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Regreso a Ítaca. Claves Espirituales en la Odisea de Homero
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Regreso a Ítaca. Claves Espirituales en la Odisea de Homero
Libro electrónico241 páginas4 horas

Regreso a Ítaca. Claves Espirituales en la Odisea de Homero

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En La Odisea, Homero no escribe sobre las aventuras de un héroe ajeno y alejado de nosotros mismos. Su protagonista, Odiseo (el Ulises latino), se encuentra en el interior de cada ser humano, y el tema de la obra es la propia aventura de vivir y la forma más constructiva y transformadora de hacerlo. No es una filosofía, ni una reflexión sobre temas alejados de la experiencia, es la misma experiencia vivida desde una dimensión psíquica y espiritual.
Cada uno de nosotros vaga por la existencia al igual que Odiseo vaga por el mar. Somos arrastrados por la vida del mismo modo que el héroe es arrastrado por las embravecidas olas. Nos enfrentamos al mismo miedo, pérdida, dolor y desesperanza a los que él se enfrenta. Y nos sentimos dichosos cuando en nuestro camino encontramos apoyos y comprensión, al igual que él se siente. Porque, en realidad, Odiseo es una parte de nuestro ser, y por ello, sus aventuras son las nuestras.
El libro desvela el significado de cada prueba de Odiseo y la profunda simbología que tiene cada personaje, monstruo o circunstancia que encontramos en La Odisea.
Penélope, Telémaco, Circe, Calipso, las Sirenas, la diosa Atenea..., todos cobran vida en nuestro interior mostrándonos el camino de regreso a Ítaca, nuestro reino perdido. Porque el viaje de Odiseo es nuestra propia vida, un viaje realizado no de forma externa como aparentemente pudiéramos pensar, sino de manera interior que, no obstante, se proyecta y es reconocible en las circunstancias exteriores que vivimos.
No hay energía interna que no se yerga ante nosotros y tome forma en la vida material. Este es el secreto de la existencia tantas veces repetido y tan poco comprendido: lo que vivimos fuera es porque lo tenemos dentro. Por ello, Odiseo puede ser reconocible en la vida cotidiana, al igual que cada lugar o personaje de la Odisea.
̈Regreso a Ítaca, Claves espirituales en La Odisea de Homero ̈, es una obra que descifra las claves psicológicas y espirituales que contiene La Odisea, revelando además el profundo sentido de sus símbolos y personajes.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento10 jun 2019
ISBN9780463768662
Regreso a Ítaca. Claves Espirituales en la Odisea de Homero
Autor

Inés M. Martín

Inés M. Martín es Licenciada en Derecho y Titulada superior en Griego Moderno. Tras diez años de ejercicio profesional de la abogacía centró su actividad en la investigación sobre el mundo psíquico y espiritual del ser humano. Escritora y entrenadora psico-emocional, formadora en el ámbito del Crecimiento personal y Desarrollo de Valores, ha acumulado años de experiencia en la divulgación de temas relacionados con el autoconocimiento, el desarrollo interior y la superación humana, impartiendo regularmente cursos, conferencias y talleres. Es editora y redactora de la revista digital gratuita "Conocimiento Interior". Libros publicados: "Practicando la Relajación", "Tao Te Ching, el Poder Interior" "Practicando Zen" y "Practicando la Sabiduría Hermética"

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    Regreso a Ítaca. Claves Espirituales en la Odisea de Homero - Inés M. Martín

    EL VIAJE DE LA VIDA ES UN VIAJE DE REGRESO

    La Odisea no trata de las aventuras de un héroe ajeno y alejado de nosotros mismos. Su protagonista, Odiseo (el Ulises latino), se encuentra en el interior de cada ser humano, y el tema de la obra es la propia aventura de vivir y la forma más constructiva y transformadora de hacerlo. No es una filosofía, ni una reflexión sobre temas alejados de la experiencia, es la misma experiencia vivida desde una dimensión psíquica y espiritual.

    Cada uno de nosotros vaga por la existencia al igual que Odiseo vaga por el mar. Somos arrastrados por la vida del mismo modo que el héroe es arrastrado por las embravecidas olas. Nos enfrentamos al mismo miedo, pérdida, dolor y desesperanza a los que él se enfrenta. Y nos sentimos dichosos cuando en nuestro camino encontramos apoyos y comprensión al igual que él se siente. Porque, en realidad, Odiseo es una parte de nuestro ser, y por ello, sus aventuras son las nuestras.

    La Odisea es un libro que trata de nosotros mismos, un manual que nos enseña a vivir y el sentido del sufrimiento y la felicidad. Tiene una relación directa con la vida de cada persona porque se desarrolla en el mundo psíquico y espiritual del ser humano. Odiseo, su protagonista, es aquella parte de nuestro ser que nos ayuda a que florezca en nosotros mismos la inteligencia necesaria para neutralizar los peligros de la vida y supera sus obstáculos convirtiéndolos en oportunidades para crecer.

    Es el guerrero interior, cuyas armas son la inteligencia, el valor y la fe profunda en que existe un principio trascendente e invisible que presta su ayuda a aquellos que se han decidido a afrontar las pruebas del mar de la vida para regresar a su patria, a su origen.

    El viaje de Odiseo es nuestra propia vida, que constituye un viaje realizado no de forma externa como aparentemente pudiéramos pensar, sino de manera interior. Por lo tanto, se trata de un velado viaje interior que, no obstante, se proyecta y es reconocible en las circunstancias exteriores que vivimos.

    Nos acercamos a la Odisea con la convicción de que, en el profundo mensaje que nos transmite a través de sus símbolos, no hay realmente nada externo. Todo es interior. Y solamente accederemos a su misteriosa sabiduría cuando busquemos a Odiseo dentro de nosotros, junto con sus compañeros de viaje, y con los monstruos, las diosas y los gigantes descritos en la obra. Homero no nos relata una aventura que se desarrolla fuera, la Odisea es puramente interna, como lo es Penélope, Ítaca y el mismo periplo del héroe.

    Sin embargo, no hay energía interna que no se yerga ante nosotros y tome forma en la vida material. Este es el secreto de la existencia tantas veces repetido y tan poco comprendido: lo que vivimos fuera es porque lo tenemos dentro. Por ello, Odiseo puede ser reconocible en la vida cotidiana al igual que cada lugar o personaje de la Odisea.

    También hay que resaltar que La Odisea no relata un viaje hacia lugares desconocidos; es un viaje de regreso a una dimensión interna, un estado del alma conocido por todos y olvidado por la mayoría de nosotros. Es la recuperación de la propia integridad.

    Para poder retornar a Ítaca y recuperar el reino es preciso adquirir la sabiduría que se ha perdido porque yace dormida en las profundidades de la conciencia. La adquisición de Conocimiento está presente en cada una de las pruebas. Aunque realmente no se trata de adquirir algo ajeno, conocer no es aprender algo nuevo, sino reconocer, volver al principio, buscar el origen. El protagonista nos muestra que el alma de cada ser humano encierra la capacidad de recordar, de despertar y que el auténtico Conocimiento no proviene del exterior, no se puede buscar fuera, sino encontrarlo dentro.

    El viaje a Ítaca es la travesía de regreso a la propia integridad, que se verá completada cuando Odiseo consiga volver a unirse con su amada Penélope. Esa integridad se va conformando en cada prueba, en cada parada obligada del viaje, en cada obstáculo que supone un avance en el fortalecimiento de la fe, del valor, de la comprensión y sobre todo del Amor. Porque el amor hacia Penélope es lo que mantiene vivo a Odiseo en las peores circunstancias y le impulsa a continuar el viaje hasta reencontrarse con ella.

    Homero ha construido un mapa psicológico que muestra una ruta interior, una senda de autoconocimiento y auto-transformación que nos guía a través del mundo de los hombres, de los dioses, de los monstruos e incluso en el Inframundo o Más Allá. Este periplo finaliza en Ítaca, el reino que un día abandonamos, del que nos separamos y al que somos llamados a regresar, el hogar donde nos espera la dulce, y a la vez, fuerte Penélope cuyo recuerdo siempre está presente.

    Quien se decida a recorrer el camino que la Odisea muestra, se irá encontrando con todas las facetas de su psique, las más oscuras y también las más luminosas. Algunas se nos mostrarán como favorables al progreso espiritual, otras como obstáculos a superar. En cualquier caso, nos enseña a desarrollar las capacidades que se necesitan para transformar la vida y convertir cada dificultad en sabiduría. Nos descubre las causas que generan circunstancias de dolor y como reconocer, pulir, utilizar y transformar cada aspecto no deseable de la psique hasta conseguir trascenderlo y convertirlo en luz interior.

    El Odiseo interior, conocerá que los impulsos que conforman la existencia se encuentran ocultos dentro de nosotros mismos; que no hay monstruos ni dioses que no moren en la profundidad de la psique; que la realidad no es como parece ser, y que los dioses toman la apariencia de hombres, mujeres o pájaros, los hombres se transforman en animales y el que aparentemente es un mendigo, en realidad es un rey. Con ello transmite que lo importante de la vida no es la apariencia superficial captada con los sentidos físicos, sino que todo lo que vivimos tiene un significado profundo que se revela a aquellos que buscan bajo las apariencias y descubren otros mundos, otras dimensiones.

    La obra también nos lleva a un descubrimiento fundamental: nos enseña a reconocer en el Amor el elemento que puede perfeccionarnos, abrirnos nuevos horizontes y salvarnos de las tempestades de la vida.

    La Odisea nos relata cómo sería una existencia impulsada por el Amor. Odiseo lucha, afronta peligros y adversidades, resiste tentaciones y se supera a sí mismo, todo por amor a Penélope, por reunirse con ella. Y, por su parte, Penélope, con la fuerza del amor como único bastión, resiste, protege el reino y permanece fiel a Odiseo, esperando que un día regrese a ella.

    La Luz interior que impulsa a Odiseo a superar las pruebas de la vida es el amor que siente por Penélope y que se mantiene vivo porque en ningún momento se deja arrastrar por el olvido. Porque, como se irá viendo a lo largo de esta aventura, el obstáculo más poderoso que Odiseo supera no es el de los gigantes ni el de los monstruos, es el del Olvido. La tentación de olvidarse de sí mismo, de quien es, del sentido de la existencia, de su viaje hacia Ítaca y de Penélope, está presente a lo largo de toda la obra bajo diferentes formas. Odiseo, no obstante, nunca renuncia al recuerdo de su esposa y de su reino, y por eso la llama del Amor y la ayuda de la divinidad le guían hacia Ítaca.

    *****

    INTRODUCCIÓN

    LA HÉLADE

    Grecia, situada al sudeste de Europa, es hoy en día, una pequeña península; sin embargo, en la antigüedad su extensión era mucho mayor. Como señala Isaac Asimov, A lo largo de toda su historia, Grecia siempre ha estado rodeada de Estados más grandes, más ricos y más poderosos. Sí sólo se consulta el mapa, en comparación con sus vecinos, siempre parece una tierra pequeña y sin importancia. Sin embargo, no hay tierra más famosa que Grecia; ningún pueblo ha dejado en la historia una huella más profunda que los griegos.

    Estamos impregnados de Grecia, nuestras ideas modernas sobre política, medicina, arte, drama, historia y ciencia se remontan a esos antiguos griegos. Nuestra forma de pensar, sentir y comunicar con el mundo que nos rodea es su legado. Aún leemos sus escritos, estudiamos sus matemáticas, meditamos sobre su filosofía y nos inspiramos ante sus bellos edificios y estatuas. Toda la civilización occidental desciende directamente de la obra de los antiguos griegos quienes desarrollaron de forma única el legado de sabiduría del antiguo Egipto.

    Solamente en lenguas no griegas se usan los términos griegos y Grecia. Ellos a sí mismos se llamaban y se siguen llamando helenos (‘Ελληνες) y a su tierra La Hélade (Ελλάς / Ελλάδα).

    Su idioma, el griego, fue uno de los lazos de unión entre todos los estados o pueblos griegos. Aun políticamente independientes todos se reconocían como griegos unidos por una lengua común (aunque con diferentes dialectos) y una cultura propia, una forma de concebir al mundo, al hombre y a los dioses que les diferencia del resto de los pueblos a quienes llamaban bárbaros. Esta palabra en la antigüedad no tenía sentido peyorativo, sino que señalaba simplemente a aquél que no tenía una educación griega, que no sabía la lengua helénica ni se había formado en su civilización. En sentido más simple, bárbaro era aquel que no hablaba griego. Con ello no designaban a pueblos no civilizados, por ejemplo, los egipcios, aun teniendo una civilización muy desarrollada, eran bárbaros.

    Más tarde, cuando la civilización griega alcanzó su cúspide los más profundos pensamientos de occidente se plasmaron en lengua griega. Esta lengua se convirtió en un instrumento vivo, capaz de crear palabras nuevas que expresaran nuevas ideas, hasta el punto que cualquier nueva idea que se nos ocurra, siempre podremos hallar una palabra o frase en la lengua griega para expresarla (I. Asimov).

    Como es sabido el vocabulario científico moderno en su mayoría ha tomado términos y raíces griegas para expresar nociones que los antiguos griegos no conocieron, pero que revelan a la perfección su contenido.

    El otro vínculo entre los distintos pueblos griegos fue el de sus dioses y su mitología. Es preferible el término mitología a religión, ya que la religión griega carecía de dogmas y ritos concretos y cerrados. En la creación y desarrollo de sus mitos se trasluce una libertad espiritual que va construyendo el camino hacia el valor simbólico y trascendente del Mito como instrumento de desarrollo espiritual.

    Como plasmación física de ese sentimiento religioso compartido tenemos los santuarios comunes al mundo griego. El ejemplo más conocido es el de Delfos, a cuyo oráculo acudían de todos los rincones de la Hélade para recibir respuestas. Asimismo, había acontecimientos comunes a todos los griegos, uno de los más importantes era el de los Juegos Olímpicos, celebrados en Olimpia en honor a Zeus cada cuatro años y durante los cuales regía la llamada tregua sagrada. Toda guerra o contienda era interrumpida durante los Juegos, y los que eran enemigos en alguna guerra podían acudir libremente a Olimpia a competir en libertad por el honor de ser coronado vencedor olímpico. Además de los Juegos Olímpicos existían otros panhelénicos, como los Piticos en Delfos, los Istmitos en Corinto o los Nemeos.

    Ser vencedor en los Juegos no suponía ningún premio económico valioso, pero sí una gran fama y gloria. El vencedor de Olimpia recibía una corona de hojas de olivo, volvía victorioso a su ciudad y le era erigida una estatua. En los juegos Píticos la corona era de hojas de laurel en honor al dios Apolo.

    El talante griego estaba especialmente dotado para las tareas del espíritu, aspiraban constantemente al logro de lo superior y más perfecto. Llevaban en su vida un ideal de belleza, libertad y responsabilidad en su comportamiento frente a los dioses y a los hombres, un deseo de educarse y educar como medio de lograr lo mejor en todos los ámbitos del saber y en la práctica de la vida y que tiene como fundamento el axioma conócete a ti mismo, inscrito en el pronaos del templo de Apolo en Delfos, y base de la filosofía de Sócrates.

    Por ello podemos decir que la Hélade no es una parte de la historia que quedó en el pasado, sino que, de hecho, vive y palpita dentro de cada uno de nosotros como raíz que alimenta y luz que ilumina el espíritu en todos los ámbitos. Grecia, la Hélade, sus héroes, mitos, dioses, arte, filosofía y ciencia, viven a través de nosotros. Fuimos formados en su espíritu durante siglos y heredamos su forma de pensar y ver el mundo. Y, además, esta gran cultura nos legó una enseñanza más profunda que alude al desarrollo psíquico y espiritual.

    La antigua Grecia, durante miles de años y hasta la actualidad, representa la luz espiritual proyectada en todas las ramas del arte. Fue la civilización de la belleza, de la armonía y de la búsqueda interior. Su mitología, guardiana de un saber universal, aún hoy nos sigue mostrando un camino de autoconocimiento que revela la riqueza interior de todo ser humano.

    HOMERO

    Homero, el padre de La Ilíada y La Odisea, es una figura rodeada de misterio. No se sabe con certeza donde y cuando nació y su vida es un enigma. Fue a partir del siglo XVIII cuando empezaron a oírse voces en el ámbito académico que ponían en duda la existencia real de un ser humano llamado Homero, y, en el caso de que hubiera existido, que hubiera sido el autor de las dos grandes epopeyas clásicas La Ilíada y La Odisea. Se argumentaba que estas obras más bien estaban constituidas por poemas independientes de diferente procedencia. En la actualidad, la opinión mayoritaria se inclina por la tesis de la existencia real de Homero y de su autoría de las dos grandes obras, que recogen relatos muy anteriores a las mismas. De este modo vienen a coincidir con la certeza que siempre tuvieron los antiguos griegos que no ponían en duda ninguna de las dos cuestiones.

    Respecto a la época en que vivió, Heródoto mantenía que Homero vivió en el siglo IX a.C., alrededor del año 850 a.C.; para Helénico de Lesbos había sido contemporáneo de la guerra de Troya y Tucídides lo situaba 60 años después de la misma. Actualmente se retrasa un siglo la época de su existencia (s. VIII a.C.).

    Sin embargo, para tal afirmación, los expertos se basan en un dato dudoso: la introducción de la escritura fenicia en Grecia. Ya existen muchas opiniones según las cuales el alfabeto griego no procede del fenicio, sino que fue muy anterior y que en los tiempos de Homero el uso de la escritura estaba extendido hasta el punto de que el poeta pudo haber escrito por sí mismo sus poemas o dictarlos a una tercera persona. En cualquier caso, una lógica elemental lleva a pensar que obras como La Odisea o La Ilíada, con la ingente riqueza lingüística y literaria que contienen y un estilo poético formal pero muy desarrollado, no pueden haber surgido simultáneamente a la introducción de un alfabeto, sino que son fruto de una evolución lingüística y cultural.

    También se afirma por alguna corriente que ambas obras pertenecen a la tradición de poesía cantada y que nacieron para ser recitadas de memoria por los aedos, una especie de recitadores profesionales que poseían el arte de declamar y cantar poemas, mitos e historias con mucha habilidad, acompañados por la música de su lira. A menudo, este arte se transmitía de padres a hijos. En la antigüedad, los aedos gozaban de gran prestigio y respeto, y se consideraba que sus poemas cantados eran producto de la inspiración divina. Podían difundir poemas propios o de otros y gozaban de afinado oído, increíble capacidad asociativa y portentosa memoria.

    En cuanto a las dos obras homéricas, aunque en la antigüedad hayan sido dadas a conocer por los aedos de forma oral, lo más probable es que también hayan sido escritas ya que recitar sin alterar tales obras supone un ejercicio de memoria sobrehumano, teniendo en cuenta que tienen una estructuración perfecta y un argumento desplegado a lo largo de miles de versos (La Ilíada tiene aproximadamente quince mil quinientos versos y La Odisea doce mil ciento diez), con ingente contenido y muchas y variadas escenas y episodios, y todo ello sin que el conjunto pierda cohesión y sin que deje de ser un todo armónico y proporcionado.

    En definitiva y sin temor a equivocarse, los expertos sitúan a Homero entre la guerra de Troya (sobre el 1200 a.C.), que es el tema de La Ilíada, y el siglo VII a.C. en que vivieron Calino y Semónides, poetas que ya aluden a Homero.

    En lo que se refiere a su lugar de nacimiento, hay coincidencia en que su origen es la zona jónica de Asia Menor, y , aunque son siete las ciudades griegas que aspiran a ser su cuna, probablemente nació o por lo menos vivió gran parte de su vida en la isla de Quíos.

    El dato cierto y sin discusión es que Homero es considerado el padre de la literatura griega. Los antiguos se referían a él como el poeta. Fue admirado e imitado hasta tal punto que se puede afirmar que toda la literatura griega tiene su huella así como una importante parte de la latina.

    La tradición nos presenta a Homero como un poeta ciego. La ceguera física tenía un significado especial. En la antigüedad, muchos de los adivinos, como Tiresias, así como aedos y poetas inspirados eran recordados como ciegos. Lo más probable es que se trate de un simbolismo muy utilizado que quiere mostrar la videncia interior. El ciego es aquel que ignora la apariencia de las cosas y tiene el don de penetrar en su profundidad y en el conocimiento más secreto que habitualmente escapa de aquél que vive solamente en el mundo de los sentidos sensoriales. La ceguera física sería en este casola capacidad de comunicar con la fuente de inspiración representada en el mundo clásico y preclásico por la energía de las Musas quienes conceden al poeta, adivino o aedo la facultad de revelar lo oculto mediante sus artes.

    LA GUERRA DE TROYA

    La Guerra de Troya es el telón de fondo de los dos poemas homéricos, la Ilíada y la Odisea, y fue considerada hasta finales del siglo XIX como un puro mito literario invención de Homero.

    La más antigua referencia a Troya que se poseía era el poema Homérico, y el mundo académico mantenía que Troya, el mundo descrito por Homero, y la guerra que el poeta relata no era más que producto de su imaginación.

    Sin embargo en 1822 nace alguien que iba a cambiar para siempre estas creencias; su nombre, Heinrich Schliemann (1822- 1890). Sus orígenes eran humildes pero, a pesar

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