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Instantáneas
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Libro electrónico121 páginas1 hora

Instantáneas

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El texto narra, a través de imágenes, de instantáneas, la vida de Rosa y su familia, desde su infancia hasta su madurez. Rosa forma
parte de una familia en la que las mujeres llevan nombres de flores, y los hombres, de reyes (excepto su padre, que se llama, simplemente, Paco). Siempre ha sido así, pero ella romperá con esa tradición y pondrá a su hija el nombre de Laura. Tiene dos hermanos, Violeta y Jaime. La relación de sus padres no es
excesivamente buena; su madre tiene un carácter depresivo, y su padre, cierta debilidad por las bebidas espirituosas. Pasan muchos momentos con Hortensia y Sancho, un matrimonio amigo de la
familia que, desgraciadamente, no puede tener hijos. La trama se desarrolla intercalando escenas de la infancia y la madurez de
estos personajes tejidos alrededor de una secreto de familia. Las historias interpersonales mantienen al lector pendiente de su desarrollo, y cada una de las instantáneas va aportando pinceladas de información, hasta que el puzle se recompone y todos los relatos tienen sentido dentro del texto general.

IdiomaEspañol
EditorialPury Estalayo
Fecha de lanzamiento20 ene 2012
ISBN9781936886500
Instantáneas
Autor

Pury Estalayo

Actriz, profesora de Expresión Artística y escritora. Su actividad profesional siempre ha llevado el signo de la confluencia del Arte y la Pedagogía. Pury Estalayo escribe de manera habitual para la infancia y la juventud. Han sido publicados, por la editorial española CCS, sus textos teatrales: "La Canción de Selene”, " El Sueño de la Mariposa” y “Sueño, ven”. Su cuento "Groucho", dirigido a niños de 3 a 7 años, ha servido de argumento para el corto cinematográfico del mismo título, producido por Lapotínguele Producciones. Desde hace algunos años, en el campo de la narrativa dirigida a adultos, su motivo de reflexión ha girado alrededor de lo femenino en el sentido más amplio de la palabra. La editorial Fuentetaja publicó "Su nombre", relato de la autora incluido en el libro que lleva por título "Desvelados". Recientemente ha sido presentada su primera novela "Instantáneas" que aborda, a través de relatos fragmentados, la vida de una mujer a modo de puzle. En breve se editará la novela juvenil "Elena y los espejos" que reflexiona sobre problemas e intereses ligados al momento evolutivo de la adolescencia. Coordina la revista "ECOS, Cultura y Arte para la Infancia" dirigida a maestros, artistas, padres y –en general- a todo lector interesado en la infancia y la cultura

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    Instantáneas - Pury Estalayo

    INSTANTÁNEAS

    Pury Estalayo

    --------------------

    Copyright 2011 Pury Estalayo

    First Edition

    Published by Pury Estalayo at Smashwords

    ISBN: 978-1-936886-50-0

    Smashwords Edition, License Notes

    This ebook is licensed for your personal enjoyment only. This ebook may not be re-sold or given away to other people. If you would like to share this book with another person, please purchase an additional copy for each recipient. If you’re reading this book and did not purchase it, or it was not purchased for your use only, then please return to Smashwords.com and purchase your own copy. Thank you for respecting the hard work of this author.

    --------------------

    ÍNDICE

    I. INSTANTÁNEAS

    INSTANTÁNEA 1

    LA FERIA

    INSTANTÁNEA 2

    HUELES A LECHE

    LA ESPERA

    INSTANTÁNEA 3

    LOS ESPEJOS

    INSTANTÁNEA 4

    MANOS

    INSTANTÁNEA 5

    LOS PIOJOS

    INSTANTÁNEA 6

    LOS ZAPATOS NUEVOS

    INSTANTÁNEA 7

    INSTANTÁNEA 8

    SIN VIOLETA

    INSTANTÁNEA 9

    MOVIMIENTOS

    INSTANTÁNEA 10

    FILTROS

    LEJOS

    INSTANTÁNEA 11

    NANAS

    INSTANTÁNEA 12

    PRIMER AMOR

    II. EL REVELADO

    Revelado No. 1

    Revelado No. 2

    Revelado No. 3

    Revelado No. 4

    Revelado No. 5

    Revelado No. 6

    Revelado No. 7

    Revelado No. 8

    Revelado No. 9

    Flash 1

    Flash 2

    Revelado No. 10

    Revelado No. 11

    Revelado No. 12

    III ALBUM ROTO

    --------------------

    I. INSTANTÁNEAS

    INSTANTÁNEA 1

    El mundo vacila en esa silla. Acaricio la cámara de fotos de juguete que llevo en el bolsillo de la chaqueta, que no me he quitado durante toda la entrevista a pesar del calor. Su hechura, de tipo sastre, oculta un cuerpo al que hace algunos años resulta muy difícil mantener en forma.

    Los ojos de la mujer que tengo enfrente me escudriñan de manera sutil. Es un mirar inteligente, semejante al de su padre, que, hace aproximadamente treinta años, me observaba de manera similar.

    El mismo despacho, otros muebles de oficina, modernizados. Mis manos, temblorosas como entonces, revelan muchas más arrugas ahora.

    Toco, sin apretarlo, el botón rojo de esa cámara que mi padre me un día perdido, en un tiempo que siempre parece presente.

    LA FERIA

    La feria anual siempre llevaba al barrio olor a patatas fritas y pepinillos en vinagre, ruido de tómbolas, tiros de escopeta para conseguir regalos y un tiovivo blanco y dorado que parecía ser el mismo cada año.

    Subí sonriendo a él, con los ojos plenos de luz, mientras mi madre y mi abuela me observaban desde abajo. Ellas también habían subido, en otro tiempo, al carrusel de la feria, con sus nombres, también de flores, y la cara contenta. Siempre había oído contar que en la familia de mi madre era tradición llamar a las niñas así, con nombres de flores, desde mi tatarabuela por lo menos. Los varones, nombres de reyes.

    Mi madre se llamaba Marga. La abuela, Azucena. A mi hermana, le habían puesto Violeta. Siempre me gustó mucho su nombre.

    Los caballitos de la feria ascendían y bajaban en cada giro, con sus crines y colas doradas reflejándose en los espejos del soporte del tiovivo con forma de prisma. También se plasmaban en esos cristales mi vestido nuevo, verde y con muchos lazos, que me había cosido la abuela Azucena para las fiestas y la cámara fotográfica de juguete que mi padre me había comprado el día anterior y que llevaba colgada del cuello. Cada vez que apretaba el botón rojo de esa cámara un rostro de payaso salía de su escondite y se reía como me reía yo viéndolo salir. En cada vuelta del carrusel, probaba a soltar la mano de las riendas siempre en el mismo sitio, para saludar a mi madre y a la abuela. Ellas devolvían el saludo con ojos luminosos, sin fallarme ni una sola vez.

    Sin embargo, en una de las vueltas, mi madre no levantó la mano, tenía las dos sujetándose el vientre. En ese momento, miré hacia dentro y los espejos reflejaron en el giro mi imagen de niña con el vestido nuevo y verde un poco arrugado. Miré después hacia arriba y cerré los ojos. Mi cuerpo se acopló aún más al movimiento continuo y alterno del caballo de sube y baja en vueltas y vueltas que parecían no tener tiempo. Pero el silbido grabado que marcaba el final del trayecto, abrupto como siempre, hizo que abriera los ojos. La abuela subió con urgencia a la calesa para ayudarme a sacar los pies de las espuelas.

    —Una vuelta más —dije sin mirar a mi madre.

    —Mañana —contestó la abuela Azucena tirándome de la mano y comenzando el camino hacia la casa con un andar tan rápido que mis pasos se transformaron primero en trote y después en una carrera que movía la cámara fotográfica golpeando suavemente a un lado y otro del pecho.

    Mi madre se quedaba, en ese andar, un poco atrás, aunque era la que parecía dirigir el caminar de las tres, ya que la abuela Azucena la miraba continuamente apretando mucho la mandíbula y con el rostro enrojecido y sudoroso.

    Mientras la abuela abría la puerta de la casa, volví el rostro hacia mi madre, pero no me pareció el de ella, era mucho más feo: los ojos estaban arrugados, empequeñecidos, y la boca, todavía más apretada que la de la abuela; no quise seguir mirando esa caricatura de la cara de una mamá que siempre me pareció tan guapa, mucho más que las margaritas; tampoco quise ver las dos manos que continuaban sujetando el vientre, cada vez con más presión.

    Mi padre, que no tenía nombre de rey —se llamaba simplemente Paco— llegó a casa muy pronto. Sólo le vi un momento, ya que se llevó a mi madre tan rápido que a ninguno de los dos les dio tiempo a darme un beso.

    —¿Qué pasa abuelita?

    —Nada, Rosa. No pasa nada.

    —¿Por qué se han ido mamá y papá?

    —Pronto volverán.

    —¿Mamá está enferma?

    —Vamos Rosa, a la cama, que se ha hecho muy tarde. Te llevaré un vaso de leche cuando estés acostada.

    Encendí la luz amarillenta de la habitación y guardé, con mucho cuidado, mi cámara de fotos en el cajón de la mesilla. Sentí la ausencia de mi hermana Violeta, que pasaba grandes temporadas en casa de mi otra abuela sin nombre de flor. La muñeca que mi madre me había comprado en el último cumpleaños me miraba con los ojos muy abiertos. La cogí en brazos, le di un beso en la mejilla y la acosté en la cama. Pero esa noche, la muñeca rubia, con lazos blancos y pecas como las mías, me pareció otra muñeca, con los ojos demasiado fijos, muy abiertos. Me levanté y la dejé en la estantería donde solía pasar la jornada hasta que yo volvía del colegio y la rescataba de ese lugar.

    Cuando mi madre regresó después de una ausencia de tres días, la miré esperando los fuertes abrazos que siempre me daba cuando volvía de la escuela o cuando, algún día, en verano, me había ido a pasar un fin de semana con tía Hortensia, la hermana rica de mi madre que tenía una casa muy grande en un pueblo de la sierra. Pero no me acarició, sino que se sentó, muy quieta, en una silla de la cocina mirando hacia la calle, con las manos juntas, como cuando mi hermana Violeta rezaba.

    Por la noche, llevé a esa silla el frasco de crema para las pecas. Quería que ella lo abriera con sus largas manos y recibir ese olor a lirios, tan cotidiano. Deseaba sentir las yemas de los dedos de mi madre moviéndose suaves por mi rostro. Ella miró un momento ese bote blanco de letras

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