Hacia un nuevo mundo
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Este ensayo expone una reflexión filosófica con fe y entusiasmo por creer en el buen rumbo de los seres humanos. Se inclina rotundamente hacia el lado optimista de la vida y sostiene que el amor es el elemento principal de la existencia, por lo que todos los actos deben encaminarse bajo sus leyes y con sus impulsos. El autor evita ubicarse en un tiempo especial, intenta ser universal y propone una etapa feliz en la cual el hombre habrá alcanzado el control de sí mismo gracias a su propia evolución. Es, en suma, una mezcla de observaciones sobre la vida humana, así como un deseo ardoroso de ver un futuro mejor para todos.
Luis Enrique Alvizuri García Naranjo
Luis Enrique Alvizuri García Naranjo (Lima, Perú, 1955). Publicista, filósofo, locutor, cantautor. Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía y de la Sociedad Nacional de Intérpretes y Ejecutantes de la Música, SONIEM.
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Hacia un nuevo mundo - Luis Enrique Alvizuri García Naranjo
Este ensayo expone una reflexión filosófica con fe y entusiasmo por creer en el buen rumbo de los seres humanos. Se inclina rotundamente hacia el lado optimista de la vida y sostiene que el amor es el elemento principal de la existencia, por lo que todos los actos deben encaminarse bajo sus leyes y con sus impulsos. El autor evita ubicarse en un tiempo especial, intenta ser universal y propone una etapa feliz en la cual el hombre habrá alcanzado el control de sí mismo gracias a su propia evolución. Es, en suma, una mezcla de observaciones sobre la vida humana, así como un deseo ardoroso de ver un futuro mejor para todos.
Primera edición
––––––––
Luis Enrique Alvizuri García Naranjo. Publicista, filósofo y trovador. Nació en Lima, capital del Perú. Siguió estudios secundarios en el colegio Champagnat y superiores en la Universidad Ricardo Palma (Sicología) y la Universidad de Lima (Comunicaciones). Ponente en diversos congresos y eventos de filosofía y autor de Andinia, la resurgencia de las naciones andinas, Pachacuti el modelo de desarrollo andino y El impulso filosofante entre otras.
T. 225 3899 / 996 379 615. luisalvizuri@yahoo.com
Hacia un nuevo mundo
Acerca del posible destino de la humanidad
Luis Enrique Alvizuri
Para ti, hombre de buenas intenciones, este mensaje:
volvamos a hacer de la Tierra un mundo ancho y ajeno.
Contenido
Prólogo
Introducción
Vocación de hombres
El hombre nuevo y el hombre viejo
Somos de este mundo
Maduración
El hombre viejo
El hombre nuevo
Más del hombre nuevo
El bien y el mal
Monumentos y catedrales
El amor
Otra vida
Un nuevo dios
Voluntad de cambio
Nuestra fuerza
Lo moral y lo inmoral
El mundo es injusto
Del amor y del interés
Más sobre el amor y el interés
El hombre nuevo y el amor
La nueva ciencia
Sobre si verdaderamente sabemos o no
Más sobre la ciencia
La ciencia no es indispensable para vivir
Sobre la nueva ciencia
La felicidad completa
La fe
La belleza y los animales
Más sobre la felicidad
Formas anterior y superior de existencia
El dios del hombre viejo
El dios del hombre nuevo
Sobre si existen los hombres nuevos
El mal
El origen del mal
Más allá de nuestra imaginación
El amor es una causa
La fuerza del amor
El bien
En qué están de acuerdo la religión y la ciencia
Hemos de querer
El amor es el motivo
La cultura
Sobre si es necesaria la cultura
El bien es preferible a lo útil
Hay que crear el mundo del bien
Sobre el amor a los familiares
Amar a todos los hombres es amar al hombre
Sobre la constitución del hombre
Todo depende de nuestra voluntad
El interés
Sobre la verdad
No hay una sola verdad
Sobre la razón
Razón y sentimiento
El bien o el mal
Más sobre la razón y el sentimiento
La razón y los impulsos naturales
El mundo del interés
Equilibrio
Para qué son los mejores
Los comerciantes
La virtud y el bien común
Hagamos un nuevo mundo
Los mejores actúan
Los mejores son incontenibles
Abandonando el mundo del interés
La causa para vivir
La belleza como nueva causa
Una mirada al nuevo mundo
Glosario
Amor
Armonía
Belleza
Bien
Causa
Ciencia
Conocimiento
Dios
Dolor
Fe
Felicidad
Hombre
Hombre nuevo
Hombre viejo
Interés
Justicia
Libertad
Mal
Moral
Mundo del interés
Naturaleza
Necesidad
Nuevo mundo
Placer
Poder
Prójimo
Razón
Religión
Sentimiento
Trascendencia
Utilidad
Vanidad
Vida
Voluntad
Prólogo
En el verano de 1999 conocí a Luis Enrique Alvizuri durante un concurrido café filosófico. No recuerdo qué tema en aquella ocasión se trataba, pero mi memoria guarda nítidamente la impronta de un preclaro espíritu, cuya palabra cristalina y cadenciosa desenvolvía argumentos con soltura, los cuales iban engarzados en elevados ideales. A partir de allí se inició una amistad que el tiempo ha ido madurando como el vino. Tuve ocasión de paladear su poemario El cancionero del presbítero y su ensayo Andinia, ambos de 1997. Su poesía estremece por su realismo vital, versos tensos, naturales, transidos de robusta esperanza por un mañana mejor. Su ensayo expone con ardor y fiereza una utopía andina antioccidental. Ambos trabajos estaban ya preñados con el sueño legítimo de un futuro mejor para la humanidad. Pero él, que no necesita de elogios vulgares, es primigeniamente un trovador, con guitarra y todo; es un artista de raras cualidades como ejecutante y compositor. Quedará para el piadoso culto de sus amigos la admiración de tantas excepcionales capacidades, de la simplicidad, rectitud y bondad que solo pertenecen al hombre creador. Sí, es un artista verdadero, y como el arte no reproduce lo visible sino que lo crea, siempre se hará notorio, en cada página que escribe, que también es un pensador que entrega su alma proteica para dar lugar a una obra heteróclita, esto es, escribe como un esteta que tiene el corazón pleno por una utopía. Por tanto, amigo lector, el valor de sus ideas no pueden medirse por el aparejo de conocimientos que exigen sus temas, sino por las intuiciones profundas en los diversos tópicos que aborda. De esta manera, quiero decirles a los fieles lectores algunas de las razones que justifican la lectura atenta del libro Hacia un nuevo mundo, el cual fue elaborado en casi un año, lapso en que se sustrajo monacalmente a todo contacto y no se dejó ver. Ahora, reaparece como el ave fénix, renovado y con una nueva utopía bajo el brazo, pero que vibra desde su corazón.
I
Primera razón: es un elogio de la necesidad de una vida creadora, lo cual nos hace exclamar al unísono con Romain Rolland: Solo existe una dicha, la de crear. Solo vive aquel que crea. Los demás son sombras que deambulan en la tierra, ajenas a la vida. Toda la alegría de nuestra vida es la alegría de la creación
. Para Alvizuri la mejor y más grata manera de vivir es creando, solo así nos acercamos a la felicidad completa. Naturalmente, esta vida creadora está unida a una forma superior de existencia, más espiritualizada, articulada a lo bello y a lo bueno. No es un secreto que este ideal, así concebido, colisiona frontalmente con nuestra moderna sociedad industrial y postindustrial, la cual en la era de la globalización deja a las tres cuartas partes de la humanidad en la pobreza, en la lucha por la supervivencia, las perturbaciones nerviosas, la despersonalización, la xenofobia, el hambre, la desesperación y la alienación. Escribía el apóstol Pablo que debe haber herejías para que se descubran los que tienen una virtud probada. Es en este sentido que, si Alvizuri nos parece admirable, no es tanto por enaltecer la creación cuanto porque lo hace en medio de una generación sibarita, muelle y consumista, que vive del puro usufructo sin ser creativa.
II
Segunda razón: El hombre nuevo es el que prefiere el bien a lo útil. La creatividad, a la que hacer referencia, no es primordialmente la creación científico-técnica; no podría serlo, pues esta solo da cuenta de una manipulación de la realidad. La creación es sobre todo de índole moral; es la preferencia de lo bueno sobre lo conveniente y ventajoso. Y cree que la humanidad está en condiciones de hacerlo. Resueltamente afirma que ya existe la base técnico-industrial para solventar las necesidades básicas de la población del planeta entero, pero que aún falta la base moral para ejecutar tal plan de justicia. Esta segunda razón es una nueva herejía alvizuriana, en medio del ultraliberalismo luciferino que instaura una sociedad transaccional sin valores superiores. En realidad, colisiona con el núcleo del principio utilitarista de la globalización, a saber: reemplazando lo útil social por lo útil individual. Su verbo rechaza así el hedonismo especulativo de las elites transnacionales y por ello reacciona ante la destrucción desquiciada de la lógica de fines para reemplazarla por la lógica de medios.
III
Tercera razón: la voluntad de servir es superior a la voluntad de poder. Si ha existido en la modernidad un telos más nefasto que otro, ese sería el da la voluntad de poder. Sus monstruosas manifestaciones llegaron al paroxismo durante el holocausto, las guerras mundiales, la saturación del planeta con armas de exterminio masivo, la guerra fría, el peligro del exterminio atómico y la prepotencia del hegemonismo norteamericano en un mundo unipolar. Entonces, cómo no admirar el valor de Alvizuri de enfrentarse con un ídolo que aún arrastra a mayorías alucinadas por el poder, y que nos retrotrae a insignes figuras de la santidad cristiana que dieron ejemplo vivo de un espíritu de servicio y sacrificio. Es más, esta voluntad de poder tiene actualmente su más grosera manifestación con la arrolladora economía global de las megacorporaciones privadas, las cuales imponen la dictadura del sanchopansesco materialismo consumista del hombre sin trascendencia, y que barren del planeta todo viso de espiritualidad en las culturas locales.
IV
Cuarta razón: sin amor al prójimo no puede germinar un nuevo mundo. El amor es la única base que hace el bien, nos lo recuerda el autor, imbuido de un cristianismo profundo. Y con ello pone el dedo en la llaga pestilente del mundo moderno, el cual ha reemplazado la caridad y la piedad por el saco de oro, el condumio, las comisiones, las tasas y el porcentaje. No en vano dice el Evangelio: Donde está tu tesoro, ahí está tu corazón
. Bien podríamos creer con Nietzsche que lo que triunfa hoy es la moral de esclavos, de aquellos que privilegian los bienes materiales sobre los espirituales y que no son conscientes de cuán pobres los han convertido sus riquezas. Así se labra la ruina del mundo moderno mediante la ruina moral del hombre; sin duda, el más triste espectáculo de la posesión por la posesión.
V
Quinta razón: solo actuando a contracorriente se puede crear un mundo mejor. Alvizuri es optimista, cree en la posibilidad de cambio. No es que alimente un ciego heroísmo, no es que ambicione que todos seamos héroes, no, sino que su nuevo sentido de heroísmo consiste en que cada hombre debe hacer lo que puede o esforzarse hacia lo que no puede, porque la historia es un incesante volver a empezar.
VI
La inmortalidad consiste en trabajar en una obra inmortal, como son los nobles ideales. Estas obras son de todos los tiempos, y no es requisito ser un sabio consumado ni un aburrido doctor. Basta la honesta claridad, la sincera inquietud y un esfuerzo denodado, como la que muestra el autor en este libro, para que mediante el renacer de nuevas utopías estas puedan dar al hombre nuevas esperanzas por un mundo nuevo y mejor. Alvizuri, con esta obra, nos demuestra que tiene un destino, y que lo sigue como un faro de irradiación interior. Acompañémosle, a partir de las pocas razones que acabo de señalar ―entre las muchas que existen― en una travesía emocionante y digna de extraordinarias posibilidades teórico-prácticas. Como a él, a mí también me parece que este mundo se ha tornado caduco y decadente, como la Babilonia rica y prepotente que no conocía al verdadero Dios. Entonces ¿por qué no hemos de buscar la nueva Jerusalén, aprisionada ahora en las cadenas de su cautiverio?
Gustavo Flores Quelopana
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía
Salamanca 2003
Introducción
Este escrito intenta ser una nueva mirada al ser humano y un esfuerzo por querer elevarlo por encima de sus miserias y de su fatalismo. Parto del hecho que la humanidad es un proceso que viene durando millones de años y que no sabemos cuándo acabará ni de qué manera. Es como si estuviésemos viendo pasar un tren, pero del que no logramos ver ni la locomotora ni el último vagón y no nos queda más remedio que imaginarnos cómo serán ambos. Por eso lejos está de mi intención el creer que pueda poseer el conocimiento real sobre lo que es el hombre; más aún siendo consciente de las limitaciones que voy a mencionar porque es necesario hablar antes que nada con la verdad.
Las primeras son las naturales: el lapso que dura una vida no nos permite comprender todo el proceso humano y, desgraciadamente, nos perdemos los sucesos más trascendentales para entenderlo, como son el inicio y el final del mismo. Otra limitación es que estoy tratando de analizar lo humano desde un punto de vista individual, cuando lo ideal sería que fuese realizado por una gran cantidad de preclaros pensadores, todos unidos en torno al mismo fin. Por otro lado, no puedo evitar el estar parcializado por cuanto provengo de una cultura que me determina y me hace evaluar las cosas desde un particular lado del prisma, impidiéndome ser todo lo justo y equitativo que quisiera.
Pero además de estas limitaciones naturales están las limitaciones propias de mi persona como son: una insuficiente preparación en cuanto a estudios académicos sobre filosofía, lo cual conlleva la desventaja de que ignoro mucho de lo ya pensado y digerido, incluyendo los necesarios consejos y las imprescindibles críticas constructivas. Es por ello que este intento de reflexión adolecerá de muchos errores de método, así como de ciertas carencias de forma que hubiesen facilitado su mejor entendimiento.
Sin embargo, a pesar de esto, también es correcto decir que lo que creo tener a mi favor sería, en primer lugar, el entusiasmo, que a veces, por ser ciego, emprende tareas que, aquellos que observan con mayor acuciosidad, no se atreven a realizar. En segundo término, mi total independencia, ya que este esfuerzo no está motivado por ninguna otra intencionalidad que no sea la mía, y soy responsable tanto de las ideas expuestas como de los errores que en ella se den ―por lo cual desde ya ruego a los comprensivos lectores acepten mis disculpas.
Por último, diría que el argumento más importante para reafirmarme en el empeño de realizar este trabajo sería la sana intención de querer hacer algo para intentar revertir la inmensa ola de pesimismo que embarga a esta época en general. Obviamente, con una obra como esta nadie puede esperar adquirir poder ni riqueza, así que lo único que queda es la esperanza de que pueda servir de algo para que algunos nobles corazones se animen a encontrar otros caminos que hagan la vida humana más llevadera, sino mejor, en el buen sentido de la palabra.
El método que he usado es el de la inspiración, razón por lo cual omito las citas ―lo que tampoco quiere decir que las ideas hayan venido de la nada− pero he evitado en lo posible repetir aquello que haya influido en mí para no reiterar algo que ya se ha expuesto con precisión y lucidez en su debido momento y lugar y por sus propios creadores.
El libro se divide en dos partes: una basada fundamentalmente en reflexiones y pensamientos, y otra que viene a ser un glosario en el cual hago un intento por encontrar nuevas formas de definir algunos tradicionales conceptos.
El objetivo es el hombre, es el fin último de todo.
Pero el hombre debe tener un quehacer para encontrarle sentido a la vida.
Ese quehacer es el arte: transformar la Tierra, como lo hace el alfarero con la arcilla,
con el objetivo de elaborar con ella un bello escenario donde vivir.
Por eso el sentido de nuestra vida debe ser crear belleza.
Haciéndolo satisfacemos la ansiedad de la vida.
Si la muerte nos llega en esta acción, mientras realizamos arte,
moriremos satisfechos.
Vocación de hombres
La mayor realización a la que podemos aspirar
es a ser totalmente hombres, seres humanos.
Ese es el llamado, la vocación imperiosa que nos da la naturaleza
quien nos ha hecho como somos.
Y el ser totalmente humanos implica necesariamente
continuar nuestro camino,
seguir a pesar nuestro
haciéndonos nosotros mismos
con nuestros aciertos y errores.
Es cierto que ya no somos los mismos que fuimos al comienzo;
hemos adquirido algún conocimiento de la naturaleza;
sabemos sobre nuestros espíritus un poco más que antes
y hemos recibido numerosos consejos
provenientes tanto de nosotros mismos
como de los dioses.
Por eso es que no podemos quedarnos paralizados,
adormecidos por la vida diaria,
por el pensamiento común
o sometidos voluntariamente
a ser víctimas de nuestras equivocaciones del pasado.
Inevitablemente tenemos que superar
lo que nos impide avanzar hacia nuestro destino:
trascender.
El pasado está lleno de cosas buenas y malas
pero es el pasado.
No lo podemos retener para siempre
al igual que un niño no puede quedarse en su infancia
por muy buena que esta le haya parecido.
Tenemos que avanzar, crear, buscar
e incluso cometer nuevos errores.
Solo así podremos llegar a crecer, a madurar.
Si no nos arriesgamos a cambiar
correremos el peligro de quedarnos siempre niños,
siempre dependientes.
Dios, los dioses
no pueden llevarnos toda la vida de la mano;
en algún momento tenemos que soltarnos de ellos
para que aprendamos a caminar.
Ya bastantes voces nos han hablado durante