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Practicando Zen
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Libro electrónico176 páginas3 horas

Practicando Zen

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El objetivo de esta obra es acercar al lector a “la experiencia zen” que emana de su propio mundo interno y que llegue a ser una forma de vivir y reaccionar que se proyecte en cada una de sus actividades, cualesquiera que sean. Se trata de avivar el anhelo de la experiencia, del vivir más que del aprender, porque el zen que no es vivencia y experiencia no es zen. Lo que caracteriza al zen y lo distingue de otras escuelas budistas es precisamente la transmisión de la enseñanza al margen de palabras y escrituras. Como transmitieron muchos de los primeros maestros zen, se trata de aprender a pensar, sentir, hablar y actuar con lucidez profunda hasta que cada una de nuestras actividades y procesos psíquicos tengan lugar a la luz de la conciencia plena. Entonces, el buda interior que duerme en las profundidades de nuestro ser habrá despertado. El Zen es, sobre todas las cosas, una experiencia personal, un camino hacia nosotros mismos que nos enseña a superar los límites intelectuales y nos pone en contacto con niveles más profundos de los que emana la creatividad y la intuición. Consiste en un modo de vivir diferente al habitual, basado en el presente, en la captación del instante, en la aplicación y desarrollo de facultades que se encuentran más allá de la mente racional. Por todo lo anterior, la vía zen se sitúa en ese espacio interior ubicado más allá del pensamiento.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento10 ago 2014
ISBN9781310779138
Practicando Zen
Autor

Inés M. Martín

Inés M. Martín es Licenciada en Derecho y Titulada superior en Griego Moderno. Tras diez años de ejercicio profesional de la abogacía centró su actividad en la investigación sobre el mundo psíquico y espiritual del ser humano. Escritora y entrenadora psico-emocional, formadora en el ámbito del Crecimiento personal y Desarrollo de Valores, ha acumulado años de experiencia en la divulgación de temas relacionados con el autoconocimiento, el desarrollo interior y la superación humana, impartiendo regularmente cursos, conferencias y talleres. Es editora y redactora de la revista digital gratuita "Conocimiento Interior". Libros publicados: "Practicando la Relajación", "Tao Te Ching, el Poder Interior" "Practicando Zen" y "Practicando la Sabiduría Hermética"

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Practicando Zen - Inés M. Martín

El objeto de esta obra no es un recorrido por la historia del zen como forma de budismo y sus diferentes escuelas y maestros. La mención a datos, fechas y características será muy concisa. Lo necesario para situar al lector en un contexto.

Se trata más bien de acercarnos a la experiencia zen, tarea quizás difícil ya que las palabras son incapaces de expresar su significado y hasta nos pueden alejar del mismo. Lo que caracteriza al zen y lo distingue de otras escuelas budistas es precisamente la transmisión de la enseñanza al margen de palabras y escrituras. Se trata de avivar el anhelo de la experiencia, del vivir más que del aprender, porque el zen que no es vivencia y experiencia no es zen.

Sin duda hay personas que encuentran en una escuela o en una determinada corriente zen aquello que buscan y se esmeran en el aprendizaje de técnicas de meditación, dominio de koan y otros recursos zen transmitidos por la tradición y empleados y divulgados por los maestros.

En esta obra no tocamos este aspecto. Su objetivo es acercarnos y acercar al lector al zen que emana de nuestro propio mundo interno, de entenderlo como una forma de vivir y reaccionar que se va proyectando en cada una de nuestras actividades físicas, cualesquiera que sean. Como transmitieron muchos de los primeros maestros zen, se trata de aprender a pensar, sentir, hablar y actuar con lucidez profunda hasta que cada una de nuestras actividades y procesos psíquicos tengan lugar a la luz de la conciencia plena. Entonces, el buda interior que duerme en las profundidades de nuestro ser habrá despertado.

El Zen es, sobre todas las cosas, una experiencia personal, un camino hacia nosotros mismos que nos enseña a superar los límites intelectuales y nos pone en contacto con niveles más profundos de los que emana la creatividad y la intuición. Consiste en un modo de vivir diferente al habitual, basado en el presente, en la captación del instante, en la aplicación y desarrollo de facultades que se encuentran más allá de la mente racional. Por todo lo anterior, la vía zen se sitúa en ese espacio interior ubicado más allá del pensamiento. Como decía un gran maestro, el Zen no es pensar. Tampoco es no pensar. Es situarse más allá de ambas cosas:

"Maestro, preguntó el discípulo, ¿en qué meditas?

En lo que está más allá del pensamiento

¿Cómo consigues meditar sobre aquello que está más allá del pensamiento?

No meditando".

*****

¿QUÉ ES EL ZEN?

Explicar qué es el Zen es absolutamente inútil. Entenderlo con el intelecto es alejarse de él, vaciarlo de contenido. No se puede definir sin desvirtuarlo porque definir es marcar límites y todo aquello circunscrito a límites no es zen. El conocimiento adquirido no sirve para conocer el Zen, hay que conectar con otro tipo de conocimiento que es sabiduría, se encuentra en el interior de cada ser humano y se accede mediante la mirada interior, la introspección y la observación de nosotros mismos. La puerta de la liberación se halla en el interior de cada uno de nosotros y está abierta, pero oculta por emociones conflictivas, creencias sobre el yo y los otros, ignorancia, pensamientos mecánicos y pasiones egoicas. El Zen es adentrarse en nuestras profundidades, limpiar la mente y traspasar la puerta sin puerta.

Desde el punto de vista formal, el Zen es una escuela del Budismo Mahayana desarrollada en China desde los siglos VI y VII como resultado del encuentro entre la tradición budista, importada a dicho país desde la India por el monje Bodhidharma, y el taoísmo autóctono, que tuvo una influencia importantísima en las corrientes zen.

Si lo que deseamos es aprehender un sentido más vital y menos teórico del Zen, tenemos que abandonar el ámbito de las escuelas y explicaciones sobre su origen histórico para acercarnos al significado profundo que reside en el interior de cada ser humano y ver al Zen como aquella fuente o raíz indefinible e incomunicable, aquel estado de conciencia origen de todo lo existente que se encuentra más allá de cualquier nombre o concepto, y que sólo puede ser experimentado por cada cual. Nadie nos lo puede describir, comunicar o transmitir, sino únicamente señalar, ayudarnos a transitar el camino y a hacer de cada camino una experiencia zen. En este sentido, se puede aplicar al Zen el verso del Tao Te Ching que dice: El Tao que puede ser expresado con palabras no es el verdadero Tao y también Quienes saben no hablan; quienes no saben hablan Una de las características del Zen es la imposibilidad de ser transmitido de forma verbal. Según el maestro Wuzu, hablar constantemente del Zen es como ponerse a pescar en el lecho de un río seco.

Es mucho más fácil decir qué no es Zen. No se trata de una religión o una teoría. No se basa en ningún dogma o filosofía. La esencia del Zen no se encuentra en ninguna escuela, maestro o escritura, aunque sea sagrada. El Zen no tiene dios alguno que adorar, no tiene ceremonias ni ritos ni sacerdotes y no promete ningún futuro en el más allá ni en ningún otro sitio porque no promete nada. Es un camino hacia el despertar que permite el conocimiento directo de uno mismo por encima de valores, naciones y razas, y es el mismo despertar. La idea fundamental del Zen es la entrada en contacto con las fuerzas y energías más profundas de la propia psique y la liberación y activación de nuestro potencial. Permite el acceso a ese espacio interior, desconocido para la mayoría de nosotros, que es la fuente de la intuición y constituye la naturaleza búdica. En este sentido, la enseñanza Zen procede, brota y fluye del interior de quien lo practica. Es sin palabras, sin conceptos.

He aquí un tradicional resumen del zen en cuatro frases:

"Fuera de la enseñanza; aparte de la tradición.

No se funda en palabras ni en letras.

Apunta directamente a la mente.

Penetra en la naturaleza humana y alcanza el conocimiento búdico"

Según otra traducción La enseñanza verdadera se transmite independientemente de las escrituras budistas; no se transmite mediante la palabra escrita; apunta directamente al corazón humano y logra la budeidad reconociendo la propia naturaleza.

El gran maestro Chuang Tzu expresa de este modo la inutilidad de las palabras para acceder a la mente búdica: El propósito de una red de pescar es pescar peces y, cuando los peces son atrapados se olvida la red. El propósito de una trampa de conejos es atrapar conejos. Cuando los conejos son atrapados, se olvida la trampa. El propósito de las palabras es comunicar ideas. Cuando las ideas son comprendidas, se olvidan las palabras. ¿Dónde puedo encontrar un ser humano así, que haya olvidado las palabras? Con él sí me gustaría conversar (Chuang-Tzu).

Para expresar el conocimiento intelectual utilizamos las palabras, el lenguaje. Cada uno de los términos verbales corresponde a un concepto. Ésta es la realidad en que normalmente vivimos y que se aleja mucho de la realidad zen. Cada uno de nosotros crea su mundo cotidiano, la inmensa mayoría de forma inconsciente. Estamos continuamente construyendo la realidad a través del filtro de la mente. Esta realidad construida está condicionada, depende de una serie de factores; el más importante es el nivel de conciencia. Por esta razón elevar el nivel de conciencia significaría un cambio en nuestra vida. El despertar al que apunta el Zen, no se encuentra en este nivel de superficialidad en el que generalmente nos movemos; debe producirse un salto de conciencia que nos permita acceder a nuestra naturaleza búdica y a sus facultades. La naturaleza búdica que reside en cada ser humano tiene que ser descubierta, despertada, activada. Este tipo de percepción no admite definición y es algo diferente para cada persona.

Todo lo que, desde la superficialidad, tomamos por realidad solamente es conocimiento intelectual, no sabemos qué es la realidad en sí. Nuestro mundo psíquico se alimenta de conceptos formados a través de las impresiones que nos proporcionan los cinco sentidos físicos. Formamos conceptos utilizando para ello no toda la información existente, sino solamente aquella que seleccionamos por medio de la atención y encaja en una serie de formas que hemos aprendido y a las que hemos convenido en asignar un nombre. Esto es lo que comúnmente entendemos por real, un mundo sólido, dividido y permanente, el mundo ilusorio que el Hinduismo llama Maya y que como una tupida cortina oculta la lúcida realidad.

Las palabras y los nombres clasifican el mundo, lo limitan. El Zen enseña que la realidad no puede expresarse con palabras ni está contenida en los conceptos. No sirve de nada hablar del Zen o pensar en él porque no se encuentra contenido en la prisión de ideas y términos lingüísticos. Por ello, los maestros hablan del zen lo menos posible dejando siempre evidente que la auténtica vía zen es no verbal: Hablar de algo es errar el tiro Εl Zen capta sin poner nombre ni dar forma a lo captado, penetrando así en un mundo diferente en el que no hay dualidad, ni conceptos, ni palabras. Es el mundo de la intuición. El consejo de Basho era: Aprende bien las reglas y luego olvídalas.

Sin embargo, en occidente nos vemos obligados a utilizar palabras como la forma más fácil de comunicarnos. No estamos educados ni preparados para la captación no verbal, pero si anhelamos llegar a tocar el Zen tendremos que tener clara la diferencia entre el instrumento que señala y lo señalado. Los instrumentos pueden ser palabras, gestos, música, escrituras o cualquier otro medio. Lo señalado es algo diferente. Una conocida máxima zen nos dice: Para señalar a la luna es necesario un dedo, pero una vez que hemos ya reconocido a la luna, debemos dejar de preocuparnos por el dedo.

El maestro Po-chang tenía tantos estudiantes que se vio obligado a abrir un segundo monasterio. Para encontrar a una persona adecuada como maestro reunió a sus monjes y poniendo ante ellos un jarro les dijo: Sin llamarlo jarro, decidme qué es. El monje principal dijo: No se puede decir que sea un trozo de madera; Entonces el cocinero del monasterio volteó el jarro de un puntapié y se marchó. Al cocinero le confiaron el nuevo monasterio.

¿Qué puede ofrecer el Zen al hombre del siglo XXI? Lo más importante que nos ofrece esta senda es enseñarnos a vivir y a valorar aquello que tenemos aquí y ahora, a construir una existencia llena del momento presente. A la luz del zen, la vida cotidiana, sean cuales fueran las circunstancias que la componen y rodean, adquiere una importancia trascendental porque se convierte en la senda del despertar. Este es el concepto central del zen. Los principios que dirigen el camino se aplican a toda la existencia del individuo, no sólo a la parte que tiene lugar en la sala de meditación o durante la meditación sentada. Vivir cada día, cada momento, con la mente clara y libre. Esto es lo que hace al zen tan importante hoy como hace 1.500 años.

Con la práctica del zen , además del khenso, satori o despertar, que constituye su esencia, también se pueden obtener otros resultados colaterales muy beneficiosos ya que la forma de vida a la que nos impulsa está basada en la paz interior y en la eliminación de conflictos y contradicciones. El resultado es un estado de equilibrio y bienestar. La práctica del Zen proporciona un nivel de profundo conocimiento interior; la conciencia de sí mismo se expande y la energía personal y fuerza interna se ven aumentadas. La mente se vuelve más clara, diáfana y penetrante; las reacciones dejan de ser mecánicas para pasar al ámbito de lo consciente y la capacidad intuitiva y la creatividad se desarrollan. El Zen enseña, o para expresarlo mejor, es una forma de vivir que se concreta en tres palabra esto, aquí, ahora y mediante el cual se activan facultades que sen encuentran más allá de la mente común.

Dogen, en su obra Shobogenzo lo expresa de este modo: "Sin mirar hacia el mañana en cada momento sólo tienes que pensar en este día y en esta hora. Como el mañana es arduo e incierto y difícil de conocer, tienes que pensar en seguir el camino budista mientras vives hoy (...) tienes que concentrarte en la práctica zen sin perder tiempo, pensando que sólo hay este día y esta hora. Después,

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