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La cultura bizantina
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Libro electrónico82 páginas53 minutos

La cultura bizantina

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eBook Interactivo. El desplazamiento de Diocleciano y posteriormente la transformación cristiana de Constantino, a comienzos del siglo IV, abre un nuevo mundo cultural y artístico que nos ha dejado buenas muestras de su creatividad y belleza, como queremos mostrar en esta colección dedicada al arte bizantino que no sólo hereda el antiguo estilo helénico del que está muy próximo, sino que está marcado por el lujo y la riqueza que caracterizan el arte final del Imperio romano.
IdiomaEspañol
EditorialHiares
Fecha de lanzamiento1 feb 2015
ISBN9788415874928
La cultura bizantina

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    La cultura bizantina - Ernesto Ballesteros Arranz

    PRINCIPALES ACONTECIMIENTOS HISTÓRICOS

    El año 330 Constantino funda Constantinopla sobre el solar de la antigua Bizancio e inaugura toda una época (que realmente tiene su arranque en el año 313: Edicto de Milán y liberación del Cristianismo). Era un lugar ideal, por su emplazamiento geográfico, para servir de centro a un Imperio que unía el Próximo Oriente y Europa Sudoriental. En Constantinopla confluyen varias corrientes de civilización: Mesopotámica y Persa, Helénica y Cristiana.

    Del año 395 (muerte de Teodosio y separación oficial del Imperio) al 518, domina la dinastía Teodosiana, cuyos representantes más notables son Teodosio II, Zenón y Anastasio. La dinastía teodosiana fue acercando el Imperio cada vez más a los modelos orientales.

    El año 518 sube al poder Justiniano (518-565), que marca una época de gran esplendor del Imperio de Bizancio. Este labrador de Macedonia (paisano, por tanto, de Aristóteles y Alejandro), tenía dos grandes obsesiones: la Idea de Imperio Absoluto y la Idea Cristiana. Vivió para realizar estas dos ideas en una sola: El Imperio Cristiano. Reconquistó a los bárbaros occidentales África, Sicilia, Italia, Córcega, Cerdeña, las Baleares y una zona de Hispania. Los merovingios le reconocieron como Señor y Emperador. Desarrolló además una ingente labor en el campo del Derecho (Corpus luris Civilis) y en el artístico, levantando los monumentos más importantes de la historia de Bizancio. Fue el portavoz de una ambición grandiosa y embriagadora que le hacía verse dueño del mundo como vicario de Dios en la Tierra. Pero este sueño tenía un capítulo irrealizable, la anexión de Occidente. Justiniano soñaba con someter a Roma y, por tanto, al Papa. Nunca pudo realizar este sueño. En cambio, su esposa, Teodora, tenía una Imagen más acertada de lo que era posible. Quería olvidarse de Roma y del Papa, romper todos los lazos que unían a Constantinopla con Occidente y levantar un Imperio reducido al ámbito oriental, sobre la herejía monofisita. En esta herejía se muestra de un modo patente la estructura del hombre occidental y del oriental, tal como la hemos presentado al principio de este capítulo. El occidental cree que en Cristo hay dos naturalezas, una divina y otra humana. No le cuesta trabajo pensar así, porque en su intimidad encuentra esta misma división entre sus creencias religiosas y su actividad temporal. El oriental sólo admite una naturaleza en Cristo (monofisitas), que es la naturaleza divina, y cree que la apariencia humana era sólo un accidente sin importancia, porque no puede comprender dentro de su alma semejante escisión de la personalidad. Es decir, que tanto el occidental como el oriental, se imaginan a Dios con las características anímicas

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