Cautiva del rey del desierto
Por Annie West
4/5
()
Información de este libro electrónico
Cuando la princesa Ghizlan de Jeirut regresó a casa, se encontró con que el jeque Huseyn al Rasheed se había hecho dueño del reino de su fallecido padre. Con su hermana como rehén, a Ghizlan no le quedó elección. Huseyn tenía intención de dominarla y convertirla en suya.
Forzar a Ghizlan a casarse con él no sería suficiente para conquistar el cuerpo y el alma de la hermosa princesa. La voluntad de hierro de Huseyn se vio desafiada por la magnífica belleza y el fiero orgullo de Ghizlan.
Annie West
Annie has devoted her life to an intensive study of charismatic heroes who cause the best kind of trouble in the lives of their heroines. As a sideline she researches locations for romance, from vibrant cities to desert encampments and fairytale castles. Annie lives in eastern Australia with her hero husband, between sandy beaches and gorgeous wine country. She finds writing the perfect excuse to postpone housework. To contact her or join her newsletter, visit www.annie-west.com
Relacionado con Cautiva del rey del desierto
Títulos en esta serie (100)
La venganza de un hombre rico: Tres hombres ricos Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Por ordem do príncipe Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesBrisa do deserto Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa indiscreción del jeque: Reyes del desierto Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La reina del jeque: Novias de jeques escandalosas Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Pasión fugaz: 'Los Brodey' Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Deliciosos prazeres Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesContrato nupcial Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUma verdadeira cinderela Calificación: 4 de 5 estrellas4/5O castelo do amor Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUm "sim" para o milionário Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesReacender a paixão Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesO amor mais querido Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCom todo o coração Calificación: 5 de 5 estrellas5/5A mulher mais maravilhosa Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDeixa-Me amar-te Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa princesa del jeque: 'Reyes del desierto' Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Viagem pessoal Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUm desejo no natal Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPasión por dinero: 'Los Brodey' Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa cenicienta del jeque: Reyes del desierto Calificación: 4 de 5 estrellas4/5A noiva do lorde Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Com este beijo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesRosas de inverno Calificación: 3 de 5 estrellas3/5A luz do amor Calificación: 2 de 5 estrellas2/5Amor e dever Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDoce coração Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesConta-me os teus segredos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesA noiva do aristocrata Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesOs beijos do príncipe Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Libros electrónicos relacionados
Secuestrada por el jeque Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Un príncipe y una tentación: 'La familia Sauveterre' Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Boda en el desierto Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Una novia para el rey Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Novia del guerrero del desierto (Ganadora Premios Rita) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El heredero secreto del jeque Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Noche entre dunas Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La esposa del jeque Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Prisionera de la pasión Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Traición entre las sábanas Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El príncipe indomable Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Un oasis de pasión Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Un novio siciliano: Los Sicilianos (1) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Una reconciliación temporal Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Una aristócrata en el desierto Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Una noche bajo las estrellas Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Noches en el desierto Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Cautivado por su inocencia Calificación: 5 de 5 estrellas5/5De cenicienta a princesa Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El poder de la tentación: Hermanos de sangre (2) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Valor para amar: Los Wolfe, la dinastía (6) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSu insólita princesa Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Reclamada por el griego Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La prometida del jeque del desierto Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Su amante del desierto Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La mujer temporal del jeque Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El precio de una pasión peligrosa Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUn legado sorprendente Calificación: 3 de 5 estrellas3/5La princesa rebelde Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Un ruso implacable Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Romance para usted
Don Quijote de la Mancha Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Después de Ti Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Novio por treinta días Calificación: 4 de 5 estrellas4/550 Microrrelatos calientes Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Contrato con un multimillonario, La obra completa Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Esposa por contrato Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Tesoro Oculto Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Tres años después Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Resiste al motero Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Dos Mucho para Tí Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Fiesta de empresa Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El mercader de Venecia Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Marcada por el alfa Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Año del Billonario Vol. #1 : Conociendo su Secreto Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Contrato por amor Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Vendida al mejor postor Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Prometida falsa Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Putita Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Una virgen para el billonario Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Un hombre de familia Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Llámame bombón Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Tú de menta y yo de fresa Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Padre a la fuerza Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Matrimonio de conveniencia Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Al Borde Del Deseo: Romance De Un Millonario: Los Secretos Del Multimillonario, #1 Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Esclava de tus deseos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Un orgullo tonto Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Esposa a la fuerza Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Cómo besa: Serie Contrato con un multimillonario, #1 Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Comentarios para Cautiva del rey del desierto
2 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
Cautiva del rey del desierto - Annie West
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2017 Annie West
© 2017 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Cautiva del rey del desierto, n.º 2577 - octubre 2017
Título original: The Desert King’s Captive Bride
Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises
Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-9170-523-9
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Portadilla
Créditos
Índice
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Epílogo
Si te ha gustado este libro…
Capítulo 1
LA AZAFATA se hizo a un lado, invitándola a salir del avión. Ghizlan se puso de pie y se estiró la falda y la americana verde musgo. Las manos apenas le temblaban.
Había tenido días para prepararse, días para aprender a enmascarar el asombro y la pena. Sí, la pena. Nunca había estado muy unida a su padre, un hombre distante, más interesado por su país que por sus hijas, pero su repentina muerte a los cincuenta y tres años a causa de un aneurisma cerebral había hecho temblar los cimientos de su mundo.
Ghizlan se irguió y esbozó la cortés sonrisa que su padre siempre había considerado apropiada para una princesa y, tras dar las gracias a la tripulación, salió del avión.
La fresca brisa de la tarde se le enredó en las piernas. Se preguntó brevemente lo agradable que sería poder viajar con ropa cómoda e informal en vez de llevar trajes de chaqueta y medias. El pensamiento se evaporó en el viento. Era la hija de un jeque. No disponía de esa libertad.
Se cuadró de hombros, se agarró al pasamanos y descendió por la escalerilla hasta el asfalto. Le temblaban las piernas, pero sabía que caerse no era una opción para ella. Jamás se le había permitido la torpeza y, en ese momento, más que nunca, era una obligación mostrarse tranquila. Hasta que se nombrara al heredero de su padre, ella era la cabeza visible de la familia, el rostro que todos conocían. Todos se apoyarían en la hija mayor del admirado jeque y confiarían en que ella se ocupara de que todo se desarrollara como era debido hasta que se confirmara el sucesor.
Se detuvo al llegar a la pista. Frente a ella, se extendían las montañas, a las que los últimos rayos del sol daban una tonalidad morada. Tras ella, las montañas desaparecían abruptamente para dar paso al Gran Desierto de Arena.
Respiró profundamente. A pesar de las graves circunstancias de su llegada a Jeirut, su corazón palpitaba alegremente al notar los familiares aromas de las montañas y de las especias, tan potentes que ni siquiera el olor a combustible de avión parecía poder erradicar.
–Mi Señora –le dijo Azim, el asistente de su padre. Se había acercado rápidamente a ella, sin dejar de retorcerse las manos y con el rostro compungido–. Bienvenida, señora. Es un alivio tenerla de vuelta.
–Me alegro de volver a verte, Azim.
Ghizlan decidió ignorar las formalidades y estrechó las manos de Azim. Ninguno de los dos lo admitiría nunca, pero ella se había sentido más unida a Azim que a su propio padre.
–¡Su Alteza! –exclamó él con preocupación mirando hacia un lado, donde los soldados protegían el perímetro de la pista.
Ghizlan no le prestó atención alguna.
–Azim, ¿cómo estás?
Sabía que la muerte de su padre debía de haber supuesto un duro golpe para Azim. Juntos habían trabajado sin descanso para conseguir que Jeirut entrara en el nuevo milenio con una combinación de hábiles negociaciones, profundas reformas y una voluntad de hierro.
–Estoy bien, Mi Señora, pero soy yo quien debería estar preguntando… Siento mucho su pérdida. Su padre no era simplemente un líder y un visionario. Era el sustento de nuestra democracia y el protector de su hermana y de usted.
Ghizlan asintió y soltó las manos de Azim para dirigirse hacia la terminal. Efectivamente, su padre había sido todas esas cosas, pero la democracia continuaría en el país después de su muerte. En cuanto a Mina y a ella, habían aprendido hacía ya mucho tiempo a no esperar ningún apoyo personal de su padre. Al contrario, estaban acostumbradas a que se las presentara como modelos a seguir para la educación, los derechos de las mujeres y otras causas. Tal vez su padre había sido un visionario al que se recordaría como un gran hombre, pero la triste verdad era que ni su hermana pequeña ni ella podían sentirse destrozadas por su fallecimiento.
Se echó a temblar por no sentir más.
Mientras se acercaban a la terminal, Azim volvió a dirigirse a ella.
–Mi Señora, tengo que decirle…
Se interrumpió inmediatamente al ver que unos soldados se dirigían hacia ellos. Entonces, volvió a tomar la palabra, pero lo hizo en un susurro apenas audible. Una gran urgencia parecía irradiar de él.
–Necesito advertirla…
–Mi Señora –dijo un oficial uniformado cuadrándose delante de ella–. He venido para escoltarla a palacio.
Ghizlan no lo reconoció. Se trataba de un hombre de aspecto duro de unos treinta años y que iba ataviado con el uniforme de la Guardia de Palacio. No obstante, llevaba lejos de allí más de un mes y los traslados de los militares se producían con frecuencia.
–Gracias, pero es suficiente con mis guardaespaldas –replicó ella. Se dio la vuelta, pero, para su sorpresa, no pudo ver a los miembros de su equipo de seguridad personal.
Como si le hubiera leído el pensamiento, el oficial, un capitán, volvió a hablar.
–Según creo sus hombres siguen ocupados en el avión. Hay nuevas normas referentes al control de equipajes, pero eso no debe retrasarla a usted. Mis hombres pueden escoltarla. Sin duda, está usted deseando ver a la princesa Mina.
Ghizlan parpadeó. Ningún empleado de palacio soñaría siquiera con comentar las intenciones de un miembro de la familia real. Aquel hombre era nuevo. Sin embargo, tenía razón. Le había preocupado mucho el tiempo que había tardado en regresar a Jeirut. No le gustaba pensar que Mina había estado sola.
Una vez más, se dio la vuelta, pero no vio a sus guardaespaldas. Su instinto le decía que no debía marcharse sin ellos. Sin embargo, al encontrarse por fin en Jeirut, la preocupación que sentía por Mina se había convertido en algo cercano al pánico. No había podido hablar con ella por teléfono desde el día anterior. Su hermana solo tenía diecisiete años y acababa de terminar sus estudios. ¿Cómo se estaba enfrentando a la muerte de su padre?
En Jeirut, solo los hombres podían asistir a los entierros, aunque se tratara de funerales de estado, pero a Ghizlan le habría gustado estar presente para ocuparse de todos los detalles y recibir las condolencias. Sin embargo, la tradición había prevalecido y su padre había sido enterrado a los tres días mientras que ella estaba atrapada en otro continente.
–Le estoy muy agradecida –le dijo. Entonces, se volvió a Azim–. ¿Te importaría explicarles que me he ido a palacio y que estoy en buenas manos?
–Pero, Mi Señora… –objeto él mirando a los guardias que les habían rodeado–. Necesito hablar con usted en privado. Es crucial.
–Por supuesto. Tenemos asuntos muy urgentes de los que ocuparnos –repuso ella.
Efectivamente, la repentina muerte del jeque había dejado un panorama muy complicado. Sin un heredero claro, se podrían tardar semanas en decidir quién era su sucesor. Ghizlan sentía el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Como mujer, no podía suceder a su padre, pero tendría un papel muy importante en el mantenimiento de la estabilidad institucional hasta que se decidiera la sucesión.
–Nos reuniremos dentro de dos horas –añadió. Entonces, asintió al capitán de la guardia.
–Mi Señora… –insistió Azim. Al ver que el capitán daba un paso hacia él con expresión sombría y gesto beligerante, guardó silencio.
Ghizlan le dedicó al capitán una mirada que había aprendido de su padre.
–Si usted va a trabajar en palacio, necesita aprender la diferencia entre solicitud e intimidación. Este hombre es una persona a la que tengo en alta estima y muy valorada por mí, por lo que espero que se le trate con respeto. ¿Ha quedado entendido?
El oficial dio un paso atrás.
–Por supuesto, Mi Señora.
Ghizlan deseó volver a tomar las manos de Azim entre las suyas. El asistente de su padre tenía un aspecto frágil y delicado. Sin embargo, necesitaba con más desesperación volver a encontrarse con Mina, por lo que le dedicó una afable sonrisa.
–Te veré pronto y podremos hablar de todo lo que desees.
–Gracias por escoltarme –dijo Ghizlan cuando se detuvieron por fin en el amplio atrio de palacio–. Sin embargo, en el futuro, no hay necesidad alguna de que ni usted ni sus hombres entren en el palacio.
Las normas de seguridad no incluían hombres armados en los pasillos.
El capitán inclinó suavemente la cabeza.
–Me temo que mis órdenes son distintas, Mi Señora. Ahora, si me acompaña…
–¿Órdenes? –le espetó Ghizlan. Tal vez aquel oficial era nuevo, pero debía saber que se estaba excediendo–. Hasta que se anuncie el sucesor de mi padre, soy yo quien da las órdenes en este palacio.
La expresión del capitán no se alteró en lo más mínimo. Ghizlan estaba acostumbrada a los militares, pero nunca antes había conocido a ninguno como aquel.
–¿Qué es lo que está pasando aquí? –añadió tratando de mantener la calma a pesar de que un gélido escalofrío le acababa de recorrer la espalda.
No se había dado cuenta antes, pero en aquel instante se percató de que los rostros de todos los guardias le resultaban desconocidos. Un rostro nuevo, tal vez dos, pero aquello…
–Tengo órdenes de llevarla al despacho del jeque.
–¿Al despacho de mi padre? –preguntó ella sin poder controlar ya los desbocados latidos de su corazón–. ¿Y quién ha dado esa orden?
El capitán no habló, pero le indicó que echara a andar.
La ira se apoderó de ella. Fuera lo que fuera lo que estaba ocurriendo, se merecía respuestas y tenía la intención de conseguirlas.
–Diga a sus hombres que se marchen, capitán –le ordenó –. Su presencia ni es bienvenida ni requerida en este palacio. A menos que se vea usted incapaz de guardar a una mujer sola.
Ghizlan no se dignó a esperar la respuesta del capitán. Echó a andar, taconeando con furia sobre los suelos de mármol. Debería haberle aliviado escuchar que los hombres se marchaban en la dirección opuesta, pero desgraciadamente sabía que el capitán seguía andando tras ella.
Algo iba mal, muy mal. Aquella certeza le oprimía el pecho y le erizaba el vello en la nuca.
Al llegar al que había sido el despacho de su padre, no se molestó en llamar. Al contrario de lo que se le había enseñado, abrió la puerta de par en par y entró con paso firme.
La frustración se apoderó de ella al comprobar que estaba vacío. La persona que, aparentemente, le había dado las órdenes al capitán, no estaba allí. Se detuvo frente al amplio escritorio y sintió que el corazón se le encogía de dolor con los recuerdos que aquella estancia le evocaba. El tiempo pareció volver atrás hasta el punto que todo lo ocurrido hasta entonces le parecía una pesadilla. Fuera lo que fuera lo que estaba ocurriendo, su padre ya no estaba.
Se irguió inmediatamente. No tenía tiempo para dejarse llevar por los sentimientos. Necesitaba descubrir qué era lo que estaba ocurriendo. Había empezado a pensar que los guardias la tenían prisionera en palacio en vez de estar protegiéndola. La intranquilidad se apoderó de nuevo de ella.
Estaba a mitad de camino de la puerta trasera del despacho cuando una voz la obligó a detenerse.
–Princesa Ghizlan.
Ella se dio la vuelta y contempló a un hombre muy corpulento que estaba cerrando la puerta por la que ella había entrado. Era mucho más alto que ella,