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Alas de Sombra
Alas de Sombra
Alas de Sombra
Libro electrónico247 páginas4 horas

Alas de Sombra

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Información de este libro electrónico

El regalo de graduación de Meghan es uno que cualquier joven de dieciocho años soñaría: un viaje al extranjero, a Inglaterra. Su viaje se vuelve más aventurero de lo esperado cuando Meghan conoce al misterioso Kiernan y acepta su invitación a un club secreto, oculto bajo las calles de Londres.

Las eclécticas vestimentas de los asistentes al club no son el único elemento inusual que ella descubre en el Subterráneo. El padre de Kiernan ha desarrollado una retorcida serie de rituales, y marca a Meghan como su siguiente víctima. En lugar de la divertida cita que se había imaginado, Meghan se encuentra a sí misma aprisionada y luchando por nada menos que su supervivencia.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento29 jun 2015
ISBN9781633396579
Alas de Sombra

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    Alas de Sombra - Anna Kyss

    Índice de Contenidos

    Comienzos

    Cuidado con la Brecha

    Sobre el Origen de las Especies

    Fuera de la Sartén

    El Vuelo del Pavo Real

    Meghan en el Páramo

    ¡No Creo en las Hadas!

    El Señor Darwin

    Alas de Luz

    La Morada de la Reina

    Reunión al Crepúsculo

    El Árbol del Cielo

    El Don de la Supervivencia

    No el Típico Rito de Paso

    El Pavo Real se Hace Cargo

    Verdad o Penitencia

    Las Cuatro Estaciones

    Un Hado Gruñón

    El Ankh de la Inmortalidad

    Los Murmullos del Hombre Verde

    Reuniones

    La Estación Equivocada

    El Sacrificio

    Alas de Sombra

    Comienzos

    ––––––––

    —Killian, por favor. No hagas esto. Los mellizos no deben de ser separados, especialmente a una edad tan temprana —rogó Selena.

    — ¡Silencio, Madre! El tratado está firmado. Mi primogénito está destinado a gobernar en mi lugar. Requiere del entrenamiento adecuado.

    El sonido de la multitud se elevó, y Selena miró a través del prado para ver a los aldeanos reuniéndose alrededor de una mesa. Sus nietos se sentaban frente a un pastel con niveles, observando las violetas azucaradas que adornaban el glaseado. Sus pequeñas cabezas se elevaron hacia adelante, se mezclaban rizos castaños y bucles rubios. Conforme la multitud comenzaba a contar, ambos hermanos inhalaron profundamente.

    — ¡Tres! —gritaron los aldeanos, y los niños soplaron, con las mejillas resoplando por el esfuerzo. Las tres pequeñas llamas coronando las velas teñidas a mano se extinguieron. Los niños aplaudieron encantados y extendieron los brazos hacia el pastel.

    Selena rió suavemente al ver a los gemelos hundir sus pequeños dedos dentro del pastel sin cortar, para quitar las flores azucaradas. Evidentemente satisfechos con haber mordisqueado las violetas dulces, los niños se apresuraron a alejarse a jugar. Sus platos de madera, tallados a mano, quedaron abandonados.

    La sonrisa de ella desapareció conforme su hijo se adelantaba desde el borde del prado.

    La capa color ébano de Killian aleteó en el viento. —Ya es hora.

    Su esposa, Alannah, alisó su largo vestido y asintió en aprobación. —Espero que honres los términos del tratado —observó a los dos niños jugueteando en el prado.

    El rió. — ¡Tan poca confianza!

    Selena permaneció a un lado, escuchando estoicamente su conversación. Frunció los labios, guardándose sus protestas. Todas ellas habían sido pronunciadas antes, incontables veces, y todas en vano.

    Los dos niños danzaban en el prado, giraron hasta que cayeron al suelo, riendo.

    Imprimiendo esta última memoria de ellos en su mente, Selena ignoró la lágrima que se deslizaba por su mejilla.

    Killian marchó hasta ellos y tomó a su querido Kiernan firmemente de la mano. El luchador nieto de ella se resistió, pero su padre tironeó de su brazo hasta que caminaron lado a lado. Selena observó conforme se alejaban de la aldea y se dirigían hacia un camino que llevaba hacia la ciudad. El gemelo abandonado se dejó caer en el pasto, llorando y llamando a su hermano.

    Antes de que padre e hijo pasaran el límite de la aldea, Selena se acercó a ellos, deteniendo a su nieto de cabellos dorados. Él saltó hacia sus brazos en un abrazo, sus dedos, aún pegajosos por el glaseado, aferrándose a su cuello.

    —Kiernan, recuerda la Luz —susurró ella—. Recuerda la Luz.

    Cuidado con la Brecha

    1

    ––––––––

    Meghan bajó por las gastadas escaleras del hostal. Sus pensamientos estaban en todas las posibilidades que la noche ofrecía. Cuando vio a Kiernan esperando a la bajada, se obligó a disminuir su ritmo. No quería parecer demasiado ansiosa, incluso cuando se sentía rebosante de anticipación interior. A pesar de que él parecía calmado, sus ojos relucían con excitación.

    —He planeado algo especial para esta noche —dijo él, tomando su mano y conduciéndola fuera del hostal.

    Concentrándose en el cosquilleo irradiando de las manos de ambos, apenas notó conforme él la conducía a través de las concurridas aceras de Londres. Ella intentó sofocar la emoción que se levantaba cada vez que se encontraba cerca de él. Pronto alcanzaron el río. El viaje había tenido lugar en completo silencio, pero el se veía tan satisfecho como ella. ¿También él había notado el cosquilleo? Kiernan la guió más allá, conforme una suave llovizna comenzaba a caer. Alcanzaron las escaleras conduciendo al Metro, apresurándose para evitar la lluvia.

    — ¿El Metro? ¿Vamos a ir en tren a alguna parte? —preguntó Meghan.

    —En Londres, le decimos El Tubo —dijo él.

    La multitud se volvió más densa conforme descendían dentro del túnel. Ella aferró la mano de Kiernan cuando fue empujada por la gente abriéndose paso hacia los trenes. De haber estado sola se habría sentido perdida. Apenas podía prestarle atención a su alrededor debido a la velocidad de la multitud. Cerrando sus ojos, se encontró propulsada hacia adelante. Meghan no estaba segura de si su impulso se debía al fuerte tirón de Kiernan mientras la tomaba de la mano, o del empujar de la gente a su alrededor. Finalmente, llegaron a la estación.

    — ¿Va estar así de atestado en el tren? —suspiró ella, volviendo a acomodarse el cabello.

    Kiernan sonrió y apretó su mano. —Parecerá como si tuviéramos estas vías sólo para nosotros.

    Conforme el tren entraba en la estación, la multitud los empujó hacia adelante, ansiosa de subir al tren. Él la sostuvo hasta que las puertas se cerraron, y el tren se precipitó dentro del oscuro túnel.

    — ¿Estamos esperando otro tren? —preguntó Meghan.

    Sin responder, Kiernan caminó sobre la advertencia visual que decía Cuidado con la Brecha, y saltó al nicho donde corrían los rieles. Se volvió y estiró la mano hacia ella. Si su corazón había estado golpeteando antes, ahora había comenzado a dar saltos mortales dentro de su pecho, posiblemente saltos mortales de nivel olímpico.

    — ¿Vienes? —los bordes de sus labios se curvaron hacia arriba conforme sus ojos se clavaban en ella.

    Meghan no podía negarle nada a Kiernan cuando la miraba de esa manera. Su sonrisa le hacía algo a sus entrañas, como si hubiese ingerido un suero calmante instantáneo. Afortunadamente, su lado racional se puso en marcha. ¿Cómo podría seguirlo, sin importar lo mucho que quisiera hacerlo? Era peligroso saltar dentro del área por la que pasaba el tren. Las reglas existían por una razón, después de todo, y ella no quería ser electrocutada o atropellada por el siguiente tren. ¿Quién sabía qué más podría pasar? El sólo pensar en las sombrías posibilidades hacía que su respiración se apresurara. No, saltar dentro de ese espacio sería simplemente insensato.

    Mientras reunía el coraje para retroceder y darle las buenas noches a Kiernan, él le sonrió nuevamente. Ella observó sus ojos azul cielo y también saltó dentro del nicho. Las tibias manos de él la aferraron por la cintura y la llevaron de manera segura a su lado.

    —Cuidado con los rieles —advirtió él.

    Luego de que se deslizara por encima de las vías de metal, Kiernan la impulsó al lado opuesto del nicho. La vacía estación lucía abandonada desde el otro lado de aquel largo y ancho nicho. Conforme Meghan miraba hacia las desoladas bancas de metal que se habían vuelto inalcanzables, se preguntó cómo se había desviado tanto. ¿Por qué su vacilación y su precaución habían desaparecido? Había resistido fácilmente las tentaciones presentadas en la preparatoria —jamás había bebido o probado un cigarrillo. ¿Pero la sonrisa de un chico bonito era suficiente para hacerla caer? Cerrando sus ojos, Meghan apretó los puños, las uñas se clavaron en su piel.

    Pareciendo no enterado de su angustia, Kiernan subió tras ella, y graciosamente se balanceó en la estrecha cornisa de concreto. La condujo a lo largo del borde, hacia el mismo túnel al que recién había entrado el Tubo.

    Meghan retrocedió. — ¡Kiernan, detente! Esto no es lo mío. Cuando me invitaste a salir, pensé que iríamos a cenar o a un club. Saltar dentro de las vías del tren y caminar dentro de túneles oscuros no es mi idea de una noche divertida —estaba determinada a ponerle algunos claros límites al guapo muchacho.

    Kiernan continuó caminando, tirando suavemente de su brazo —Te estoy llevando a conocer una parte de Londres que muy pocos tienen la oportunidad de ver. Incluso hay un club escondido.

    Cuando ella vaciló, Kiernan se inclinó cerca de ella y murmuró: —Confía en mí —sus ojos azules le sostuvieron la mirada por un largo momento. Y entonces, ella estiró la mano.

    Se encontraba confundida. Había estado decidida a irse, pero ahora sólo podía pensar en pasar la noche con él. Dejando de lado su recelo, Meghan cogió su mano y lo siguió dentro del túnel. La luz se atenuaba conforme se alejaban de la estación. Ella apretó la mano de Kiernan, tratando de mantener el balance en la estrecha plataforma que se extendía a lo largo del nicho del túnel. La curva de la pared reducía el espacio para caminar, y ella se acurrucó contra el concreto cubierto en grafitti, dando pasos cuidadosos. Al pisar algo blando, su pie se deslizó fuera de la plataforma.

    — ¡Ten cuidado! Fíjate por dónde pisas —la embromó Kiernan, agarrándole la mano.

    Ella lo miró con furia —Mira, no estoy precisamente pasándola bien. Más vale que ese club sea espectacular, porque hasta ahora, esta es la peor cita de mi vida.

    — ¿Dónde está tu sentido de la aventura? —Kiernan le guiñó el ojo.

    Meghan se enjuagó una capa de sudor de la frente. —¿Aventura? ¿Interactuar con lo que sea que viva en aquel agujero oscuro es tu idea de una aventura?

    —Ah... no te gustan las ratas residentes.

    Conforme silenciaba su chillido interior, Kiernan la tiró hacia la izquierda. Meghan se encontró con un túnel más pequeño, una ramificación. Recuperando su balance, miró alrededor. Este estrecho corredor no tenía vías para el Tubo ni ningún nicho.

    Kiernan se inclinó cerca de ella y fingió mordisquear su hombro. —Así que no te gustan las ratas pequeñas. ¿Qué hay del grande y malo líder de las ratas?

    Riendo, lo empujó lejos de ella. Mantenerse enojada con Kiernan era tan difícil. Su encanto era irresistible algunas veces.

    — ¿Entonces, aún tengo el poder de hacerte sonreír, incluso en la peor cita de tu vida?

    Meghan se encogió de hombros. —Es mucho más fácil relajarme cuando no tengo que preocuparme de ser aplanada por un tren. De todas maneras, ¿qué es esto, un túnel de mantención? Notaba una luz brillando en la distancia.

    El sonrió y sacudió la cabeza. —Estás impaciente, ¿verdad?

    Ella suspiró. —Estoy caminando por túneles oscuros por debajo de Londres. Esto no aparecía en mis reglas de viaje al extranjero, pero sé que mi madre enloquecería si se llegara a enterar.

    — ¿Cómo es ese dicho humano? Ah si, las reglas se hicieron para romperse —se adelantó en el túnel, dirigiéndose hacia la luz.

    —Pero me gusta seguir las reglas —Meghan se había quedado perpleja por la extraña expresión que había usado—. Kiernan, ¿quisiste decir dicho norteamericano?

    Él se congeló. Su mandíbula se apretó, y trastabilló al responder: —Eh... sí. Lo siento. Quise decir norteamericano.

    Ella lo miró. Kiernan era una de esas personas que siempre sabía qué decir. Esa era la primera vez que le escaseaban las palabras.

    Pronto, llegaron a una antigua lámpara de gas. Bajo la temblorosa luz, un cartel amarillento mostraba un retrato anticuado. En la parte de abajo había escrita a mano una cita en una clara letra de una era anterior:

    No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente la que sobrevive. Es la que se adapta mejor al cambio.

    — ¿Es ese un retrato de Charles Darwin? —preguntó ella, mirando más de cerca el cartel.

    Él asintió. —Mi padre es un gran fanático de Darwin.

    — ¿Tu padre? ¿Por qué colgaría un cartel en un lugar como este?

    —Vaya, estás llena de preguntas esta noche.

    Él no había respondido, sin embargo. Ella se preguntó por qué estaba siendo evasivo.

    Sobre el Origen de las Especies

    2

    ––––––––

    Una pesada puerta de madera con una gran aldaba de metal se erguía al final del corredor, iluminada por el resplandor amarillo de la lámpara de gas. Kiernan golpeó la aldaba tres veces, entonces la golpeó suavemente dos veces más.

    — ¿Es esa la contraseña secreta para entrar en este misterioso club? —bromeó Meghan.

    Kiernan le guiñó, y entonces la puerta se abrió. Un hombre extraño se erguía en frente de ellos. Luciendo como salido de alguna historia de cien años atrás, estaba vestido con pantalones grises, una abotonada camisa lavanda, y una chaqueta de seda de color púrpura. Sobre su cabeza descansaba un sombrero de copa color gris. Aún más extraño, sobresaliendo de su espalda habían gruesos alambres de plata que se curvaban en alas de espiral. El hombre llevó un monóculo a su ojo y miró a través de este. Meghan se quedó mirándolo. Estaba atravesando un límite hacia la falta de educación, pero no fue capaz de detenerse. El hombre era una de las personas más raras que había visto jamás.

    Aún mirando por su pequeño cristal, el hombre se aclaró la garganta. —Si, si. Amo Kiernan, bienvenido de regreso. ¿Está trayendo una invitada esta noche, mi joven señor?

    Kiernan sonrió. —Si, Barnaby. La adorable Meghan será mi invitada esta noche.

    —Muy bien, señor. Disfrute de la velada —el hombre se volvió de espaldas a ellos y continuó con su vigilancia en la puerta.

    —Kiernan, ¿quién era ese hombre? Era algo extraño. ¿Y por qué te llamado señor y amo?

    —Barnaby es nuestro hombre de la puerta. Es excéntrico, pero también es leal y dedicado, que es más de lo puedes decir acerca de la mayoría de los empleados, ¿verdad? —Kiernan la guió a través de un estrecho pasillo de piedra.

    A Meghan no se le escapó que él había evadido otra de sus preguntas. Conforme intentaba reformularla, Kiernan la llevó hasta una estrecha escalera de piedra que concluía en una torrecilla del mismo material, que recordaba a un castillo. La escalera superior se abría a un pequeño balcón privado, con vista a una enorme cámara, también de piedra.

    Ella jadeó. Abajo, cientos de personas llenaban la sala, danzando al ritmo de la música en vivo de una banda.

    —Bienvenida al Subterráneo —susurró Kiernan.

    — ¡Esto es fantástico! ¿Quién se habría imaginado que habría un club en un lugar tan apartado como este? ¿Cómo es que incluso hay gente que sabe sobre su existencia?

    —La mayoría de la gente se ha olvidado de que estos viejos túneles del Tubo siquiera existan. La entrada es sólo con invitación. Intentamos mantenerlo más o menos en privado —él le tomó la mano—. ¿Quieres bajar a la pista? Podríamos bailar.

    Se encaminaron por las estrechas escaleras de piedra, y Kiernan la condujo por un pasillo que se abría a un salón de baile. Al entrar, Meghan se quedó impresionada por la inmensidad de la habitación. Aparte de la inusual ubicación, la manera de vestir de los bailarines era también bastante diferente. De hecho, ella y Kiernan, con sus vaqueros y camisetas de manga corta, destacaban entre la multitud.

    Algunas personas estaban vestidas con ropas anticuadas en un estilo similar al de Barnaby. ¿Quién se habría imaginado que él estaba vistiendo a la moda? Otro grupo se vestía enteramente de negro, con llamativos perforaciones y tatuajes. Todos llevaban alas, pero no las típicas alas de ángel o mariposas que algunos niños llevaban en Noche de Brujas. No, las alas eran creativas, hechas de alambre, metal, tela, cuero, y otros materiales.

    Meghan miró alrededor, con los ojos como platos. Se sentía como si fuera Alicia y acabase de caer por el agujero del conejo. La ansiedad que había experimentado en el túnel se había ido, reemplazada por intriga y asombro.

    —Kiernan, estamos fuera de lugar aquí. Olvidamos ponernos nuestras alas —bromeó.

    Él se puso tieso y no respondió. Ella lo miró. Su acostumbrada actitud despreocupada había desaparecido.

    Guiándola entre la multitud, Kiernan dijo: —Bailemos.

    La música era rápida y poco familiar. Meghan nunca había sido muy grácil, o siquiera muy coordinada, pero la música era inquietante e intoxicante, y bailó sin recordar sentirse cohibida. Intentó ponerle atención a la letra de la canción, pero pronto se dio cuenta de que estaba en otro idioma.

    Al darle un vistazo a Kiernan, se percató de que él la estaba mirando. Meghan le sostuvo la mirada, y luego de un momento miró tímidamente hacia otro lado. Kiernan bailó alrededor de ella, con su rubio cabello volando en todas direcciones, conforme movía la cabeza al ritmo de la música. Sus tatuajes —espirales abstractas arremolinándose en la parte superior de sus brazos— relucían, a pesar de lo débil de la luz. Si tan sólo ella fuera lo suficientemente valiente como para estirar la mano y tocarlo.

    La gente la rodeaba, todos bailando y balanceándose al ritmo de la inusual música. Alas de todas las formas y tamaño se agitaban, y Meghan no podía evitar quedarse mirándolas. Una chica alta y de cabello oscuro, quien llevaba un vestido vintage de fiesta hecho de terciopelo, bailaba cerca de ellos. Llevaba diminutas alas de terciopelo, hechas del mismos material color ciruela que su vestido.

    La chica sonrió, un anillo de plata para labios se elevó junto con la curva de su boca.— ¿Encontraste una nueva amiga, Kiernan?

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