Escrito en las piedras
Ahí siguen, como testigos mudos de un pasado y una cultura de la que apenas sabemos nada pues no dejó registros escritos. Mucho se ha dicho sobre ellos, pero hoy en día sería difícil entender a los monumentos megalíticos –sean menhires, dólmenes o crómlech– sin tomar en consideración su orientación astronómica. Siempre se intuyó que, además de su evidente función funeraria y religiosa, servirían como demarcaciones territoriales y tal vez de observatorios para ver y señalar el movimiento de las estrellas en la esfera celeste. Cada vez son más las investigaciones y estudios que confirman esa circunstancia. Gracias a los métodos sofisticados con que cuentan los arqueólogos, hoy se puede precisar la dirección de los alineamientos y ver si corresponden a las salidas o puestas del sol en los equinoccios y los solsticios, fechas importantes para nuestros antepasados por dos motivos principales: para sus rituales religiosos (sus dioses eran solares y lunares) y para sus actividades agrícolas: definir la temporada de cosecha (en verano) o de la siembra (en invierno). Fueron grandes observadores de la naturaleza, y la aparición de este tipo de construcciones durante el Neolítico está ligada no sólo al surgimiento de la agricultura y la ganadería, sino a una cosmovisión más amplia y sagrada del paisaje y del
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