Seaside Haven
Por Sandra W. Burch
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Después de resultar herido en un accidente automovilístico provocado por paparazzi, el playboy Phoenix Chamberlain regresó para recuperarse al resort que anteriormente pertenecía y era manejado por su abuelo. Allí conoce a la gerente del resort, Sierra Ramstad, que está acostumbrada a ser el jefe y a quien no le gusta mucho recibir órdenes, especialmente de Phoenix.
El accidente no solo cambió a Phoenix físicamente, también quebró su espíritu. Su actitud contrariada es un reflejo del dolor insoportable que debe aguantar todos los días. Pero con la ayuda de Sierra y su fisioterapeuta, decide superar el sombrío pronóstico de los médicos y aprender a disfrutar la vida de nuevo. Aunque para sorpresa de Sierra, Phoenix le pidió a su abogado que redactara un documento que contemplara un paquete de indemnización para ella, con la idea de él manejar el resort día a día.
Sierra se percata de que este paquete de indemnización existía desde antes de que ella y Phoenix desarrollaran una relación personal. Ella encuentra una manera de perdonarlo y ambos finalmente deciden estar de acuerdo en algo. No serán felices estando separados o lejos de la vida que han construido en Seaside Haven.
Sandra W. Burch
Sandra Widner Burch is a short story author, and award-winning poet. She has work appearing or forthcoming in over a dozen venues, including Piker Press, Torrid Literature Journal, 8149, Best New Poems, and Room magazine. She is a member of Tallahassee Writer’s Association and Austin Poets International. Seaside Haven is Book 1, Away From the Sun is Book 2 and Remember Me is Book 3 in the Seaside Series. You can visit her at www.sandrawburch.yolasite.com.
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Seaside Haven - Sandra W. Burch
Seaside
Haven
Porque yo se los planes que tengo para vosotros
– dice el Señor – planes de bienestar y no de calamidad, para daros un futuro y una esperanza
.
Jeremías 29:11
Capítulo Uno
Truenos sonaban con gran intensidad mientras la lluvia caía como si de un tiroteo se tratase en la playa de Seaside. Sin embargo, la furia de la madre naturaleza no podía compararse con las emociones que se agitaban dentro de Sierra Ramstad. Sin preocuparse por la tormenta, ella siguió caminando. Con su mano esbelta apretó el trozo de papel arrugado que llevaba en el bolsillo de la gabardina roja que estaba usando, recordando su contenido.
"Señorita Ramstad:
Llegaré a casa mañana para una estadía prolongada. Por favor, tenga mi cuarto listo.
Phoenix Chamberlain."
Dos oraciones cortas que le hicieron hervir la sangre.
Phoenix Chamberlain Tercero, el heredero de la fortuna Chamberlain, regresaba a casa, como él mismo había dicho, para recuperarse del accidente automovilístico que había sufrido tres meses atrás.
Si las noticias que ella había leído sobre su accidente eran remotamente ciertas, entonces Sierra suponía que debía sentirse apenada por él. Además de una conmoción cerebral y un hombro dislocado, también había roto su tobillo y destrozado el fémur de su pierna izquierda. Tres meses después, el hombre aún estaba en medio de una larga y dolorosa recuperación. Aun así, ella no lo quería recuperándose allí, y posiblemente inmiscuyéndose en las operaciones cotidianas del Resort Seaside Haven.
La familia de Phoenix tenía una gran casa en las afueras de Atlanta, Georgia, al igual que una gran variedad de bienes raíces regados alrededor de Europa, ¿por qué no había escogido uno de esos lugares para recuperarse?, seguramente serían más cómodos para el séquito de Phoenix, quienes permitían su existencia única e inusual.
¿Por qué escoger Seaside Haven? Este no era su hogar, ¡era el hogar de ella! Mientras que Phoenix había pasado los últimos años viajando en jet por Europa, viviendo de un fondo fiduciario considerable y disfrutando la vida de ricos y famosos, Sierra había estado trabajando para convertir una vieja y casi olvidada posada en un resort que ofrecía alojamiento de cinco estrellas, vistas panorámicas, y por sobre todas las cosas, excelente servicio.
Ahora Phoenix estaba por regresar y quería su cuarto listo. Sierra tenía entendido que él no había visitado el resort desde su niñez, así que ella había convertido el cuarto privado del dueño en el piso principal en su cuarto y transformado el apartamento adyacente en una suite de lujo que requería de una substancial suma de dinero para ocuparla.
Murmurando palabras que se las estaba llevando el viento, se detuvo y miró en la dirección en la que había venido. El resort cubierto de cedro tenía cuatro pisos de altura, considerando los pilotes que lo elevaban sobre el nivel del mar para protegerlo de inundaciones. Su mirada pasó por cada uno de los balcones que sobresalían de cada habitación para maximizar la vista. Aun cuando era temprano en la tarde, las luces brillaban en las ventanas de los huéspedes que esperaban que pasara la tormenta.
Hogar.
Phoenix podía referirse al resort como tal, pero para Sierra verdaderamente era su hogar. Fue aquí a donde ella había venido después del desagradable divorcio. La cálida luz del sol y el sentir que tenía un propósito, la alejaron del borde de la desesperación.
Con un suspiro de mala gana, Sierra se regresó. Otros huéspedes llegarían pronto y eso significaba que ella tenía trabajo que hacer. En este momento, su prioridad era asegurarse que todos aquellos que iban llegando fueran instalados en sus cuartos. Una vez que estuviese hecho esto, ella resolvería el inconveniente de su alojamiento durante la estadía de Phoenix.
Para cuando llegó al resort, todas las partes de su cuerpo que no estaban cubiertas con la gabardina, estaban empapadas. Ella esperaba tener suficiente tiempo para ponerse ropa seca y hacer algo con su cabello antes de que llegaran los huéspedes, pero un Cadillac Escalade blanco perla con ventanas ahumadas se estaba estacionando en la entrada principal mientras ella bordeaba una duna de arena.
El conductor salió del vehículo, al igual que otro hombre que salió por la puerta del pasajero. Ambos eran grandes y robustos. No era una sorpresa ver a guardaespaldas en el resort, ya que muchos huéspedes eran estrellas de Hollywood o magnates de negocios. Antes de que alguno de los hombres tuviera tiempo de alcanzar la manilla, la puerta trasera del lado del conductor se abrió.
Sierra cubrió su boca con la palma de su mano, pero un grito ahogado se le escapó de todas formas.
Phoenix Chamberlain Tercero.
Ella nunca lo había visto en persona. Habían intercambiado correos un par de veces al mes, y una llamada telefónica ocasional, pero él nunca había pasado visitando el resort. Ahora estaba aquí, y no era para nada lo que Sierra había esperado.
Cada foto de él que ella había visto en medios sociales mostraba a un apuesto hombre joven con cabello negro y ondulado, ojos oscuros y marrones, una sonrisa despreocupada y un cuerpo tonificado a la perfección bajo la tutela competente de un entrenador profesional bien pagado.
En su lugar, el hombre que intentaba bajarse del auto se veía delgado y frágil. Las manchas oscuras bajo sus ojos hacían evidente que no había podido dormir muy bien a pesar de todas las horas pasadas en cama, y su postura rígida indicaba que estaba lejos de sentirse despreocupado.
– Le traeré la silla de ruedas, Sr. Chamberlain – dijo el hombre que había salido del auto por la puerta del pasajero.
– ¡No! Caminaré – espetó con un carraspeo enojado que se llevó el viento.
– Pero Sr. Chamberlain...– comenzó a decir el conductor, solo para que lo silenciaran con gritos a él también.
– ¡Dije que caminaré, Tommy! ¡No soy un inválido!
Phoenix tuvo que usar sus manos para manipular su pierna izquierda por el umbral. Dejó girar su pierna derecha por la puerta sin mucho esfuerzo. Luego, bajándose hasta el estribo, apoyó los pies en el suelo. Sostenía un bastón en una mano y usó la otra para sujetar el marco de la puerta. Desafortunadamente, ninguno de los dos puntos de apoyo fue suficiente. A penas un segundo después de apoyar sus pies en el pavimento, su rodilla izquierda se dobló. El hombre a quien había llamado Tommy sujetó a Phoenix bajo sus brazos antes de que cayera al suelo. Una maldición bastante alta le siguió. El otro hombre se apresuró hasta donde estaban, Sierra hizo lo mismo, determinados a ayudar.
– ¿Tú quién eres? – espetó Phoenix, sacudiendo la mano que ella había puesto en su brazo.
Ella retiró la capucha de la gabardina y le ofreció lo que esperaba fuera una sonrisa agradable y profesional. A pesar de la capucha, su cabello dorado estaba empapado y su flequillo estaba pegado a su frente. En cuanto al maquillaje, dudaba que lo que se había aplicado en la mañana aun estuviese en sus ojos y mejillas. Sus pies estaban descalzos y llenos de arena. Era difícilmente la imagen que