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El Sicario del Papa
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Libro electrónico96 páginas1 hora

El Sicario del Papa

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La capacidad destructiva de El Sicario del Papa tiene alcances planetarios. Cuando se manifiesta, todo el mundo comienza a temblar y los que no tuvieron buena suerte perdieron la vida en circunstancias nunca vistas.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 jun 2012
ISBN9781476313344
El Sicario del Papa
Autor

Adolfo Sagastume

Construyendo Universos LiterariosCiudadano LatinoamericanoCiudadano de la República de LiberlandCiudadano de Asgardia The Space Kingdom

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    El Sicario del Papa - Adolfo Sagastume

    En la Capilla Sixtina, junto a la estatua de San Pedro, sentado en cojines color púrpura y ataviado de joyas valiosas estaba Pedro el Romano nervioso, dando vueltas impremeditadas, esperando a quien desde ahora llamaremos el Sicario del Papa.

    Este personaje fue abandonado por su madre en la puerta de la iglesia de Santa Úrsula, envuelto en pañales, bajo los relámpagos de una noche lluviosa. El papa, entonces párroco de la iglesia en mención, lo recogió y se lo llevó a Marión, su compañero de soledad, para que lo cuidara. Así se hicieron cargo del niño: lo alimentaron, lo vistieron y lo educaron en su totalidad, nunca lo enviaron a ninguna escuela. Ellos fueron sus médicos, mentores, consejeros, entrenadores y su familia. Pedro el Romano, cuyo verdadero nombre es Isaac Yacobs, originario de uno de los barrios más concurridos de la vieja Jerusalén, lo registró como padre soltero.

    Cuando al fin llegó a la cita, la capilla comenzaba a llenarse de gente pues muy pronto se llevaría a cabo una conferencia de prensa en la que Pedro el Romano haría un anuncio mundial: el fin de la edad de la gracia y el principio del milenio.

    —¿Dónde estabas? Pensé que ya no vendrías. Pero ahora es mejor que me concentre en lo que estoy por anunciar. Mientras tanto ve a la casa con Marcion y dile que me prepare mis Hot Cakes favoritos que llegaré con muchísima hambre. Allá me esperas, hay algo de lo que tenemos que hablar.

    —Si… pap… padre…

    Dicho esto se dirigió al centro de la Capilla Sixtina y de forma inmediata su rostro se vio como más luminoso por el brillo de los reflectores.

    —En nombre del padre, del hijo y del espíritu santo. Buenos días a todos. Damos por iniciada esta conferencia de prensa. Hay un anuncio que debo hacer para que la humanidad se entere de los acontecimientos de estos tiempos mal llamados del fin del mundo, porque de fin no tienen nada, son más bien tiempos de principio del mundo, principio del milenio. Como es conocido por todos, a fines del año 2012 el Diablo se llevó al infierno a los llamados hermanos separados, a los protestantes o evangélicos en su muy anunciado Arrebatamiento. Ellos estaban esperando a que viniera Nuestro Señor Jesucristo a rescatarlos, pero el que vino fue el Diablo y ahora ya saben donde están. Nosotros, por ser la Santa, Católica y Apostólica Iglesia del Señor, nos salvamos de esa herejía y, como es obvio, fuimos los herederos del reino de los cielos en la tierra. Actualmente no debería haber en el mundo ningún evangélico que nos estorbe en la predicación de la paz en todo el mundo. Por lo que declaro formalmente iniciado el Milenio del Señor. Suplicándole a todo el mundo que en donde quiera que vean u oigan de la presencia de protestantes, nos avisen para enviar un comando policiaco a capturarlos y meterlos por el resto de sus vidas en las mazmorras del vaticano.

    Los flashes iluminaron toda la estancia, las cámaras de video esparcían sus luces por todo el recinto. Entonces comenzó el período de preguntas:

    —Su Santidad, ¿qué hay de cierto que el arrebatamiento que los evangélicos esperaban fue un plan científico, es decir, un falso arrebatamiento, y que lo que realmente sucedió fue que fueron capturados y enviados a hornos crematorios?

    —No creo que en este mundo exista una institución o una persona que tenga tanta oscuridad en su alma para realizar semejante genocidio. A los evangélicos se los llevó el Diablo.

    —Su Santidad, ¿en realidad se los llevó el Diablo o no hubo arrebatamiento?

    —Las dos cosas. No hubo arrebatamiento sino que se los llevó el Diablo en cuerpo y alma al infierno.

    —Entonces, ¡si no hubo arrebatamiento, no habrá segunda venida de Jesucristo y no hay motivos para seguir practicando ninguna forma de religión!

    —Al contrario. Si no hubo arrebatamiento es porque estaban equivocados con la fecha. La fecha que ellos manejaron siempre fue la que pudieron percibir en los escritos que nosotros permitimos que se le entregaran a la humanidad. Pero en los libros sagrados, muy secretos, que nosotros tenemos son otras las señales y los tiempos que tenemos que esperar.

    —Pienso, su Santidad, que antes de su anunciada desaparición, ellos dijeron que los que no fueran arrebatados, eran los réprobos, los inconversos, los hijos de la Gran Ramera, discípulos del Anticristo y esas cosas.

    —Sí, dijo el Papa, ese era el lenguaje que manejaron en contra de nosotros.

    —Su Santidad, aparte del hecho de que si fueron realmente arrebatados o abducidos, a mi me interesa el desarrollo de todos los acontecimientos en conjunto. Se dice que después del arrebatamiento, el anticristo se manifestaría y enviaría a su falso profeta a predicar un evangelio que no refleja el de Jesucristo, con la intención de establecer el Novus Ordo Seclorum, es decir, una nueva era secular, no religiosa, dirigida desde el mismo Vaticano. ¿Es usted el Anticristo o el Falso Profeta?

    —¿Qué cosas dices, hijo amado? Yo soy el Vicario de Cristo en la tierra. Soy el Cristo. Y el representante del Cristo en el mundo, mientras él viene.

    —Entonces, dijo el corresponsal de la AFP, ¿es usted el Anticristo, el Falso Profeta o solamente el Papa?

    —Como ya les dije, respondió el Papa Pedro el Romano, yo soy el Cristo en la tierra. Soy el vicario de Cristo. Vicarius Fili Dei… y me siento en el solio del Señor. A mí es a quien deben respetar y venerar mientras el Señor viene otra vez… Y, eso es todo, señores, pasen buen día… y reciban la bendición…. In nombre et Patri, et filli et spirit sanctis…

    —Su Santidad, Su Santidad, una última pregunta: ¿debemos esperar la segunda venida de Cristo o ya no esperamos nada?

    —Si, el señor vendrá después del milenio. Ahora somos nosotros los que dirigimos el mundo. Buen día señores…

    Los guardias suizos enderezaron sus lanzas y erguidos custodiaron al Santo Padre Pedro el Romano por los pasillos del vaticano, hasta llegar al palco desde donde impartiría la bendición matutina para las multitudes entusiasmadas.

    Cuando apareció por la ventana, se dejó sentir un murmullo como de cien mil palomas y calló un abismal silencio sobre la multitud.

    Entonces el papa dijo:

    —Amadísimos, estamos felices

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