. Sin consultarme, decidieron aceptar la herencia de un tío abuelo lejano, de parte de mi madre, ya que ella era su único pariente. Nunca lo conocí ni escuché la mención de su nombre, pero a penas mi madre recibió una carta del abogado, tuvo que volar hasta Washington, firmar algunos papeles, y para cuando regresó, tenía en sus manos las llaves de una casa en Minnesota.

    Sus palabras de consuelo no me sirvieron de nada, ¿a quién lo haría? Este cambio nos favorecerá a todos, estarás bien, los nuevos aires te sentarán de maravilla. El único plan que se me ocurría era mi último intento por evitar la mudanza: rogarles por piedad. Si están pensando en que no funcionó, me siento ofendida, qué poca fe tienen...pero si, no lo hizo.

    —Melissa Grace, nos mudamos en dos semanas y no hay nada que puedas hacer al respecto.

    Realmente no podía creer que esos días fueran los últimos en San Francisco. Es por eso que tampoco podía perder la costumbre de llegar tarde a clase. Estaba segura sería un detalle que se mantendría en Minnesota.

    Me detuve frente a mis amigas, tratando de recuperar el aliento después de haber corrido hasta la puerta del salón.

    —De nuevo —agregó Jaz.

    —Hay mucho que hacer —respondí, a lo que ambas asintieron.

    Sabían que dejarlo todo atrás sería muy difícil. Quién no extrañaría el aroma a pan recién horneado si vivías en la misma cuadra que la mejor panadería de la ciudad. O aquellas mañanas nubladas y cómo lucía el cielo tras la lluvia. Las empinadas calles, los parques durante el otoño… Era demasiado que no quería olvidar.

    —Es extenuante, verdaderamente —confesé.

    —Interesante palabra —dijo una voz a mis espaldas—, ¿sabe cuál otra me agrada también? Llegar y A tiempo.

    Las caras de mis amigas fueron la pista suficiente de quién era la persona que acababa de hablar. No me atreví a voltear.

    —Entren al salón, señoritas, antes de que las deje afuera por impuntualidad. ¿O quizá no saben ver la hora? Me pregunto si fue por eso fue que reprobaron el examen pasado.

    Lo peor que podía pasarte era comenzar el día con tu clase menos preferida y con una profesora que te detestaba. No es que me fuera mal en todas las clases, pero si ya me iba a transferir a otro lugar, para qué escuchar un segundo más de ecuaciones y fórmulas que no me servirían en el futuro.

    —No es por ser dramática, pero espero que la desgraciada se pudra en…

    — ¡Cállate! —me interrumpió Piper—. Demonios, Melissa, ¡nos puede escuchar! No nos hemos alejado ni dos metros del gimnasio y ya estás maldiciendo.

    —Se lo merece —dijo Jaz y asintió indiferente—. Los profesores saben que Mel se va a ir en tres días y, salvo por dos profesores, los demás le han hecho la vida imposible.

    —Agradece que tus notas en literatura e historia te suben el promedio de sobremanera o tus padres hubieran tenido problemas para trasladarte de escuela.

    Bajé la mirada.

    —Tienes razón, le debo la vida a Jack por nunca callarme en clase cuando opacaba al resto de alumnos. Y a Vivian por siempre darme libros extra y subirme puntos gracias a mis ensayos basados en ellos.

    —Aún hay buenas personas en este mundo —dijo Jaz.

    ***

    La noche anterior a la mudanza, Jaz y Piper se aparecieron en mi puerta, con sus pijamas puestas y unas mochilas en sus espaldas.

    —Una última vez —dijeron ambas.

    No era fácil admitir que esa sería la última noche que pasaría con ellas, menos la última en la ciudad en la que nací. Cuando despertamos, sabíamos que todo cambiaría a partir de ese momento, aunque yo no tenía la más mínima idea de cuánto lo haría en mi caso. Cuando el reloj marcó las tres de la tarde del sábado, mi madre nos llamó al primer piso. Habíamos estado subiendo y bajando las maletas hasta que todo estuvo listo dentro del carro que nos llevaría al aeropuerto. Me detuve frente a la puerta de este y suspiré. Eso era todo.

    —San Francisco y Minnesota solo se llevan dos horas, no será tanta la diferencia —puntualizó Piper.

    —Siempre estaremos aquí si miras hacia atrás —me sonrió Jaz.

    Sentí una presión en mi pecho y mis ojos comenzaron a doler.

    —Nunca olviden nuestra primera pelea de comida —les dije.

    Piper negó rápido con la cabeza.

    —Nunca.

    Las observé por unos breves segundos. Por un momento las recordé como aquellas niñas del nido: Piper con un leve puchero y su conejo de peluche entre sus brazos, y Jaz con la mirada más sincera que podrías alguna vez conocer. El trayecto hacia el aeropuerto fue más corto de lo que esperaba. Cuando escuchamos la mención del vuelo hacia Minnesota, una pequeña parte de mí esperaba que se hubiera cancelado. No tuve tanta suerte. En la puerta de embarque sentía que la cuerda invisible que me unía a mi hogar se iba tensando poco a poco. Dentro del avión, mi padre estaba a mi lado, yo del lado de la ventana y mi madre en el pasillo.

    —Desde arriba, todo se ve como una pintura —me dijo mi papá, señalando a la ventana.

    — ¿De verdad?

    Asintió.

    —Como Monet.

    El avión empezó a moverse poco después. Agarré al instante los apoyabrazos del asiento. A pesar de la turbulencia inicial, me atreví a mirar por la ventana. Los colores parecían disolverse, creando una nueva y mágica realidad. Era como si las nubes hubieran decidido darme el mejor cielo a modo de despedida.

    II

    Lo primero que noté al desembarcar fue el aire frío que me recibió. Si bien aún no era invierno, la diferencia era notable comparado de dónde venía. No tenía muchas expectativas de la herencia de mi madre, por lo que me tomó por sorpresa que todo estaba muy bien conservado. La fachada era de un marrón rojizo, con un pequeño porche rodeado de barandas de madera, las cuales estaban pintadas de blanco. Al entrar, la cocina estaba a la derecha, y a la izquierda la sala de estar, con una hermosa alfombra que decoraba el suelo, la cual mi madre compró de oferta en una tienda local. Un pasillo al fondo llevaba a la habitación de invitados y a un baño. Tenía un segundo piso con dos habitaciones y un estudio. Si bien era un poco más pequeña que nuestra casa en San Francisco, mi mamá estaba feliz por tener un jardín delantero esta vez.

    Era de esperarse que esa noche me costara conciliar el sueño, siendo la primera vez que estaba en un espacio tan vacío pero cargado a la vez. No recuerdo cuando finalmente caí rendida, pero sí que al soñar estaba en una parada de autobús. A mi lado, solo se encontraba un chico de cabellos castaños. Cuando volteó a mirarme no podía distinguir bien sus facciones. Es lo que pasa a veces en los sueños. Tienes una vaga sensación de que hay alguien que estás mirando, pero su rostro no puedes determinar con exactitud. Vi como abrió su boca, pero ninguna palabra salió de esta. Justo en ese momento, todo se desvaneció, y me encontré de repente en un bosque. Escuché algo removerse tras unos arbustos cercanos y me acerqué a investigar, muy imprudente de mi parte si me preguntan, cuando al segundo siguiente sentí a una criatura tumbarme al suelo. Desperté con una sensación de asfixia enorme. Muy a mi pesar, me mantuve despierta hasta que observé el amanecer. Un primer día muy prometedor en Minnesota, perfecto para empezar en una nueva escuela. Lo único que evitó que me quedara dormida, estando de pie, en la parada de autobús, fue el libro que tenía en mis manos. Si podías soportar encariñarte con dos personajes solo para perderlos al final, ese libro era el ideal. Aquellas historias que contaban cómo el amor podía nacer dentro de cualquier circunstancia, entre quién sea, y durar muchísimo tiempo, incluso después de la muerte, era el tipo de clásicos que se convertían en canciones.

    Por el rabillo del ojo vi a un chico detenerse a mi lado para esperar la llegada de nuestro transporte. Me volteé ligeramente a mirarlo. Tenía el cabello castaño y una tonalidad de ojos que nunca había visto, muy similar al gris. Un sentimiento extraño se instauró en mi mente, había algo en él que no lograba definir, como si se me hiciera familiar. El autobús llegó un par de minutos después. Sin pensarlo, terminé sentándome junto a él. Puse el libro en mi regazo.

    El bus arrancó y me sorprendieron dos toques en mi hombro.

    —Aquiles —me dijo.

    — ¿Disculpa?

    El chico señaló al libro que tenía entre mis manos.

    —Aquiles.

    Le sonreí.

    —Sí, Aquiles.

    — ¿Nueva en la zona?

    —¿Es tan evidente?

    El chico se encogió de hombros, escondiendo una sonrisa burlona.

    —Dímelo tú.

    —Vengo de San Francisco —confesé.

    Frunció el ceño.

    — ¿Por qué has venido desde tan lejos?

    —Es una larga y peculiar historia. Básicamente, mi mamá recibió una herencia de un familiar desconocido y ahora estamos aquí.

    —Eso es...peculiar —dijo, riendo—. Mi nombre es James Miller.

    —Melissa Grace.

    James inclinó la cabeza hacia un lado y extendió su mano hacia el libro, como pidiendo permiso. Se lo entregué. Pasó lentamente sus dedos sobre la portada.

    —Aún no lo supero. Estuve llorando por varias horas.

    —La historia es injusta.

    —La de los héroes siempre lo es.

    Pasaron unos veinte o treinta minutos antes de llegar al lugar donde todo cambiaría. Y por si se lo preguntan, como todo en Minnesota, estaba cerca de un lago: Hamlet, en nuestro caso. James me acompañó hasta la secretaría, donde me entregaron mi horario de clase que indicaba la primera era biología para décimo grado. Debí de pedirle a James que se quedara y no asegurarle que tenía todo perfectamente controlado. Terminé dando una o dos vueltas más de las debidas y para cuando abrí la puerta de la clase, el profesor se detuvo al instante. No me había dado cuenta de la hora, y por enésima vez en mi vida, llegaba tarde.

    —Ah, Melissa Grace, ¿cierto? Bienvenida. Tome asiento, por favor.

    Mi mirada se fijó al instante en James, quien me dedicó una sonrisa alentadora; sin embargo, el asiento a su lado ya estaba ocupado. Me acerqué al único lugar disponible, junto a una chica pelirroja con el cabello corto y desordenado.

    —Charlotte Landvick, futura nadadora profesional.

    Ella extendió su mano y yo la estreché. Tenía un agarre firme, supuse sería por el entrenamiento. Esa fue una peculiar manera de presentarse ante alguien, pensé, pero no se lo dije, tampoco tuve tiempo, ya que continuó hablando sin dejar pausa.

    —El profesor Ryers es genial, tiene asesorías en horas libres, así que no te preocupes si no llegas a comprender.

    Para el final de la clase me di cuenta de que necesitaría ir a ver al profesor en algún momento más pronto de lo que imaginé. James se acercó a nosotras tras despedirse de su amigo, quien se fue en la dirección contraria.

    — ¿Qué tienes después? —me preguntó.

    —Matemáticas integradas —suspiré—. Ya me puedo ver reprobando los finales.

    James rodó los ojos como diciendo no seas dramática.

    — ¿Eres psíquica acaso?

    —La experiencia hace al maestro.

    —No es nada del otro mundo, solo requiere concentración —dijo James.

    Charlotte negó con la cabeza y se cruzó de brazos.

    —Claro, lo dice el que lleva la versión avanzada.

    —Algunos nacemos con algo que se llama talento

    —Sí, talento para tentar mi paciencia.

    Más tarde, mientras salíamos de nuestra clase sobre historia americana, la cual, nuevamente, James tomaba la clase superior, Charlotte no paraba de hablar sobre su equipo de natación.

    — ¿Estás tratando de persuadirme a alguna cosa?

    La pelirroja me miró con sus ojos agrandados. Las largas pestañas que tenían la hacían parecer un cachorrito sustentando su inocencia.

    —Necesitamos miembros. La mayoría se graduó el año pasado o se han retirado por pasar el último año.

    Suspiré.

    — ¿Tendría que sobrevivir alguna prueba?

    — ¡Todo estará bien! ¡No pongas esa cara! —me animó—. No son los juegos del hambre, no es exactamente supervivencia. Como estamos ligeramente desesperados, la entrenadora solo está buscando que sepan nadar algunos estilos y no lo hagan extremadamente lento. De ahí, el resto es práctica. Además, la natación te otorga resistencia y tus músculos se fortalecen, ¡es lo mejor!

    Tuve que aceptar, era difícil no querer decepcionar a Charlotte cuando ponía tanta energía en algo. Y en el caso que lograra permanecer en el equipo, se vería muy bien al momento de entrar en la universidad. Lo que se vería pésimo sería mi historial de tardanzas que se mantuvo toda esa semana, por algún motivo nunca estaba al pendiente de la hora cuando tenía la mente concentrada en otras cosas, como practicar con James lenguaje de señas. Había escogido esa clase porque pensaba sería fácil, cuando en realidad no lo era. Por suerte, James estaba en el nivel dos y me hizo la vida más sencilla. Lo único que recordaba era cómo decir Hola y ¿Cómo estás?, siendo este último una mezcla de tres movimientos, los cuales estaba agradecida haber podido memorizar, a pesar de mi desventaja con respecto al resto de alumnos que habían estado desde el primer día de clases. Antes del último período del viernes tenía clase de arte, y como era de esperarse, estaba apresurada por llegar, ocasionando que chocara con una chica y nos cayéramos al suelo, todas nuestras cosas desparramadas. A ese paso, la mitad de la escuela tendría moretones por mi culpa y me guardaría rencores.

    —Lo lamento tanto, déjame ayudarte.

    Ambas recogimos los libros regados, en los cuales su nombre estaba escrito con letra cursiva y a mano.

    — ¿Eres Stephany Arcus? —pregunté, entregándole sus cosas—. Tu padre es el profesor de inglés con honores, ¿verdad?

    Ella asintió. Su cabello largo y almendrado se sacudió al mover su cabeza. Le sonreí, emocionada.

    — ¡Su clase ha sido la mejor que he tenido hasta ahora! ¿Sabes qué libros tiene planeado dejarnos para leer? ¿Crees que leamos algo de literatura inglesa clásica? No es que espere leer fantasía obviamente, pero tampoco sería un mal tema para ser honesta. ¡Oh! Acabo de recordar que nos comentó que este era su primer curso del año, ¿cómo así?

    Stephany parecía asombrada de la cantidad de palabras que salieron de mi boca en tan corto tiempo. Aun así, pareció alegrarse de que alguien apreciara tanto a su padre y su trabajo, aunque esto último era difícil de descifrar a ciencia cierta, siendo que su expresión no revelaba mucho.

    —A mi padre le ofrecieron un puesto aquí. No podíamos rechazarlo.

    — ¿Oh, enserio? ¿Dónde vivías antes?

    —Europa.

    — ¿Europa? ¡Que genial! —exclamé entusiasmada—. Nunca he estado… —me detuve—. ¿Podrías contarme más tarde? Tengo clase de arte y realmente no debería de llegar tarde.

    Stephany me dedicó un leve asentimiento de cabeza e hizo ademán de caminar en la misma dirección que yo.

    — ¿Vas por el mismo camino? Vayamos juntas, se nos hará tarde si demoramos más tiempo.

    Para cuando llegamos, la profesora ya estaba allí. Lo primero que noté fueron sus uñas pintadas con un esmalte de un brillo tan suave que me recordaba a la nieve. Ella no interrumpió su explicación al vernos llegar, ni siquiera nos dedicó una mirada hostil como estaba acostumbrada a que un profesor me diera cada vez que algo así pasaba.

    —...el tema del Impresionismo y Postimpresionismo, sus temáticas usuales y artistas más representativos. El resultado de la correcta aplicación de la teoría en la obra que produzcan tendrá un peso importante para sus notas parciales. Pueden pedirme ayuda, pero no responderé ninguna pregunta relacionada con la teoría o les diré si lo que hacen está correcto, no hasta que lo terminen. Tienen esta clase para hacer el boceto. Las próximas dos para plasmarlo en sus lienzos. La siguiente será la entrega y la sustentación. Tienen permitido llevarse sus lienzos a casa, pero debo de ver avances en cada clase.

    A diferencia de la clase sobre lenguaje de señas, dibujar era una de las cosas que más me encantaban desde que tenía memoria, no tenía un talento gigante escondido bajo la manga, pero al menos no solo hacía figuras de palitos. Sin embargo, en ese momento, no tenía la menor idea de qué dibujar. Claro que conocía los estilos mencionados, pero no tenía toda la base que esta profesora había estado dando mientras aún estaba en San Francisco. Charlotte me prestó sus apuntes que revisé con rapidez, pues realmente quería avanzar con el bosquejo lo más que pudiera ese día. Revisé en mi celular ejemplos de pinturas de Van Gogh, Monet y Cézanne. La naturaleza era su inspiración en un comienzo, luego, para Van Gogh, por ejemplo, era simplemente su forma de ver todo el mundo que lo rodeaba, dándole vida a las pinturas que hacía. Era imposible lograr asemejarse a ellos, pero podría guiarme de cómo hacían sus trazos, del concepto que movía sus manos. Si pasaría tanto tiempo trabajando una pintura, mejor inspirarme en un artista que amara. Recordé al instante la comparación que hizo mi padre en el avión sobre el paisaje y Monet. Antes de que se me escapara la idea, agarré un lápiz y comencé a plasmar lo que tenía en mi cabeza: un castillo en un campo verde-amarillento, bajo un cielo lleno de nubes, que escondían el sol. Ahora, una cosa era la imagen de mi mente y otra muy diferente era dibujarlo.

    —Te ves bien, Melissa —dijo Charlotte en tono bromista.

    —Muy graciosa —le respondí, dedicándole una sonrisa fingida. Mis dedos estaban manchados de carboncillo, así que era de esperarse que mi cara también lo estuviera.

    En el estudio habían dos puertas, nosotras salimos por la de atrás cuando terminó la hora, pero al pasar por la primera, no pude evitar captar una parte de la conversación entre Stephany y la profesora. Ella me había dicho que dejó su libreta olvidada y que me adelantara.

    — ¿Eres consciente que no cualquiera pudo pensar un paisaje como el que ella hizo? —exclamó Stephany.

    —Paciencia, señorita Arcus —le interrumpió—. Usted debe de ser experta en eso.

    Un ventarrón ocasionó que se cayera el lápiz que tenía, provocando un sonido indeseado, por lo que bajé corriendo las escaleras para alcanzar Charlotte sin intentar recuperarlo, pero no la veía por ningún lado. Mi corazón latía a mil por hora. ¿Acaso había inhalado tanto carboncillo que me hacía imaginar que habían estado hablando sobre mí?

    —Melissa ¿qué te pasa? —alguien la llamó.

    Me volteé de golpe y encontré a James frente mío.

    —No es nada.

    Él achicó sus ojos, sin creerme un segundo.

    — ¿Segura?

    James fijó su mirada directamente en mí y me encontré incapaz de moverme, como si fuera capaz de convencerme de cualquier cosa; sus ojos grises parecían saber que mentía.

    —Escuché a la profesora de arte y a Stephany conversar de manera ambigua, aunque...realmente no creo fuera sobre nada de importancia, solo escuché unos segundos antes de tener que irme.

    — ¿De qué estaban hablando?

    —De esto

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