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Libro electrónico163 páginas2 horas

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Información de este libro electrónico

El secreto puede destruirte, o salvarte.

Una historia que te causará miles de sensaciones.

Acompaña a Alice en su increíble historia, llena de adrenalina y marcada por el miedo y por los secretos. Con un toque de amor y odio, te sumergirás en la aventura y en la vida de nuestros protagonistas. Conocerás sus secretos y su lucha.

Just forever, I promise.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento31 ago 2018
ISBN9788417447649
FAR
Autor

Sandra Abellán

Sandra Abellán nació en diciembre del 2001, vive en Villena (Alicante). Con apenas trece años su adicción por la lectura hizo que se interesase por los libros y un año después decidió escribir su propia historia: crear su mundo. Ahora es una amante de la escritura y de la literatura.

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    FAR - Sandra Abellán

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta obra son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados de manera ficticia.

    FAR

    Primera edición: junio 2018

    ISBN: 9788417447137

    ISBN eBook: 9788417447649

    © del texto:

    Sandra Abellán

    © de esta edición:

    , 2018

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com

    Impreso en España – Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Para mi familia que siempre me ha apoyado en todo lo que he hecho y a mis amigos.

    Prólogo

    —¿Es verdad? —pregunto en voz baja—. Lo de la historia es verdad —afirmo confusa.

    —¿En serio pensabas que te había mentido? —dice él soltando una risa desesperada.

    Asiento débilmente con la cabeza, haciendo que él niegue con la suya.

    —Seré un capullo arrogante e idiota, Alice, pero no un maldito mentiroso —afirma, se da la vuelta y empieza a correr en paralelo a donde nos encontramos nosotros.

    Capítulo 1

    Punto de vista de Alice

    Ya estamos casi acabando el curso universitario y estoy deseando ir al crucero con mi mejor amiga, Ashley.

    El despertador suena a las siete de la mañana. Justo hoy nos dan las notas y mañana nos iremos de viaje en un crucero rumbo al Caribe con sus cálidas playas y cristalinas aguas, será genial, estoy deseando salir de esta odiosa isla que es Manhattan y ser libres en el mar.

    —¡Alice! —llama mi madre elevando la voz—. Baja, cariño, tu padre y yo te queremos dar una cosa importante —termina de decir mi madre elevando aún más su tono para que pueda oírla.

    —¡Ya bajo! —le respondo también con un tono de voz lo suficiente fuerte para que pueda oírme, termino de ponerme mis zapatos y bajo las escaleras casi corriendo.

    Cuando llego abajo, mis padres están sentados en el comedor, hay un sobre en la mesa de madera, la cual da un toque rústico a mi casa. Mi padre está leyendo el periódico mientras mi madre está sirviendo café en las tazas regaladas por mí en su aniversario de bodas. Desayunan tranquilamente, luego se irán a Abu Dhabi por trabajo. Estarán fuera el mismo tiempo que yo, ya que es porque están trabajando en un proyecto de arquitectura junto a otros arquitectos de prestigio. Me han dicho que van a diseñar un edificio, que será el más alto del mundo.

    —Siéntate, Alice —me dice mi padre mientras coge su taza de café. Luego da un sorbo y deja el periódico en la mesa. Me siento en una silla un poco nerviosa, mi madre aún no me ha dado los buenos días y tampoco me ha mirado desde que he bajado.

    —¿Qué ocurre? —les pregunto mirando a ambos con el semblante preocupado por la seriedad que se respira ahora mismo.

    —Ten, esto lo necesitarás para el viaje —dice mi madre tendiéndome el sobre. Lo cojo con inseguridad, supongo que será dinero, pero el sobre es demasiado gordo. Lo abro y de poco se me salen los ojos de la impresión, por lo menos en el sobre habría tres mil o cuatro mil dólares.

    —¡Es una barbaridad! —exclamo, aunque para ellos supongo que no es tanto dinero como lo es para mí. Ya que su trabajo da el suficiente dinero como para poder mantener a tres o cuatro familias más—. Gra-gracias —digo un poco más relajada e impresionada por ver tal cantidad de dinero junto y además es todo para mí, obviamente no lo gastaré todo, es técnicamente imposible.

    —No has de agradecer nada, por cierto, date prisa en desayunar que vas a llegar tarde a la universidad —me dice mi madre con una amplia sonrisa.

    Me levanto y me dirijo a la cocina a prepararme el desayuno.

    —Hija, suerte con las notas —me dice mi padre antes de que llegue a la cocina.

    Le asiento con una sonrisa y preparo un café y unas tostadas de tomate.

    —¡Hey, Alice! ¿Preparada para las notas? —dice Ashley acercándose hacia mí por el pasillo y llamando la atención de todo el mundo. Mientras, yo cogía algunas cosas de la taquilla. Su pelo moreno cae por sus hombros contrastando con la ropa amarilla que resalta su piel perfectamente bronceada.

    —Sí, súper preparada, espero sacar buenas notas —le respondo sonriendo—. Y tú, ¿estás preparada? —le pregunto dándole un apretón en la mano para que se relaje.

    —Supongo —dice nerviosa.

    Las dos estudiamos lo mismo, Medicina. Es difícil, pero estudiamos juntas y le enseño mis trucos, así que seguro que sacamos la misma calificación, o eso espero, porque nunca me dice la nota que saca en sus exámenes. Acabamos de terminar el primer año de carrera.

    Aunque, a decir verdad, ella es más fiestera y creo que eso le va a pasar factura en menos de media hora.

    En el salón de clases, Ashley tamborilea una canción con una mano mientras que con la otra sostiene su cabeza. Me pone de los nervios. Llegan varios profesores y nos llaman uno a uno, pero este año hay un gran problema de organización, estamos demasiadas personas de distintas carreras esperando a que nos den las notas y apenas hay profesores que nos las den.

    —Esto va para largo —susurro mirando pasar a alumnos de un lado a otro, cojo un mechón de mi cabello pelirrojo y lo enrosco en uno de mis dedos mientras espero; para matar el tiempo imagino las vacaciones en el crucero, imagino cómo será sentir la brisa marina mientras nos bañamos en la piscina, nos lo pasaremos genial.

    Una sonrisilla se dibuja en mi cara al pensar en que pasaré una de las mejores vacaciones de mi vida junto a Ashley.

    Empiezan a nombrar a gente y por fin oigo el tan esperado «Alice West, acuda a la mesa tres para la recogida de las notas». Es justo ahora cuando empiezan a temblarme las manos y aparecen los nervios, que recorren mi espina dorsal.

    —Abramos las notas, Ashley —le sugiero a mi amiga con una sonrisa, quiero que se relaje.

    —Alice, ¿lo podemos hacer en un sitio más privado? No sé, es que la cafetería llena de gente no me parece un lugar apropiado para llevarme el chasco de mi vida —me reclama Ashley, cabizbaja.

    —Eh, no, no, no has de preocuparte, verás cómo lo has aprobado todo —le respondo seria y sintiendo que me subía una ola de rabia por todo mi cuerpo por su inseguridad, pero ahora no es momento de ponerme histérica, además no soy así.

    —Voy a abrir las mías y verás que no pasa nada —le digo mirando el sobre que contiene mis notas. Rompo el sobre con cuidado, observo mis notas y la ira se convierte en satisfacción y orgullo, todo aprobado sin bajar del sobresaliente, perfecto.

    —¿¡Lo ves!? Perfectas —dice Ashley con un poco de tristeza y alegría en su rostro; es extraño describir ahora mismo su cara, tiene un cúmulo de emociones.

    —Al igual que las tuyas —le repito por enésima vez. Desesperación, es en estos instantes en los que odio a Ashley, odio su inseguridad, que me compare con ella, odio que me eche en cara sus malas notas y por ello, además de por otras cosas, hemos tenido muchas peleas y de las fuertes, pero aun así nos perdonamos.

    Porque eso es lo que hacen las amigas, ¿no?

    Ashley empieza a abrir el sobre, saca el papel de las notas, las puedo ver.

    Una suspendida, tres suficientes, cinco bienes, un notable bajo…

    —Ashley… —susurro su nombre decepcionada.

    —Te lo dije, pero eres una cabezota, rica —dice enfadada, con lágrimas en los ojos. Coge sus cosas y sale corriendo de la cafetería.

    —¡Ashley! —grito su nombre, pero me ignora, se larga y me quedo como una completa idiota plantada en aquella cafetería. Sola.

    —¡Mamá, ya he llegado! —grito, cerrando la puerta y en dirección a las escaleras para subir a mi cuarto.

    —¿Qué tal las notas, cielo? —pregunta mi madre saliendo de la cocina. Se seca las manos en el delantal que usa para cocinar.

    No sé por qué razón nunca hemos tenido a alguien que hiciera las cosas de la casa, mi madre tiene muchos proyectos y esto le resta tiempo, igual que a mi padre y a mí.

    —Perfectas, todo sobresaliente —le digo sonriendo y orgullosa.

    —¡Serás una médica perfecta! —exclama tirándose encima de mí para besuquearme toda mi cara.

    —¡Hey, que me agobias! —le digo casi riéndome.

    —Lo siento, por cierto, corre a preparar las maletas —dice ella con una gran sonrisa; está orgullosa, es evidente.

    Capítulo 2

    Punto de vista de Alice

    —Ashley, estamos en la puerta de tu casa, baja.

    —Ya bajo, un segundo.

    Cuelgo y guardo mi móvil en el bolsillo de mi pantalón mientras espero en la parte trasera del taxi.

    Se abre la puerta del taxi y entra Ashley, mientras tanto, el taxista guarda las cosas en el maletero.

    —Oye, hubiera preferido ir en tu coche o en el de tus padres que en un taxi —dice susurrando y un poco nerviosa.

    —¡Deja esa obsesión enfermiza por los taxis! Deja de ver esas estúpidas películas de secuestros de taxis —le respondo susurrando y casi a punto de reírme.

    Mientras nos dirigimos hacia el puerto, charlamos de cosas triviales donde también interviene el taxista que, por cierto, es bastante simpático.

    —Chicas, ya hemos llegado al puerto, son cuarenta dólares, por favor —nos informa el taxista amablemente.

    Pagamos cada una veinte dólares.

    —Gracias —decimos las dos a la vez.

    —No hay de qué —responde y se va.

    Entramos al puerto, esperamos en la cola para pasar el control policial. Es un poco aburrido así que comenzamos a hablar.

    —¿Qué te han dicho tus padres? —me pregunta mi amiga con el semblante serio.

    —Pues nada, que no esperaban menos de mí —le respondo alegre—. ¿Y a ti? —pregunto con cautela a la vez que con miedo por la respuesta que pueda recibir.

    —Que han malgastado el dinero en mis estudios y que esperan que al año que viene saque mejores notas o si no, adiós a la carrera —acota seria y cabizbaja. Yo ruedo los ojos, a veces son muy duros con ella, aunque lo entiendo, porque es una chica difícil, siempre ha estado metida en

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