Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Mindfulness: Una guía práctica para el despertar espiritual
Mindfulness: Una guía práctica para el despertar espiritual
Mindfulness: Una guía práctica para el despertar espiritual
Libro electrónico776 páginas11 horas

Mindfulness: Una guía práctica para el despertar espiritual

Calificación: 4 de 5 estrellas

4/5

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

La mente contiene en sí misma las semillas de su propio despertar, semillas que hemos de cultivar para poder obtener los frutos de una vida vivida conscientemente. Joseph Goldstein comparte en este libro la sabiduría de sus cuatro décadas de práctica y de enseñanza.
Su fuente es el Satipatthana Sutta, el legendario discurso del Buda sobre los cuatro fundamentos de la atención plena que se convirtió en la base de los diferentes tipos de meditación Vipassana existentes en la actualidad. Exquisito en los detalles y al mismo tiempo totalmente accesible para el estudiante moderno, el presente texto será un valioso tesoro para toda persona interesada en vivir conscientemente y en la realización de su libertad interior.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 mar 2017
ISBN9788417030032
Mindfulness: Una guía práctica para el despertar espiritual

Relacionado con Mindfulness

Libros electrónicos relacionados

Meditación y manejo del estrés para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para Mindfulness

Calificación: 3.857142857142857 de 5 estrellas
4/5

7 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Mindfulness - Joseph Goldstein

    n137.

    LAS CUATRO CUALIDADES

    DE LA MENTE

    1

    VEHEMENCIA

    La mente imperecedera

    Tras declarar que las cuatro formas de establecer el mindfulness nos conducen directamente hacia la liberación, el Satipatthana Sutta continúa con una definición precisa de este camino, del que destaca sus características esenciales. El Buda señala en primer lugar los cuatro campos, o ámbitos, para el establecimiento del mindfulness: el cuerpo, los sentimientos, la mente y los dhammas (categorías de la experiencia). Cuando ponemos nuestra atención plena en estos, estamos a salvo. Cuando no permanecemos atentos, a menudo nos perdemos en reacciones insanas, y creamos sufrimiento en nosotros y en los demás.

    ¿Qué cuatro caminos? Aquí, bhikkhus, en lo que se refiere al cuerpo, el monje permanece contemplando el cuerpo con vehemencia, claridad mental, mindfulness y libre de deseos y de descontento con respecto al mundo. En lo que se refiere a los sentimientos, él permanece contemplando los sentimientos con vehemencia, claridad mental, mindfulness y libre de deseos y de descontento con respecto al mundo. En lo que se refiere a la mente, él permanece contemplando la mente con vehemencia, claridad mental, mindfulness y libre de deseos y de descontento con respecto al mundo. En lo que se refiere a los dhammas, él permanece contemplando los dhammas con vehemencia, claridad mental, mindfulness y libre de deseos y de descontento con respecto al mundo.1

    En esta definición, el Buda también introduce las cualidades mentales necesarias para recorrer el camino: hay que ser vehemente, tener claridad mental y un estado de mindfulness, y estar libre de deseos y de descontento con respecto al mundo. La vehemencia implica una aplicación equilibrada y sostenida del esfuerzo. Pero vehemente también sugiere un sentimiento muy impetuoso o un entusiasmo apasionado y devocional, porque nos damos cuenta del valor y la importancia de algo. Cuando el Buda dice que el bhikkhu (es decir, todos los que estamos en el camino) permanece vehemente, nos está instando a tener mucho cuidado respecto a la continuidad y la perseverancia que mostramos en lo que hacemos.

    El gran maestro chino Hsu Yun alcanzó la iluminación a los cincuenta y seis años, y luego enseñó durante los siguientes sesenta y cuatro. Murió a la edad de ciento veinte años. Llamó a esta cualidad de la vehemencia «la mente imperecedera». Es lo que nos sostiene y nutre cuando experimentamos altibajos en nuestra práctica espiritual.

    La vehemencia espiritual es lo que nutre a un corazón valiente. Nos da la fuerza necesaria para enfrentarnos a las dificultades que experimentamos en nuestro viaje. Lo que debemos preguntarnos es cómo podemos cultivar y practicar la vehemencia, para que se convierta en una fuerza poderosa que nos sirva de guía en nuestras vidas.

    Reflexionar sobre el inestimable valor del dharma

    Una forma de cultivar esta impetuosidad o vehemencia es a través de la reflexión sobre el propósito de nuestra práctica, por medio de la cual nos damos cuenta de que el dharma es una joya de valor incalculable. Cuando se comprende apropiadamente, el dharma se convierte en una fuente de felicidad. Ajahn Mun, uno de los más reconocidos maestros de meditación de la Tradición Tailandesa del Bosque, nos recuerda que la comprensión de la mente es lo mismo que la comprensión del dharma, y que darse cuenta de las verdades más profundas de la mente es el logro del despertar. Otra manera de despertar la vehemencia en nuestras vidas es reflexionar sobre lo extraño que es en esta vida conectar con las enseñanzas que liberan el corazón y la mente. Dilgo Khyentse Rinpoche, uno de los grandes maestros tibetanos de dzogchen del siglo pasado, nos recuerda esto:

    Pregúntate: ¿cuántos de los miles de millones de habitantes de este planeta son conscientes de lo raro que es haber nacido como ser humano? ¿Cuántos de los que entienden la rareza del nacimiento humano piensan alguna vez en usar esa oportunidad para practicar el dharma? ¿Cuántos son los que piensan realmente en esta práctica? ¿Cuántos de los que empiezan continúan? [...] Cuando te des cuenta de la oportunidad que trae consigo la vida humana, sin duda centrarás toda tu energía en cultivar su verdadero valor, poniendo en práctica el dharma.2

    Estas reflexiones generan en nosotros un gran respeto hacia el dharma, hacia nuestros compañeros en este viaje y hacia nosotros mismos. Este respeto nos lleva a apreciar cada momento y a ser más conscientes en lo que hacemos.

    Reflexionar sobre la impermanencia

    También podemos fortalecer la cualidad de la vehemencia por medio de reflexionar sobre la transitoriedad de todos los fenómenos que acontecen en nuestras vidas. Observa aquello a lo que nos apegamos, ya sean personas, posesiones, sentimientos o afecciones del cuerpo. Nada de lo que tenemos, ninguna de las personas que nos rodean ni ningún estado de la mente está exento de cambio. No hay nada que pueda evitar el proceso universal de nacimiento, crecimiento, decadencia y muerte.

    Cuando no entendemos la verdad de la impermanencia, basamos nuestras vidas, nuestras acciones e incluso nuestra práctica de meditación en la búsqueda de posesiones y en el apego a personas y experiencias. Nos quedamos atrapados en todas las ilusiones del saṃsãra, la rueda del nacimiento y la muerte, haciendo en el proceso que nuestro sentido del yo sea cada vez más rígido. No hay paz. Lo que sigue a continuación es un extracto de The Life of Shabkar («La vida de Shabkar»), un libro que trata sobre las enseñanzas de un yogui tibetano del siglo xviii. Es un poderoso testimonio de la verdad del cambio:

    El otro día necesitaba tomar un poco de aire fresco, así que me fui a pasear por un prado cubierto por un manto de flores [...] Mientras cantaba y permanecía en un estado de conciencia elevada observando todo lo que me rodeaba, me di cuenta de que, entre el conjunto de exuberantes flores, una flor en particular me llamaba la atención. Agitaba suavemente su tallo y desprendía una fragancia muy dulce. Mientras se balanceaba de lado a lado, pude escuchar esta canción, que susurraba con sus pétalos [...].

    «Escúchame, caminante de la montaña:

    no quiero herir tus sentimientos.

    Pero, de hecho, tú que careces de la conciencia

    de la impermanencia y de la muerte

    olvídate de cualquier realización basada en la vacuidad.

    »A quienes tienen esta conciencia,

    los fenómenos externos les enseñan

    sobre la impermanencia y la muerte.

    Yo, la flor, te daré a ti, yogui,

    unos cuantos consejos útiles

    sobre la muerte y la impermanencia.

    »Soy una flor que nació en un prado;

    disfruto de una felicidad perfecta

    con mis pétalos de colores brillantes en plena floración.

    Rodeada por un enjambre de abejas,

    bailo alegremente, y me balanceo suavemente con el viento.

    Cuando una lluvia fina cae, mis pétalos se deforman;

    cuando el sol brilla, me abro y sonrío.

    »Ahora mismo me veo bastante bien,

    pero no voy a durar mucho tiempo.

    No, en absoluto.

    Heladas no deseadas harán que se marchiten los colores vivos,

    hasta que se pongan marrones y yo me seque.

    Cuando pienso en esto, me perturbo.

    Más tarde, los vientos,

    violentos y despiadados,

    me van a azotar hasta que me convierta en polvo [...]

    »Tú, ermitaño, caminante de la montaña,

    tu naturaleza es la misma.

    »Rodeado por una multitud de discípulos,

    disfrutas de tu buena forma;

    tu cuerpo de carne y hueso está lleno de vida.

    Cuando otros te alaban,

    bailas de alegría [...]

    Ahora tienes buen aspecto,

    pero no vas a durar mucho.

    No, en absoluto.

    »La vejez te robará

    tu saludable vigor.

    Tu pelo empezará a blanquear

    y tu espalda se irá encorvando [...]

    »Cuando te toquen las manos despiadadas

    de la enfermedad y la muerte,

    vas a dejar este mundo

    hasta la próxima vida [...]

    »Tú, ermitaño que vagabundeas por los montes,

    y yo, una flor nacida en la montaña,

    somos amigos.

    Por eso te he ofrecido

    estas palabras como consejo».

    A continuación, la flor se calló y se quedó quieta. En respuesta, yo canté:

    «Oh brillante, exquisita flor,

    tu discurso sobre la impermanencia

    es verdaderamente hermoso.

    Pero ¿qué será de nosotros dos?

    ¿No hay nada que se pueda hacer?» [...]

    La flor contestó:

    «Entre todas las actividades del samsãra

    no hay una sola cosa que sea duradera.

    »Todo lo que nace, muere.

    Todo lo que se une, se desune.

    Todo lo que se acumula, se dispersa.

    Todo lo que es alto, cae.

    »Habiendo considerado esto,

    decido vivir sin apegarme

    a estos exuberantes prados,

    incluso ahora, en toda mi gloria,

    a pesar de que mis pétalos se despliegan en todo su esplendor [...]

    »Tú también, aun sintiéndote en forma y fuerte,

    deberías abandonar tu apego [...]

    Busca el camino de la libertad,

    de la verdadera serenidad».3

    REFLEXIONAR SOBRE EL KARMA

    La tercera reflexión que despierta la impetuosidad o la vehemencia en nuestra práctica espiritual es la comprensión de la ley del karma. Es fundamental y esencial entender esta ley para que nuestras acciones volitivas –de cuerpo, palabra y pensamiento– den sus frutos. Todo depende de lo que nos impulse a emprender dichas acciones. Acciones motivadas por la codicia, el odio o la ignorancia traen consigo resultados desagradables. Acciones que se basan en el desapego, el amor y la honestidad traen consigo una infinita sensación de bienestar y felicidad.

    De acuerdo con la ley del karma, lo único que podemos decir que nos pertenece realmente son nuestras acciones y sus resultados. Y los resultados de nuestras acciones nos persiguen como una sombra, o, si se me permite hacer uso de una expresión antigua, como la rueda de la carreta sigue al buey. Este principio es tan fundamental y de tan largo alcance que fue repetido una y otra vez por el Buda, y de hecho también hacen hincapié en ello muchos de los grandes seres iluminados de la actualidad.

    Las primeras líneas del Dhammapada destacan esta comprensión:

    La mente es la precursora de todas las cosas. Habla o actúa con una mente impura, y el sufrimiento te seguirá como la rueda de la carreta sigue a la pezuña del buey.

    La mente es la precursora de todas las cosas. Habla y actúa con una mente pacífica, y la felicidad te seguirá como la sombra que nunca se va.4

    Hay una famosa frase de Padmasambhava, el gran maestro hindú que llevó el budismo al Tíbet, que dice así: «Aunque mi visión es tan amplia como el cielo, mi atención a la ley del karma es tan fina como un grano de harina de cebada». El Dalai Lama aseguró que si tuviera que elegir entre hacer hincapié en el vacío o en el karma en sus enseñanzas, y pese a lo importante que es la comprensión de la vacuidad, haría hincapié en las enseñanzas del karma. Y, por último, el maestro coreano de zen Seung Sahn Sumin resumió la integración del vacío y el karma en esta excelente afirmación: «No existe lo bueno y lo malo, pero lo bueno es bueno y lo malo es malo».

    Sin embargo, no es suficiente con saber de la existencia de la ley del karma. Tenemos que aplicarla en nuestras vidas. Cuando estamos a punto de actuar, o cuando ciertos pensamientos y emociones predominan, ¿nos acordamos de ahondar primero en nuestras motivaciones? ¿Nos preguntamos si esa acción o ese estado de la mente son acertados? ¿Es algo que puedo cultivar en mi interior o, por el contrario, debo abandonarlo? ¿Hacia dónde me conduce lo que me motiva? ¿Quiero seguir adelante?

    Notas

    1 Extraído de dos traducciones para esta versión de la cita del Satipatthana Sutta número 10: Ñaṇamoli y Bodhi, The Middle Length Discourses, y Bhikkhu Anālayo, Satipaṭṭhana: The Direct Path to Realization (Cambridge, UK: Windhorse Publications, 2003), 3-4.

    2 Citado en Dilgo Khyentse Rinpoche, «Teachings on Nature of Mind and Practice», Tricycle: The Buddhist Review, invierno de 1991. Reimpreso en este artículo con el permiso de Editions Padmakara (St. Leon sur Vezere, Francia, 1990).

    3 Shabkar Tsogdruk Rangdrol, The Life of Shabkar, trad. Matthieu Ricard (Albany, NY: State University of New York Press, 1994), 56-57.

    4 Del Dhammapada. Hay innumerables traducciones del Dhammapada. Esta es mi propia versión basada en distintas lecturas a lo largo de los años.

    2

    CLARIDAD MENTAL

    El cultivo de una impresión diáfana

    Sampajañña es el término pali que designa la segunda cualidad de la mente, y que el Buda enfatizó en los primeros párrafos del Satipatthana Sutta. Por lo general se traduce como «claridad mental», «comprensión diáfana» o «estado de atención plena». Es la capacidad de comprender claramente lo que está sucediendo, y va asociada a la investigación, y posterior entendimiento, del mindfulness. Vamos a analizar con más detalle esta cualidad de la claridad mental en el capítulo 9, «Atención plena a las actividades».

    Cultivar la claridad mental, es decir, saber lo que estamos haciendo y por qué, es una práctica transformadora. A través del ejercicio de esta cualidad llegamos a comprender que mindfulness es algo más que simplemente estar presentes. Si tenemos claridad mental, sabemos cuál es nuestro propósito y reconocemos las motivaciones que se esconden detrás de nuestras acciones. A menudo nos hallamos en medio de una acción sin saber muy bien cómo hemos llegado hasta allí. ¿Alguna vez te has encontrado parado enfrente del frigorífico sin recordar qué te llevó hasta allí? Cuando actuamos con atención plena en las cosas, incluso en las más pequeñas, somos capaces de advertir la motivación que nos impulsa a actuar, y luego podemos considerar si esa motivación, o esa acción, es útil o no.

    En la época del Buda había algunos monjes que vivían juntos en el bosque. El Buda se dirigió hacia ellos y les preguntó si estaban viviendo en armonía. Anuruddha, uno de sus grandes discípulos, respondió:

    —¿Qué razón hay para no dejar de lado lo que uno quiere y hacer lo que los demás desean?

    Y cada uno de los otros venerables monjes respondió exactamente de la misma manera. Reconocer lo que estamos haciendo nos da la oportunidad de actuar con misericordia, y no solo practicarla en el cojín de meditación.

    El conocimiento de la motivación juega un papel central en el camino hacia la liberación. Y como empezamos a tener una mayor conciencia de nosotros mismos, comenzamos a darnos cuenta de que nuestra práctica no es solo para nosotros, sino que también puede aportar felicidad y beneficiar a todos los demás. ¿Cómo puede beneficiar nuestra práctica a los demás? ¿Cómo puede ayudar a quienes nos rodean el hecho de que sintamos nuestra respiración o de que avancemos en nuestro camino hacia la atención plena? Podemos ayudar de muchas maneras. Cuanto más comprendamos nuestra propia mente, mejor entenderemos a los demás. Llega un momento en el que empezamos a reconocer el carácter común de nuestra condición humana, así como el sufrimiento que nosotros mismos nos creamos, lo que hace que indaguemos en nuevas formas de liberarnos de dicho sufrimiento.

    Nuestra práctica también beneficia a otras personas a través de la transformación que se da en cuanto a nuestra comprensión del mundo. Si estamos más receptivos y somos más pacíficos y menos críticos y egoístas, todo el mundo acabará siendo mucho más amoroso y pacífico, y mucho menos crítico y egoísta. Nuestra mente-cuerpo es un sistema de energía que vibra, que resuena. Cómo somos afecta a todos quienes nos rodean. En un barco en medio de una gran tormenta, una persona sabia y tranquila puede llevar a todos a un lugar seguro. El mundo es como un barco, sacudido por las tormentas de la codicia, el odio y el miedo. ¿Podemos convertirnos en una de esas personas que ayudan a mantener el barco a flote? El Buda dio este encargo a sus primeros sesenta discípulos iluminados:

    Salid, bhikkhus, para el bien y la felicidad de muchos, por compasión hacia el mundo, para el bien, el beneficio y la felicidad de los dioses y los hombres. No permitáis que se pierdan. Predicad, bhikkhus, el dharma; sed excelentes en el inicio, excelentes en el medio, excelentes en el final [...] Proclamad la vida santa, totalmente perfecta y pura.1

    Podemos seguir, hasta cierto punto, sus pasos.

    Notas

    1 Narada Thera, The Buddha Dhamma or The Life and Teachings of the Buddha (Nueva Delhi, India: Servicios Educacionales de Asia, 1999), 69.

    3

    MINDFULNESS

    El portal de la sabiduría

    Mindfulness es la tercera cualidad de la mente del Buda. Procede de la palabra pali sati, y ocupa un lugar central en todas las tradiciones budistas. Es lo que hace posible cualquier camino espiritual. Mindfulness tiene varios significados y funciones, y es clave para nuestro crecimiento espiritual. La comprensión de esta riqueza de significados abre las puertas hacia el poder que tiene de transformar nuestras vidas.

    CONCIENCIA DEL MOMENTO PRESENTE

    La interpretación más común que se hace de mindfulness es la de ser conscientes del momento presente, permanecer en un estado de vigilia o en un estado de observación de la mente. Esto es lo opuesto a la distracción. Siempre que nos sintamos perdidos o confundidos acerca de lo que tenemos que hacer podemos regresar a la experiencia del momento presente.

    Después de dar una de mis charlas, una mujer que había participado en varios retiros espirituales se acercó a mí y me contó que en el camarote del crucero en el que había estado hacía poco había colgado un mapa en la pared en el que estaba dibujada una flecha con un título que decía así: «Usted está aquí». Me dijo que durante el resto de su viaje, adondequiera que fuese, estas palabras resonaban en su mente recordándole que sencillamente viviera el presente: «Tú estás aquí».

    Mindfulness simboliza la cualidad de la atención real. Es así porque no se producen interferencias. Un ejemplo sería el disfrute que experimentamos con la música. Cuando estamos escuchando música, nuestras mentes permanecen abiertas y atentas. No intentamos controlar lo que viene a continuación; no tratamos de modificar las notas de la canción. En la capacidad de escuchar reside un gran poder. Esta cualidad de ser receptivos permite que aflore en nosotros cierta sabiduría intuitiva. Un reportero le preguntó una vez a la Madre Teresa qué le decía a Dios cuando rezaba.

    —Yo no digo nada –respondió–. Sencillamente escucho.

    Entonces el reportero quiso saber qué le decía Dios a ella.

    —Él no dice nada –respondió la Madre Teresa–. Él solo escucha. Si no entiendes esto, yo no puedo explicártelo.1

    LA PRÁCTICA DEL RECUERDO

    El concepto de mindfulness tiene más de una interpretación. A otra escala, la palabra sati significa «recordar», y se refiere a la práctica saludable del recuerdo, que constituye una ayuda y un aporte de energía en nuestro camino hacia el despertar. En los textos, estos recuerdos son las virtudes del Buda, el dharma y la sangha, así como la propia generosidad y la conducta ética.

    Reflexionar sobre las cualidades del Buda, el dharma y la sangha ayuda a despertar más confianza y más fe en nuestras mentes, y a aplicarlo al contexto de nuestras propias luchas internas. Recordemos que todos los altibajos de nuestra práctica espiritual son parte de un viaje mucho más grande. En la noche de su iluminación, el Buda venció a los ejércitos de Mara, que son las fuerzas del deseo y la aversión, de la inquietud y del engreimiento. Cada vez que nos enfrentamos a estas fuerzas en nuestras propias mentes, también nos encontramos recostados bajo el árbol de Bodhi del despertar. Y comprendemos que nuestra lucha es como la lucha del bodhisattva que después fue el Buda.

    En el momento en que superamos los hábitos de la seducción que hacen que seamos estrechos de mente y cerrados de corazón, ampliamos nuestra perspectiva. Cuando practicamos las enseñanzas del Buda sobre la liberación, sin darnos cuenta estamos recorriendo un camino de purificación, que el Buda descubrió y que tantos otros pusieron en práctica. Una de las frases más inspiradoras para mí es la declaración que comúnmente hacen todos aquellos hombres y mujeres que han despertado y completado el viaje: «Se ha hecho lo que tenía que hacerse». Al recordar al Buda, el dharma y la sangha, nos damos cuenta de que nosotros también podemos despertar. Mindfulness como recuerdo también incluye la reflexión sobre nuestro compromiso con la conducta ética (en pali, sīla). Esto es algo que quizás no hacemos muy a menudo, pero recordar la importancia de la sīla en nuestra práctica espiritual fortalece nuestra confianza en nosotros mismos y en nuestra autoestima. Nos recuerda que, efectivamente, podemos entrenar la mente, y que somos capaces de discernir entre las acciones que son saludables y las que no.

    Por supuesto, a menudo nuestra costumbre occidental de criticarnos constantemente no nos permite avanzar en nuestro camino. Una vez, cuando estaba practicando en Birmania, y tras pasar por un largo período de dificultades, mi maestro, el maestro de meditación birmano Sayadaw U. Pandita, me sugirió que contemplara mi sīla. Dijo esto para animarme a purificar mi mente y despertar más alegría en mí. Pero cuando escuché «contempla tu sīla», lo primero que pensé fue: «¿Qué he hecho mal?». La mayoría de nosotros hemos experimentado algo parecido. Nuestra falta de compromiso a la hora de dejar de juzgar a los demás y a nosotros mismos nos impide avanzar.

    Como dijo el Buda, «en la disciplina del discípulo noble se da un crecimiento cuando este es capaz de ver sus propias transgresiones y, luego, de hacer las paces consigo mismo de acuerdo con el dharma y mediante la moderación de dichas transgresiones en un futuro». Este es un enfoque mucho más saludable y beneficioso que el hecho de permanecer deprimido por culpa de las acciones que efectuamos en el pasado.

    EQUILIBRIO DE LAS FACULTADES ESPIRITUALES

    El mindfulness también trabaja para equilibrar lo que el Buda llama «las cinco facultades espirituales», que son la fe, la energía, la atención plena, la concentración y la sabiduría. Una forma de entender nuestro viaje espiritual es a través del fortalecimiento y equilibrio de estas facultades. El mindfulness nos alerta cuando alguna de ellas es deficiente o excesiva. Por ejemplo, puede equilibrar nuestra fe y sabiduría, o nuestra energía y concentración. Cuando tenemos demasiada fe, podemos llegar a ser dogmáticos y encerrarnos en nuestro punto de vista particular sobre las cosas. Y, de hecho, así lo vemos en el mundo, donde tanta fe ciega no hace más que generar sufrimiento y conflictos.

    Cuando la fe no se equilibra con la sabiduría, también puede ocurrir que empecemos a entusiasmarnos demasiado con nuestras experiencias con la meditación. Hay un estado de conciencia al que se le llama pseudonirvana. Este aparece cuando nuestra visión se está desarrollando y nuestro entusiasmo hace que nos olvidemos de que aún no hemos llegado, y lo que ocurre a continuación, debido a nuestro apego a este estado mental, es que empezamos a corromper el proceso. Sayadaw U. Pandita a menudo nos pedía que describiéramos los diferentes estados. «¿Has podido observar eso?», preguntaba. El mindfulness o atención plena era lo que realmente hacía que pudiéramos ahondar en nuestras propias experiencias; no solo en algunas en particular, sino en todas.

    Por otro lado, también podemos apegarnos a cierta comprensión de las cosas y mantenernos satisfechos con ello. En este caso, somos débiles en nuestra fe, porque estamos dejando escapar la oportunidad que esta nos brinda de ir más allá de nuestro actual nivel de comprensión. Comprender sin fe puede mantenernos anclados, a veces sin saberlo, en puntos de vista erróneos. De la misma manera, el esfuerzo y la concentración deben estar en equilibrio. Demasiado esfuerzo sin suficiente concentración conduce a la inquietud y la agitación, mientras que un exceso de concentración sin suficiente energía lleva a la apatía y la pereza. El mindfulness es lo que mantiene todos estos factores en equilibrio.

    PROTECTOR DE LA MENTE

    Además de equilibrar las facultades espirituales, el mindfulness actúa como el guardián de las puertas de los sentidos, ya que nos mantiene al tanto de lo que está surgiendo a través de estos y nos ayuda a que no nos perdamos en la proliferación de los deseos. Cuando vivimos con atención plena, sentimos más paz en nuestras vidas.

    La atención plena (o mindfulness), por ejemplo, puede ser particularmente útil en medio de situaciones cotidianas. Tuve una experiencia sublime un día que caminaba por la Quinta Avenida de Nueva York. Iba mirando los escaparates de las tiendas, llenos de objetos seductores para vender al público. Después de un rato, me di cuenta de que mi mente se estaba dejando llevar continuamente por el deseo de una cosa tras otra. Aunque la sensación era agradable, al mirar más en profundidad en mi interior observé que una mente llena de deseos no está a gusto, porque permanece constantemente en un estado de agitación. Unas semanas más tarde me hallaba de nuevo en la misma calle, pero esa vez, por alguna razón, mi estado de conciencia era mucho mayor. Iba mirando los escaparates, pero sin deseos. Es una manera de vivir que aporta mucha más felicidad y paz a nuestras vidas.

    Un estado de mindfulness también sirve para protegernos de pensamientos y emociones que entorpecen nuestra práctica. Sin atención, simplemente actuamos según aquellos patrones y hábitos propios de nuestro condicionamiento. Ajahn Sumedho, uno de los monjes occidentales de más alto rango en la Tradición Tailandesa del Bosque, muy acertadamente señaló que, en contra de algunas creencias populares, nuestro objetivo no debe ser seguir nuestro corazón, sino entrenarlo. Todos nosotros albergamos en nuestros corazones infinidad de deseos y pasiones, pero no todo lo que hay ahí es sabio y saludable.

    El gran poder del discernimiento consciente reside en la capacidad de abandonar lo que es perjudicial y cultivar el bien. Este discernimiento es de un valor incalculable para nuestra felicidad y nuestro bienestar.

    En el discurso «Los Dos Tipos de Pensamientos», el Buda describió los diferentes aspectos de esta función de supervisión y vigilancia del mindfulness. Estos aspectos pueden ayudar a entender algunos de los matices de la atención plena y a proteger nuestras mentes de perderse en estados mentales insanos:

    Bhikkhus, antes de la iluminación, cuando yo era tan solo un bodhisattva no iluminado, se me ocurrió que podía dividir mis pensamientos en dos clases. Entonces, procedí a ello. A un lado puse los pensamientos de deseo sensual, negación y crueldad, y al otro lado los pensamientos de renuncia, benevolencia y misericordia.

    Mientras permanecía diligente, vehemente y atento, un pensamiento de deseo sensual se manifestó en mí. Y lo que entendí fue que ese pensamiento de deseo sensual que se había manifestado en mí me estaba conduciendo hacia mi propia aflicción, hacia la aflicción de otro y hacia la aflicción de ambos. Y no solo eso, sino que también estaba obstruyendo la sabiduría, provocando dificultades y alejándome del nibbāna.

    Cuando consideré que esto me estaba llevando a mi propia aflicción, me calmé. Cuando consideré que esto estaba llevando a la aflicción de otro, me calmé. Cuando consideré que esto estaba llevando a la aflicción de ambos, me calmé. Cuando consideré que esto me estaba alejando de la sabiduría y del nibbāna, me calmé. En adelante, cada vez que se manifestaba en mí un pensamiento de deseo sensual, lo abandonaba, lo borraba, lo eliminaba.2

    El Buda aplicó el mismo mecanismo de observación consciente a los pensamientos de malevolencia y crueldad. A menudo aparecen en nosotros pensamientos que entorpecen nuestro crecimiento, y por eso debemos estar alertas, ya que, como el Buda señala más adelante en su discurso, lo que con frecuencia pensamos y reflexionamos se acaba convirtiendo en la inclinación de nuestras mentes. El mindfulness tiene el poder de mostrarnos qué tipo de pensamientos están surgiendo en nuestra mente, y, en el caso de que sean pensamientos que entorpecen nuestro avance, puede evitar que nos dejemos llevar por ellos. Aquí es donde el mindfulness se convierte en una herramienta eficaz para utilizar en aquellos momentos de conflicto interno, en vez de ser solo una palabra que leer de vez en cuando.

    En relación con los estados sanos de la mente, el mindfulness toma un significado diferente. No es necesario que tratemos de mantenernos todo el rato en un estado de calma imperturbable. De hecho, hacerlo solo conduciría a la perturbación de la mente y el cuerpo. El Buda hizo una comparación entre este aspecto del mindfulness y el pastor que, tras soltar el ganado en un campo que ya ha sido cosechado, lo tiene que seguir vigilando, pero sin prestarle una atención excesiva:

    Al igual que en el último mes de la estación de verano, cuando todos los frutos de la tierra ya se han recogido y se han llevado a la aldea, un pastor puede dejar que su ganado paste en el campo o se refugie bajo la sombra de unos cuantos árboles, tan solo prestándole un poco de atención, para mí, también, solo es necesario prestar un poco de atención a los estados de la mente.

    Despierto en mí una energía incansable y establezco una atención plena incesante; mi cuerpo está tranquilo y sin problemas, y mi mente, concentrada y unificada.3

    En nuestra práctica de permanecer en un estado de claridad mental, de vehemencia y de mindfulness, aprendemos a encontrar el equilibrio adecuado entre la acción y la receptividad, entre el hacer y el no hacer.

    MINDFULNESS FABRICADO Y SIN FABRICAR

    Ahondar en los diferentes matices que las distintas tradiciones budistas le dan al concepto de mindfulness puede ayudarnos a encontrar también matices en nuestra propia práctica y a disponer de más medios para ser más habilidosos. Cada tradición utiliza su propio lenguaje y sus propios símiles, pero todas ellas apuntan hacia lo mismo en cuanto a lo que experimentamos.

    Un aspecto en el que las distintas tradiciones hacen hincapié es en el hecho de que normalmente nos esforzamos por permanecer en un estado de mindfulness. Es importante estar atento para que en cuanto nos desviemos podamos volver al momento presente. Tulku Urgyen Rinpoche, uno de los grandes maestros de dzogchen del siglo pasado, dijo: «Hay algo que siempre necesitamos, y esto es un vigilante llamado mindfulness, el guardia que está en el puesto de vigilancia para cuando nos dejamos llevar por la estupidez».

    En la tradición dzogchen, esto se llama «mindfulness fabricado», y es similar, tal vez, a lo que en el Theravada Abhidhamma se denomina «conciencia estimulada». Esto es cuando, ya sea por una reflexión o por nuestra propia determinación, nos esforzamos deliberadamente para generar un cierto estado. Hay otro tipo de mindfulness que es espontáneo. Cuando uno ha crecido espiritualmente, actuar con atención plena surge de forma espontánea. Es un impulso interno. No se requiere de ningún esfuerzo especial. Todo sucede por sí solo. En este estado de conciencia sin esfuerzo, podemos discernir aún más la presencia o ausencia de puntos de referencia en nuestra observación, el sentido de que hay alguien que observa o que se halla en un estado de alerta.

    Las enseñanzas de dzogchen también hablan de «mindfulness sin fabricar», lo cual, en esta tradición, se refiere al estado de vigilia que es innato en el estado natural de la mente. Se le llama sin fabricar porque, de acuerdo con estas enseñanzas, este estado de mindfulness o atención plena no es algo que hayamos creado. Más bien es como un espejo que tiene la capacidad de reflejar lo que hay delante de él. Esta capacidad está en la naturaleza misma del espejo. Así que, desde esta perspectiva, no es algo que tenemos que conseguir o desarrollar, sino más bien algo que tenemos que reconocer y a lo cual regresar.

    Aunque las enseñanzas de las distintas tradiciones pueden tener diferentes fundamentos metafísicos, en lugar de quedar atrapados en el debate filosófico podemos ver todos estos fundamentos sencillamente como medios hábiles para liberar la mente.

    Todos estos aspectos diferentes del mindfulness trabajan en armonía. Es raro que una persona pueda permanecer en un estado de atención plena sin fabricar de forma ininterrumpida, sin el apoyo de un esfuerzo apropiado. Pero a medida que nuestros esfuerzos dan sus frutos, nuestra práctica se convierte en algo relajado y que se da de forma natural.

    Esta mente [...] en verdad no es nada. Es solo un fenómeno. Dentro de esta ya existe paz. En la actualidad, nuestra mente no está en paz porque sigue a los distintos estados de ánimo que experimentamos. [...]

    Las impresiones sensoriales vienen y van, y estas nos engañan con la felicidad, el sufrimiento, la alegría y la tristeza. Pero la verdadera naturaleza de la mente no es ninguna de estas cosas. La alegría o la tristeza no son la mente; solo son estados de ánimo que nos engañan. La mente no entrenada se pierde y sigue a estas cosas, se olvida de sí misma, y es entonces cuando pensamos que somos nosotros quienes estamos molestos, o a gusto, o lo que sea. Pero, en realidad, nuestra mente es inmóvil y silenciosa [...] Nuestra práctica nos conducirá a ver la Mente Original. Así que tenemos que entender la mente para conocer las impresiones de los sentidos y no perdernos en ellas. La mente debe permanecer en un estado de paz. Este es el objetivo de esta práctica, que nos resulta tan difícil de aplicar en nuestras vidas.4

    En el capítulo 25, «Mindfulness», vamos a examinar más a fondo el concepto de mindfulness y a entender de qué modo funciona como uno de los siete factores del despertar.

    Notas

    1 Stephen Carter, Civility (Nueva York: Harper Perennial, 1999).

    2 Ñanamoli y Bodhi, The Middle Length Discourses, 207.

    3 Ibid., 209.

    4 Ajahn Chaa, A Taste of Freedom (Ubolrajadhani, Tailandia: El Monasterio del Bosque de Sangha Bung Wai, 1991). Disponible en e-book en la Biblioteca E-book de BuddhaNet: Educación Budista y Red de Información (buddhanet.net), página web de la Buddha Dharma Education Association Inc.

    4

    CONCENTRACIÓN

    La quietud de la mente

    En su definición del Satipatthana, el Buda nos insta a contemplar los cuatro campos o fundamentos del mindfulness –el cuerpo, los sentimientos, la mente y los dhammas– «libres de deseos y de descontento con respecto al mundo». «Libres de deseos y de descontento» hace referencia al estado de samādhi, las cualidades de la concentración, la serenidad y la unificación de la mente que se alcanzan cuando esta permanece libre de deseos y de los descontentos que tan a menudo se presentan en nuestras vidas.

    Hay diferentes maneras de desarrollar la concentración. Ajahn Sucitto, un monje inglés de la Tradición Tailandesa del Bosque, habla del desarrollo natural del estado de samādhi cuando disfrutamos de la presencia encarnada, cuando nos instalamos de nuevo en nuestros cuerpos y permitimos que el estrés y las tensiones se desvanezcan al poner nuestra atención en lo que ocurre sin juzgarlo. Afirma:

    Estar receptivos a la alegría es una forma de disfrute, y el samādhi es un disfrute purificado. Se basa en la habilidad de entrar en el goce del momento presente. Alegría significa que no hay miedos, no hay tensiones ni «deberías». No hay nada que tengamos que hacer al respecto. Solo se trata de esto.1

    El samādhi se basa en un comportamiento virtuoso, ya que sin esta base de no querer hacer daño el alma se llena de preocupaciones, pesar y agitación.

    Cuando mi primer maestro del dharma, Munindra-ji, visitó por primera vez los Estados Unidos, se sorprendió al ver que la gente se preocupaba más por la forma en la que meditaba y en alcanzar la iluminación que en los fundamentos morales que sustentan la base del despertar espiritual. Dijo que era como tratar de remar en bote sin antes desatar la cuerda del amarre del muelle. Por mucho que te esfuerces, no llegarás a ningún lugar. No se va a ninguna parte.

    Quienes vivimos en el mundo podemos cultivar esta conducta ética entrenándonos en los cinco preceptos básicos: abstenernos de matar, no robar, no ser lujuriosos, no mentir y evitar el uso de productos tóxicos que contaminan nuestra mente. Si decidimos no hacernos daño a nosotros ni a los demás, estaremos actuando de una forma correcta. Nos estaremos acercando a la excelencia. Las acciones y sus consecuencias se magnifican en un estado de quietud y no distracción; incluso las acciones ordinarias pueden ser vistas en el contexto del perfeccionamiento de nuestra sīla.

    Hace años, tuvimos algunos rifirrafes en la Insight Meditation Society, algo a lo que le acabamos poniendo el nombre de la guerra de las ventanas. Sobre todo en invierno, no nos poníamos de acuerdo acerca de hasta qué punto debían abrirse las ventanas para que entrara aire fresco. Una persona entraba en la sala y cerraba todas las ventanas porque sentía demasiado frío; al cabo de un rato, otra persona venía y abría alguna de las ventanas porque sentía la necesidad de aire fresco. En Birmania sucedió algo parecido con los ventiladores –algunos los querían encendidos todo el rato, y otros apagados–. En ambos casos, se puede llegar a la conclusión de que los seres humanos tenemos deseos y necesidades diferentes. ¿Acaso no somos capaces de dejar de lado nuestras propias preferencias y esa imperiosa necesidad de hacer las cosas a nuestra manera?

    Con la adopción de la sīla y una mente apaciguada podemos alcanzar fácilmente un estado de felicidad y relajación, que es en sí la causa inmediata de la concentración. Aunque a menudo hablamos de las dificultades a las que hemos de enfrentarnos en nuestra práctica, este es un camino que no puede hacer otra cosa que aportarnos felicidad.

    LA CONTINUIDAD DEL MINDFULNESS

    El fortalecimiento de la concentración se consigue a través de la continuidad del estado de mindfulness. Podemos practicar esta continuidad de dos maneras. La primera es centrar nuestra atención en un único objeto. Practicamos poniendo toda nuestra atención en la respiración, en los pasos que damos al andar o en los sonidos. La segunda manera es mantener un estado de conciencia en el que no se selecciona nada. Aquí estamos cultivando una unificación de la mente ante los objetos cambiantes. Esto se llama «samādhi momentáneo». El éxito de nuestra práctica reside en nuestra habilidad para combinar ambos enfoques. Podemos centrarnos en un único objeto, cuando la mente se encuentre en un estado de aletargamiento o distracción, con el fin de desarrollar alegría interior y serenidad, y luego, cuando la mente se aquiete, podemos tratar de permanecer en un estado no dirigido de conciencia. Después de algún tiempo se llega a saber intuitivamente qué enfoque es más apropiado en cada momento.

    Cuando comencé a meditar, me costaba mucho concentrarme. Me distraía con pensamientos y pasaba la mayor parte del tiempo perdido en ensoñaciones. Con los años he encontrado realmente útil una práctica que me ha ayudado mucho en el fortalecimiento de este factor del samādhi. Tanto cuando practicaba la meditación sentado como cuando meditaba caminando, redirigía mi foco de atención. De la simple sensación de caminar se puede pasar a una mayor precisión y observar las distintas fases que experimenta el cuerpo cuando está en movimiento –ligereza, pesadez, presión, rigidez, y así sucesivamente–. Esta es una manera de practicar el estado de presencia en el cuerpo que Ajahn Sucitto mencionó.

    ALCANZAR UN ESTADO DE CONCENTRACIÓN LLEVA TIEMPO

    Uno de los grandes dones de la concentración es que ayuda a mantener los posibles impedimentos mentales a raya. Es como construir una valla para mantener alejados a los intrusos. Al disminuir temporalmente la fuerza de la lujuria y el deseo, la aversión y la inquietud, se nos abren las puertas a los placeres más refinados de la mente. Esto, a su vez, nos impulsa a desarrollar aún más este estado de concentración. Con el tiempo, vemos cómo nuestro grado de concentración va aumentando, y eso hace que cambie la forma en la que sentimos y en la que actuamos en el mundo. Creamos un estado de paz interior.

    Aunque la concentración no es la meta final de la práctica, desempeña un papel fundamental en nuestro camino hacia el despertar. El Buda enfatizó esto cuando dijo que la concentración conduce hacia la longevidad, el auge y la continuidad del dharma. Esta es una declaración importante para la transmisión del dharma en Occidente. Nos gustaría que todo fuese instantáneo –incluso la iluminación– y a menudo no queremos dedicar el tiempo o el esfuerzo que son necesarios para desarrollar nuestra concentración. Pero a medida que se hace más fuerte el estado de samādhi en nuestras vidas, la concentración nos ayuda a encontrar fácilmente ese lugar en el que permanecemos libres de deseos y de descontento con respecto al mundo, y esta serenidad se convierte en la base de nuestra felicidad y nuestro bienestar.

    Hablaré de la concentración con mayor detalle en el capítulo 30.

    Notas

    1 Ajahn Sucitto, a partir de la charla dada en la Insight Meditation Society el 10 de marzo de 1999.

    EL AFORISMO

    DEL SATIPATTHANA

    5

    LA CONTEMPLACIÓN DE LOS CUATRO FUNDAMENTOS

    Hay un elemento del Satipatthana Sutta que destaca por la frecuencia con la que se repite. Es un párrafo que aparece en trece ocasiones distintas en el discurso del Buda, en el cual se exponen las instrucciones específicas para la meditación relacionadas con los cuatro fundamentos del mindfulness:

    De esta manera, en lo que se refiere al cuerpo [a los sentimientos, a la mente y a los dhammas], él [el bhikkhu] permanece contemplando el cuerpo [los sentimientos, la mente y los dhammas] internamente, o permanece contemplándolo externamente, o permanece contemplándolo interna y externamente. O bien permanece contemplando la naturaleza de la manifestación del cuerpo [los sentimientos, la mente y los dhammas] [...] la naturaleza de su desaparición [...] o permanece contemplando tanto la naturaleza de la manifestación como la de la desaparición del cuerpo. O bien la atención plena en «hay un cuerpo» [unos sentimientos, una mente y unos dhammas] se establece en él en la medida necesaria para el conocimiento sin ambages y la atención continuada. Y permanece independiente, sin apegarse a nada en el mundo.

    A través de la repetición de este párrafo, el Buda nos recuerda una y otra vez cuáles son los aspectos esenciales de toda práctica:

    Contemplar nuestras experiencias interna, externamente, e interna y externamente.

    Contemplar la naturaleza de la impermanencia –la manifestación, la desaparición y tanto la manifestación como la desaparición de nuestra experiencia.

    Establecer un estado de atención plena continuada para reconocer qué está sucediendo momento a momento –sin distracciones ni comentarios mentales–, y prestar atención a ello.

    Permanecer desapegados ante cualquier cosa que entre en nuestra esfera de la experiencia.

    En este capítulo y en el siguiente vamos a explorar cada uno de estos aspectos en detalle. En el sutra, esta repetición aparece por primera vez después de las instrucciones de la respiración. Por esta razón, y en aras de la eficiencia, los ejemplos de los capítulos 5 y 6 se centran en el cuerpo. Sin embargo, al leer has de tener en cuenta que los elementos importantes y explícitos de las prácticas señaladas en el aforismo también se aplican al resto de los aspectos de nuestra experiencia mencionados en los otros tres fundamentos del mindfulness.

    INTERNA Y EXTERNAMENTE

    El hecho de contemplar el cuerpo internamente parece algo obvio. En la mayoría de las ocasiones es así como se practica el mindfulness. Es estar presente mientras se observa todo lo que sucede en el cuerpo –las diferentes sensaciones de la respiración o bien las que experimenta nuestro cuerpo, ya sea frío, calor, tensión o presión–. Pero ¿qué significa contemplar el cuerpo externamente?

    Aquí hay algunos aspectos interesantes a los que los practicantes de meditación a menudo no prestan atención. Contemplar el cuerpo

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1