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Secretos oscuros
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Libro electrónico162 páginas2 horas

Secretos oscuros

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Cuando los Poderes de la Oscuridad infestan un pequeño pueblo de Nueva Inglaterra…

Al acercarse su décimo octavo cumpleaños, Rick Williams empieza a experimentar violentos e inexplicables dolores de cabeza.

El torturado joven, una poderosa médium, una misteriosa profesora y una madre desesperada con un pasado oculto, luchan por sus vidas y por sus almas contra el mal que los une y que amenaza con destruirlos a todos.

Quienes vivan para ver el ritual profano deberán recordar que el Diablo siempre recibe lo que le corresponde.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento21 jun 2014
ISBN9781498938815
Secretos oscuros

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    Secretos oscuros - Matthew W. Grant

    Capítulo 1 – Dieciocho años atrás

    Remolinos de niebla danzaban en el aire una noche de finales de octubre en la ciudad. La basura revoloteaba en las solitarias aceras de la zona comercial del centro urbano. A esas horas intempestivas todas las tiendas estaban cerradas y sus dueños se encontraban bien guarecidos en sus casas, a millas de distancia en un pintoresco barrio residencial. Era como si el resto de los escaparates estuviesen vacíos, lo que le daba una extraña apariencia de tablero de ajedrez durante la noche, dado que los locales comerciales vacíos permanecían oscuros, mientras que aquellos que aun albergaban un negocio activo tenían algún tipo de luz o letrero en el escaparate.

    Al igual que muchas ciudades de Nueva Inglaterra, esta había visto tiempos mejores. Las tiendas más grandes y las cadenas habían abandonado la zona de tiendas del centro por las superficies comerciales de varias plantas situadas justo a la salida de la autopista. Los negocios familiares que aun salpicaban el barrio céntrico eran las últimas de una raza en vías de extinción. Había un pequeño supermercado que pertenecía y era regentado por la misma pareja desde hacía cincuenta años. Durante el invierno la tienda cerraba temprano, a las cuatro, porque la mujer se negaba a mantenerla abierta tras la puesta de sol. El letrero de neón que habían comprado años atrás para colgarlo en la puerta, había desarrollado un molesto zumbido que parecía empeorar a medida que algunas de las zonas del letrero se quemaban. Antes de apagarse del todo, las secciones parpadeaban de forma intermitente.

    Cuando la luz de neón brilló con más intensidad durante un instante, fue suficiente para iluminar la silueta de alguien, o algo, moviéndose hacia la puerta del local. Cuando la luz zumbó y resplandeció otra vez, reveló a una figura encapuchada, vestida con una toga medieval. La figura se escabulló por un callejón cercano y desapareció entre la niebla y las sombras.

    A un par de manzanas de distancia, Serena Gallows caminaba seductora calle abajo. La niebla se apartaba a su paso, dejándole libre el camino. Sus caderas se balanceaban de forma rítmica, al compás del golpeteo de sus tacones contra el cemento. Parecía no importarle el viento frío, dado que su minifalda dejaba al descubierto casi al completo sus piernas, salvo por las medias de nailon transparente que se abrazaban a ellas como una segunda piel.

    Serena pasó frente al escaparate de un vídeo club que tenía un letrero que se jactaba de no cobrar ya por el rebobinado. En el escaparate contiguo se podían ver unos carteles, enmarcados con pequeñas bombillas, que anunciaban el lanzamiento de Batman vuelve y Sin perdón. Serena captó su reflejo, ligero de ropa,  mientras pasaba pero no se detuvo para mirarse. No le hacía falta. Sabía, por experiencia, que iba perfectamente vestida para ese trabajo.

    Serena oyó el sonido de un coche  que giraba la esquina. La luz de los faros atravesó la niebla como un rayo de sol que penetra entre nubes oscuras. El hecho de que el haz de los focos fuera a parar precisamente al lugar en el que se encontraban sus nalgas y dejaran al descubierto lo bien torneadas y tentadoras que eran, no había sido planeado pero resultaba, sin duda, una agradable coincidencia.

    Serena miró por encima del hombro al caro y flamante Sedán, mientras este avanzaba lentamente hacia ella. Se relamió los labios con antelación y como una provocación no muy sutil  para el conductor. Su lengua humedeció el pintalabios rojo pasión mientras serpenteaba por sus labios.

    El Sedán pasó junto a ella sin detenerse, cosa que a Serena no le preocupó. Sabía cómo funcionaba ese tipo de pas de deux. A medida que la totalidad de su silueta aparecía en el retrovisor lateral del conductor, Serena se percató de que las luces de freno se iluminaban. Sonrió mientras el coche daba una vuelta a su alrededor.

    A corta distancia detrás de ella, la figura encapuchada la siguió en silencio. Se fundió con la niebla y las sombras una vez más. Sus movimientos furtivos eran precisos y bien planeados, como los de un gato que acecha a su presa. 

    Serena notó que algo se le enroscaba en los tacones. Se sobresaltó durante un momento cuando sintió el roce de un pelaje contra la puntera abierta de sus zapatos. Miró hacia abajo para ver una rata con la boca abierta, lista para morderle el tobillo. La mayoría de las mujeres con tacones y los tobillos al aire se habrían aterrorizado, al menos por un segundo, antes de poder reaccionar. Serena ya había formulado un plan y lo estaba llevando a la práctica antes de que pasara ese primer segundo. Levantó el otro pie y atravesó con él la boca abierta de la rata, perforando al instante sus cuerdas vocales para evitar que emitiese algún chillido antes de morir. Su siguiente movimiento fue doblar la pierna hacia arriba para ensartar con tacón el cerebro del animal, matándolo al instante. Sacudió el pie para librarse del cadáver que rodó silenciosamente hasta una alcantarilla. Su única preocupación era que la sangre podía haberle ensuciado los zapatos. Como en respuesta a sus pensamientos y a sus órdenes, las oscuras nubes se apartaron en el cielo para dejar al descubierto la luna llena. Serena utilizó ese fugaz momento de claridad para echar un rápido vistazo a sus pies y a sus zapatos rojos. Comprobó que su miedo a encontrar manchas era infundado. Tan deprisa como las nubes se habían apartado un segundo antes, volvieron a impedir el paso de la luz de la luna.

    Serena se había ocupado de la rata tan rápido y sin esfuerzo que ni el conductor del coche ni el encapuchado que la seguía habían reparado en el incidente. Finalmente, el Sedán aparcó junto a ella. El cristal tintado reflectante de la ventanilla bajó un poco. Una mano asomó y agitó dos billetes de veinte dólares.

    Serena soltó una risita e hizo un gesto con su fino dedo y su uña vivamente pintada para que la ventanilla bajara un poco más. El conductor obedeció. Con el leve zumbido del motor eléctrico de la ventanilla de fondo, el cristal tintado desapareció en el marco de la puerta y reveló que el conductor del vehículo no era un hombre de mediana edad, como cabía esperar, sino un musculoso chico rubio de veintiún años que vestía una chaqueta universitaria de deportista.

    Serena se aproximó de forma provocativa a la ventanilla del coche. Mientras se inclinaba se colocó detrás de la oreja un mechón de su pelo negro azabache. Sus pechos prácticamente saltaron de la blusa para estamparse en la cara al chico, quien tenía los ojos como platos.

    —¿En busca de algo excitante para esta noche, cariño? —Se las arregló para decirlo con un tono que sonaba dulce y seductor a la vez.

    —¿Qué ofreces? —preguntó él, aparentando tranquilidad. Serena sonrió. Una pizca de luz creó un contraste entre el blanco reluciente de sus dientes y sus labios rojo sangre.

    Serena se sacudió una pelusa imaginaria de su pecho izquierdo.

    ―¿Cómo te llamas? —le preguntó.

    —Carl.

    ―¿Has cogido el coche de tu padre esta noche, Carl?

    Él asintió con la cabeza y añadió:

    —Y su dinero.

    Serena volvió a sonreír y se incorporó. Se contoneó al alejarse unos pasos del vehículo mientras los ojos de Carl la seguían. Al chico le parecía increíble la forma en la que la falda estrecha se le ajustaba al culo.

    Serena lanzó una mirada por encima del hombro y le hizo un gesto con la larga uña de su dedo índice.  Dio unos pasos confidentes hacia la acera y se aproximó a las escaleras de una librería de ocultismo situada en el semisótano de un edificio de ladrillo.  Los cinco escalones y la alcantarilla metálica formaban un hueco frente a la puerta de cristal con el marco de un verde descascarillado.

    Carl apagó el motor del Sedán, aunque dejó los focos encendidos. Proporcionaban un haz de luz que atravesaba la oscuridad y la niebla que todavía se arremolinaba a su alrededor con la brisa. Carl se bajó del vehículo. Ignoró los débiles pitidos que emitía el coche al tener las luces encendidas. Se inclinó sobre el capó, mirando a Serena, pero sin dar paso alguno hacia ella.

    Serena le tentó subiéndose el borde de la minifalda algo más de cinco centímetros. Se llevó la mano bajo la falda y la movió de manera insinuante. A pesar del estímulo bajo sus pantalones, Carl preguntó:

    —¿Aquí fuera? ¡Hace un frío que pela!

    —Tengo un sitio cálido para que la metas —le aseguró.

    El deseo firme de querer explorar el sitio cálido de Serena obligó a las piernas de Carl a ponerse en marcha y la siguió hasta la parte superior de las escaleras. Ella le cogió de la mano y lo guió escaleras abajo hasta el hueco frente a la librería. Cerca de allí, en la oscuridad, los ojos del encapuchado les miraban fijamente.

    Serena jugueteaba con el botón superior de su blusa que estaba, de hecho, abrochado. Dibujaba círculos a su alrededor con el dedo. Lo miró con deseo y utilizó su lengua para jugar con él. Se lo puso en la boca y este desapareció por un momento hasta que frunció los labios y lo escupió.

    Carl quedó decepcionado al comprobar que aún permanecía cosido y atado. Al sentir cómo crecía la molestia en sus pantalones y se hacía más notable, alzó su mano para alcanzar el botón. Tenía toda la intención de arrancarlo de la blusa.

    ¡CLANC! El sonido de un golpe metálico sobresaltó a Carl. El resto de su cuerpo se puso rígido. Giró la cabeza en dirección al sonido. Varios pensamientos atravesaron su mente de forma simultánea. ¿Quién o qué se encontraba allí fuera con ellos? ¿Qué daño podría hacer? Un gato sarnoso salió como un rayo de detrás de un cubo de basura de la parte superior de las escaleras y echó a correr a toda prisa por la acera. Carl suspiró aliviado:

    —Gato estúpido. Me ha dado un susto de muerte.

    Serena recorrió el pelo rubio del chico con la uña rojo bombero y contestó:

    —Espera un segundo.

    Los dos encapuchados emergieron repentinamente y en silencio de la oscuridad. Se quedaron quietos en la parte superior de las escaleras mirando a Carl y a Serena. De espaldas a las escaleras Carl no se había percatado de que su conquista sexual estaba siendo exhibida.

    Carl manoseó a Serena como el joven desastroso que era. Estiró de la liviana tela de su blusa y un par de botones saltaron, dándole vía libre para alcanzar torpemente el aro del sujetador. Basándose en su ineptitud, Serena se preguntó si sería virgen. Ese pensamiento ni la agradó ni la disgustó. Era mera curiosidad por su parte. Impaciente con su falta de habilidad con una tarea tan sencilla, Serena se desabrochó ella misma el sujetador, dejándolo caer al suelo y dejando al aire sus pechos.

    Atrajo su cabeza hacia ella con avidez. La mirada en el rostro de ella indicaba que realmente estaba disfrutando lo que Carl hacía en ese momento. Se alegraba de que el chico fuese más habilidoso acariciando sus pechos que tratando de acceder a ellos. Las afiladas uñas de Serena dibujaron una fina línea de sangre al deslizarse sobre la piel expuesta bajo el nacimiento del pelo en la nuca de Carl.

    El chico hizo una mueca de sorpresa y de dolor. Se llevó la mano hacia la nuca y la sacudió. Unas pocas motas de sangre salpicaron el cemento.

    —¿Te gusta jugar duro? —le preguntó.

    —Por supuesto —manifestó ella de forma inequívoca.

    Carl soltó un gruñido al sujetarla de las manos y acercarla hacia su cuerpo, frotándose sin piedad contra ella a través de su ropa. Cuando comenzó a desabrocharse los vaqueros, los dos gimieron de

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