Sí puedes
Por Ramiro Calle
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Ramiro Calle
Especialista en temas orientalistas y pionero en la introducción del yoga en España. Ramiro Calle posee la facultad de presentar las diferentes corrientes filosóficas y espirituales orientales al lector occidental con un lenguaje sencillo que permite apreciarlas en todos sus matices. Su profundo conocimiento de la India, a la que ha viajado en más de 50 ocasiones, sus entrevistas con los más relevantes especialistas en materia de espiritualidad y su incansable labor de difusión de estas corrientes, tanto en los medios de comunicación como en sus propios libros, han convertido a este autor en el principal referente del orientalismo en España.
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Sí puedes - Ramiro Calle
Índice
Portada
Prólogo
Capítulo 1: El complejo mundo de las emociones
Capítulo 2: Hacia el autodesarrollo
Capítulo 3: En torno al trabajo
Capítulo 4: Las relaciones sentimentales
Capítulo 5: La familia
Capítulo 6: Sobre el estado de ánimo
Capítulo 7: Bienestar y salud
Sobre el libro
Sobre el autor
Créditos
Prólogo
Hace más de seis años, antes del verano del 2007, recibí una llamada de mi estimado amigo Jordi Jarque, periodista de La Vanguardia, para proponerme una sección en el suplemento ES Estilos de vida de dicho diario. El director del ES, Álex Rodríguez, tenía bien definido de qué quería que yo me encargase, e incluso ya habían pensado en un título concreto y directo. Se trataba de llevar a cabo un consultorio de todo tipo de temas y abierto a toda clase de personas, en el que se me pudiera hacer cualquier pregunta y yo reflexionase con el lector, tratando, en la medida de lo posible, de barajar pautas o referencias que pudieran ayudarle de alguna forma y, sobre todo, estimularle. El título que les parecía más idóneo era Sí, puedes, que desde el primer momento acepté de buen grado, pues definía muy bien el carácter de lo que pretendíamos con esta sección.
En seguida comencé a recibir preguntas y a tratar de ser lo más cercano posible al lector y brindarle sugerencias útiles que pudieran cooperar en dilucidar sus dilemas o esclarecer sus puntos de vista y su proceder. He tratado siempre de no pontificar y de ser un amigo espiritual al que poder hacerle confidencias y con el que poder compartir dudas e incluso cuitas, encontrando así una vía de comunicación y de conjunta reflexión con el lector.
Durante más de seis años, pues, hemos ido abordando las cuestiones más dispares, que Jordi ha sabido magistralmente ordenar y clasificar para hacer posible este libro, según las distintas áreas de la vida sobre las que han querido incidir los lectores, las cuales conforman los capítulos: desde el complejo mundo de las emociones, hasta el estado de ánimo o el bienestar y la salud, pasando por la familia, las relaciones sentimentales, el entorno laboral o el camino de autodesarrollo.
Así este libro viene a ser una síntesis de lo mejor de la sección e incluye las que hemos considerado más interesantes ochenta consultas recibidas y contestadas por mí, escogidas entre el total de trescientas que han aparecido desde 2007 hasta la fecha. Vistas en conjunto son una radiografía de los males de nuestro tiempo: el estrés, la ansiedad, la dispersión mental, el conflicto... Vistas una a una muestran los laberintos por los que se pasean personas de todas las edades y sus loables esfuerzos por recuperar el dominio de sus propias vidas.
Hablando de tú a tú con estas personas que han confiado en mí sus problemas, he intentado entender las claves de cada caso, nunca juzgarlo, y aportar mis conocimientos en psicología y mi experiencia en el yoga, la meditación y la relajación, siempre fiel a una visión práctica de estas técnicas ancestrales, alejada de dogmatismos y creencias.
Mis respuestas han estado muy a menudo inspiradas en las enseñanzas de las más grandes mentes realizadas, tanto de unas como de otras épocas y latitudes, así como de los más relevantes psicólogos y psicoterapeutas, toda vez que mi formación se ha fraguado tanto bebiendo en las fuentes de Oriente como de Occidente.
Estoy especialmente agradecido al lector que, cada día con mayor fidelidad, sigue esta sección; asimismo a todo el equipo que conforma el suplemento ES y desde luego a Jordi Jarque por haber desde el primer momento depositado su confianza en mí.
Ramiro Calle
Capítulo 1
El complejo mundo de las emociones
Antídoto al odio
Estimado señor Ramiro Calle, perdóneme si opto por el anonimato, pues me avergüenza tener que consultarle sobre un problema que no es dignificante. Me declaro víctima del odio. Tengo desde hace años una tendencia al rencor y al resentimiento, y a veces se intensifica y se traduce en odio. Deseo cosas negativas para los que me despiertan odio. ¿Qué puedo hacer? Siento mi mente sucia, pero muchas veces no puedo evitarlo. ANÓNIMO
No te culpabilices, porque entonces en lugar de resolver el problema lo agudizas. Es muy importante, y honesto por tu parte, este valioso reconocimiento de tu odio. Mediante la aceptación consciente puedes ahora empezar a debilitar esa raíz tan aflictiva del odio e incluso transformarla. Tu anhelo de liberarte del odio ya es un paso muy esencial. Ahora necesitas entendimiento correcto y firme resolución para conseguirlo.
Permíteme, porque viene muy al caso, que te dé a conocer un cuento espiritual de los que he ido recopilando a lo largo de años en mis viajes a India: Un país entra en guerra y dos amigos son alistados. Caen prisioneros y permanecen dos años en un campo de concentración. Cuando el país recupera la paz, son liberados y cada uno recompone su vida en un lugar diferente. Se encuentran después de diez años y uno le pregunta al otro:
–¿Dejaste de odiar a nuestros carceleros?
–En cuanto salí de allí. ¿Y tú?
–Yo sigo odiándolos.
–Pues entonces yo he estado dos años prisionero, pero tú llevas doce.
Así es el odio. Nos mortifica y encadena. Es una emoción no sólo muy negativa, sino necia, porque sufrimos justo por la persona odiada, cuando ella a menudo ni se entera o si lo sabe no le importa. ¡Qué insensatez! Somos muy poco caritativos con nosotros mismos y nos hacemos mucho daño, además del que podamos hacer a los demás. Es un sentimiento de gran inmadurez, no lo dudes. Sus parientes son el resentimiento, el rencor, la ira, la rabia, la malevolencia y en el peor de los casos la crueldad. El odio emponzoña la mente.
¿De dónde nace el odio? De la aversión, muy enraizada en el ser humano. La aversión es una tendencia al rechazo, la antipatía, la animadversión contra aquella persona que nos contraría o perturba, o no es como queremos, o tiene otra forma de ser o de pensar, o nos hace daño. El odio no es fortaleza, sino debilidad. Se puede ser firme y vigoroso, pero sin odio, sin saña, sin resentimiento. El antídoto es la compasión, el amor. Buda declaraba: Hay una ley eterna: jamás el odio puede ser vencido por el odio; sólo el amor puede vencer al odio
. También nos recomendaba: Oponte a la oleada de pensamientos de odio con una oleada de pensamientos de compasión
. Sé que es difícil sentir compasión por quien interpretamos que nos ha hecho daño, pero es un bálsamo para restañar la herida del odio.
La tendencia al rencor, al resentimiento y al odio es también el resultado de traumas, complejos infantiles o carencias emocionales, y desde luego lo es del ego exacerbado, que busca vengarse, reafirmarse, imponerse. Tenemos que estar vigilantes para que cuando nos percatemos de que empieza a surgir la tendencia de antipatía o aversión, podamos frenarla o desmantelarla. El odio es como un dardo envenenado y la primera víctima es uno mismo. Si de verdad te aprecias en algo, amigo mío, empieza a zafarte de él.
No me prestan atención
Señor Calle, soy una mujer de 50 años. Toda mi vida he tenido un problema que me ha perjudicado mucho, me ha robado tranquilidad e incluso ha perturbado mis relaciones con personas queridas. Creo que soy demasiado sensible, tan frágil que algunos dicen que soy quisquillosa. Lo que me sucede es lo siguiente, y espero que en algo pueda orientarme: desde niña he sido muy fácil de herir, a veces por cosas que parecen muy pequeñas, como que alguien no me conteste bien o no me preste la atención que yo espero o me diga una palabra en mal tono. Entonces me siento muy mal, como si me hubieran humillado intencionadamente y me vuelvo huraña y resentida. Mi marido llega a decir que soy exasperante y que así malograré mis relaciones con los demás; dice también que es ego, pero entonces yo me enfado y me parece muy injusto, pues ¿cómo va a ser ego cuando creo que es falta de autoestima? ¿Qué puedo hacer? CONSUELO
Estimada amiga, no te voy a responder con paños calientes, porque eso en nada te ayudaría. Claro que es ego, pero también hay un problema de autovaloración. Tu ego no está maduro y controlado, se resiente con poco, se siente vejado y desconsiderado, y reaccionas del modo que explicas. Hay que tener un ego maduro, que no se recree en los llamados estados de ánimo ñoños, a los que todos podemos propender porque nos creemos demasiado importantes y no sabemos digerir que alguien nos conteste mal o nos reprenda o no sea tan cortés como esperábamos. No podemos ir por la vida gastando nuestras mejores energías ofendiéndonos por todo, incluso por pequeñas cosas que deben traernos al pairo. ¿Sabes lo que decía Buda cuando le insultaban? Los demás me insultan, pero yo no recojo el insulto
. No puedes poner tu amor propio en eso, porque entonces alimentas aún más las suspicacias y susceptibilidades y cada día te vuelves más sensitiva, lo que no hay que confundir con verdaderamente sensible. Hay personas que se tornan anestésicas afectivas, que es un extremo, y otras pusilánimes o lábiles afectivas, que es otro. Hay que encontrar el punto medio. Seguramente por razones psíquicas de la infancia arrastras ciertas carencias emocionales que te hacen ser demasiado susceptible y entonces todo crea conflicto y malestar. Tienes que empezar a ejercitarte en no ser tan reactiva e inspirarte en aquello que dice Kipling en su hermoso poema: Si nadie que te hiera llega a hacerte la herida...
.
¿Por qué presupones que la gente lo hace intencionadamente o por dañarte? Tienes que saltar fuera de ese circuito repetitivo de reacciones desmesuradas, porque te hacen mucho daño y perjudican tus relaciones. No te permitas esos estados negativos, trata de estar más atenta y ecuánime para irlos superando. Te vendría muy bien la práctica de la meditación, porque mediante ella uno se torna menos reactivo, más armónico y no tan pendiente ni dependiente de comportamientos u opiniones de los demás. Lo más difícil será ahora superar un hábito que has dejado que se perpetúe durante toda la vida. Pero puedes conseguir desaprenderlo y restar importancia a si alguien se dirige a ti con un tono áspero o si no te atienden como tú esperabas. Tómate en serio cambiar la actitud, el modo de interpretar las cosas, para ayudarte a ti misma y mejorar la relación con los seres queridos.
Reacciones ante el insulto
Estimado Ramiro: tengo 40 años y soy una mujer sensible y profesora de yoga en una escuela. Me cuesta aceptar que haya personas agresivas, maleducadas, incluso maliciosas, a las que no les importe perjudicar a los demás. Quizá soy demasiado idealista y no quiero aceptar que hay personas que crean conflicto por cualquier cosa, personas que hieren con las palabras y las formas de ser. Me ha pasado últimamente en varias ocasiones. Las últimas veces en un bar, donde el camarero empezó a insultarme, y en un tren, en el que me gritaron y amenazaron. ¿Qué se puede hacer en esos casos? ¿Qué nos dicen los grandes maestros orientales? ¿Debe uno reaccionar en un sentido u otro? ¿Cómo comportarse? LOLA
Vivimos, Lola, en una sociedad muy agresiva, hostil, adusta. Hay personas maravillosas. Pero no podemos ocultar que, como ya dijo Buda con su gran sentido pragmático, también abundan las personas aviesas y, por supuesto, las maleducadas, hoscas, groseras, personas que parecen gozar hiriendo a los demás. Tenemos que aprender a ser hábiles con nuestros comportamientos en tales ocasiones y no tragar el cebo, que se convierte en venenoso anzuelo, que los desaprensivos y perversos nos tienden, muchas veces en su afán de provocarnos. Hay que saber velar por uno y ser firme, pero en muchos casos la sabiduría consiste en evitar el conflicto innecesario, pues produce una espiral de mayor hostilidad, daña a las personas nobles. Es preferible no entrar en el juego de las malas formas, la violencia verbal y las conductas groseras e indeseables.
Volviendo a Buda, cuando le insultaban, jamás perdía la semisonrisa y comentaba a sus discípulos: Los demás me insultan, pero yo no recibo el insulto
. No son pocos los desaprensivos, sin ninguna calidad de vida interior, que se empeñan en sacar no sólo lo peor de ellos, sino también lo de los demás. No hay que entrar en su juego si eso es posible, y entender que muchas veces la mejor defensa es no engendrar oposición ni poner el ego por medio ni entrar en la dinámica del insulto, el reproche o la descalificación. Mantener la claridad de mente y la ecuanimidad no es falta de firmeza o intrepidez, sino un saludable dominio que nos puede evitar muchos problemas graves. Sobre todo nos puede prevenir contra reacciones que al final nos ponen a la misma altura de los que son groseros, hoscos, agresivos y barriobajeros en el peor sentido del término.
Lo mejor es, en la medida de lo posible, apartarse de estos individuos como si de la peste se tratara y no permitir que su odio encienda nuestro odio. Pero no son pocas las ocasiones en la vida en la que uno se encontrará con personas de este tipo y tendrá que