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Mordida
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Libro electrónico55 páginas43 minutos

Mordida

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Atraída por el Valle Rift en los Alpes, Lady Amelia Fairforth espera encontrar la aventura que le hace falta su aburrida vida. Ella ha estado soñando con este viaje durante meses. Cuando ella llega, no puede ignorar la carga de magia en el aire.

Lord Ebenoral Malveaux ha estado sufriendo desde su ataque. Tiene extraños sueños que no puede recordar totalmente. Una sensación de terror ronda su conciencia. Entonces Lady Fairforth llega a Rift, y las piezas del rompecabezas comienzan a encajar.

Cuando son atraídos por instinto en la noche, es lo correcto. Es el destino. Pero ¿será su destino un nuevo comienzo? ¿O los destruirá a ambos?

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 dic 2016
ISBN9781507127537
Mordida

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    Mordida - Violet Heart

    Capitulo Uno

    Una carga de emoción en el frío aire, llegó a la nariz de Amelia. Su corazón comenzó a latir con fuerza. Pasó la punta de su lengua sobre su labio superior e inhaló profundamente cuando su carruaje surgió por una abertura de la cordillera de los Alpes. Se aproximaba a su destino. Nunca había estado tan segura de algo.

    En el asiento opuesto a ella, un elegante hombre mayor con un largo abrigo de pata de gallo pasaba su vista de su boca a sus ojos. Un estremecimiento de desafío corrió a través de ella y le mantuvo la mirada. Le dedicó una sonrisa insinuante y se tragó una carcajada de deleite al observar el rojo de su rostro. A  su lado una mujer de mediana edad le dedicó a Amelia un ceño mordaz y apretó el brazo del hombre.

    La carcajada hizo un segundo intento por dejar la garganta de Amelia, pero logró mantener sus labios cerrados para evitar que escapara. Yasmine se escandalizaría por mi atrevimiento.

    El carro se inclinaba en el paso de la montaña hacía el Valle Rift. Pasaron por un banco de nubes y al salir la brillante luz del sol los deslumbró. Cada minuto de su empinado descenso se notaba un aumento en la temperatura de un centígrado. Cuando llegaron a las empastadas colinas llenas de flores del pueblo de su amiga, Amelia ansiaba quitarse su capa. Sin embargo con la puerta del carro de un lado y una robusta madre de dos empujándola del otro lado, no se podía mover. Optó mejor por desenvolverse de esta, dejando solo el broche abotonado en su garganta.

    Aun así, ninguna de estas incomodidades alejó su felicidad. Por primera vez en un año,  no estaba aburrida.

    Las ruedas del carro retumbaban sobre el arco de madera del puente de un arroyo, y los edificios aparecieron a la distancia. Buscó con impaciencia alguna señal. No tenía idea de lo que le esperaba, pero pudo sentir la promesa de que sería algo excitante.

    Desde que ingresó a la Academia Pembroke para Señoritas a los doce años, Amelia sabía que ella estaba destinada a algo más que fiestas de té, bailes, bordado y compras. Ahora lo sabía, solo lo sabía.  

    Cabañas con tejado de paja y lindos colores pastel en las paredes le daban colorido a las casas de dos plantas y tiendas una junto de otra. El polvoso camino se volvió una calle empedrada que hacía que el carro se meneara. El hombre mayor tenia fija su vista en sus pechos sacudiéndose sobre el encaje a la altura de su cuello de su corpiño.

    Si su esposa no hubiera parecido lista para saltarle encima y arañarle la cara, Amelia estaba tentada a coquetearle. Tal vez bajar un poco su vestido o una pausada caricia sobre la mullida redondez de su escote. Pero no, pobre hombre. Ya había hecho suficiente para ponerlo en problemas con la mujer.

    Desvió su atención hacía la ventana y pudo captar  el destello de unos brillantes ojos naranja en un hermoso rostro. Su estómago saltó hacía su pecho. Pasó sus dedos por la ventana y trató de girar su cabeza para verlo de nuevo, pero la robusta mujer la tenía bastante apretada.

    Cerró sus parpados en un intento de traer de nuevo la imagen a su mente. Había algo sobre él... algo de otro mundo, pero familiar. En la milésima de segundo en que sus ojos se encontraron, ella lo supo... ¿Qué? Solo que algo en él la atraía como nunca antes algo lo había hecho. Experimentó la sensación de que tenía un profundo significado que no podía comprender, y le gustó. Olía

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